Creación
George Orwell (: 80-81) describió los pueblos aragoneses que visitó: […] creo que ni en tiempo de paz se podría recorrer los pueblos y aldeas aragonesas sin reparar en su miseria. Están construidos con las fortalezas, con una porción de insignificantes construcciones de piedra y barro arracimadas en torno a la iglesia, por entre las que apenas se ven flores en primavera; las casas no tienen jardín, sólo un corral con gallinas sucias que dan traspiés en un suelo alfombrado de boñigas de mula.
En Aragón una quinta parte del terreno cultivable lo ocupaban fincas de 100 o más hectáreas, mientras que las pequeñas propiedades eran algo más del 50%; las medianas, entre 10 y 100 hectáreas suponían una cuarta parte. Hay que señalar que en el agro aragonés predominaban los métodos de producción familiar, con un carácter bastante conservador y por dado a la entrada de nuevas ideas; es decir no parecía el lugar más indicado para llevar a cabo colectivizaciones.
Tipos de las explotaciones aragonesas[1]
La idea de colectivizar las tierras aragonesas se expone en la Conferencia Regional Agraria de Sindicatos de la CNT celebrada en Zaragoza los días 3 y 4 de abril de 1936 como alternativa a la reforma agraria y solución al problema campesino. En este sentido esta conferencia fue la precursora de los debates y acuerdos del pleno del Consejo Nacional de la CNT de mayo de 1936.
Como siempre ocurre cuando se estudian las colectividades, sea en plan general o local, las cifras en cuanto a tierras colectivizadas y colectividades creadas son dispares. Según fuentes anarquistas en Aragón se colectivizó el 75% de la tierra cultivable. Esta cifra parece exagerada ya que si estudiamos las dos poblaciones de más importancia de Aragón controlas por la República, observamos que el porcentaje de tierra colectivizada es de no demasiada relevancia. En Caspe (Sede del Consejo de Aragón) la colectividad no llegó a afectar ni al 10% de la población, mientras que en Alcañiz (sede del Comité Regional de la CNT) había 600 colectivistas que solamente disponían de 250 hectáreas de regadío y 1000 de secano.
En cuanto al número de colectividades, como suele ocurrir, bailan las cifras. Según la ARMHA[2] se crearon 280 colectividades que agrupaban a 141.794 personas (Huesca, 137/85.222; Teruel, 116/48.618; Zaragoza, 24/7.524). Según Peirats (vol.1:286) se crearon 450 colectividades que agrupaban a 433.000 trabajadores; para Brademas son 450 las colectividades agrupando a unas 300.000 personas. Catalán afirma que en 1937 en Aragón existían 306 colectividades; 275 bajo control de la CNT y 31 de la UGT[3]; según Carrasquer (:35) se crearon 25 Federaciones Comarcales[4], que en 1937 agrupaban en torno a las 600 colectividades. Mintz (:102) mantiene que en febrero de 1937 había 275 colectividades que agrupaban a 80.000 personas; en mayo habían ascendido a 450 y 180.000 colectivistas. Se podría concluir que, aunque no exacto, el número de colectividades estaría entre 400 y 450 colectividades. Algunas fuentes señalan que a finales de junio de 1937 el número de colectivistas había llegado a 300.000, lo que representaba el 70% de la población del Aragón republicano.
David Vela ha realizado un estudio sobre el número de colectividades aragonesas teniendo en cuenta las representadas en el Primer Congreso Extraordinario de Colectividades celebrado en Caspe el 14 y 15 de febrero. Compara sus datos con los expuestos por Juan Zafón en su obra El Consejo revolucionario de Aragón, 1979:78-80
Otros debates abiertos sobre el proceso colectivizador en Aragón son, por un lado quiénes fueron mayoritariamente los creadores de las colectividades, y segundo, si estás se hicieron voluntariamente o mediante el empleo de la fuerza por las milicias anarquistas.
