Perú en el siglo XX: historia del olvidado, caótico y glorioso país andino

Desde el APRA a “Sendero Luminoso” pasando por Fujimori

Tal como expresa el título, en este trabajo trataremos de analizar el devenir histórico del Perú en el siglo pasado, y para esto empezaremos con una breve contextualización económico-social, para luego repasar sus avatares políticos y así finalizar analizando los principales fenómenos diferenciadores del país andino: el APRA, el pensamiento de Mariátegui y la guerrilla, de nefasto recuerdo, Sendero Luminoso.

Contexto del país

En líneas generales, Perú mantiene la dinámica continental del desarrollo histórico de modo bastante uniforme, pudiendo dividirlo en las siguientes etapas:

República Aristocrática (1890-1930): En esta etapa las haciendas comenzarán a abrirse paso en la sierra y a perturbar la “comunidad india”, lo que provocará una progresiva regresión del campesinado de la zona. Además, existirá resistencia campesina ante el intento de imponer la propiedad capitalista en la sierra, lo que dificultó su modernización. Los campesinos se rebelaron contra la apropiación de los recursos de las haciendas, cuyos efectos afectaban en mayor medida a los comunales. Pero estas modificaciones no finalizaron con las relaciones sociales precapitalistas del país, ya que en lugar del salario se mantenían medios como el “yanaconaje” o el enganche. Así en los años 20 aparecerá el “indigenismo, con la creación del Patronato de la Raza Indígena. En estos mismos años se produjo el fenómeno del bandolerismo social. Desde los años 20 se acelera la emigración rural-urbana, por lo que los indios van perdiendo sus caracteres diferenciadores. Algunos autores para definir esta situación emplean la expresión de “colonialismo interno”. Así mismo la economía estaba orientada hacia la exportación y los beneficios de la misma se concentraban en pocas manos. La oligarquía se agrupaba políticamente en torno al Partido Civilista. La Iglesia mantuvo el ideal conservador, pero no tenía una fuerte influencia política. En los años 20 el APRA y el Partido Socialista conformará a la “nueva izquierda”.

De 1930 hasta 1960: La hacienda empezará a decaer en favor del campesinado, por lo que no se produjo la modernización capitalista como tal al predominar los pequeños y medianos propietarios. Durante este período la sierra fue un lugar secundario y cerrado en sí mismo, aumentando progresivamente sus desigualdades internas. Además el intercambio rural- urbano perjudicará a los agricultores. Las élites caciquiles de la sierra emigrarán a las ciudades de la costa. Todo esto hace que se comience a hablar de “problemas de oriente”, en referencia a la sierra. El activismo de los desfavorecidos por esta nueva situación aumentó, creando sindicatos agrarios. En la sierra existía una importante minería, pero era dependiente de las relaciones con la costa.

Este será el período de dominio de la oligarquía junto con el capital extranjero. A partir de los años 30 nos encontramos con un modelo de transición, en el que ya se muestra la inoperancia del sistema para adaptarse a las condiciones del país. En los años 30 se lleva a cabo una ortodoxia monetaria, con una política deflacionista, no se concedía crédito fácil, intentando reducir el gasto estatal, logrando superávits presupuestarios con Benavides. Nos encontramos así con una economía con rasgos arcaicos, poco dinámica pero con la mayoría de la población activa. En la fase inicial se producirá la caída de las exportaciones. Pero la oligarquía exportadora no salió perdiendo con la crisis, por lo que no creyó necesario cambiar el modelo. A partir de los 50 comienza una nueva fase expansiva, que hace que la agricultura de la sierra tenga que ser abandonada por gran parte de su población, además se inicia el desarrollo industrial (la “substitución de importaciones”, aunque de modo lento), haciendo emerger una nueva clase industrial. Las exportaciones mayoritarias del país serán el cobre y el petróleo. Además no se produjo un sistema de partidos estable. En los años 50 se creará el Centro de Altos Estudios Militares, origen del reformismo tecnocrático en el ejército.

Desde 1960: Se inicia un traslado masivo de población desde la sierra hacia la costa. Las haciendas serán desmembradas y repartidas, pero el problema no era ese, eran las desigualdades internas de la sociedad campesina. De este modo los terratenientes fueron perdiendo su control del campesinado.

Hasta 1975 se produce una reacción ante la modernización, con un auge del militarismo. El paro aumentará vertiginosamente. El modelo político se amplió, mientras se producía la integración nacional de campesinos, clase media y obreros, pero se comenzó a fraguar una importante conflictividad social. Paralelamente aumentará la desigualdad regional interior. Los nuevos sectores sociales veían la intervención del estado como esencial, sobre el cual querían tener influencia. De este modo surgirá Acción Popular, de carácter reformista y nacionalista. En este momento se produce la asociación de estos partidos con la clase obrera y los universitarios, en nombre del “cambio estructural”. Estos seguían las tesis de Haya de la Torre de los años 30, culpando el peso del sector agrario y la alianza de la oligarquía con el capital extranjero. Se buscaba así un proyecto de capitalismo independiente/ soberano por medio del reformismo, tal como defendía el estructuralismo de la CEPAL. Mediante esta vía se esperaba lograr la integración nacional y política del país. Esto es paralelo al “desborde popular”, la introducción de las masas en el ámbito político. Posteriormente el país vivirá entumecido por el terrorismo, la corrupción e inoperancia gubernamental.

Sin embargo, lo más interesante de esta época es la particularidad del reformismo militar, tal como veremos después, además del fenómeno del populismo. De este modo comenzará a emerger la idea de seguridad nacional, sobre todo en el ejército (en este contexto se sitúa el reformismo del CAEM), y en el exterior se percibía el peligro del “comunismo internacional” y se quería ver en el enemigo a batir en Chile, mientras que en el interior aumentaba el extremismo político. De este modo se difundió la idea de la necesidad de un progresismo “desde arriba”, manu militari. La Iglesia también era partidaria del progresismo social, anticipándose al surgimiento de la Teología de la Liberación. De hecho esta institución impartiría “cursillos de cristianismo” para las elites tecnocráticas. Ante esta situación se pretendía impulsar el nacionalismo con el fin de legitimar y cohesionar al Estado. Esta será la medida más defendida y apoyada para tratar de paliar el “desborde popular”.

En los 70 se aprecia el tímido inicio de la política de masas, pero las tradiciones del clientelismo y patronazgo seguían muy presentes en el país. Odría y Balaúnde serían los primeros referentes a nivel de personalismo. A raíz de Velasco, luego pasando por García y luego por Fujimori, serán los principales referentes del populismo en el país. Sin embargo, Fujimori suele ser denominado como neo-populista porque opta por la vía neoliberal, no desarrollista e industrialista como anteriormente. A pesar de esto el padre del populismo peruano sería Haya de la Torre, pero este nunca llegó a ejercer el poder. Precisamente el fracaso del APRA podría señalarnos el porqué del devenir histórico posterior peruano, retrasándose la incorporación de las masas a la política, pero no se debe desligar este fenómeno de la raíz económica. Los analistas del fenómeno del populismo suele hacer énfasis en que se pasan por alto las instituciones políticas. La retórica de Fujimori se sustentará en el caos anterior durante el gobierno de García, así como vinculándose a victorias que en el fondo no son obra suya, como la derrota de Sendero Luminoso o la “recuperación” económica.

Por lo tanto, si queremos entender las diferencias históricas peruanas en la contemporaneidad debemos tener muy claro las diferencias regionales y geográficas internas, que marcarán el devenir del país en todos los ámbitos (económico, demográfico, incluso político y cultural), con una costa moderna y poblada y una sierra arcaica, empobrecida y abandonada. Además se caracteriza por una economía exportadora depende. A esto hay que sumarle la incorporación al capitalismo mundial, el que supone crisis cíclicas, agravaba los problemas estructurales del país. Por lo tanto podríamos afirmar que el Perú carecía de capacidad de defensa ante el mercado mundial. Sin embargo, la agricultura de la costa sí que se adoptó al modelo capitalista mediante complejos agroindustriales. Ya desde antes de los años 30, se conformará un proletariado en la costa (precedentes de la sierra) y en las grandes plantaciones.

Tal como ya vimos antes, el relativo “ascenso” de la costa fue decadencia de la sierra. A esto se le sumaría la división entre industriales y exportadores, el clásico conflicto interno de la élite entre proteccionistas y librecambistas. Esto provoca el problema del cambio del sol, la moneda nacional, entre los partidarios y detractores de la devaluación. A pesar del devenir histórico, se suele percibir una oligarquía cohesionada, por lo que defenderá la estabilidad y el conservadurismo en el ámbito político. Pero la existencia de una burguesía nacional como tal, independiente de la burguesía, es discutible. La economía desde los años 30 a los 60 está caracterizada por el laissez faire y la exportación, pero los cambios estructurales mundiales acabarán repercutiendo en el país andino. En los 50 la oligarquía comenzará a interesarse más por la industria, cambiando el modelo económico ya desde los años 60. Por lo tanto desde los años 60 aparecen dos problemas principales del que el país aún es heredero: la carencia de desarrollo del capitalismo propio y la dependencia del capital extranjero.

Antes de pasar al ámbito político estaría bien hacer un breve apunte cultural. En este trabajo por cuestiones de tiempo no nos fue posible profundizar más en este aspecto, que parece ser realmente interesante visto tan solo de modo superficial. Cabría señalar primero alguno de los principales intelectuales indigenistas: Joaquín Capelo y Pedro Zulen (de la Asociación Pro Indígena), José Antonio Encinas, Luis Eduardo Valcárcel, Hildebrando Castro Pozo. Si uno hace una simple revisión superficial se dará cuenta de que este movimiento tuvo un fuerte carácter nacionalista. También se tiene visto como una corriente provincial ante los abusos del centralismo limeño. Pero en los 40 este fue opacado por el hispanismo, relacionado con la victoria franquista en España. En Perú cuentan (no sé si denominarlo como algo positivo o negativo…) con uno de los fundadores de la teoría de la liberación: Gustavo Gutiérrez (con la conocida obra Teología de la liberación). En los 70 comenzó a emerger el postmodernismo en el país, heredero de la primitiva ola neoliberal del 68, con intelectuales como Alberto Flores-Galindo, puesto en práctica por el populista Alan García.

El devenir político

Augusto Bernardino Leguía (1910-1930): este presidente de la república peruana desarrollará una violenta retórica anti feudal, representando el intento de imponerse del poder capitalista sobre los restos arcaicos. Por lo tanto defendía una especie de “revolución burguesa”. De este modo sería el representante de los estudiantes y de la emergencia de la clase media. Hablará de la creación de la “Patria Nueva”, supuestamente basada en el progreso social. Esto podría traducirse como la inclusión de la clase media en el poder y movilizar demagógicamente a los sectores populares. En este sentido llevó a cabo una política populista, impulsando la cuestión indígena: creando la sección de asuntos indígenas en el Ministerio de Fomento, el Patronato de la Raza Indígena, fijó el “Día del Indio” y promovió el desarrollo rural.[1] Además se autoproclamó como “Protector de la Raza Indígena”. Paralelamente se pretendió una modernización del país. De este modo sintetizará su labor al frente del gobierno en la frase: “en la costa, irrigo; en la sierra, comunico; en la selva, colonizo”.[2] Esto y la coyuntura económica hizo crecer las clases medias urbanas. En política exterior, tuvo buenas relaciones con Estados Unidos. Se suele afirmar que acabó con él la crisis mundial del 29.

