Sin duda todos sabemos que los antiguos griegos han tenido una influencia determinante en el pensamiento político occidental. La llamada “democracia ateniense” es una grata herencia de los tiempos de los grandes pensadores y filósofos de la antigua Hélade, aunque al mismo tiempo una gran desconocida. Así que intentaremos ver que es lo que realmente nos ha llegado a nuestros días y lo sorprendente de este modelo político.
Existen dos características propias del pensamiento griego que les diferenciaban del resto de las civilizaciones del momento:
La Ciudad
La vida política de los griegos está enteramente condicionada por la existencia y forma de entender la Ciudad, la Polis. No hay para los griegos otra civilización que la ciudad, es un don divino y lo que les diferencia de los organizados en tribus. La polis es una unidad política con un territorio limitado. Los ciudadanos son iguales entre sí, pero existen dos grandes excepciones: los esclavos y las mujeres. Aun proclamando la igualdad moral de los hombres, no intentaron nunca tratar este problema, ni con los esclavos ni con las mujeres, los cuales no existían para la política.
La noción de Ley
Hacia el siglo VII a. C., la mayor parte de las polis conservan todavía regímenes derivados de sistemas oligárquicos o monárquicos. Todo este mundo entra en crisis ante la pérdida de poder de las antiguas aristocracias terratenientes, frente a una protoburguesía urbana, artesanal o comerciante, apoyada por su clientela trabajadora; en su mayoría campesinos arruinados por el reparto de tierras. Habría que destacar también la llamada “revolución de los hoplitas”, es decir, la infantería del ejército de las polis, quienessolían ser ciudadanos demasiado pobres para tener caballo. En contraposición estaban los aristócratas, que formaban la caballería. Cuando las luchas y guerras se hicieron bastante frecuentes, el hoplita y su formación en falange se convirtieron en el método de guerrear más efectivo, y así al hacerse imprescindibles para la defensa de la Ciudad, adquirieron una forma de presión y de reivindicación de sus intereses políticos. Estas facciones en lucha terminarán encontrando un equilibrio, bien con el compromiso de una legislación escrita o bien al arbitraje autoritario de un “Tirano”, aunque habitualmente utilizaron ambos procedimientos.
Ser ciudadano es una función por sí misma, en la que todos tienen la obligación de participar.
En esta época de crisis, tanto los políticos como los filósofos coinciden en la necesidad de establecer un orden jurídico y social. Por una parte, imponer una legislación común a todos los ciudadanos, y por otra, establecer una especie de equilibrio entre esas clases sociales mediante una distribución más equitativa de las cargas cívicas y responsabilidades políticas. Ésta será la esencia de las obras de dos de los padres de la democracia ateniense: Dracón y Solón. Las tiranías tendrán a menudo por objeto hacer prevalecer este compromiso contra las oposiciones partidistas, mediante una autoridad indiscutible.
No todos los pensadores tenían una misma idea del orden, pero todos vieron que la tiranía reforzaba el poder de la Ciudad ante la decisiva prueba de fuego de las Guerras Médicas (490-479) contra los persas. La ley representa el orden griego frente al personalismo persa, el griego se enorgullece de someterse a la ley, no a un hombre. Como muestra de esta devoción por el orden de la ley, tenemos el ejemplo de Sócrates, que prefiere morir antes que transgredir, huyendo, las leyes de su polis.
LA ATENAS DEMOCRÁTICA
Después de la guerra contra los persas, el pensamiento conoce un gran desarrollo, condicionado en gran parte por las transformaciones económicas y sociales que se dan, sobre todo, en Atenas. Esta ciudad, en plena expansión económica y militar, domina el movimiento de ideas, bien por pensadores propios o por extranjeros atraídos por el ambiente culto y librepensador. Este ambiente dio una gran formación a los nuevos “políticos” de las ciudades, que crearon la “ciencia política”.
La Democracia
Así se designa al estado político que se dio Atenas durante el siglo V a. C. Destacaron como “constitucionalistas” los grandes sabios y políticos Solón, Clístenes, Pericles y Cleón, que fueron reformando esta forma de gobierno hasta límites de participación nunca conocidos. La soberanía reside por partes iguales en el conjunto del cuerpo cívico, es decir, de cada ciudadano, el cual está obligado a ejercer esa función, bien para mandar, bien para cumplir. Ser ciudadano es una función por sí misma, en la que todos tienen la obligación de participar. Esta soberanía es representada por la Asamblea (Ekklesía), la cual es omnipotente y no tiene límites (no hay separación de poderes). En la Asamblea están todos los ciudadanos de la polis, y cualquiera puede hablar y exponer quejas.