Generalmente en la literatura sobre el tema se suele incidir en que fueron las milicias anarquistas llegadas desde Barcelona las que procedieron a las incautaciones y a la ceración de las colectividades; un ejemplo es lo que dice Julián Casanova (1986:59): En Aragón […], los que propagaban las ideas colectivistas, coordinaban sus actividades y proponían sus reglamentos eran en su mayoría trabajadores de la ciudad que impulsan la revolución en el medio agrario y mantienen posiciones apologéticas de la colectividad y el campo. Contra esta tesis se manifiesta Luis Garrido (2016:268-269): En Aragón la CNT impuso la colectivización de abajo a arriba […], en contra de la interpretación tradicional sobre que fue el nuevo poder surgido de las milicias anarcosindicalistas el que impuso la colectivización […], las cada mejor conocidas colectividades agrarias catalanas y aragonesas demuestran, contra de la interpretación tradicional, que la colectivización agraria fue casi siempre una decisión personal y libre[5].
Personalmente creo que ninguna de las dos posturas se pueden tomar como verdades incuestionables. Es cierto que algunas colectividades fueron creadas por las columnas anarquistas venidas de Barcelona, sobre todo en poblaciones donde no había una fuerte implantación anarquista, como por ejemplo Pina de Ebro (Zaragoza); pero no es menos cierto que en otras poblaciones, como en las oscenses Fraga o Monzón, por citar dos ejemplos, nada más conocerse el golpe de Estado se crearon comités de defensa que fueron los que propiciaron las colectividades.[6]
Las primeras colectividades aragonesas se forman en agosto de 1936, proceso que continuó hasta el verano de 1937. Muchas de estas fueron disueltas tras la disolución del Consejo de Aragón el 11 de agosto de 1937, pero también fueron no pocas las que continuaron existiendo hasta la caída del frente aragonés.
Si bien la mayoría de las colectividades en Aragón estuvieron dirigidas por anarquistas, también las hubo mixtas CNT-UGT, como fueron las de Albalate del Arzobispo (Teruel), La Puebla de Hijar (Teruel), Gelsa (Zaragoza), Grañén (Huesca), Bujaraloz (Zaragoza), Utrillas (Teruel) o Caspe (Zaragoza). Esto desmiente en parte la rotunda afirmación de Julián Casanova de que hubo muchas fricciones entre ugetistas y cenetistas; afirmación que no comparte Díez Torre (2009:75). De forma que la «agria polémica», en la que se habrían enzarzado ugetistas y «sus compañeros cenetistas» y, desde luego la oposición de la UGT en Aragón frente al colectivismo, no nos parece, ni mucho menos, la evidencia que parece representar para Casanova.
Las declaraciones algunos dirigentes aragoneses socialistas, como el líder del PSOE aragonés Ernesto Marcén, o los ugetistas maños Pedro Civera, Pablo Cortés, José Pérez y Pérez o Arsenio Gimeno, contradicen, de alguna manera, la afirmación de Casanova. Pablo Cortés (cofundador de la Colectividad Libre CNT-UGT de Caspe) decía: […] quienes hemos practicado la convivencia social dentro de la colectividad sabemos las ventajas y virtudes que lleva en si […] y para ello nada más práctico que impulsar el colectivismo impidiendo a los individualistas el que trabajen un palmo de tierra más de la que puedan cultivar con su esfuerzo particular, a lo más familiar […] pues con la unión de los trabajadores colectivamente se evita la explotación del hombre por el hombre[7].
Otra prueba del entendimiento que hubo entre las dos centrales sindicales son las bases presentadas por la CNT, con el apoyo de la UGT, para la colectividad mixta de Caspe: ninguna actividad colectiva puede significar en modo alguno coacción a favor de ninguna de los dos sindicatos[8]
Los que sí estuvieron «metiendo cizaña» constantemente fueron los comunistas, como hicieron en otras zonas colectivizadas de la España republicana. No fueron pocas las veces que se alinearon con los elementos reaccionarios para boicotear la organización colectivista. En ocasiones no dudaron en emplear la máxima violencia, como la que ejerció la columna Carlos Marx en Sangarren; o en poblaciones como Esplús (octubre de 1936), Carbás y Ontiñena (noviembre de 1936), Albelda (enero de 1937), y Olite (mayo de 1937) poblaciones en las que no dudaron en aliarse con los antiguos caciques.