Luis M. Sánchez Cerro: se trata de un militar golpista de origen humilde que aprovechará la caída de Leguía. Contará con el apoyo de las masas urbanas. Se abrirá así un nuevo tipo de confrontación política entre las clases bajas urbanas, las corporativas y las contrarias. Esto provocó dos movimientos populistas rivales. Siguiendo la estela de Leguía, consiguió movilizar al campesinado y a la gente de la sierra. Ideológicamente se fue situando con la derecha oligárquica y desarrollará una campaña de oposición al APRA. Será asesinado en 1933, cuyo movimiento es recogido por Luis A. Flores y su “casi fascista”[3] Unión Revolucionaria. Este será el antecedente del autoritarismo de Odría. De este modo desarrollará un discurso reformista y nacionalista, no cerrado a la inversión extranjera, pero bajo supervisión peruana.

Oscar Benavides (1933-1939): suele denominarse como modernizador autoritario. Su lema será “pan, orden, trabajo”. A pesar de la inicial actitud conciliadora acabó reprimiendo y oponiéndose al APRA y al Partido Comunista.

Manuel Prado (1939-1945): fue el civil al que le traspasó el poder Benavides (una forma de disimular la ilegitimidad de la dictadura anterior muy practicada en la época). Se encontrará con una buena coyuntura por la Segunda Guerra Mundial. Se suele percibir como un representante del emergente sector industrial. Así mismo, su gestión oponerse a la oligarquía más tradicional, los hacendados. También intentará frenar el movimiento obrero sin mucho éxito. Por otro lado, comenzó a desarrollar corporaciones estatales de iniciativa económica, junto a otras medidas populistas y tímidamente pro industriales. En lo referente al exterior, se aprecia un mayor acercamiento a los Estados Unidos. Fue apoyado por el PCP (que o alabó como el “Stalin peruano”, mostrando el nivel de desviación del partido de cualquier atisbo de marxismo, tal como veremos al analizar el pensamiento de Mariátegui), pero no por el APRA.

José Luis Bustamante (1945-1948): Este hombre representa la rara avis de ser la única experiencia de la clase media gobernando sin intromisiones del ejército y oligarquía. Se trata de un representante de Arequipa y su liberalismo. Fue apoyado por el APRA para substituir a Prado. Pero no consiguió controlar al APRA, que llevó la iniciativa legislativa hasta que dejó de apoyar al presidente. Pidiendo inversiones para desarrollar Perú acabará contradiciendo su antiimperialismo. La deriva del APRA hacia posiciones conciliadoras con el imperialismo se materializó en la fase de “Inter americanismo democrático sin imperio”. De este modo Bustamente fue un defensor de la democracia sin muchas más ambiciones. Al mismo tiempo, la derecha comenzará a boicotearlo por su aproximación al APRA. Desarrollará una política obrera paternalista. Fue derrocado ante una amenaza de guerra civil creada desde el ejército. En su política económica, fue vencido por la oposición de la oligarquía (sustentada sobre la exportación), y luego del sector financiero, que reclamaban la desregulación de la economía y un tipo de cambio flotante. El liberalismo a ultranza fue defendida por los exportadores, agrupados en la Sociedad Nacional Agraria. Tendrá que lidiar además con el problema de la inflación. Trató de no encarecer el costo de la vida pero sin abrir vías a la industrialización. Las clases medias comenzaron a tener miedo a la inestabilidad, ya que la inconsistencia del gobierno acentuaba la lucha de clases.

Manuel A. Odría (1948- 1956): al igual que con Benavides, podría ser denominado como “modernizador autoritario”, sin embargo la herencia de la Unión Revolucionaria hará que tenga mayor relación con el fascismo, destacando su marcado militarismo. Seguirá un método de gobernar puramente caudillista. Hay autores que le asignan el intento de desarrollar un populismo similar al de Perón. Definiría su propio movimiento como “revolución restauradora”, acuñando el lema “Salud, Educación y Trabajo”. Por este motivo se suele vincular con la oligarquía de derecha. Se caracterizará por la represión de la oposición y por ser un antiaprista intransigente. Esto cobra más sentido ya que anteriormente al asumir el poder era el encargado de la represión del APRA y el movimiento obrero. Económicamente, hizo recuperar la estabilidad y la “confianza empresarial”. Como Bustamante, le otorgó gran valor a las exportaciones. No liberalizó totalmente la economía (lo que sería un suicidio en las condiciones del país), decantándose por una política paternalista. Pero no prestó atención a los problemas sociales de la sierra, lo que provocó una emigración masiva hacia las ciudades. Luego el problema del paro fue aumentando. Con el tiempo perderá el favor del ejército y la derecha. Ya en la parte final de su mandato acabó legalizando al APRA y buscando su apoyo.

– Posteriormente regresaría al poder Manuel Prado, con su segundo mandato, siendo apoyado por el APRA, ciertas secciones de la oligarquía y las clases medias propietarias. A parte de pertenecer a una de las familias de más alta alcurnia y poderío económico del país, representaba la ficción de la oligarquía favorable al reformismo aprista. Esto se contrapone a la actitud de Odría y Miró Quesada, la derecha más intransigente e intolerante con el Partido Aprista. De este modo, mientras apoyaba al nuevo presidente, el APRA mantuvo controlado al movimiento obrero. En cierta medida se retomó la República Aristocrática, no prestando atención a los problemas sociales del país. La élite exportadora se enriqueció enormemente, proliferando los “grupos industriales” con capital mixto. La recesión del 1957 supuso la contracción del mercado, provocando la fuga de capitales que el gobierno no evitó. Prado introducirá en el gobierno a Pedro Beltrán en 1959, que gobernará de facto. Este era un conservador al que le fue favorable el ciclo económico. Esta podría considerarse como la época del cénit de la élite exportadora. Pero paralelo a esto la agitación campesina en la sierra aumentaba. A pesar de las muestras positivas de la economía, la tasa de acumulación comenzó a descender, por lo que el modelo exportador entró en fase de disolución. Se siguió el modelo económico de desarrollo liberal, con Beltrán como precursor del neoliberalismo, pero no solucionó los problemas agrarios, solo creó el Instituto de Reforma Agraria y Colonización, destinada solamente a la investigación y sin aplicación práctica relevante.

Fernando Balaúnde Terry: este personaje de origen intelectual aportará la novedad de hacer su campaña electoral principalmente en la sierra. Se presentará a las elecciones de 1956 liderando Acción Popular. Su bastión se encontrará en Arequipa, caracterizada por su predominancia de las profesiones liberales con intereses más allá de la oligarquía. Así mismo, se suele afirmar que Balaúnde representaba a las clases medias, sobre todo a los profesionales y tecnócratas, desarrollando una ideología que recuperaba el legado demócrata de Bustamante. En los 60 se enfrentó en las elecciones a de la Torre y a Odría. En el 62 el ejército dio un golpe de estado y llevó a cabo una política reformista, por medio del Instituto Nacional de Planificación. Pero la oposición al mismo fue manifiesta, siendo tachado de “nasserismo”. Sin embargo, quedó fijada la idea de la “revolución desde arriba”, ya que se creía que un sector importante del ejército era favorable a la misma. Así en el 1963 Terry ganó las elecciones. Esto provocó una intensa movilización social favorable a la AP. En este fenómeno resulta interesante la influencia que ejercieron los estudiantes del campo. Terry llamará a la “conquista de Perú por los peruanos”.[4] Pero la resistencia oligárquica contra el reformismo fue muy fuerte, además de la dificultad de aliarse con el APRA (esto generó una nueva escisión izquierdista en el partido, así como su progresivo declive), aliándose con el odriismo. Avanzado el tiempo, el presidente sería bloqueado parlamentariamente. Por otra parte, la represión solo hizo exacerbar a los izquierdistas universitarios. Por lo tanto, la inoperancia de este reformismo hizo dudar de la firmeza de la democracia. Como curiosidad, el presidente afirmaba que seguiría la política económica de Pachacútec (el 9º inca…). Tal como veremos al analizar a Haya de la Torre y Mariátegui, llegando hasta Sendero Luminoso (SL), estas referencias al glorioso pasado incaico son omnipresentes en la historia contemporánea de Perú.

– Tras el empeoramiento de la situación en el mandato de Balaúnde Terry, en 1968, se vio como única salida el gobierno militar y la “revolución desde arriba”. Juan Velasco Alvarado tomará el poder al frente del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas. Los militares llevaron a cabo políticas autoritarias, nacionalistas y anti-oligárquicas de cierto calado social. Su ideología se debía a que el movimiento estaba conformado por anteriores miembros del APRA y la izquierda. Carlos Delgados, ideólogo del velasquismo, fue capaz de sumar al nuevo proyecto tanto al aprismo como al foquismo. En su discurso abogaban por la “segunda independencia” del país, auto-afirmándose como: particulares y cristianos, socialistas, humanistas, “libertarios” y “pluralistas”. Pusieron como modelo el liberalismo estatal yugoslavo. En esta línea se redactaría el «plan Inca» (nuevamente la referencia nacionalista al pasado Inca). El sindicalismo estaba liderado por el PCP, que se alinearía a favor del gobierno. De esta manera nos encontramos con una retórica constante de que la revolución llegaría, pero nunca llegó (asimilándose al caso cubano o bolivariano de Chávez). A nivel de política exterior, no se desviaron de la Alianza para el Progreso, aunque (contradictoriamente) también participaron en el «no alineamiento».

A nivel económico lo más destacable es el intento de nacionalizar la economía. La política económica era cohesiva y buscaba impulsar la industrialización. Pero la incorporación social era de carácter corporativista, y acabaría fracasando. Eso sí, el intervencionismo estatal favoreció el establecimiento del capitalismo nacional. Pero al mismo tiempo, todas estas medidas profundizaron la pauperización del campesinado.

Para tratar de paliar el grave problema agrario y rural que padecía el país, introducirán una reforma agraria basada en el cooperativismo. Con esta reforma agraria se expropiaron a los azucareros y los latifundios de la sierra. Además se realizarían juicios públicos de los patrones. Como efectos prácticos, la reforma introdujo la propiedad capitalista y matizó el racismo de las élites. Su lema guía sería “la tierra, para quien la trabaja”. Pero en la práctica afectó sólo a una cuarta parte de los campesinos, los más privilegiados, generando indirectamente más proletariado. Las nuevas cooperativas funcionaban como empresas privadas, en las que reinaba la corrupción, impuesta por la fuerza, y aunque tenían alguna obra social, sus intereses no se basaban en la comunidad rural ni en el bien de la sociedad en su conjunto. Por otro lado, los campesinos afirmaban que solo cambiaron de amo (siendo nuevos «patrones racionalizados»), aunque la labor del instituto SINAMOS en el plano social y técnico no puede considerarse unánimemente como nula. Se intentó el control moral de las élites locales, no su erradicación (eliminando la base material de su poder, no eliminándolos físicamente sin más), lo que provocó su oposición y el mantenimiento de los abusos.

