Asturias siempre se había significado por sus luchas obreras, sobre todo protagonizadas por los mineros. La revolución de 1934 no fue olvidada por los que ya habían sido autores de la terrible represión que se ejerció sobre los asturianos tras el fin de la revolución; muchos quedaron insatisfechos, por eso, tras el golpe del 18 de julio de 1936, retomaron lo que habían dejado en 1934, continuando una masacre indiscriminada; un verdadero genocidio que tiño de sangre las tierras astures.
ARANDA MATA, Antonio. Comenzó la guerra civil como coronel; ascendido a general de brigada en 1937, y en febrero de 1939 a general de división. Es conocido por ser el defensor de Oviedo durante el cerco a que fue sometido por tropas republicanas.
Aranda era un personaje bastante dado a la traición. Fue uno de los que juró a Santiago Casares Quiroga que se mantendría fiel a la República, mismo juramento que hizo ante el gobernador civil de Oviedo. Una vez estallada la sublevación en principio se negó a entregar armas a los obreros. Posteriormente dio algunos fusiles inservibles a unos obreros ordenándoles que se dirigieran a Madrid, pues la capital estaba a punto de caer, y que en Ponferrada recibirían armas. Una vez que salió la columna, telefoneó al jefe de la Comandancia de León que los entretuviera. Mientras tanto muchos obreros estaban esperando recibir armas frente al cuartel de Pelayo; Aranda desplegó las tropas por la ciudad y ordenó disparar sobre los obreros que estaban esperando confiados en recibir las armas que les había prometido. Los mineros que esperaban en Ponferrada recibir armas, fueron hechos prisioneros y ejecutados inmediatamente.
Aranda ya había dirigido una terrible represión tras la revolución de octubre de 1934, tras ser nombrado gobernador militar de Oviedo sustituyendo al general López Ochoa, al que se consideraba demasiado blando en el trato con los mineros Cuando Oviedo fue tomada por las tropas facciosas hizo otro mismo, tanto en Oviedo como en la provincia.
Muy dado a no «ensuciarse las manos» directamente, dejó la ejecución de la represión en Oviedo al comandante Gerardo Caballero –delegado de Orden Público-. Caballero ya era conocido en tierras astures por los métodos represivos que utilizó en 1934. Una norma en las razzias nocturnas que solían llevar a cabo era dejar los cadáveres en las calles, para que sirvieran de ejemplo. En Oviedo se dictaron 1339 sentencias de muerte; ninguna fue conmutada.
Sobre la represión en Asturias escribió el sacerdote Alejandro Martínez: un rigor temerario, como si una especie de humanos hubiera de ser liquidada. El fiscal militar pidió tantas penas de muerte y con tal rapidez que le pusieron el apodo de «Ametralladora».
Del general Aranda hizo varios comentarios el también general Latorre Roca; amén de decir que era un mujeriego empedernido[1], le acusó de ordenar el arresto y ejecución de los militares destinados en la Fábrica de armas de Trubia: No contento Aranda, y esto retrata a la perfección a una persona y no digo si la bondad o la maldad, con haber arrancado al Consejo de Guerra sumarísimo las condenas a muerte de todos […], todavía metía más prisa aún en la ejecución, porque en Burgos, donde estaban las sentencias a estudio del general Franco, no las remitían confirmadas con la celeridad que Aranda deseaba[2].
En 1943 fue acusado de conspirar contra Franco para retomar la monarquía. Según el Servicio Secreto Británico, recibió dos millones de pesetas a través de Juan March. En 1949 nuevamente se le relaciona con un complot monárquico por lo que es pasado a la reserva.
Paul Preston, en un artículo publicado en El País, el 20 de abril de 2008, titulado Franco y sus generales, dice de Aranda: Era notoriamente indiscreto, y el general Franco sabía que estaba en contacto con los británicos, como lo estaba con los alemanes. Se le atribuían sentimientos republicanos, y no ocultaba sus contactos con la oposición antifranquista de izquierdas. Aunque se refería constantemente a un inminente golpe. Su principal actividad consistía en hablar. Al final, los británicos le consideraban un veleta, indigno de toda confianza y sin lógica.
Para mayor escarnio de todas las víctimas del franquismo, Juan Carlos I lo ascendió a teniente general en 1976.
CABALLERO OLABÉZAR, Gerardo. Ya antes de estallar la sublevación se había significado por sus actividades represoras, por ejemplo en la represión tras la revolución asturiana de 1934. Fue otro de los muchos militares que participó en la Sanjurjada y que posteriormente tendrían un importante protagonismo en el golpe del 18 de julio.
Tras el golpe fue nombrado delegado de Orden Público y gobernador civil de Asturias. En 1940 nombrado gobernador civil de Guipúzcoa y posteriormente Director General de Seguridad, cargo que ocupó entre mayo de 1941 y junio de 1942. En este período tuvo contactos con Himmler, detallando la colaboración entre la policía nazi y la española.