En principio las colectividades dedicaban su producción al autoconsumo o al intercambio con otras colectividades próximas. A partir de que el Consejo de Aragón comienza a intervenir se comienza a exportar los productos fuera de Aragón. La producción de las colectividades aragonesas fue, en términos generales, positiva; el ministerio de Agricultura reconocía que en Aragón la producción de trigo había aumentado hasta alcanzar las 270.000 toneladas; en buena parte este buen rendimiento se debió a la utilización de maquinaria agrícola que se importaba a través del Consejo de Aragón y que éste ponía a disposición de las colectividades.
Los creadores de las colectividades eran más pragmáticos y menos idealistas de lo que suele creer. Sevilla Pastor, colectivista de Mas de las Matas, le comentaba a Ronald Fraser (:73): Sabíamos que no estábamos preparados para alcanzar nuestro verdadero objetivo: el comunismo libertario. El propósito de la colectividad era aumentar la producción para el esfuerzo bélico e impedir la especulación y el beneficio privado.
Ya que se ha mencionado Mas de las Matas habría que señalar que posiblemente esta colectividad fuera un ejemplo de buen funcionamiento. En esta población turolense siempre había habido un fuerte arraigo del anarquismo, por otro lado disponía de tierras fértiles tanto de regadío como de secano. La colectivización se llevó a cabo sin ningún tipo de problema. Los campesinos aportaron sus aperos, sus tierras y su ganado –excepto un par de cerdos por familia que quedaban para disfrute particular-. La tierra se dividió en veinte sectores, a cada uno se le asignó un grupo formado por doce hombres. Se abolió el dinero y se aplicó la máxima de cada cual según sus posibilidades y a cada uno según sus necesidades.
Los colectivistas de Mas de las Matas tuvieron un grave problema cuando se presentaron en el pueblo un grupo de exaltados anarquistas de Alcañiz deteniendo a todo el comité local por no haber asesinado a las gentes de derechas que había en el pueblo, asesinato que ellos sí llevaron a cabo.[9]
Organización y desarrollo
No fueron, en general, tan desorganizadas como puede pensarse. Se solía llevar una exhaustiva contabilidad. También solían controlar bastante el consumo, en la localidad oscense de Naval se estableció un carnet en donde se anotaban los artículos entregados a cada persona, también llevaban un minucioso libro de cuentas donde se anotaban diariamente las salidas y entradas de productos. En otros lugares se establecieron racionamientos, como en Barbastro.
Otra novedad que nació en las colectividades fue la abolición del dinero en algunos casos o la creación de una moneda propia, como se hizo en Caspe, Velilla del Ebro o Hijar, también se recurrió a la emisión de vales.
Lo de la abolición del dinero no tuvo en ocasiones el efecto deseado, así se lo confesó el secretario de la Colectividad de Mas de las Matas Ernesto Margeli a R. Fraser (:72-73): Creíamos que aboliendo el dinero curaríamos muchos males. Desde pequeños habíamos leído en los pensadores anarquistas que el dinero era la raíz de todos los males. Pero no teníamos ni idea de las dificultades que nos causaría. Resultó uno de los errores más grandes que cometimos. Además, el lio fue aún mayor porque en cada pueblo circulaba dinero distinto.
No fue la única cosa que no acabó de funcionar en algunas colectividades aragonesas. Fernando Aragón, colectivista de Angüés contó a Ronald Fraser (:93-94) algunas de las deficiencias de su colectividad, por ejemplo la actitud del comité del pueblo a los que acusa de estar ganando dinero a costa de la colectividad y de que los mejores alimentos iban para ellos. También cuenta que su mujer Francisca tuvo gemelos y fue a reclamar más ropa, solicitud que en principio fue denegada: Si te damos algo todas las preñadas vendrán a pedirnos cosas, también le negaron un coche para llevar a uno de sus hijos, que estaba enfermo, a que le viera el médico de Barbastro. Finalmente los dos gemelos de Fernando Aragón y su esposa Francisca murieron de sarampión.