Además de este modo no se consiguen reducir las grandes desigualdades regionales, ya que no existe una centralización y planificación de la producción. Esto generó fuertes sentimientos de decepción y resentimiento. En ciertas provincias ya se trató de instrumentalizar el descontento campesino por medio de organizaciones de influencia maoísta y trotskista, como la Federación Provincial de Campesinos de Andahuaylas y los Comités Democráticos Campesinos, Vanguardia Revolucionaria o la Confederación Campesina de Perú, que optaron preferentemente por la ocupación directa de las haciendas. Ante esto el gobierno combinó el diálogo con la represión. Esta ineficiencia hizo que Gabriella Chiaramonti estableciera una conexión entre este fenómeno y los primeros éxitos de Sendero Luminoso en las regiones de Ayacucho y Apurímac,[5] concluyendo que los campesinos se encontrarían entre dos fuegos (y ninguno era el revolucionario del que hablaba Lenin).

Tal como en el caso de la agitación campesina, aunque inicialmente no lo consideraron, utilizarán la represión ante la progresiva movilización de las masas por lo limitada de las nuevas medidas. Pero paralelamente a esto se fue incrementando la existencia de grupos de izquierda. Ante esta presión izquierdista se creó la plataforma democratizadora «Sistema Nacional de Movilización Social». Además, los empresarios nunca apoyaron decididamente al gobierno, aunque curiosamente de sus políticas obtuvieron abundantes beneficios. Frente al auge del comunismo y el maoísmo, crearon el Movimiento Obrero Revolucionario y aumentaron la represión. Por tanto, podríamos concluir que el velasquismo desarrolló el nacionalismo económico, que desembocó en: ineptitud, corrupción y déficit fiscal.

– En 1975, los militares darán un giro de timón y designaron como jefe de Estado a Morales Bermúdez, quien dijo que este sería el inicio de la segunda fase de la «revolución peruana». Este gobierno militar disminuyó la represión anterior, tratando de dar una imagen de mayor «pluralismo». Pero las medidas del régimen resultaron insuficientes para los sectores más desfavorecidos, y el apoyo del PC al gobierno no ayudó a evitar el aumento de la oposición. Ante el declive del movimiento, Bermúdez pidió una «concordia nacional» y comenzó a pedir el apoyo del APRA, que tenía como principal reclamo el retorno a la democracia. De esta manera, el bloqueo del gobierno al aperturismo llevó al sector de derecha a optar por la «tercera fase», que puso como modelo a la dictadura militar argentina. A medida que aumentaron las imposiciones del gobierno, aumentó la oposición popular. En 1977 se presentaría la propuesta de democratización, el Plan Tupac Amaru. Así comenzó una conflictiva transición a la democracia de manera constituyente. El país reanudará las relaciones con Estados Unidos y el FMI.

Se realizaron elecciones en 1978 y Haya de la Torre fue electo presidente de la Asamblea Constituyente, pero no fue apoyada por la izquierda, solo por el Partido Popular Cristiano (seguidor de la tesis de los “Chicago Boys”). Esto le impidió llevar a cabo el proyecto cooperativista ideado por Haya de la Torre del «Congreso Nacional Económico».

– En las elecciones de 1980 volvería al poder  Balaúnde  Terry. Este volvió a centrar su campaña en el rural, siendo uno de sus lemas “trabaja  y  deja  trabajar”, sin radicalizar su mensaje y marcando su independencia de los militares. Como claves de su éxito se formuló que fue capaz de ganarse al voto  aprista. Después consiguió sumar el apoyo del PPC de  Bedoya Reyes. Terry aplicará una política económica liberal y  privatizadora. En este período se continuó con la política económica de ajuste, lo que, junto que salvaje crisis del 82, tuvo consecuencias brutales para la economía del país, sobre todo para los sectores populares, con una concentración de la riqueza surrealista incluso para un país  semi- oligárquico. Llevó a cabo una política  caudillista, sin desarrollar la democratización ni el desarrollo provincial del país. De este modo se combinó el caciquismo/ patronazgo con el neoliberalismo de los “Chicago Boys” del tecnócrata Ulloa. Por lo tanto, el gobierno del país parecía ser solo un emisario del FMI. La única alternativa parecía ser  Izquierda Unida (un conglomerado extraño de personajes interesados en el poder, no un partido obrero y casi ni reformista). De este modo asistimos al inicio de una batalla entre el reformismo y el  mesianismo de SL por ganarse a la clase trabajadora. La sociedad se sumió en el caos, el abandono y la desidia. Al surgir SL este pretendía una guerra civil, lo que supuso el alejamiento del ejército del movimiento obrero y la sociedad. Esto provocó que el ejército tomara el poder de facto y pusiera en marcha la “guerra sucia”. Aun así, como reminiscencia del reformismo de los años 60, parte del ejército propuso que el fin de  Sendero solo sería posible mediante la imposición del Estado mediante el desarrollo social y económico de las zonas rurales. Pero el gobierno no apoyó con una política económica decida, lo que distanció más a los militares.

– En las elecciones de 1985, continuando la grave crisis arrastrada por la administración de  Balaúnde, el  personalismo populista de Alan García lo llevó al poder. Curiosamente, durante las elección (como muestra de rechazo popular al proyecto  mesiánico  maoísta), mientras que  Sendero defendió la abstención, la población peruana votó en masa. A diferencia de IU que enfatizaba solo en los pobres del país, García abogó por el Inter clasismo, siendo su lema “mi compromiso eres con todos los peruanos”, erigiendo así un nacionalismo democrático. El presidente definió su proyecto como “nacional, popular y democrático”. Este desarrolló medidas populistas, junto a una política nacionalista y “antiimperialista”. Pero con el paso del tiempo se alió con grandes capitalistas y le dio las espaldas al partido. A esto se suma el lema  posmoderno de “la imaginación  al poder”. García se proyectará cómo defensor de la socialdemocracia, aproximándose a figuras como Felipe González.  Defendió la protección de la industria nacional y trató de combatir a la inflación, pero esto generó el aumento del déficit fiscal y provocó una grave crisis. Trató de paliar el problema del centralismo con el regionalismo, pero también fracasó. Políticamente, el principal conflicto fue con la  izquierda, que provocó la crisis en  IU.

Al mismo tiempo  Sendero estaba ampliando los objetivos de sus ataques. En lo referente a su política  anti- subversiva contra el terrorismo trató de combinar las negociaciones con la guerra sucia practicada por los “escuadrones de la muerte” (como el Comando Rodrigo Franco). Ya a mediados de su mandato, el Estado estaba al  borde del colapso. Esto provocó que la emigración en los 90 aumentara considerablemente. En 1987 el presidente decidió  estatalizar la banca, aunque no se consiguió totalmente. Además, comenzó a emerger la hiperinflación. El intento de mayor estatalización del mercado generó una ofensiva liberal liderada por Hernando de Soto y Mario Vargas Llosa, apoyada por las clases medias. Esta oposición también logró cuajar en los sectores populares ya que proponían una medida contra la inflación. Este movimiento fue denominado  Movimiento  Libertad (luego denominado  Frente Democrático, sumando el apoyo de la AP y del PPC). A partir de aquí comenzaría el que se ha denominado como la “libanización” del Perú. Así desde 1987 el deterioro de García y de la situación del país será progresivos, mostrando lo limitado de la “democracia” peruana. La fuerte deuda externa aisló internacionalmente al país.

– En las elecciones de 1990 se presentará Vargas Llosa dirigiendo el  Frente Democrático, con el neoliberalismo radical por bandera, ante una izquierda  inoperante y decadente. Siguiendo las tesis neoliberales clásicas, sumando las de teóricos como Hernando de Soto (cuya lectura también influyó en  Fujimori), que hablaban de una revolución  modernizadora que llevaría al país rápidamente a los estándares de occidente. Pero precisamente esto abre el interrogante de en qué medida el neoliberalismo podría pasar por “revolucionario” o rebelde más allá de los países occidentales. A pesar del cierto entusiasmo que pudo despertar Llosa en el momento inicial de la campaña, al afamado escritor le jugó en contra la tradición popular de los precios controlados, además de que se juntó con deslegitimados políticos tradicionales y no consiguió desvincularse del racismo elitista, tan relevante socialmente en el país andino. Ya con la campaña avanzada, Alberto Fujimori se presentó cómo independiente con el partido Cambio 90, mostrándose como representante de la rectitud y la eficacia. La imagen más  icónica de su campaña será sobre un tractor y proyectando el lema “Honradez,  tecnología  y  trabajo”. A Fujimori le favoreció la percepción social de las colonias japonesas como símbolo de “disciplina, eficacia y honradez”, aunque no exentas de cierta xenofobia. De este modo fue capaz de ganarse a las víctimas del racismo frente al blanco Llosa (que en la parte final de la campaña, al verse en peligro, alentó el rechazo racial contra  Fujimori), cuyas políticas económicas acabaron siendo para los sectores populares más preocupantes que prometedoras.

Ya en el gobierno, se presentó el “fujishock” contra la  hiperinflación. ¡Al acabar el anuncio, el ministro exclamó “Que Dios nos ayude!” (¡por lo que vemos como las menciones devocionales en ministros de economía no son solo un fenómeno español, tal como el “y que la virgen nos eche un capote!” de una reciente ministra de economía de nefasto recuerdo…). Al igual que Vargas Llosa, el nuevo gobierno siguió el asesoramiento del economista Hernando de Soto, en la línea del Consenso de “Washington”. Siguiendo estos principios se instauró el principio de  subsidiaridad del Estado, lo que limitaba enormemente su capacidad de intervención económica. En la práctica, este “ajuste estructural” acabó por someter financieramente el país a los Estados Unidos y al ámbito financiero internacional. Con la privatización de las empresas públicas se produjeron casos curiosos (e insultantes para el pueblo peruano), como cuando una empresa española compró la telefónica  Entel Perú por 2.002 millones de dólares, que la prensa bautizó como “la devolución del rescate de  Atahualpa”.

Dibujo que muestra la disculpa del expresidente Fujimori por la corrupción de sus múltiples gobiernos

Pero el presidente no contaba con un aparato político de respaldo, teniendo que enfrentarse a los sectores que apostaban por un  desarrollismo  subsidiado por el Estado y que rechazaban el neoliberalismo (de ahí la derrota de Vargas Llosa) pero no eran capaces de articularse políticamente. Al mismo tiempo se instauró una especie de tecnocracia inoperante, ya que los intelectuales y técnicos fueron comprados y domesticados ante los “designios del mercado”, y su actuación práctica se limitaba a la gestión a favor de los intereses capitalistas, negando su capacidad de intervención desde lo Estado en la sociedad. El país volvió a orientar su economía hacia la exportación, esta vez de carácter minero. La privatización de las pensiones, estandarte de la degeneración del neoliberalismo, fue un tema recurrente a lo largo de los años.

Así mismo, el principal aliado del presidente fue el ejército, tornándose de este modo el proyecto neoliberal en autoritario, siendo mostrado en la frase del presidente: “se actúa  primero  y se informa  después”, destacándose su labor de limpieza de  senderistas de las universidades,  plagadas de  maoísmo y abandonadas a su suerte casi desde su fundación. En abril de 1992  Fujimori daría un auto-golpe de estado, bajo la excusa de la lucha contra el terrorismo. Pero en 1993 tuvieron que iniciar un nuevo proceso constituyente (marcadamente liberal) por las presiones internacionales. En las elecciones de 1995 tuvo que enfrentarse con Javier Pérez Cuellar. La hiperinflación  estaba controlada (iniciándose el proceso de endeudamiento extremo…) y Sendero Luminoso había caído. La reelección de 1995, en el que Fujimori consiguió casi dos tercios de los votos mostraron la aprobación “popular” de su gobierno. Pero ese “popular” debe ser matizado ya que la abstención fue de casi un 30 por ciento, lo que muestra el rechazo de la población peruana de la política, y lo “populares” que son las políticas terroristas del liberalismo más desenfadado.