Según P. Preston, Caballero Olabézar […] se encaró de mantener vivo el clima de terror. Por orden suya, los escuadrones falangistas salían de noche a apresar a izquierdistas y con frecuencia aparecían cadáveres en las calles[3]
DOVAL BRAVO, Lisardo. Oficial de la Guardia Civil –llegó a general-. Lisardo Doval es uno de los más destacados torturadores del franquismo, y eso que hay donde elegir.
La crueldad que empleaba contra las personas que desgraciadamente caían en sus manos comienza en 1931. En abril de ese año utilizó ametralladoras para repeler un ataque al cuartel de Los Campos, en Gijón, lugar en el que estaba destinado. El director del diario gijonés El Noroeste, Antonio López Ontiveros, después de alabar su sentido del deber y valentía añadió: […] los conceptos del deber le lleva a las mayores exageraciones de la función, y a eso deben obedecer las extralimitaciones que se le atribuyen con los presuntos delincuentes en la obtención de las pruebas de culpabilidad[4]. El derechista periodista no hace sino utilizar un eufemismo para encubrir lo que realmente hacía; torturar cruelmente a los detenidos.
Tras terminar la revolución de Asturias, Doval fue nombrado el 1 de noviembre de 1934 delegado especial para el orden público en Asturias y León, puesto que obtuvo por especial recomendación de Franco. Desde ese mismo momento comenzó una época de terror por las tierras asturianas y leonesas; con el beneplácito del gobierno de Lerroux[5].
Todo indica que Doval fue el responsable de la matanza que se llevó a cabo en Carbayín, donde fueron asesinadas 24 personas después de haber sido terriblemente torturadas. Sus cadáveres fueron encontrados semienterrados el 25 de octubre de 1934.
En el diario El Noroeste se recibieron varias cartas de personas que habían sufrido torturas por parte de Doval. La actuación de este siniestro personaje hizo que el Ayuntamiento de Gijón constituido tras las elecciones del 12 de abril de 1931 intentó iniciar un proceso para depurar responsabilidades por sus actuaciones. Tales fueron sus excesos que hasta la prensa internacional se hizo eco de las barbaridades que cometía.
A tal nivel llegó el escándalo que el director general de Seguridad, José Valdivia y García, político muy conservador, envió al inspector Adrover para que abriera una investigación. También el Congreso de los Diputados nombró una comisión para que investigara lo que estaba ocurriendo en Asturias. Tras llevar a cabo sus investigaciones Adrover se reunió con el ministro de la Gobernación Eloy Vaquero, exigiéndole la destitución de Doval. El 8 de diciembre de 1934 se le revocaron todos los poderes y el día 13 fue trasladado a Tetuán.
El diputado del PRR, Félix Cordón Ordás, que estuvo en Asturias como miembro de una comisión del Congreso encargada de investigar si se habían practicado torturas en Asturias durante la revolución y posteriormente, decía en su informa: Doval empleó, entre otras técnicas, presiones sobre los órganos sexuales o el clavar alfileres i astillas bajo las uñas. También un ingenioso método para atar las muñecas y las piernas de la víctima al cañón y mango de un fusil y luego levantarle del suelo por medio de una polea.
El abogado Mariano Merediz, miembro destacado del partido de Melquiades Álvarez[6], escribió una carta al diario El Noroeste, denunciando la actuación de Doval: Por mi profesión conozco muchos casos en que el capitán Doval maltrató y ordenó maltratar a varios desgraciados que fueron detenidos por las fuerzas a sus órdenes. Comprendí, con harto sentimiento por mi parte, que aquel capitán se había impuesto a los mismos jueces, los cuales, olvidándose que se trataba de un agente de la policía judicial, parecían subordinados suyos […][7]
En realidad el traslado de Doval no se debió a las torturas que había infligido a los detenidos, sino por haber facilitado a dirigentes monárquicos las órdenes que había recibido para se contuviera con los métodos represivos. De hecho se le premió nombrándole jefe de seguridad del Protectorado Español en Marruecos. No quiero ni imaginar lo que haría con los nativos que detuviera.
Cuando estalló la guerra civil, Doval dirigió una columna que partió de Salamanca con destino a Madrid. En un enfrentamiento con las tropas republicanas mandadas por el general Mangada sufrió una estrepitosa derrota. En este enfrentamiento fue donde murió Onésimo Redondo. Cuando se supo la noticia de la muerte del líder fascista; un grupo de falangistas y militares liderados por Doval se dirigieron a Salamanca; una vez allí llevaron a cabo una atroz represión sacando a presos de sus celdas para asesinarlos; entre ellos estaba el alcalde Castro Prieto.
Terminada la guerra dirigió varios consejos de guerra. Dos de ellos celebrados el 10 de agosto de 1939, con 29 acusados, los «despachó» en menos de media hora. Todos fueron sentenciados a muerte y ejecutados.
Doval siempre se rodeó de individuos tan crueles como él, por ejemplo el capitán Antonio de Reparaz, o el capitán Nilo Tello, que fue condenado a 12 años de prisión por las brutalidades cometidas en Asturias.
El terrorífico recuerdo de Lisardo Doval sigue muy presente en la memoria de los asturianos.