Fernando Aragón continuó con sus críticas al Comité: No había forma de quitarse de encima a aquellos miembros del comité. Ellos tenían las armas. No podíamos votar para echarlos. Sólo convocaban asamblea general cuando uno de ellos se hartaba y quería marcharse […] de una cosa estoy convencido; si hubiéramos ganado la guerra, los trabajadores habríamos tenido que empezar otra para librarnos de esa gente […]. No todos los colectivistas de Angüés recuerdan de la misma manera la colectivización, como veremos en el apartado de testimonios.
Aunque en los Consejos municipales había presencia mayoritaria de anarquistas, hubo localidades en los que había miembros de otras formaciones como en Alcorisa donde el Comité de Administración estaba compuesto por diez miembros de la CNT, dos de la FAI, dos de Izquierda Republicana, y dos de Acción Republicana. Bien es cierto que eran los cenetistas los que decidían si la colectividad continuaba o se disolvía.
Porcentaje de los miembros de la CNT en los Consejos Municipales[10].
Cierto es también que este comité ejercía algunas acciones que podían considerarse coacciones. Teóricamente quién quisiera podía abandonar la colectividad, pero la asamblea podía decidir que la retirada no estaba justificada, en ese caso la persona que quería irse no podía recuperar los bienes que hubiera aportado. Otra manera de ejercer presión era que los agricultores que no entraran en la colectividad tenían que vender obligatoriamente su producción al Consejo municipal, que les pagaba con la moneda local, lo que les obligaba a gastar sus ganancias en el mismo pueblo.
Hemos visto algunos de los tipos de coacciones que se llevaban a cabo para hacer que los campesinos de un lugar entraran en la colectividad, aunque teóricamente en la mayoría de los pueblos se decía que quién quisiera podía mantenerse al margen de la colectividad. En Binéfar a los que no querían entrar en la colectividad se les dejaba cultivar sus tierras pero con condiciones. El Comité las dio a conocer en un comunicado: Queda bien claro, sin embargo, que a partir de este momento no habrá asalariados y que aquellos que no quieran entrar en la colectividad podrán trabajar sus tierras; pero sólo las que puedan cultivar con su familia, ya que si tienen más de las que puedan cultivar el resto les serán requisadas[11]
La convivencia entre colectivistas e individualistas no solía ser fácil, dando a pie a situaciones que en ocasiones eran algo cómicas, como en Calanda donde había dos bares, uno para colectivistas y otro para individualistas.
También es cierto que hubo otras localidades en donde la convivencia fue bastante tranquila. En Mas de las Matas el comité antifascista que se encargó de organizar las colectividades lo componían mitad anarquistas y mitad republicanos. Mas de las Matas fue una de las colectividades que mayor éxito tuvo en todos los aspectos.
Para estructurar una organización de tipo federal de la economía se convocó el Primer Congreso Extraordinario de Colectividades, celebrado en el teatro Goya de Caspe el 14 y 15 de febrero de 1937[12]. En este Congreso se creó la Federación Regional de Colectividades de Aragón. En el acta del Congreso se definen sus objetivos[13]: entre ellos estaban propagar el colectivismo, crear escuelas profesionales, buscar la expansión comercial. Y también organizar veladas de cine, teatro, crear bibliotecas, fomentar la cultura en todos sus aspectos. Se nombró secretario general a José Mavilla Villa, que fuera consejero de Agricultura del Consejo de Aragón.[14]
La Federación, totalmente controlada por la CNT, sirvió para un constante intercambio de ideas, recursos, la creación de almacenes comunales; establecieron una red económico-agraria, fomentó la creación de federaciones comarcales, que se encargarían de solucionar los problemas que surgieran en las colectividades locales. Toda su actividad se hizo bajo un principio inalienable: la solidaridad.
Una resolución importante fue la abolición del dinero para el abastecimiento interno de Aragón: Debe abolirse la circulación de la moneda en el seno de las colectividades, creando en su defecto la cartilla de racionamiento, quedando en poder de la colectividad la cantidad precisa para sus necesidades internas. Para que el comité regional pueda atender el abastecimiento de las colectividades en lo relativo a importación, las colectividades o los comités comarcales facilitarán al comité regional una cantidad de acuerdo con la riqueza de cada colectividad o comarca, para crear la Caja Regional.