A esto se le suma el gran peso de la informalidad laboral, lo que hace que se meta debajo de la alfombra a la mitad de la población al dar los datos macroeconómicos. De este modo el presidente trató de crear una alianza “cívico-militar” dejando de lado a los partidos políticos clásicos. Pero esto solo supuso el cambio de una mafia por otra, tal como muestra la siniestra figura de Vladimiro Montesinos (al mando del Servicio de Inteligencia Nacional). La brutalidad en los métodos del mismo continuó tras la desaparición de la amenaza de SL, como en el episodio de la matanza premeditada tras el secuestro perpetrado por el  Movimiento Revolucionario  Tupac  Amaru (mientras que un criminal de guerra como  Guzmán seguía vivo, ya que, como veremos, el camarada Gonzalo le prestó buenos  servicios al régimen de  Fujimori…), o en otros sucesos varios de brutalidad y arbitrariedad en la represión.

John Crabtree[6] define como fundamentos del gobierno de  Fujimori: la personalización del poder político, la  omnipotencia del poder Ejecutivo frente al resto, un estrecho lazo con la mayoría del pueblo y el uso de los recursos del Estado para construir su base de apoyo. Además el autor, sobre cualquier denominación académica, define al régimen como: personalista, clientelista, anti-institucional y contrario a la democracia representativa. Además sus medidas de shock sin anestesia hicieron que fuera apoyado por la banca financiera internacional, lo que le sumó bastantes apoyos en su capacidad de gobernabilidad del país. A ese modo de gobernar se le llamó “democracia  delegativa”, sin embargo se trataba de una  autocracia con silueta electoralista. Así mismo, el concepto de orden será muy recurrente en su discurso. Curiosamente en la campaña de las elecciones de 2000 copió el lema del APRA y afirmaría que “Fujimori eres él único que puede gobernar él Perú”,[7] a partir de aquí el recurso retórico a los horrores del pasado sería constante (muestra de la decadencia de cualquier régimen, cuando se habla más del pasado que del futuro) y la corrupción y los abusos serán rampantes.

Víctor Raúl Haya de la Torre y la Alianza popular Revolucionaria Americana (APRA):

Haya de la Torre se inició como líder estudiantil que hablaba por los “trabajadores”. El movimiento  aprista dependió mucho de la figura de  Haya desde los inicios. Una de sus obras principales es Teoría y táctica del aprismo. A nivel intelectual influyeron en el pensamiento de Haya: Luis Alberto Sánchez, César Vellejo o Manuel González de Prada. Los estudiosos del mismo suelen mostrar que era un gran orador, pero de poca originalidad ideológica, siendo muy influenciado por el mexicano Vasconcelos, profesando una gran admiración por la revolución mexicana. Desarrollará una especie de populismo, pero no tendrá un gran éxito y tendrá importantes rivales dentro del país. Tenía un discurso oportunista y  demagogo. Su relevancia es más fruto de su organización y métodos de presión y  patronato que del triunfo de sus ideas. Con el paso del tiempo, se conformó con tener influencia en los estratos bajos del sistema estatal, sin aspirar a la conquista de la cumbre. Uno de los lemas más recurrentes del partido era el mesiánico “Solo el APRA salvará al Perú”.

Retrato de Haya de la Torre y la insignia del APRA

Ante la carencia de novedad ideológica, resulta interesante porqué en el momento de mayor “pureza” ideológica fracasó y tuvo tanta oposición, teniendo menor relevancia a partir de los años 60. Asimismo, este fracaso nos puede ayudar a entender lo que luego será el fenómeno senderista.

Pasando ya a sus postulados ideológicos, tal como señala en el propio nombre de la organización, estarían guiados por su rechazo del imperialismo. Pero al creer que el mal principal de América Latina es el imperialismo (sobre todo tal como lo entendía el  APRA), le echa todas las culpas a un factor exógeno, con todo lo que esto supone. Cuando hablaba de la unidad política de América Latina retomaba a la idea de crear un nuevo ente imperialista a la semejanza de la Patria Grande de Bolívar, pero quizás limitándola al componente indígena, apoyando al mismo tiempo una política económica nacionalista.

De este modo hará referencias a la figura de Bolívar, la “Nuestra América”, al “peligro yanqui” (que divide a las naciones americanas para vencer, lo que acaba derivando en que la patria grande será mejor que la patria chica). Defenderá que el imperialismo explota por igual a obreros y la clase media, sumado al control financiero, lo que haría necesario una alianza  interclasista. Así se proponen la nacionalización como base de la libertad económica. Sus influencias serán tanto el populismo americano, la revolución mexicana y las revueltas estudiantiles, sumado a un importante nacionalismo.

Como proyecto nacionalista precisa movilizar a la mayoría de la población, de ahí el recurso a los indios, negando que sea un problema racial y se remiten, al igual que Mariátegui, al mítico “comunismo incaico”, achacando el problema actual a la llegada brusca del feudalismo español (surgiendo la duda de en qué medida este feudalismo seguía vigente…además de sí esta crítica al feudalismo no escondería una loanza al capitalismo).

El problema se focaliza en la confrontación entre latifundismo contra la “comunidad nacional”. Esto lo llevará a hablar de “nacionalización de la riqueza”. De este modo observamos como parte de la tesis correcta de que la URSS es el único caso efectivo de liberación del imperialismo, pero  revisiona sus tesis introduciéndole nacionalismo y revalorizando a la burguesía nacional, y siguiendo ciertas tesis de Trotsky. Esto hace que realice una alabanza a la NEP y al capitalismo de estado (calificándola de “rectificación necesaria”).

Esto lleva a que equipare la revolución rusa con la mexicana… Siguiendo con este razonamiento llega a defender la creación de un capitalismo latinoamericano, como en el artículo en Atenea de julio de 1930,[8] rechazando así los principios del leninismo. Entre estas divagaciones surgen curiosas y divertidas discusiones entre las denominación  Hispanoamérica, Sudamérica, Latinoamérica, Nuestra América, Iberoamérica,  Indoamérica[9] (aún candentes en nuestros días).

En los años 40 comenzará a moderar su discurso, siendo más displicente con USA (quizás por su  anticomunismo), denominándose cómo “social progresismo  legalista”. Asimismo, acusará a Mariátegui de europeizante. En el I Congreso Nacional del Partido  Aprista Peruano de 1931 ya comenzará a hablar de totalitarismo y “democracia de izquierda”. Ya en la deriva posterior a la Segunda Guerra Mundial, abandonando a las teorías leninistas del imperialismo, pasará a defender un modelo capitalista y nacionalista de corte socialdemócrata (aunque no totalmente equiparable a la socialdemocracia europea).

Teorizará sobre un “Inter americanismo democrático sin imperio” o “democracia interamericana” contra los totalitarismos. Argumenta que la soberanía popular apoya a la soberanía nacional. Hablará así de un socialismo “vernacular”, desarrollando una teoría centrada en un “Espacio-Tiempo histórico”, desplazando el internacionalismo por un nacionalismo continental americano, rechazando así la lucha de clases por la “lucha de pueblos”, y superpone las “alianzas populares” interclasistas sobre el proletariado. De aquí surge un extraño determinismo nacional-racial metafísico: el “relativismo político”, sumando a una dialéctica hegeliana torticera. De este modo pretende crear una “tercera vía” entre lo que él creía “capitalismo imperialista y comunismo  europeizante”, defendiendo un capitalismo nacionalista. De manera  dualista, contrapone el nacionalismo del primero mundo imperialista (ejemplificado en Japón) contra el nacionalismo del tercero mundo  anti-imperialista (ejemplificado en China). Incluso llegará a apostar por ser un “apoyo fuerte” para los Estados Unidos… También busca la movilización interclasista del campesinado.[10] Por todo esto nos encontramos con una de las claves del fracaso histórico del aprismo, ya que estaban llevando un discurso desconectado de la realidad, hablando de democracia y libertad con unos índices de miseria enormes en el país.

En los 40 no se habla ni de redistribución de riqueza, sí no de un futuro utópico en el que habría riqueza para todos, mostrando así el anticomunismo del APRA. Este proyecto tiene unos fuertes caracteres populistas, anticipando también algunas tesis fundamentales del maoísmo. Precisamente en el reformismo estudiantil de carácter izquierdista y en el indigenismo como proyecto nacionalista encontramos los dos pilares en el devenir de la izquierda no obrera peruana, que finalizarán en la  eclosión de Sendero Luminoso. En relación que su situación dentro del movimiento reformista y obrero, se opondrá a la línea de la III Internacional y admirará el ejemplo nacionalista del  Kuomintang (Partido Popular Nacional  chino). En el IV Congreso hace que el  APRA se distancie de la III Internacional, componiendo anteriormente el  Frente Único.

Más allá del plano ideológico, a nivel histórico el  APRA comienza a tener relevancia a partir de los 30 junto a Unión Revolucionaria. Ambos representan el movimiento contra la oligarquía. Tenía implantación en  Arequipa y lo conformaban profesiones liberales de clase media. Los definía su oposición a la facción  oligárquica más  despótica. Defenderá la reforma agraria y la “redención” del indio. Sin embargo, el partido nunca consiguió ganarse la simpatía de los indios de la sierra, siempre fue identificado cómo urbano, costero y “criollo”.

Al mismo tiempo reclamarán el desplazamiento del poder político de la sierra a la costa. Su mensaje se centrará en la pequeña burguesía, la clase media baja, y los trabajadores industriales. A pesar de tener una devota militancia, esta tenía poca repercusión en el partido. Consiguió despertar mucha expectación, desplazando así a los comunistas. Paralelamente elaborará una estructura sindical, la Confederación de  Trabajadores Peruanos. Estos solieron hacer de  contemporizador de la lucha obrera en los períodos de crisis. Las principales diferencias que  Haya mantendrá con  Mariátegui son: el significado de imperialismo, el del capitalismo en países subdesarrollados y el papel de clases medias en la revolución. A pesar de todo esto nunca pudo ser una fuerza electoral consolidada.

Ya que le costará mucho ganarse al proletariado no especializado y a los campesinos. En los años 40, los afiliados al APRA verían en el partido la posibilidad de “antiimperialismo, reforma agraria y planificación económica”,[11] pero en la práctica esto no era así. Sus contrincantes atacaron al partido bajo la teoría de los  totalitarismos tras la  IIGM, cuando fueron claramente  pro-aliados. El  APRA se integrará en los 40 en el  Frente Democrático Nacional, pero luego  Haya de la Torre liderará Alianza Democrática. Siguiendo la investigación de Jeffrey Klaiber,[12]

Haya fue partidario de un anticlericalismo izquierdista, pero luego el partido fue pasando hacia una especie de antecedente de la Teología de la Liberación en los años 20 y 30, destacando su deriva mesiánica. En los 50 su ideario reformista comienza a cuajar entre los militares. Anteriormente, tenía adeptos en el ejército, pero eran mandos subalternos que nunca podrían hacerse con el control del mismo sin contar con el apoyo popular (que no tenían).

