He dejado pasar unos días después de las elecciones a la Comunidad de Madrid, porque quería templar los ánimos. A lo largo de mi vida me he llevado muchas decepciones políticas, pero quizás sea la del pasado día 4 la mayor de ellas, tras el fiasco de la Transición.
Posiblemente este sea mi último artículo de opinión, porque he dejado de entender a la sociedad, y lo que es peor he perdido la poca credibilidad que aún tenía en ella. Decía Bertolt Brecht: Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. Yo me quedaré entre los que han luchado muchos años. No me veo con fuerzas para seguir.
No me veo con fuerzas para seguir porque he llegado a la conclusión que no merecen ni una gota más de mi sudor aquellos que han preferido poder tomar cañas libremente a tener una sanidad y una educación pública y de calidad.
Esos jubilados que protestan porque tardan en darles las citas médicas; esos trabajadores que aún se creen la falacia de que son clase media, y que son explotados por unos salarios basura; esos jóvenes egoístas a los que les importa un pimiento la salud de sus mayores, esos jóvenes que no tienen futuro pero que salen a celebrar sin ningún pudor que se ha terminado el estado de alarma, pero que se lo han pasado muy bien el fin de semana. Toda esa gente que ha dado un ejemplo de insolidaridad, y porque no decirlo de inhumanidad. Por toda esta gente ya no moveré un dedo, ya no me llenaré de indignación, ya no.
Y cuando ese jubilado no sea atendido médicamente como es debido, cuando ese trabajador sufra un ERE y se quede sin empleo, cuando ese joven no encuentre más que trabajos basura, solamente les diré una cosa, aguantaros y si tenéis la suficiente capacidad intelectual pensar porqué os veis en esa situación. A lo mejor lo arregláis yendo a una terraza a tomar unas cañas, o haciendo un botellón el fin de semana. Que os vaya bien. Yo me bajo de este tren.