Palestina: ¿Quién tiró la primera piedra?

¿Por qué el estado judío? Theodor Herzl nació en Hungría, en 1860. En la Universidad de Viena estudió derecho (de 1878 a 1884) y obtuvo un doctorado. Trabajó en esta profesión por un tiempo en Viena; después se dedicó a la literatura y al periodismo. Ha sido definido como el padre del Sionismo.

Su estudio, “El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía” se publicó en febrero de 1896; en él propuso la creación de un Estado judío independiente y soberano para todos los judíos del mundo. El texto era una obra doctrinal en el que propuso un plan político para el nacionalismo judío. Algunos críticos lo consideraron utópico, incluso en las sinagogas fue mal visto por considerarlo contrario a las enseñanzas religiosas. Pero fue recibido con entusiasmo por las masas judías.

Herzl consideraba que como inmigrantes eran arrastrados a lugares donde no eran bien recibidos: “nuestra aparición da lugar a la persecución. Éste es el caso, y será inevitable así, en todas partes, incluso en países civilizados -véase, por ejemplo, Francia- siempre que la cuestión judía no se resuelva en el plano político. El infortunio del pueblo judío ahora se está transportando y sembrando la semilla del antisemitismo en Inglaterra, y ya lo han introducido en América”.

El nacimiento del Sionismo está ligado a la eclosión de los nacionalistas europeos del siglo XIX.  A partir de abril de 1896, Herzl se convirtió en el principal portavoz del Sionismo. Comenzó una intensa actividad diplomática con objeto de ganar apoyo para la causa. Según algunas fuentes, entre las que se encuentra el historiador israelí Benny Morris, el planteamiento de inmigración y compra de territorios que Herzl proponía hacía inevitable que surgiese un conflicto entre los colonos y la población del ex-Imperio Otomano, predominantemente árabe. Entre 1902 y 1903 Herzl fue invitado a testificar ante la Real Comisión Británica sobre la inmigración extranjera. La invitación le brindó la ocasión de conocer a miembros del gobierno británico, en particular a  Joseph Chamberlain, entonces Secretario de Estado para las Colonias; a través del cual negoció con el gobierno Egipcio para establecer los estatutos de la solución de los judíos en la Península del Sinaí.

Piedra sobre piedra. Más tarde, Arthur Balfour, Ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, remitió al líder de la comunidad judía, Lord Rothschild, una carta con la intención de ser trasmitida a la Federación Sionista de Inglaterra. Una vez declarada la guerra al Imperio Otomano, en noviembre de 1914, el Gabinete de Guerra comenzó a considerar el futuro de Palestina. Al poco, el sionista Herbert Samuel distribuyó un memorándum al Gabinete británico, en el que se proponía el apoyo a las ambiciones sionistas.  La declaración Balfour fue publicada en la prensa el 9 de noviembre de 1917. La cual afirmaba que el gobierno británico veía favorablemente el establecimiento de la patria judía en Palestina, entendiendo que no perjudicaría los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías que las habitaban. Después de la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones asignó al Reino Unido la administración de Palestina y el documento Balfour se convirtió en la piedra angular de la creación del Estado de Israel.

La inmigración judía creció moderadamente hasta 1920, aumentando en la década de los años 30, debido a la persecución de los judíos en la Alemania nazi. En 1922 se creó la Agencia Nacional Judía, embrión de lo que sería el futuro Estado. Después de la Segunda Guerra Mundial (1945), se produce la inmigración masiva organizada de judíos a Palestina.  Y ante los titubeos del mandato británico aparecieron varios grupos armados (entre ellos Irgún), con el objetivo de realizar acciones terroristas. Ante la complicada situación, los británicos anunciaron su intención de retirarse de Palestina y dejaron el dilema en manos de las Naciones Unidas. El 29 de noviembre de 1947, la ONU decide la partición de Palestina en dos Estados: uno árabe y otro judío quedando Jerusalén bajo la administración de Naciones Unidas.

A partir de ese momento, las piedras se volvieron balas.  1948 marca el comienzo de las consecuencias de la Declaración Balfuor asumida por la ONU. El pueblo palestino comienza a ser arrancado de sus hogares por la fuerza de las armas, comenzando la Diáspora a países árabes del entorno: los campos de refugiados comenzaron a florecer en Siria, Líbano y Jordania.

La masacre de los refugiados palestinos de Shabra y Chatila, en Líbano

La periodista estadounidense, Janet Lee Stevens, escribió a su marido, el doctor Franklin Lamb, para describir el horror que había visto en los campamentos de refugiados de Líbano:

“Vi mujeres muertas en sus casas con las faldas subidas hasta la cintura y las piernas abiertas; docenas de hombres jóvenes fusilados después de haber sido colocados en fila contra la pared de una calle; niños degollados, una mujer embarazada con su tripa rajada y sus ojos todavía abiertos por completo, su cara oscurecida gritando en silencio por el horror; incontables bebés y niños pequeños que habían sido apuñalados y destrozados y a los que habían arrojado a la basura”.