A partir de los 60 apostará por la “popularización del capitalismo” para acabar con los restos del feudalismo en el país, lo que se vería como una traición a sus posiciones anti-oligarquía y antiimperialismo. En los 60, una facción radical acabaría conformando  Movimiento de  Izquierda Revolucionaria, junto a otros grupos izquierdistas. Después del desencanto de las elecciones de 1962 surgió el “APRA rebelde”, liderado por Luis de la Puente  Uceda y Jorge del Prado, siguiendo las  esotéricas teorías  foquistas del  guevarismo, que se materializaron en el año 1965. El descontento popular con el reformismo  aprista, al igual que el  anarquismo, generó estas guerrillas, siendo el antecedente de  Sendero. A finales de los 60 Velasco recogerá algunas de las propuestas del  aprismo. En los 70 tuvo relaciones con la II Internacional socialdemócrata de, entre otros, Willy  Brant.

Tras la muerte de Haya de la Torre se produjo una división entre conservadores y nacional-populistas. Fue sucedido por el gris Villanueva, para luego este ser relegado por Alan García, que se aprovechó de la caída de  Terry, con un discurso nacional-populista. Investigadores cómo Jerónimo Ríos Sierra[13] planteaba que Alan García recogería el legado de  Haya de la Torre con fines electorales y siguiendo un pragmatismo reformista (que no puede materializarse por la coyuntura imperialista en la que se encuentra), y Sendero Luminoso lo de Mariátegui pero exacerbando la idea de violencia (algo característico del  maoísmo pero no del  leninismo como afirma el autor). Pero el autor trata de salvar el legado de ambos autores sin seguir el  decurso de su investigación, que muestra la clara conexión de ambos, García es la evolución del  APRA, y  Sendero el fiel seguimiento de las teorías  idealistas de  Mariátegui.

José Carlos Mariátegui

Antecedentes: Es considerado como heredero del socialismo utópico de Simón Rodríguez, que tenía trazas de  gremialismo,  soberanismo y liberalismo progresista, estando más relacionado con el idealismo que con el materialismo. En este registramos los típicos problemas de la identidad americana y el proyecto contra-imperialista de la Patria Grande. El sucesor del anterior sería José de  Ingenieros, que conjugará positivismo con partes de la obra de Marx, y se debería relacionar más con el génesis del  anarquismo con el del socialismo científico. Además será muy influido por el modernismo nacionalista, y luego por el anarquismo de González Prada. Ambos defendían la reforma agraria y la “redención del indio”.

José Carlos Mariátegui

El autor: Podría considerarse a Mariátegui como un heredero del  indigenismo, una ideología nacionalista y más cultural que política.  En el caso del Perú, el indigenismo supuso además una pugna nacionalista interna entre Lima y las élites periféricas de la sierra, orgullosas pero decadentes. En Italia tuvo contactos tanto con el Partido Socialista Italiano (siendo influido por los procesos de  Livorno y por  Gramsci) como con las obras de  Sorel o  B.  Croce. Su obra más importante es 7  ensayos de interpretación de la realidad peruana. En esta obra asignará un supuesto “comunismo primitivo” al antiguo imperio inca… Mantuvo discusiones con  Haya de la Torre por su proyecto nacionalista y a mediados de los años 20 romperá con el APRA, llegando a denominarlo como “Kuomintang latinoamericano”.

Fundará en los años 20 el Partido Socialista, que tras su muerte se denominará comunista pero será rechazado por la III Internacional por su  revisionismo. Su sucesor,  Eudocio  Ravines, acabará defendiendo a la oligarquía… Desde entonces se centrará en la labor sindical y será cada vez más complaciente y reformista. Este partido desarrollará la rama sindical en la Confederación  General de  Trabajadores Peruanos. Con el paso del tiempo el partido se centrará en los trabajadores de las ciudades y de las minas, aunque tuvieron influencia en el conflicto campesino de La Convención. Además destaca su fuerte implantación inicial entre los mineros.

Su pensamiento: Primero cabría señalar que su denominación como marxista parece más una construcción académica  revisionista que una realidad en sí. Tras el rechazo de sus tesis por el Movimiento Comunista americano desde los años 30, fue redescubierto tras la revolución cubana. Incluso el propio Gonzalo se reencontrará con  Mariátegui en su viaje a China. Ante esto, su “heterodoxia marxista” ha sido definida como “planteamientos  historicistas  y  voluntaristas,  frente  al  economicismo  y  al  determinismo dominantes en la tradición marxista”,[14] pero sí se niega la metodología marxista se niega la esencia del pensamiento. Mariátegui entendía el marxismo como “praxis revolucionaria”, no como un método de análisis para entender la realidad y así poder cambiarla. De este modo el autor niega el materialismo histórico (concediéndole autonomía a la superestructura social) y la dialéctica.

A parte introduce elementos reaccionarios como el historicismo y el voluntarismo, siendo influenciado por Croce o Gobetti (relacionándose indirectamente con Gramsci). En cierta medida el “mito revolucionario” no deja de tener ciertas similitudes con el concepto de hegemonía de  Gramsci. Esto hizo que los estudiosos lo relacionaran con la corriente  revisionista del “marxismo  historicista” de  Lukács. En su escrito “La filosofía moderna y él marxismo”, atendemos a un evolucionismo positivista que esconde el carácter revolucionario de Marx, destacando su parte filosófica y negando la histórica (lo que no es cierto), pretendiendo deshacer la dialéctica  materialista y el materialismo histórico. De este modo concibe el marxismo como simple reforma y evolución del capitalismo, no como filosofía válida para comprender la historia, siguiendo las afirmaciones de  Croce. Benedetto  Croce y Giovanni  Gentile se conocen por tratar de introducir idealismo en el marxismo (mediante la  palanca del racionalismo), siendo liberales que defienden el “socialismo”, lo que acabará derivando en la corriente obrerista del fascismo.

Al describirlo cómo simple evolución del racionalismo rechaza que sea una ciencia, un método. Esto hace que llegue a calificar como “racionalismo revolucionario” al movimiento de Marx y  Engels. Con respecto a sí se podría considerar  leninista, el autor solía afirmar que consideraba a Sorel como “formador espiritual” de Lenin, lo que no tiene ningún sentido… Esta adoración por Sorel hace que alabe a Trotsky y a  Bujarin y no sea capaz de diferenciarlos de Lenin. Finalmente defiende a la ciencia como la nueva y verdadera religión.

De este modo no consigue (o no quiere) diferenciar entre la ciencia burguesa (positivista) social pero reaccionaria, y el marxismo materialista y revolucionario, de ahí que cree una secuencia continua entre Marx, Darwin, Spencer o Comte (siendo alumno este de Saint Simón). Asimismo, la impronta posmodernista del intelectual amauta queda clara en el artículo de Rafael Ojeda,[15] a pesar de que el autor se desvíe más por la apología que por el análisis y por su defensa del “marxismo heterodoxo”.

Un ejemplo de la distancia que ocupa este autor del pensamiento marxista es la cuestión del  indigenismo, central en su obra y en su ideología. Precisamente cuando desde su “internacionalismo” defiende la cuestión indígena se aprecia su falta de comprensión de las teorías marxistas, ya que defiende a los campesinos propietarios (cuyo papel reaccionario ya había sido retratado por Marx en su obra más  historiográfica, Él  dieciocho  Brumario de  Luis  Bonaparte), no a los trabajadores de la ciudad y del campo en su conjunto.

Precisamente la cuestión indígena es la barrera que se le intentó poner al marxismo para impedir su aplicación en América, pero tanto Marx como Engels, mediante el materialismo histórico sí que abordaron la cuestión, entendiendo que el modo de vida arcaico de los indígenas es inviable ante el avance del capitalismo, proponiendo su integración en la producción, pero no su conversión en pequeños propietarios, lo que no solucionaría la cuestión. La apuesta indigenista del autor hace que coloque al indígena cómo principal sujeto revolucionario, lo que es algo profundamente contrario al marxismo.

El campesinado es una clase heterogénea, por lo tanto, reticente a la revolución. Ya no hablemos de la moda posmoderna de lo “racializado” (dentro de un discurso de “multiculturalidad” nihilista y consumista), una especie de racismo en negativo que muestra la conexión entre la recuperación de estos autores y fenómenos como la Revolución Cultural china y su aplicación en occidente desde 1968. Esto será denominado “indigenismo revolucionario”.

Esta defensa del mundo agrario sin colectivización de la tierra (más allá de viajes imaginario al mundo incaico que él mismo inventa), hace que llegue a hablar de revolución nacionalista, lo que hace aproximarse su idea de “socialismo” al nacionalsindicalismo. Pero no debemos tomar estas consideraciones como un arcaísmo propio de la época y bien intencionado, ya que las desviaciones teóricas del autor no solo provocaron los sanguinarios fundamentos de Sendero Luminoso, si no teorías esotéricas como la del antropólogo peruano Aníbal Quijano que relaciona la modernidad con el colonialismo, hablando de “colonización epistemológica” (colocando cómo enemigo al “eurocentrismo”, romantizando así la brutalidad imperialista que asola América Latina).

Otra idea que también tendrá cierto peso en su obra es el rechazo de la modernidad, lo que choca aparentemente que su loa al capitalismo.  Mariátegui criticará el concepto de progreso capitalista, pero a cambio solo ofrece un mito de  estatismo  paternalista y nacionalista por medio de una “nueva religión” (el paraíso en la tierra del  jacobinismo retratado por Walter Benjamin). Por otra parte, hablar de “comunismo  incaico” es equiparable a que el comunismo europeo tomara como referencia al imperio romano (cuya estructura estatal era esencialmente imperialista, esclavista, corrupta y elitista).

Esto hace que el autor de manera indirecta legitime al imperialismo y el colonialismo, además de desarrollar un culto exacerbado al estado (recordemos, con el cual el comunismo pretendía acabar). Esto hace que los nexos que unen al autor con el pensamiento reaccionario de personajes como  Sorel o  Bergson se estreche, aproximando más al nacional- sindicalismo. Precisamente esta era a base del “Nuevo Perú” del que hablaba el autor, restaurar la explotación del hombre por el hombre anterior a la conquista… Asimismo, cuando el autor habla del fascismo diferencia al futurismo, que defiende por anti- intelectualista y cree ver en él socialismo, y el neotomismo, como dogmáticos reaccionarios. De este modo alaba al sector populista y demagógico del fascismo.

Para entender la esencia reaccionaria vamos a sumergirnos en el idealismo de Mariátegui, y asimismo en el concepto más representativo del mismo: el “mito revolucionario”. La concepción de la revolución que hace  Mariátegui es reaccionaria, entendiéndola como una especie de “tradición dinámica” a reivindicar. No entiende el socialismo como avance hacia una sociedad sin clases, si no como la empresa colectiva que potencie a una burguesía nacional.

En el referente al mito como base de la revolución, recuerda a los postulados de  Sorel (recurrentemente citado en su obra) y de Walter  Benjamin, negando así la ciencia marxista (recordémoslo por metódica y sistemática, no por definitiva). A esto se suma el rechazo del pensamiento europeo por quizás demasiado laico y racional, como afirmaba Weber.

