Antonio Gala es inmortal, es un genio que vivirá para siempre en nuestros recuerdos como un ser libre con la capacidad de decir aquello que en todo momento piensa y siente, algo que en estos tiempos es más importante de lo que creemos.
Un malabarista del lenguaje, capaz de meterte en una misma frase dos registros, el culto y el popular según le convenga porqué es algo que dominaba a la perfección, su literatura las definiría como porosa, es decir, podía ir de un género a otro sin que degenerara ni una coma, la misma idea quedaba bien en prosa, en poesía, o dicha en teatro.
Tiene… (me cuesta escribirle en pasado), tenía un dominio del idioma exquisito, tan fuera de lo común, que poseía la capacidad de utilizar el lenguaje cultísimo, refinado… y al mismo tiempo una historia que llegaba al pueblo, para mí, lo más difícil que puede haber por definición.
Sus obras determinan precisión, donde a través de las mujeres (siempre de alguna manera protagonistas en sus historias) sabe plasmar el alma en cada una de ellas como ningún otro, obteniendo una visión del amor bastante realista.
Entre el sentido del humor de un genio provocador, afilado e incisivo a veces y sus obras de teatro, artículos, libros y novelas, que no dejaban a nadie indiferente… hicieron que llegara a tener 16 consejos del tribunal de orden público simultáneos, además de censuras, persecuciones y prohibiciones en la época de la dictadura y bien entrada la transición.
Una anécdota que me provoca orgullo es que una vez al año siempre venía a Zaragoza a ver a la Pilarica y, en una ocasión, lo vi paseando por la plaza con su bastón con ese aire de caballero antiguo culto y elegante.
Él era un vitalista, un vividor… le encantaba VIVIR con mayúsculas y así lo plasmaba con palabras y hechos.
Nunca dejará de existir en nuestras vidas gracias a sus obras, y como él dijo no hace mucho a manera de un hasta luego final:
“No os molestéis, conozco la salida”
Pues eso, hasta pronto maestro.