         La doctora Swee Chai Ang Estuvo en un hospital asistiendo a los palestinos, cerca del campo de refugiados de Shabra y Chatila. Al poco fue la masacre de los campos de refugiados palestinos y pudo comprobar la barbarie. Escribió el libro, De Beirut a Jerusalén: una mujer cirujana con los palestinos, un crudo testimonio de lo que estaba sucediendo en Palestina. Colaboró en la Comisión de investigación que se hizo para aclarar lo ocurrido, aunque no sirvió de mucho. Después de muchos años de investigación, el Tribunal Supremo belga dictaminó, el 12 de febrero de 2003, que Sharon y el general israelí, Yaron, podían ser enjuiciados por la masacre en los campos de refugiados de Shabra y Chatila.  Pero las declaraciones causaron en Bélgica grandes problemas diplomáticos y, finalmente, las presiones del gobierno estadounidense lograron que la nación europea enmendase su ley, limitándola a casos donde las víctimas fuesen ciudadanos belgas. Meses después, el Alto Tribunal belga archivó la causa contra Sharon, entonces Primer Ministro de Israel porque no había base legal para el proceso. Al final, Bruselas cambió sus propias leyes para garantizar que no se repitieran crisis diplomáticas con Washington y Tel Aviv. Caso cerrado.

A pesar que el 15 de septiembre de 1982, a las 6:00 de la mañana, dos divisiones del ejército israelí, al mando del Ministro de Defensa Ariel Sharón se adentraron en Beirut occidental, sin apenas resistencia. A pesar de que esa misma tarde, los campamentos de refugiados fueron rodeados por el ejército israelí, estableciendo puestos de control en las entradas y salidas, con la necesaria observación en una serie de edificios altos. Entre dichos edificios estaba el de la embajada Kuwaití que, según la revista Time, tenía una vista panorámica despejada sobre Shabra y Chatila. A pesar de que horas más tarde, los tanques del ejército israelí comenzaron a bombardear los campamentos de refugiados, el caso fue cerrado.

El sionismo y el fascismo están presente. Son muy semejantes; excluyentes para los otros seres humanos, supremacistas ambos. A los hechos me remito. El complejo militar industrial los necesita. El Estado sionista sigue perpetrando el genocidio del pueblo palestino con el apoyo de Occidente, aunque a veces se descuelgue alguna frase piadosa. El ataque y la toma de rehenes de Hamás ha hecho saltar la chispa que faltaba para culminar la masacre del pueblo palestino. Después del éxodo palestino de 1948, de las continuas agresiones, después de las acciones bélicas de Muro de Defensa, Plomo Fundido y Cerco Protector, operaciones que destruyeron vidas, viviendas, escuelas, hospitales, organismos internaciones y dejó miles de mutilaciones, el sionismo piensa que ha llegado el momento de la Solución Final. Palestina vive, desde hace 75 años, una historia de terror. Israel sabe no podrá exterminar a los dos millones de personas que viven en Gaza, (en régimen de prisión y a cielo abierto), ni a las que viven fragmentadas en Cisjordania, su objetivo es expulsarlos de Palestina. En Cisjordania no está Hamás y los asesinatos, las torturas, encarcelaciones, colonización de tierras destrucción de viviendas es una constante, (los datos están para quienes quieran verlos). Dos Estados (solución que dio la ONU). Pero el Sionismo no aceptan el mandato.

Los odian. La ministra Golda Meir dijo el 15 de junio de 1969, al Sunday Times: “No existe el pueblo palestino, … ellos no existen”. Con su declaración estaba negando a las personas que vivían en las tierras palestinas. Al igual que Golda Meir, otros políticos y políticas expresan su odio; alguna ministra llegó a decir que había que matar a las mujeres para que no parieran más hijos. Recientemente, otro político ha dicho que son animales humanos. La tierra que Dios prometió a los judíos es la idea que esgrimen los gobiernos, aunque haya muchos judíos que rechazan el Sionismo. Los judíos no son una raza, ni un pueblo; es una religión, un dogma como otros tantos que albergan en muchas personas. Pudieron asentarse allí con el beneplácito de un gobierno británico, colonialista y supremacista.

Si no se produce un inmediato alto al fuego, la población palestina será diezmada por las bombas, aparecerán sus destrozados cuerpos entre los cascotes de los edificios, morirán por hambre y por enfermedades. El Estado sionista de Israel, declarado recientemente como Estado Judío, se salta todas las resoluciones de la ONU y las leyes internacionales.

Si la ONU no es capaz de poner fin al genocidio del pueblo palestino, ¿quién lo hará?

Teresa Galeote Dalama
Teresa Galeote Dalama
Laicista, Feminista, escritora, articulista en prensa digital. Daños Colaterales y Los hombres que no amaban a las mujeres, forman parte de su obra literaria

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