La influencia de Sorel lo conecta tanto con un embrionario fascismo (sumándose a otros pensadores reaccionarios, como Bergson) y con el anarquismo de carácter sindicalista, de gran influencia en América (y en el propio Perú con figuras como González Prada). Tanto en este sentido cómo en el de la concepción del problema indígena hace que exista una conexión con la revolución mexicana.

Por lo tanto, la insistencia en el mito revolucionario como relevo del catolicismo muestra que no quería redimir totalmente del idealismo a las masas y a los indígenas. Matías Zucconi[16] trató de identificar las influencias de Sorel en el autor: el nexo de unión es la idea de “mito revolucionario”, pero el autor habla de “ampliación de los límites del marxismo” más allá del estalinismo… cayendo así en la teoría anquilosada de los totalitarismos.

Opone marxismo creativo a dogmático sin mucho fundamento (división carente de fundamento luego de la evolución del “creativo” con la teoría crítica, la escuela de  Franckfurt y el  posmodernismo  antimarxista actual). De este modo  Zucconi acaba concluyendo que  Mariátegui se sirve de la idea de mito (un concepto  idealista, por lo tanto no marxista), pero lo adapta al contexto peruano, sin hacer un análisis del que supone ese concepto y su defensa, limitándose a recoger citas de ambos autores. Alfonso Ibáñez trató de identificar la influencia de Nietzsche en el amauta,[17] en su concepción metafísica de la existencia, en su tendencia vitalista (la máxima “vivir peligrosamente” que lo hace admirar al fascismo), este lo relaciona con Spengler (ya que, junto a Goethe, admite que Nietzsche es una de sus principales influencias), además de su crítica al racionalismo.

De este modo el denominado “marxismo nietzscheano” (lo que es una contradicción como decir fuego frío), no sería más que una especie de anarquismo con citas intelectuales y que anticiparía el que luego iba a ser el revisionismo más rampante del posmodernismo. En definitiva, el mito revolucionario niega el principio marxista de que el proletariado al ser emancipado debe ser erradicado, además de negar los principios marxistas contra el idealismo de Proudhon descritos en Miseria de la filosofía por Karl Marx.

Su énfasis en el mito se puede relacionar con la posterior desviación   revisionista que afirmaba que las condiciones objetivas podían ser modificadas por las subjetivas, tales como el “foquismo” o la propia guerra popular prolongada. Por lo tanto, el sentido de ofensiva revolucionaria (nacionalsindicalista), será aprovechado luego por Gonzalo en clave de “guerra popular prolongada”, pero dotándola de mayor sentido milenarista y de un culto irracional y exacerbado de la violencia.

Centrándonos en el debate con la III Internacional, la divergencia se produjo ya en la primera conferencia de Buenos Aires en 1929. La Internacional defendía la necesidad del apoyo del proletariado a la revolución democrático- burguesa y antiimperialista contra el feudalismo. Ante esto  Mariátegui insistía que la revolución debía ser socialista, oponiéndose a la creación de ligas  anti-imperialistas (algo semejante a los Frentes Populares propuestos en Europa). Además  Mariátegui negaba lo positivo de la conquista y la independencia para los indígenas, colocando el horizonte ideal en un pasado idealizado y no en el futuro de redención real de la dominación de cualquier tipo de los desfavorecidos (tanto blancos como azules). Por lo tanto secretarios de la Internacional propusieron para la solución del problema indio la autodeterminación de los pueblos y la solución del problema de la tierra.

En la oposición de Mariátegui a los dictados de la III Internacional ya se pueden percibir algunos de los principios del maoísmo, como el rechazo de las diferentes etapas de la revolución, o la necesidad del predominio del proletariado en el proceso, por no hablar de su suposición de los indígenas como clase revolucionaria. De este modo el  amauta quiere saltar de la situación de incipiente capitalismo a la etapa socialista, lo que es una quimera, negando el materialismo histórico. Por lo tanto, el término de socialismo indoamericano es una contradicción, las comunidades indígenas se oponen a la colectivización de la tierra en términos contemporáneos, y el socialismo debe ser holístico, no racista, aunque sea un “racismo negativo”.

Asimismo, su proyecto de “peruanizar él Perú” muestra los tintes nacionalistas del autor, influyendo mucho en el Partido Socialista del Perú. De este modo la base  interclasista del “socialismo  indoamericano” es semejante al que luego será el Socialismo del siglo  XXI. Mientras que Haya de la Torre cree en un capitalismo autóctono (por lo tanto, en alianza con los Estados Unidos), Mariátegui cree que esto es imposible sin una revolución que haga aparecer a América Latina como un nuevo ente imperialista autónomo del americano o el europeo.

De este modo la lucha contra el “feudalismo” no es más que contra la división internacional del trabajo que supone el imperialismo, de ahí que Mariátegui hable de la lucha contra el “colonialismo” antes que contra el “feudalismo”. Y para concluir, el “socialismo peruano” que propone el autor sería el intento de  insuflar nacionalismo a las ideas socialdemócratas. Defenderá la “eterna NEP”, ya que en sus escritos hay influencia de la teoría leninista del imperialismo, pero  sobredimensiona la revolución burguesa pendiente en Perú.

La idea tiene su sentido, ya que recoge la idea del proletariado como sujeto revolucionario y del imperialismo de Lenin, segundo lo cual la emancipación de una burguesía nacional no se podrá producir solo con la movilización de la pequeña burguesía nacionalista (cómo defendía el APRA), siendo el ejemplo perfecto la China maoísta, mezclándose además con ideas trotskistas. El “autonomismo” y la posibilidad de que en el partido también se integrara la burguesía nacional es algo que también defenderá el maoísmo, negando de nuevo la concepción leninista de partido (por no hablar de la contraposición entre huelguistas e intelectuales, donde Mariátegui, como Gramsci se decantan por los segundos…).

Sendero Luminoso

Antecedentes: En los años 60 se situaría la génesis del fenómeno guerrillero en el  insurreccionismo aprista. Un ejemplo sería el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), legado recogido luego por el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). En estos tiempos se llegará a hablar incluso de “terror  rojo”. Su represión originaría posteriormente el “Velasquismo”. Para comprender mejor este fenómeno quizás nos sirva la teoría de la “modernización fallida” (junto al ya expresado en referencia al reformismo  aprista y al  anarquismo), causando decepción y frustración la imposibilidad de mediante el reformismo alcanzar el estatus de vida occidental, asemejándose al contexto de Oriente Próximo.

En 1965 en la región del Cuzco actuó la guerrilla  Pachacútec, dirigida por Luis de la Puente Uceda. Pero el  APRA renunciaría progresivamente a la insurgencia y se iría  amistando con el poder establecido. Esto provocaría el fenómeno de las guerrillas de los 80, siendo la figura de De la Puente interesante para entender el proceso. Antes del 65 se había producido la revolución de Trujillo, de carácter más anarquista, y la revuelta en el Callao de 1948. Hacia la juventud hablarán de «revolución aprista», apelando a Tolstoi, a Ghandi, a Engels y a Marx… (variopintos referentes desde luego, siendo aplicable la frase de March: estos son mis principios, sí no le gustan…).

Al mismo tiempo se hablaba de revolución pacifista mientras se empleaban prácticas gansteriles en el plano social y sindical (v.  gr.  Vanguardia  Aprista de la Juventud Peruana). Asimismo el culto al líder era exacerbado, no siendo Gonzalo el innovador en este campo. Luego el partido  Aprista matizaría su  antiimperialismo ante la política de «buena vecindad» de F.D. Roosevelt, y luego afiliándose a la “doctrina  Truman”. Ante el exilio del jefe Máximo se dio una escisión izquierdista en el aprismo, acercándose al trotskismo.

Así el partido iría siguiendo una línea nacional-reformista, mientras la militancia reclamaba mayor compromiso revolucionario (siendo tildados de prosoviéticos), siendo representado por el filomarxista Cordero Guevara. Luis de la Puente  Uceda se irá decantando progresivamente hacia la necesidad de una revolución nacional-burguesa, siendo apoyado por  Perón y el  MNR boliviano. En personajes próximos a De la Puente, como  Hilda  Gadea, ya se aprecian influencias del  maoísmo. En los 50 la deriva socialdemócrata del Partido Aprista sería total, eso sí, sin democratización interna, preparando así luego el futuro “régimen de convivencia” con Prado en los años 60.

Por lo tanto, aunque en este trabajo no tuvimos el tiempo necesario para desarrollarlo (más allá de las notas que hicimos para la reforma agraria del  velasquismo), tenemos que entender el nacimiento y auge del  maoísmo y Sendero Luminoso como un fenómeno de hondas raíces en la historia peruana, no como algo espontáneo, siendo clave preguntarnos el porqué del violento del “desborde popular” en los años 60, y la mala gestión que se hizo del mismo.

Hasta finales de los 50, el  PCP era minoritario, solo teniendo influencia entre intelectuales y jóvenes estudiantes, por lo tanto se encontraba alejado de la clase obrera. Pero para entender la génesis del  maoísmo debemos remontarnos al período que va de 1956 a 1964. Tras la implantación del revisionismo en la URSS por parte de Kruschev, tras el XX Congreso del PCUS (1956), surgirán numerosas organizaciones de diferente tipo entre 1961-1975.

Pero el tronco básico sería representado por: Partido Comunista Peruano, Vanguardia Revolucionaria, Movimiento de Izquierda Revolucionaria y Frente de Izquierda Revolucionaria (un proceso semejante al conflicto entre el Frente  Judaico Popular y el  Frente Popular de  Judea). Pero para entender de manera general este proceso se debe tener en cuenta que el punto de inflexión será en 1964, cuando tras la Conferencia de los 81 Partidos Comunistas y Obreros en Moscú se diferenciará entre pro-soviéticos, maoístas y marxistas- leninistas.

De este modo se abrió una separación entre los legalistas favorables a la URSS (seguidores de la vía pacífica y reformista) y los seguidores del maoísmo, partidarios de la lucha armada. Esta escisión en el PCP será protagonizada por Unidad (prosoviético) y Bandera Roja (prochino).

Entre los seguidores del  maoísmo dentro del  PCP-  Bandera  Roja destacará  Abimael  Guzmán  Reynoso. En su etapa como docente cuenta con el apoyo de  Efraín  Morote  Best. En los 60 viajará a China, donde  redescubrirá a  Mariátegui. Al escindirse de  Bandera  Roja creará el “Partido Comunista de Perú por el Sendero Luminoso de José Carlos  Mariátegui”. Este nombre es escogido por la frase de  Mariátegui: “él marxismo  leninismo abrirá él  sendero luminoso  hacia la revolución”.

En los años 70, a pesar del descontento creciente producido por el gobierno militar, la sociedad peruana no era partidaria de la lucha armada. De este modo, hasta los 80 los maoístas se dedicarán al estudio y difusión de la obra de Mariátegui, pero cuando en los 80 se convocan elecciones, la deriva hacia el  maoísmo es mayor y rechazara el reformismo, optando por la “guerra popular prolongada”.

Con el deceso de Mao el partido caerá en el “iluminismo”, considerándose cómo únicos en el mundo y se lanzan a la propagación de sus ideas, cuajando sobre todo en la sierra, donde realizarán trabajo práctico que les hará ganarse muchos adeptos entre el campesinado. De este modo, a partir de mayo de 1980 se abre la vía de la lucha armada y se crea así el  Ejército  Guerrillero Popular. En estos ratos comienza a atentarse contra delegados del gobierno, funcionarios, autoridades campesinas… pero además aquellos campesinos que no colaboren serán eliminados.