LATORRE ROCA, Rafael. El general Latorre puede encuadrarse entre esas personas que, tras haber participado activamente, y con cargos de responsabilidad, durante la guerra civil, posteriormente trata de llevar a cabo un lavado de conciencia criticando aquello de lo que él fue partícipe.
Rafael Latorre escribió unas memorias, posteriormente editadas por Jaume Claret, en las que se mostraba crítico con el franquismo y algunos personajes de la época; algo menos sobre la represión, de la que él, le gustara o no, formó parte.
Latorre se acogió a la Ley Azaña para pasar a la reserva. General de brigada, durante la guerra dirigió la III Brigada de Navarra. Otro cargo importante que ocupó fue el de gobernador militar de Asturias.
Sobre su participación en la represión, el historiador Jaume Claret dice: […], incluso la supuesta mesura de Latorre y su entorno, sobre todo en comparación con sus compañeros de armas, ha de ser puesta en cuarentena. Veremos porqué.
Latorre habla de los excesos cometidos en Navarra y en Asturias. Por ejemplo se queja de la represión llevada a cabo en tierras asturianas por Gerardo Caballero, de la que dice que seguramente había sido excesiva; pero de lo que se quejaba más amargamente era que solamente un tres o cuatro por ciento recibía los sacramentos antes de morir. Es decir lo que realmente le molestaba a Latorre era que murieran sin estar en «gracia de Dios».
Habla en sus memorias de la matanza llevada a cabo en San Juan de Nieva, de la que dice que hubo que reducir a la plana mayor revolucionaria, mediante un combate que causó once bajas –cinco muertos y tres heridos- entre las filas franquistas, y 35 muertos y varios prisioneros entre los republicanos. La realidad es que en la fábrica de ácidos de San Juan fueron encontrados, el 2 de febrero de 1938, dos dirigentes comunistas, los trabajadores de la fábrica fueron detenidos como represalia, siendo al menos 19 de ellos asesinados a sangre fría.
No dudó en culpar a los hermanos Valentón, Dionisio y Senén García Díaz, del asesinato de siete miembros de una familia. Los condenó a muerte y ordenó que fueran ejecutados mediante garrote vil. Fueron agarrotados el 10 de diciembre de 1937 en la plaza del pueblo de Cabañaquinta (Asturias) delante de todos los habitantes de la localidad. Estudios posteriores ponen en entredicho la culpabilidad de los hermanos García Díaz.
Cuenta Latorre, poniéndose claramente medallas, de que al enterarse que en Ujo –localidad asturiana perteneciente al concejo de Mieres-, había desaparecido una mujer, posteriormente asesinada, ordenó al jefe del puesto de la Guardia Civil que localizase a los asesinos. Estos resultaron ser dos guardias civiles, que Latorre ordenó fueran detenidos –según su versión fueron condenados a cadena perpetua-. De lo que se olvida Latorre es que en un pueblo cercano había desaparecido una maestra, y de la que nunca más se supo. También se «olvidó» Latorre de mencionar el asesinato de 807 personas en el concejo de Aller, mientras él era gobernador militar de Asturias.
PEREIRO COURTIER, Eugenio. Auditor general de guerra en Asturias. Según Latorre Roca, fue, junto a Franco y Dávila, uno de los mayores responsables de la represión en Asturias[8]
En los consejos de guerra celebrados en Asturias se condenó a muerte a más de mil personas. Pereiro no sabía lo que era la compasión, y tampoco era muy dado a acatar las órdenes que intentaran impedir la muerte de condenados por él.
Pereiro fue el que ordenó el fusilamiento de los jefes y oficiales detenidos en la Fábrica de Armas de Trubia –entre ellos el coronel José Franco Mussió, director de la fábrica-, y eso a pesar de que el general de la Guardia Civil, y entonces ministro de Defensa en funciones, Luis Valdés Cavanilles, había ordenado la suspensión de la condena a muerte.
Bibliografía reseñada en el capítulo
CLARET, Jaume (ed.) (2019): Ganar la guerra. Perder la paz. Memorias del general Latorre Roca, Barcelona.
FERRER BENIMETI, José A. (1979): Lo que no se ha dicho del general Aranda, en Tiempo de Historia, nº 53, pp. 34-49.
PRESTON, Paul (2011): El holocausto español, Barcelona.
[1] Ver Claret: 115.
[2] Tomado de Claret: 140.
[3] Preston, 2011: 581.
[4] Tomado de Preston, 2011: 137.
[5] Doval había sido suspendido por su participación en la Sanjurjada y amnistiado por Alejandro Lerroux.
[6] Tras un bombardeo que sufrió Gijón el 14 de agosto de 1936 por parte de la aviación franquista; Merediz fue sacado de la cárcel por un grupo de milicianos y ejecutado.
[7] Se puede ver en www.asturiasrepublicana.com. En esta misma página pueden leerse las cartas enviadas por personas que habían sufrido directamente la actuación de Doval desde su llegada a Gijón en 1917.
[8] Ver Claret: 133.