Tras el fracaso de los sublevados en tomar la capital de la República de forma directa, en la primera batalla de Madrid, los mandos fascistas deciden intentar rodear la ciudad por el sureste cortando los suministros (tanto civiles como militares) por el único lugar por el que podían llegar a la ciudad sitiada: la carretera de Valencia
Desde el 6 al 27 de febrero se producirá uno de los enfrentamientos más cruentos de la guerra en el madrileño Valle del Jarama, que dará nombre a la batalla. En ella habrá entre 15.000 y 20.000 bajas por ambos lados, de los cuales 2.500 serán brigadistas. También se la considera como la primera batalla moderna a campo abierto por el uso combinado de infantería, artillería, aviación y tanques.
El recién creado Ejército del Centro republicano había estado acumulando tropas al sur de Madrid, en Vallecas y Vicálvaro, para evitar un posible contraataque sobre las posiciones más cercanas a la ciudad, a la cual machacaban diariamente con artillería pesada desde la Casa de Campo. Las discrepancias entre los generales republicanos Miaja y Pozas, pues el primero esperaba un nuevo ataque frontal y quería reservar intactas las mejores tropas, ayudó a los intereses estratégicos de los rebeldes.
La ofensiva se producirá por el sureste, por Pinto, Valdemoro y Ciempozuelos en dirección a Rivas Vaciamadrid, y el tramo cercano de la carretera de Valencia.
Las tropas sublevadas englobadas en la División Reforzada de Madrid, al mando del general Luis Orgaz y otros asistentes como Enrique Varela, contarán con unos 18.000 soldados. El efecto sorpresa cumple sus objetivos y en los primeros días consiguen avanzar casi sin problemas hasta la confluencia de los ríos Manzanares y Jarama, pues esa zona tan solo está defendida por escasos batallones, que se retiran rápidamente hasta las nuevas y urgentes posiciones defensivas creadas en los puentes sobre el río Jarama (Pindonque y Arganda).
El día 9 el alto mando republicano por fin reacciona y manda al nuevo frente todas las tropas disponibles, más de 20.000 soldados, para impedir la caída de los puentes y que el ejército sublevado pudiera atravesar el río, última defensa antes de tener acceso artillero a la carretera.
Entre esas tropas de refuerzo estarán los batallones de la ya experimentada XII Brigada internacional. A los dos días llegará también el batallón Dombrowski de la XI Brigada, juntas se quedarán para evitar el paso por el río, sufriendo elevadas bajas, pero quedándose relativamente detenido el avance en el puente de Arganda.
Más al sur, por Morata de Tajuña, no pasó lo mismo, y sí que algunas tropas atacantes consiguieron cruzar el Jarama por el puente de Pindeque y San Martín de la Vega. En una hábil maniobra de los fascistas éstos consiguieron que no fuera volado por completo por los defensores en su retirada, entre ellos el batallón André Marty. Así, consiguen tomar las cotas y cerros más altos con la intención de crear centros de mando avanzado desde donde dominar visualmente toda la batalla.
Al igual que en otras batallas, las cotas se convirtieron en objetivos principales y obsesivos por ambos mandos, con decisiones arriesgadas y absurdas que provocaron miles de bajas innecesarias.
Ante la primera brecha importante, y que podría ser decisiva para el futuro de la batalla, el ejército republicano manda a los recién llegados tanques T-26 soviéticos (incluyenso asesores, tanquistas y los determinantes «consejos» del general soviético Pávlov). Además, los aviones PoliKarpov (Moscas y Chatos) dominarán los cielos ante los Junkers alemanes y Fiat italianos, teniendo además aeródromos mucho más cercanos a la batalla que sus oponentes.
Ante este nuevo equilibrio de fuerzas los mandos republicanos, exultantes tras parar en seco el avance sublevado, se lanzan a un contraataque mal organizado y con tropas exhaustas. Su objetivo era retomar las famosas cotas elevadas.
A ellos se une la recién creada XV BI, con nuevos reclutas desde Albacete y el frente de Córdoba (donde no tuvieron mucho éxito). Tendrán una entrada en batalla durísima en la cima del Pingarrón y en la llamada Colina del suicidio, como veremos más adelante.
Tras estabilizarse los frentes, el 27 de febrero se paran las hostilidades, y al igual que en la Ciudad Universitaria, será un frente que quedará invariable hasta el final de la guerra. Aunque la batalla terminó en tablas, los actos heroicos como la defensa del Puente de Arganda, La Colina del Suicidio o la cima del Pingarrón dejaron un ambiente de victoria moral para los defensores republicanos.
Ernest Hemingway
Muchos corresponsales de guerra extranjeros estuvieron presentes y colaboraron en la mitificación de esta batalla, corta pero tremendamente sangrienta. El escritor estaba trabajando en el rodaje de una película sobre la defensa de Madrid, “Tierra española”. Tras la ofensiva rebelde se desplaza por el frente, entrevistando y filmando a los protagonistas del episodio que más impactó al escritor, la defensa del Puente de Arganda.