En las ciudades realizarán acciones simbólicas. Inicialmente en  Sendero habrá una  predominancia campesina, pero luego se buscará captar a jóvenes de todos los estratos sociales. La organización se parece a una secta o a una logia masónica, totalmente controlada por el “camarada Gonzalo” y su corte. El ejército, asesorado por EEUU, seguirá la táctica de las “villas estratégicas”, pero será un fracaso. Al mismo tiempo aplicará una “guerra sucia” de igual bestialidad. En la práctica solo parecieron ser eficaces las “rondas campesinas de autodefensa”.

Sendero hasta entonces tenía su base principal en  Ayacucho, siendo la mayoría gente relacionada con la universidad. Pero en el 82 consiguió extenderse por el norte rural del departamento, como en el alto Huallaga, siendo su gran centro de producción de coca. De este modo la organización se internará en el narcotráfico justificando de forma macabra (afirmando que cualquier medio es lícito para conseguir medios…). Aquí les surgirá competencia  guevarista por el control del narcotráfico, el  MRTA. En los años 90  Sendero se expandió más allá de la sierra, llegando a Lima. Socialmente, la secta arraigó sobre todo en los marginados urbanos de origen rural, los “cholos”.

En el referente a la Iglesia y a la religión, esta le dio apoyo a los afectados por la violencia de la guerrilla, por medio de las Comisiones Episcopales de Acción Social, mediante las cuáles se  insuflaba la Teología de la Liberación. En  Ayacucho no  consiguieron frenar a Sendero, pero en otros lugares sí, ayudando por ejemplo a darle consistencia ideológica a las rondas campesinas. La labor educativa (y de  adoctrinamiento) fue muy importante, ayudando a crear grupos comprometidos con la “labor social” del cristianismo y la defensa de los derechos humanos. Su influencia en los “pueblos jóvenes” limeños también era destacable.

La violencia irracional contra la religión (y las propias comunidades) de los maoístas (a semejanza de los anarquistas) ayudó a que las masas se decantaran por la demagogia cristiana, tan proclive al discurso martirológico (ya que de hecho es la base de la propia doctrina…).

Bien, para tratar de entender el funcionamiento de la guerrilla de Gonzalo procederemos a comentar algunos de los principios del  maoísmo que serían seguidos por Sendero Luminoso, para luego ver porqué esta ideología no debe ser asociada con el comunismo. Primeramente habría que volver a destacar la importancia que tuvo el  anarquismo en el continente, cuya corriente se conectaba con el nacional- sindicalismo, tal como vimos al analizar las influencias de  Mariátegui. Se tiene explicado el calado social de Sendero por las transformaciones que sufrirías las élites provinciales desarraigada, que precisaban respuestas sencillas y totales.

De este modo sería el maoísmo la manera de encauzar su modo de ver el mundo segundo el sistema tradicional peruano (estamental, autoritario y antidemocrático), racionalizado mediante verborrea revolucionaria. De este modo se crea una especie de totalitarismo populista, al cual el  maoísmo proporciona cobertura ideológica. De hecho, la práctica de los senderistas en el rural se presenta como una especie de “nuevo terrateniente” (hablándose incluso de “inkari”) bueno para los campesinos, recordando a los tiempos pasados de los Incas, ya que se remite a una particular idea arcaica de justicia.

A esto se le suma que los  senderistas solían ser hijos de la clase  terrateniente empobrecida, junto a componentes del  lumpenproletariado. Una tendencia que Sendero parece seguir fielmente es el ocultismo, la clandestinidad extrema. A esto se le suma el  iluminismo, una teorización  idealista que deja la puerta abierta al  mesianismo. De hecho, SL hablará de expandir la “buena nueva” por el rural. El juramento  iniciático que debía hacer la militancia da buena cuenta del carácter fanático de los mismos.

El camarada Gonzalo

Por otro lado, su concepción de “batir el campo” va contra la concepción marxista de alienación. Por no hablar ya de la  paranoia  hemofílica de la “cuota de sangre”, o de Gonzalo afirmando que “él triunfo de la revolución costará un millón de  muertos”. Los senderistas hablaban de “hambrear la ciudad”, aislando así al campo… Gonzalo se justifica cómo cuarta espada del comunismo, renegando de la lucha contra el revisionismo, queriendo mostrarse como una vanguardia ficticia que solo esconde autoritarismo y egolatría.

Pretendía hacer una división moral entre dos grupos del campesinado, los buenos y los “shenshis” malvados. Esto supone un  determinismo  acientífico, ya que el propio marxismo admite el cambio si previamente cambian las condiciones materiales, por lo que no cree que una persona esté determinada a ser “mala” o “buena”.

Sendero seguirá la tesis maoísta del “capitalismo burocrático”, para defender la unión de proletariado, campesinado y burguesía nacional, ya que todos serían explotados por el imperialismo. A esto se le sumó las tesis sobre economía de Mariátegui (no nos olvidemos que esta era un autor idealista más centrado en la literatura y en la poesía que en la economía política).

De este modo definían tres etapas: la primera de 1895 hasta 1945 con predominio de la gran burguesía y con EE. UU. sustituyendo a los ingleses cómo dominadores del país; otra que va de 1945 hasta 1980, donde se profundizaría ese “capitalismo burocrático”, y desde 1980 empezaría la crisis del sistema y sería necesario así la guerra popular. En fin, la simpleza y la carencia de datos económicos en el razonamiento de Gonzalo ya retratan de por sí esta tesis. Esto hace que se hable para la realidad de la época de semifeudalidad (cuando esa “semifeudalidad” ya había sido erradicada por la reforma agraria velasquista).

Curiosamente este régimen es denominado cómo “régimen militar fascista”, sin embargo por sus similitudes con el modelo yugoslavo  pro- maoísta se asemeja mucho a los postulados de  Sendero, como el impulso del cooperativismo en el rural chino. Paradójicamente, cuando miembros del partido se dirigieron al campo y constataron que la feudalidad había sido abolida, fueron sancionados y tildados de reaccionarios.[18] Bajo este razonamiento se trató de ver gamonales donde había campesinos ricos (pero desde un punto de vista capitalista, no feudal), además de que bajo esa acusación se encontraban envidias o conflictos dentro de las propias comunidades rurales. Además pretenderán volver a una economía de subsistencia que luego mediante el cooperativismo se convertía en capitalismo de estado (cómo sucedió en China). El hecho de que las Rondas Campesinas desalojaran a los senderistas del rural marca lo irracional de considerar al campesinado como una clase revolucionaria.

Tristemente este es un fenómeno aún poco estudiado (habiendo excepciones como la de John Kenny Acuña,[19] pero se trata más de un ejemplo de idealización en clave anarquista y posmoderna que de un análisis crítico), del que sería muy interesante investigar en qué medida este era un movimiento independiente de las fuerzas armadas y como estas lo pudieron, o no, instrumentalizar.

Carlos Iván Degregori[20] realizó trabajos de memoria oral de los años 80 en  Ayacucho. Se nos muestra un modelo fuertemente jerárquico dentro de la organización. Esta era una región de poca organización campesina, solo estudiantil. El autor nos hablará de ruptura generacional, actuando sobre una juventud con pocas salidas posibles, en la que la incidencia de la política era escasa. Por este motivo, la oferta de “poder” de Sendero atrae a muchos jóvenes.

En el caso de Ayacucho, se presentaba la posibilidad de “liberar” e independizar la ciudad. El autor lo compara con la estructura eclesiástica, jerarquizada e idealista, hablando de “secta armada”, y diferenciando las motivaciones de la élite y las de los subordinados. De este modo el  maoísmo se acaba adaptando a la utopía campesina, basada en el rural andino. Tal como ya expresamos,  Sendero sería un nuevo patrón, duro pero “justo”. Pero los excesos chocarán con la máxima de la tolerancia campesina: “castiga pero no mates”. Ya que inicialmente ganarán la simpatía campesina por asesinato de “abigeos” (delincuente), pero este “ojo por ojo” se tornará explosivo luego. Además Sendero juzga la comunidad campesina de manera moral, y al agredirla desata la violencia mutua que no dará controlado.

Esto se aprecia en lo referente al repliegue contra el enemigo (dejando indefensa a la comunidad) o la prohibición de las fiestas… A parte el autor nos muestra la dificultad de transcender de la secta, de llegar a las masas. Finalmente indicamos como Sendero se aprovecha de los jóvenes que se ven atrapados entre dos mundos.

Este mismo autor en otros trabajos,[21] muestra un análisis quizás demasiado antropológico y geográfico. La existencia de desigualdades sociales en el país y como esto genera frustración es algo de sobra conocido, lo relevante es conocer lo porqué de la adopción y triunfo del  maoísmo, lo que esto supuso primero en China y luego la aplicación de esto mismo en otros países. De este modo la caracterización como secta es correcta, pero no consigue profundizar que clase social estaba detrás de esa secta, cuáles eran sus objetivos y por qué actuaron de esa manera, sobre todo tras lo inicio de la fase terrorista en los 80.

Desde otra óptica,  Ulrich  Mücke tratará de entenderlo en clave nacional. Le concederá importancia a la crisis de 1983, que debilitó al estado como tal. Esto debilitaría a la izquierda, desaparecida tras la caída de la  URSS. Sendero estaba muy vinculado con el  Frente Estudiantil  Revolucionrio y con la ciudad de Ayacucho. Esta vivía de la universidad, agravándose con el problema de la gratuidad, siendo una de las regiones más pobres del país y de fuerte presencia indígena. Los senderistas calificaban a todos los gobiernos como fascistas.

Los partidarios de Sendero llegaron a ser denominados cómo “fundamentalismo del Tercer Mundo”. Mientras, el pensamiento  Mao  Tsetung fue evolucionando hacia el “pensamiento Gonzalo”. Allá donde pudieron, implantaron un régimen moral estricto. Pero existe la discusión de sí tenían en consideración la cuestión indígena o la abstraían (recordemos el nombre de la  secta…). Considero correcta la consideración del autor: no fue una guerra popular o civil, fue una masacre de  civiles, atrapados entre dos fuegos. Curiosamente los senderistas serán defendidos por Estados Unidos, interesados en el negocio de la coca en Alto Huallaga.

Luego, que quiebra del negocio de la coca, trataron de trasladarse a la zona estratégica de Puno, pero aquí había un movimiento campesino formado (en contra de las cooperativas) y la Iglesia era influyente. Ante esto trataron de destruir a las organizaciones populares de la zona. Luego volvieron a fracasar en la sierra central, una zona dinámica, con menos racismo y donde predominaba la propiedad comunitaria. En el congreso nacional  senderista de 1988 se discutió entre seguir la guerra en el campo, o prepararla en la ciudad, avanzando sobre Lima (siendo esta la línea seguida e impuesta por Gonzalo). A continuación se centraron en los barrios pobres de Lima, sobre todo en los de reciente creación. Pero el brutal asesinato de Maria Elena Moyano en Villa El Salvador acabó mostrando la irracionalidad de la secta. Tras la detención de su líder solo un grupo liderazgo por Óscar Ramírez Durand quiso continuar la lucha, hasta que fue arrestado en 1999.