No hay representantes, nadie delega su voto ni su voz. El poder judicial es elegido por ésta, mientras que el poder ejecutivo, llamado el Consejo de los 500 o Boulé se renueva continuamente mediante la rotación de los magistrados y el ostracismo (exilio forzoso), por el que cualquier personalidad que cobre demasiada importancia, y por ende influencia, es desterrada de la ciudad.
La preocupación esencial es defender el régimen de la influencia de un particular poderoso o partido. Así la elección de los magistrados se realizaba por sorteo entre toda la ciudadanía; creían que era la mejor forma de mantener una auténtica igualdad de oportunidades entre los ciudadanos, impidiendo así también las intrigas y partidismos dentro de la Asamblea. Se calcula que sobre el 25 % de los ciudadanos debieron tener algún tipo de responsabilidad política.
A destacar que estos cargos al azar eran remunerados, evitando así que solo pudieran dedicarse a la política las personas con suficiente renta como para no trabajar para vivir.
Una de las pocas magistraturas sometidas a elección era el Strategos (Comandante militar); era el único cargo en el que se valoraba la personalidad y sus conocimientos. Aunque fue un puesto de gran éxito, los pensadores atenienses nunca demostraron gran afición por el proceso electivo; de hecho a los defensores de este método se les tachó de “aristócratas”, pues este sistema llevaría a que el poder llegara a una élite, habitualmente los ricos poderosos.
La Igualdad
Para los atenienses el concepto de Democracia estaba más cercano a este término que al que actualmente entendemos como gobierno de la mayoría. De hecho, no solían referirse a su forma de gobierno como Democracia, sino que habitualmente hablaban de la Isocracia, es decir Igualdad política. El estado democrático es aquel donde la ley es la misma para todos, la Isonomia. Hay que recalcar que este simple concepto fue auténticamente un pensamiento revolucionario para la época. Aunque el gobierno de la Asamblea adoptó algunas medidas de carácter social, en realidad ningún político tuvo una gran inquietud por la igualdad social real. Esto ayudó a que los desequilibrios sociales fueran la lacra de las polis, a pesar de que las clases pobres tuvieran derechos políticos.
Esto en parte fue así porque estaba más o menos asumido que el ciudadano más favorecido económicamente debía más a la Ciudad, así se obliga a los ricos a realizar sus pagos según su riqueza, mientras que a los pobres se les pide que, aunque no den nada a las arcas públicas, no utilicen el dinero de la ciudad para su sustento. El bien común era la polis, no el individuo o una clase social.
La libertad
Este es el concepto al que más importancia dieron los atenienses; no cesaron de examinar y estudiar esta idea que, sin duda, era la que más valoraban. Es quizás la que más haya influido en nuestra concepción moderna del término. Los atenienses fueron conquistando libertades, tanto civiles (respecto a la esclavitud por deudas) como jurídicas, adquiriendo algo parecido al habeas corpus. Pero lo que más desarrollaron fue la libertad política, a la que definían principalmente como el derecho de obedecer solo a la ley, pero obedeciendo dentro de la igualdad. Intentaron determinar el equilibrio entre orden y libertad.
Pericles, magistrado en la época de máximo esplendor, definió la Libertad así: «No tomando mal al prójimo, que obre según su gusto». Es precisamente el concepto de libertad el único en el que los griegos dieron rienda suelta al individualismo (libertad individual), frente al bien común de la Ciudad. Fuera de las leyes, que rigen la ciudad por el bien de todos, el hombre es libre para dirigir su vida como quiera.
Como hemos visto, los atenienses se dieron a sí mismos una forma de organizarse que no solo les dio una hegemonía política y cultural en todo el mundo antiguo, sino que su investigación en los conceptos y valores que adquirieron tuvo una influencia decisiva en el posterior pensamiento europeo moderno. La participación ciudadana, la democracia directa, la igualdad ante la ley y libertad individual son conceptos que nos dejaron para la eternidad.