A un panal de rica miel
En los tiempos que corren hay una expresión que está de moda: lo público social o para entendernos mejor, lo público-privado. Así desde el Área de Gobierno de Coordinación Territorial del Ayuntamiento de Madrid se ha puesto en marcha hace dos años la Cooperación Público-Social para dar juego a las organizaciones sin ánimo de lucro. Por su parte, la Comunidad de Madrid lo hace a través de la Plataforma del Tercer Sector (PTS) dando juego al sector privado mediante concertación y a las ONGs mediante subvenciones.
El panal suculento del presupuesto público es codiciado por los buscadores de negocio en los aledaños de las Administraciones Públicas tanto a nivel central como autonómico y local. Es un panal con la garantía del estado, y las moscas enjaezadas con la consigna “sin ánimo de lucro” acuden a merced del viento a favor en un marco político que fomenta lo público-privado como elemento de eficacia frente a la supuesta y descalificadora burocracia del estado.
En el mar de los servicios públicos de la Comunidad de Madrid existen ballenas como la ONCE, CÁRITAS y CRUZ ROJA, que forman parte de la junta directiva de dicha plataforma con voz y voto como organizaciones singulares. Cabe aclarar que en dicha junta directiva no tiene voto el Comité Regional de todas las discapacidades (CERMI). Sin embargo hay tiburones con el “formato fundación” provenientes de grandes empresas como la Fundación Botín del Banco Santander y la Fundación Jiménez Díaz del Hospital de la Concepción, que junto a las organizaciones singulares toman las decisiones sobre la concertación.
En esta dinámica, la asamblea de la PTS es como una junta de accionistas donde las organizaciones antes citadas deciden el mordisco al pastel público, mientras centenares de ONGs pequeñas y medianas son como pececillos en busca de alguna migaja de subvención, lo cual define una situación de sarcasmo competitivo. Es evidente que la porción mayor del presupuesto público se la llevan las ballenas y los tiburones sin que su beneficio social sea lo más ventajoso en calidad-precio para los destinatarios (pacientes-usuarios) con un coste mayor para el erario público.
Podemos afirmar que en los distintos territorios de España el panal de los servicios públicos está parasitado por empresas amigas de los políticos de turno en detrimento del desarrollo de los servicios públicos de atención directa, y que llegado el caso venden su estructura de servicios al mejor postor.
Un buen ejemplo es el Grupo 5 dedicado a Residencias de Salud Mental, Tercera Edad y Emergencias Sociales. En el 2017, el Grupo 5 fue comprado por CORPFIN CAPITAL, una gestora de fondos de capital que selecciona empresas con una sólida base de negocio y potencial para generar valor, y su base de inversión es el espacio institucional.
Existen algunas fundaciones tan opacas que la información no sale de una minúscula junta de patronato, incumpliendo el artículo 2.2 de la Ley de Fundaciones que dice: “Las fundaciones se rigen por la voluntad del fundador, por sus Estatutos y, en todo caso, por la Ley”. ¿Cómo se puede saber si se cumple la voluntad del fundador si se niega la información?
Me gustaría saber si existe fiscalidad rigurosa por parte de las AAPP para que no haya excedentes por baja contratación para el servicio llevado a cabo, ya que ello sería una forma de camuflar beneficios a pesar de la expresión “sin ánimo de lucro”. Cómo podemos dejar una porción de nuestros impuestos en manos de estos chiringuitos.
El dinero fluye del Estado hacia la empresa privada mediante la fachada propagandística de la eficacia, ocultando el verdadero objetivo de sentarse a la mesa donde se trocea el pastel público (nuestros impuestos) y llevándose la mejor porción para aumentar la rentabilidad empresarial.
Con esta práctica se distorsiona el concepto de servicio público, pues la rentabilidad condiciona una buena prestación, ya que un buen servicio se hace con personal suficiente y cualificado. Así se completa el círculo de la apropiación de lo público por lo privado. La concertación de la enseñanza, la sanidad y los servicios sociales son el mejor ejemplo para reforzar lo dicho en este artículo.
Esperamos que al menos las fuerzas políticas de izquierda, que apuestan (al menos de palabra y programa) por lo público, sepan distinguir entre lo público-público y lo público-privado como vaso comunicante hacia la financiación pública de negocios privados, versus beneficio empresarial.
La paradoja de la fábula de Samaniego aplicada a la actualidad es que las “moscas oportunistas del Capital” no perecen en el panal presas de patas en él, sino que se anclan como parásitos libando fondos públicos sin que el sistema de servicios mejore, y lo peor de todo, la dificultad añadida de revertir la tendencia privatizadora una vez que han puesto sus patas en el panal del rico negocio en torno a lo público.