Sobre los individualistas redactaron seis puntos, destacaré dos de ellos:
Punto 1: Al apartarse los pequeños propietarios por propia voluntad de las colectividades, por considerarse capacitados para realizar si ayuda su trabajo, éstos no tendrán derecho a percibir nada de los beneficios que obtengan las colectividades.
No obstante esto, su conducta será respetada siempre que estén dispuestos a no tratar de perjudicar los intereses de las colectividades.
Punto 4: Ningún propietario que esté apartado de la colectividad podrá trabajar más fincas que aquellas que le permitan sus fuerzas físicas, prohibiéndosele en absoluto el empleo de asalariados.
Algunos de los firmantes de las resoluciones del Congreso fueron Antonio Ejarque (Comité Regional de la CNT), E. Sopena (Barbastro), José Abós (Pina de Ebro), Tomás Artigas (Calanda), Joaquín Temprano (Muniesa) y Alberto Aguilar (Consejo Comarcal de Muniesa)
La Federación Regional tuvo en ocasiones enfrentamientos con el Consejo de Aragón por cuestiones de competencias. Uno de estos enfrentamientos vino provocado por negarse algunas colectividades, como Alcorisa o Binéfar a que el consejero del departamento de Agricultura, Adolfo Arnal Gracia, formara parte del grupo que tenía que elaborar un informe sobre la Estructuración de la Federación Regional de las Colectividades Agrícolas. El rechazo era para evitar que hubiera influencias políticas; por su parte el Consejo de Aragón quería participar por temer que la Federación fuera más independiente de lo deseado. Pudiera ser, como apunta Díez Torre (2009: 141) que fuera un intento del PCE de frenar a los colectivistas anarquistas. De hecho la Ejecutiva Provincial de la UGT –copada por los comunistas- prohibió a su sección acudir a la convocatoria para la creación de la Federación.
En los pueblos también se colectivizaron otras actividades ajenas a la agricultura. Poe ejemplo, en Graus (pueblo natal de Joaquín Costa), de tras zapaterías quedó una, de seis panaderías quedaron dos, de cinco carnicerías se hicieron dos, etc. En otros lugares como Mas de las Matas se colectivizaron varios oficios, como el de las costureras.
Generalmente se establecieron salarios familiares, que diferían de una población a otra; por ejemplo, en Binéfar un individuo sólo y sin familia cobraba 24 pesetas a la semana; un matrimonio cobraba 30 pesetas, con un hijo menor de 6 años 33 pesetas; una familia de cinco miembros (tres adultos y dos menores) 45 pesetas a la semana, además tenían el consumo libre de pan, aceite, farmacia y médico, también la vivienda era gratuita.
Balance
En cuanto a los resultados obtenidos por el proceso colectivizador aragonés, tuvo pros y contras. Según Carrasquer (:29), en el segundo año de colectivización las cosechas, en Aragón, aumentaron entre un 20% y un 30%. Durante el año 1937 la producción de trigo, aceite o azúcar, por poner unos ejemplos, se incrementaron un 20% con respecto a años precedentes, y eso teniendo en cuenta que se estaba en plena guerra, con todas las limitaciones que eso supone, a los que habría que añadir la hostilidad de la práctica totalidad de los partidos políticos, del gobierno central, e incluso de la Generalitat, tiene aún más mérito. Por el contrario en las zonas donde la colectivización no fue demasiado importante, como fue el caso de Cataluña[15], la producción sufrió un descenso significativo.
Como apunta Díez Torre, (2009:24) Todo parece contribuir a considerar […] que la introducción de un trabajo racionalizado en áreas y comarcas enteras, el uso pertinente y complementario de mecanización y fertilizaciones inéditas, incluso la adopción de métodos experimentales –como en algunas granjas de cultivo y cría animal- llevadas a cabo bajo la nueva estructuración colectiva son responsables de tales aumentos.