Fueron varias las anécdotas e historias con extranjeros. Las conquistas de las cotas o la lucha en las trincheras quedaron registradas en cientos de poemas (muchas en los bolsillos de los caídos), canciones, artículos de prensa, libros y películas. Veamos algunos:
Los irlandeses
La historia de los irlandeses es bien curiosa. En esta batalla “intervinieron” apoyando a los sublevados la Brigada irlandesa, comandados por el fascista irlandés Eoin O’Duffy. Pertenecían a un movimiento ultracatólico y violento (de imitación al fascismo italiano), siendo incluso acusados en su país de intentar dar un golpe de estado. Eran unos setecientos y pronto fueron famosos por los problemas y peleas que causaban en todos los bares de la retaguardia por donde pasaban, parece ser que por su costumbre de beber incansablemente. A pesar de las reticencias de los mandos sublevados, y para hacer más rocambolesca la historia, fueron enviados a la batalla en los primeros momentos de la ofensiva.
Al tener un uniforme diferente, y una alta incapacidad para organizarse y cumplir las órdenes, fueron confundidos por brigadistas republicanos por un tabor de falangistas canarios, que les tuvo durante más de una hora bajo fuego amigo hasta que fueron avisados. Tras estas incompetencias fueron rápidamente devueltos a la retaguardia, y al poco tiempo enviados a su país.
Esta rápida retirada hizo que por unas pocas horas no se hubieran enfrentado a sus compatriotas de izquierdas. Algo que sí ocurrirá con los italianos en la siguiente batalla de Guadalajara. Antes del Jarama muchos voluntarios irlandeses pasaron, y murieron, por el frente de Córdoba con la “francesa” XIV BI. En la XIV BI tuvieron sus más y sus menos con los ingleses de su batallón. Tras una desastrosa intervención militar en Lopera con numerosas bajas, los ingleses e irlandeses que quedaban vivos fueron enviados a la recién creada XV BI, con mayoría anglosajona y eslava.
Los irlandeses (unos doscientos), decidieron integrarse con el Batallón Lincoln, con mayoría de norteamericanos (muchos de origen irlandés), y no en el British Battalion. Así crearán su propia columna: la Columna Connolly.
La Colina del Suicidio y El Pingarrón
El 12 de febrero las tropas comandadas por Asensio y Buruaga consiguen atravesar los puentes de Pindoque y San Martín, buscando rápidamente las cotas altas desde donde tener acceso visual a gran parte del valle, entre ellas la cima del Pingarrón y la que los ingleses llamarían la Suicide Hill.
En la Colina del Suicidio, el British Battalion perdió en una sola noche de heroica defensa a la mitad del batallón. Más de doscientos murieron ese día. Pero retrasaron tanto el avance fascista que dio tiempo a reponerse al resto del ejército republicano.
Ante este retraso en su ofensiva los sublevados aseguran posiciones y detienen el avance por falta de recursos. Viendo el cambio de iniciativa, el ejército republicano se lanza al contrataque con tropas y material bélico de refuerzo. Entre esas tropas estarán varios batallones de la XI y XV BI. Junto a otros batallones españoles, como el de Líster, se intentará tomar la cima del Pingarrón. En estos lances murió el famoso poeta irlandés Charles Donnelly.
Tras ser tomada y perdida la colina varias veces en un día, incluido un último e inútil intento de tomarlo por parte del Batallón Lincoln, el agotamiento de ambos bandos hace parar la batalla definitivamente el 27 de febrero.
Este sacrificio, entre otros muchos, fue clave para detener en seco la ofensiva y estabilizar el frente hasta el final de la guerra.
Jarama Valley song
Uno de los legados más importantes que nos dejaron los brigadistas fue la famosa canción de Jarama Valley. Parece que Alex Mac Dade, de la comunidad irlandesa de Glasgow, puso letra a la canción tradicional «Red River Valley». No tardó en convertirse en el himno de la XV brigada internacional. Hubo una gran variedad de letras y cada batallón la variaba según sus preferencias y origen, pero se convirtió, y sigue siendo, una emocionante canción y referente de la izquierda anglosajona:
Vídeo y letra
There’s a valley in Spain called Jarama
it’s a place that we all know so well
It was there that we gave of our manhood
and there that our brave comrades fell
We are proud of the Lincoln Battalion
and the fight for Madrid that we made
Where we fought like true sons of the people
as a part of the Fifteen Brigade
Now we’re background this valley of sorrows
and its Madrid we’ll never forget
so before we continue this reunion
let us stand to our glorius dead
TRADUCCIÓN
Hay un valle en España llamado Jarama
es un lugar que todos conocemos bien
Fue allí donde dimos nuestra hombría
y donde cayeron nuestros valientes camaradas
Estamos orgullosos del Batallón Lincoln
y de la lucha que hicimos por Madrid
Allí caímos como vosotros, hijos del pueblo,
como parte de la Brigada Quince
Ahora estamos lejos de aquel valle de dolor
pero lo que nunca olvidaremos es Madrid
así que antes de que continuemos esta reunión
pongámonos en pie por nuestros gloriosos muertos