La secta quedó reducida a una banda criminal más. Curiosamente acabaron provocando la llegada del autoritarismo, con  Fujimori en 1992, lo que hizo que el ejército se asociara con los  civiles para patrullar contra  Sendero. El autor le echará la culpa al Estado y a la sociedad civil. La actualidad del país es una  ruina, ya que la situación es peor que en los años 80, pero el hastío de la gente ante la “insurrección armada” solo agravó la situación. El senderismo tenía su propia “Sección Femenina” en el Movimiento Femenino Popular.

Ya que, al igual que el peronismo, ante la movilización social femenina posterior a la Segunda Guerra Mundial, es preciso también movilizar a las mujeres. En una obra dedicada a este tema,[22] más que el modo de encuadrar a las mujeres en la  secta se nos muestra las particularidades y excentricidades de SL, siendo valiosa por su aporte de testimonios directos. A las guerrilleras se le repetía que el partido estaba basado en el MLM- PG: Marxismo, Leninismo, Maoísmo  y él  Pensamiento Gonzalo.

A las senderistas le vendían una falsa liberación como guerrilleras, algo así como un convento moderno. Las convencían de que el empoderamiento llegaría con la victoria  maoísta. A esto ayudó la moda feminista desde los años 80, con teóricas  esotéricas que dicen de que los incas eran feministas. Al igual que Degregori, la autora apunta que la frustración racial de los universitarios pudo favorecerlos a sumarse a Sendero, instrumentalizando para esto a los campesinos.

Ya que se daban casos en los que nativos del rural que acudirán a Lima y se proletarizaban volvían a luchar junto a Sendero para recuperar el estatus perdido y ascender socialmente. Esto también explicaría la violencia exacerbada, ya que se pretendía frenar de manera  voluntariosa un proceso histórico. Además, tal como nos muestra la autora,  Sendero era el dueño del sistema  penitenciario, algo muy parecido a la situación de la mafia.

De esta obra me gustaría recoger una cita desgarradora del final de la obra: “Para mí, es demasiado difícil de aceptar el lugar que esa muchacha escogió en el ejército de Guzmán. El anhelo de una sociedad más justa significa para ella – como para Betty, Gloria y Flor -cantar las alabanzas de Gonzalo en un chino chapurreado, bajo una bandera que para el resto del mundo ha devenido en una época muerta. La historia no ha pasado por ellos. Lo terrible es que hay lugares en los cuales el transcurso del tiempo no trae consigo mejores sino peores opciones: las más duras, y las más difíciles de abandonar”.[23]

Pasaremos ahora a tratar de analizar algunas de las ideas más reaccionarias dentro del  maoísmo. Tal como ya expresamos, una de las finalidades de  Sendero es “racionalizar” las desigualdades dentro de las comunidades campesinas, acabando solo con los elementos negativos de las mismas. Esta actitud es contraria al marxismo, ya que este defendía la abolición de toda la herencia retrógrada del arcaico mundo campesino, pero acabando con la propiedad privada colectivizando la tierra en su conjunto (no mediante campañas de aniquilación de los “shenshis malvados”).

Por lo tanto, con el maoísmo no se acaba con la fuente de los abusos sobre los campesinos, que es la posesión de la tierra, si no que se pretende eliminar las ideas más evidentemente reaccionarias del campo. Esto abre un caudal de violencia sin precedentes, algo que por ejemplo no se dio en la Unión Soviética. Pasando a otro ámbito, precisamente la estupidez del concepto  teorizado por  Mao de “equilibrio  estratégico” fue lo que posibilitó la captura de Gonzalo. En el caso de la URSS, los comunistas tenían adeptos en el ejército y protegían a Lenin, ya que era la cabeza pensante de la revolución, pero no era el “dios omnipotente del comunismo”.

Precisamente el concepto de guerra popular prolongada, al igual que el foquismo, solo acaba cansando a los militantes, permite que se cometan abusos contra no simpatizantes y no logra ningún objetivo práctico (y es esencialmente idealista, tal como venimos al referirnos al “mito revolucionario” de Sorel). Lenin ya hablaba de que la democracia era el marco más propicio para hacer labores de concienciación y agitación en las masas sin sufrir una fuerte represión, por eso se presentaban a las elecciones sin renunciar a sus principios revolucionarios. Por no hablar del terrorismo, algo repudiado desde  Engels hasta Lenin, por ser inútil y solo lograr el rechazo de las masas. Otro error también es considerar a los integrantes de la guerrilla como superiores al resto, ya que Stalin no se cansaba de decir que quien había ganado la Gran Guerra Patria no era solo el ejército, era todo el pueblo soviético. Otro motivo por el cual no puede ligarse el pensamiento Gonzalo con el comunismo es que estos no defienden la dictadura del proletariado (sobre la minoría burguesa), el proceso mediante el cual se eliminará la propiedad privada y se podrá llegar a la sociedad sin clases, el comunismo. Gonzalo hablaba de una dictadura conjunta entre obreros, campesinos y progresistas, por lo que no cabría decir lo que pasa cuando le dejas la puerta abierta a la explotación de la burguesía (aunque la enmascares como “progresistas”).

Ángel  Heredia Alarcón trató de identificar la influencia de  Mariátegui, más concretamente en su noción de mito, en Sendero Luminoso. En los 70 se pretendió mostrar a Mariátegui como “modelo ideal de militante”, comenzando concretamente a ser reivindicado en 1966 (luego de los primeros viajes de  Guzmán a China), destacando su papel como fundador del partido comunista, lo que no era así totalmente. Esto también ayuda a indicar la honda desviación desde sus inicios del movimiento comunista peruano, denominando a Prado como el “Stalin peruano” … Sendero llamará a continuar el legado del mismo, por lo que se pretenden dar a entender como los herederos del mismo.

La concepción religiosa-mágica de la “revolución” también es reseñable, ya que Gonzalo llega a afirmar en 1980 que las divinidades del mundo actual son: “la masa, la clase, él marxismo, la revolución”,[24] casando muy bien con toda la retórica mágica y metafísica de inspiración  maoísta que defenderán. Más concretamente la metáfora  Mariátegui-luz será la más recurrente (tal como muestra el propio nombre de la organización). Asimismo, también se presentará al  amauta como mesías- apóstol, debiendo seguir su “camino”, y así permitiendo a Gonzalo vincularse con esa aura mística y redentora del mismo.

García de las Heras trató de ver la influencia general que tuvo  Mariátegui en la  secta  maoísta. Guzmán se reencontró con  Mariátegui en su formación en China. Precisamente en la figura del  amauta se fija la escisión de  Bandera  Roja. La idea que recogerá fundamentalmente Gonzalo será el recurso omnipresente a la lucha contra el feudalismo, que ya no era correcta en los años 30, aun menos en los 80… De este modo ambos rechazan la teoría imperialista de Lenin y tratan de articular una alternativa basada en una percepción  distorsionada de la realidad histórica. A través de este razonamiento es cómo pretenden erigir al  campesinado como sujeto revolucionario. Gonzalo admiraba el énfasis de Mariátegui en la vocación revolucionaria del  campesinado.  Después del fracaso del  foquismo en los años 60 el  maoísmo ganará gran influencia en el ámbito académico, siendo denominada como la “revolución de  los  manuales” (tal como señala  Portocarrero, ante su lógica irracional la recubren con terminología academicista). Sendero concebía la democracia como un intento de restauración del “estado terrateniente burocrático corporativo”.

Al mismo tiempo dicen basarse en Lenin para desarrollar la lucha armada en los años 80, pero no existen las condiciones subjetivas (las objetivas sí, el Estado estaba colapsando) ya que Sendero actúa como una logia  masónica y ni moviliza ni conciencia al proletariado, sumado a esto se puede concluir que son una  secta que venera la violencia, no un partido para organizar la revolución. El autor fija como principio del culto a la violencia en Georges  Sorel (sobre todo en su obra Reflexiones sobre la violencia) que llegaría a través de  Mariátegui.

Esto niega el principio marxista de que las condiciones materiales son el fundamento de la realidad, y el leninista de que la violencia es un instrumento, no un fin en sí mismo. Además Sendero niega la cotidianidad de la violencia, pretendiendo  monopolizarla, lo que es totalmente irracional. Sin embargo la violencia es algo muy presente en la sociedad peruana de la época, basada en la pobreza, frustración e injusticia, pero la visión  senderista solo agrava el problema.

La negación de las etapas de la revolución de Lenin hecha por Mao recuerda a la controversia de Mariátegui con la III Internacional. De este modo, concluye el autor, Mariátegui le sirve de analista de la realidad peruana (ya distorsionada por el autor en los años 30…), sumándole el análisis maoísta para “actualizar” los análisis del amauta. El autor acaba afirmando que en la configuración del “pensamiento Gonzalo” el maoísmo acabará desplazando a  Mariátegui, pero la cuestión es que Mariátegui está muy ligado con la esencia ideológica que luego encarnará Mao Tsetung.

Según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, SL sería culpable de más de la mitad de las 70.000 muertes del conflicto armado. Ya rozando el surrealismo, se creó un Comité Internacional de Emergencia para defender la vida de Abimael  Guzmán, que afirma que ante la represión del ejército están justificadas todas las  tropelías de  Sendero…

Pero Sendero consiguió lo que quería, que se instaurara en el poder ese “fascismo” del que tanto hablaban, y cuando esto sucedió, curiosamente el grupo desapareció (como los anarquistas en la dictadura de Primo de Rivera o tras la guerra civil…). Tristemente,  Sendero realizó su labor, pero el Perú sigue sumido en una situación desastrosa. Por lo menos (sí es que todo este sangriento relato puede tener algo positivo) se demostró que el revisionismo maoísta nunca podrá conducir a la justicia social, aunque esto supone que muchos confundan esto con el auténtico socialismo, lo que crea un panorama de desolación y carente de alternativas realmente preocupante. Por todo esto, ante este panorama de desidia debemos aplicar la dialéctica, para acabar así con los dos poderes reaccionarios que le niegan al pueblo peruano la paz (y la justicia social que es imprescindible para que esta sea duradera).

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[2] CONTRERAS, C; CUETO, M. (1999): Historia del Perú contemporáneo: desde las lechas por la Independencia hasta el presente, Lima, Instituto de Estudios peruanos, p. 266.

[3] BETHELL, L. (ed.) (1991): Historia de América Latina. Los países andinos desde 1930, T.16, Barcelona, Crítica, p. 22.

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[10] RIVAROLA, P; PLANAS, P. (eds.) (1988): Víctor R. Haya de la Torre, Madrid, Ediciones cultura hispánica, p. 103.

[11] BETHELL, L. (ed.) (1991): Historia de América Latina. Los países andinos desde 1930, T.16, Barcelona, Crítica, p. 40.

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[21] DEGREGORI, C.I. (1988): Sendero Luminoso, Lima, Instituto de Estudios Peruanos.

[22] KIRK, R. (1993): Grabado en piedra. Las mujeres de Sendero Luminoso, Lima, IEP Ediciones.

[23] KIRK, R. (1993): Grabado en piedra. Las mujeres de Sendero Luminoso, Lima, IEP Ediciones, p. 74.

[24] HEREDIA ALARCÓN, A. (2020): “La construcción del mito de José Carlos Mariátegui en los textos de la “Facción Roja” (1966-1977)”, Diálogo Andino, nº62, p. 135.

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