Los cambios efectuados, en su mayoría para bien, fueron en algunas poblaciones radicales, como ejemplo en Graus (Huesca). En esta población participaron en la colectividad prácticamente la totalidad de sus 3.300 habitantes, siendo además la impulsora de la colectivización en la comarca, que englobaba a 39 pueblos. Según testimonio de Prats[16], la pequeña villa era «un todo económico al servicio del bien común y los intereses colectivos», con sectores diversos (tierra, ganado y explotación pecuaria, molinos, comercios, artesanía varia, profesiones liberales) bajo normas colectivas, tenía toda la actividad administrada por una Caja comunal que aumentó las reservas económicas y la base financiera inicial de la Colectividad 8que era conjunta, apoyada por los dos sindicatos locales CNT y UGT). Todo ello en once meses, además de dar curso a proyectos innovadores y un horizonte dinámico, en el que Graus estaba cambiando hasta de fisonomía de pequeña villa comarcal: ya sin caciques ni régimen individualista preponderante, con rótulos y muestras que pregonaban «la nueva era del colectivismo»[17]
Si hemos de decantarnos por dar una nota final al colectivismo aragonés, esta sería positiva. Dejaron ejemplos más que positivos de lo que representaba el colectivismo: generalizar el salario familiar, creación de instituciones y resortes de ayuda mutua, rotación y préstamos de mano de obra y maquinaria, incluso cesiones de tierras de las colectividades más agraciadas, de intercambio o utilización conjunto de pastos. En definitiva llevaron a cotas muy altas el término solidaridad y ayuda mutua, siguiendo las máximas de Piotr Kropotkin expuestas en su obra El apoyo mutuo. Un factor de la evolución.
Pero no solo actuaron en la producción agrícola; crearon escuelas, centros culturales, fomentaron ciclos de conferencias culturales, crearon hospitales –como el de Binéfar, con cuarenta camas-, llevaron la electricidad y el teléfono a muchos pueblos que carecían de estos servicios, etc. Un ejemplo de que algunas cosas las hicieron muy bien es que cuando los franquistas tomaron los pueblos aragoneses utilizaron algunas de las infraestructuras agrarias creadas por los colectivistas.
Si en algo fallaron fue en hacer políticas de igualdad de género. La mujer continuó cobrando menos salario cuando trabajaba, ya que generalmente se continuó relegándola a hacerse cargo de las tareas domésticas o a la elaboración del pan. No obstante sí hubo mujeres que tuvieron un papel relevante en el período de las colectividades. La organización femenina Mujeres Libres creó la Escuela de Madres, en donde se impartían clases nocturnas –para no entorpecer la jornada de trabajo- de alfabetización. Proliferaron en las comarcas de La Litera, Cinca y Barbastro. Tal fue el éxito que se creó la Federación Regional de Mujeres Libres. En una reunión celebrada en Albalate del Arzobispo (Teruel) se constituyó el Comité Regional de Mujeres Libres, nombrando secretaria general a Pepita Grau (de Monzón), vicesecretaria Pilar Ballester (Albelda), encargada de organización Marión Pérez (Monzón) y tesorera Paquita Ocins (Monzón). En poco tiempo hubo grupos organizados de mujeres en más de veinte poblaciones.
¿Imposición o libertad?
Se ha discutido mucho sobre si las colectividades aragonesas fueron fruto de la espontaneidad de los campesinos o si, por el contrario, las impusieron las columnas anarquistas provenientes de Barcelona y Valencia. Según José Luis Ledesma[18], opinión que comparto, hubo dos procesos bien distintos, uno el protagonizado por las columnas de milicianos, otro por el iniciado por los propios campesinos.
No se puede negar que hubo episodios de violencia, episodios que desde cierta literatura –destacando la de inclinación comunista- se ha magnificado. Franz Borkeanu[19](:82) habla de que en Fraga los anarquistas, bajo la influencia de la columna Durruti, asesinaron a mucha gente para imponer la colectividad. Rebatiendo esta afirmación existen los testimonios de dos terratenientes de derechas que aseguran que Durruti se oponía a las ejecuciones.
El forzar a colectivizarse iba en contra de los principios anarquistas; pero sin duda sí se empleó en algunas poblaciones. Posiblemente una de las razones por las que se utilizó la violencia fuera la inminente necesidad de surtir de alimentos los frentes de batalla o a las propias columnas de las milicias anarquistas. En este sentido Macario Royo –dirigente de la CNT aragonesa- daba una explicación: Todos estaba desorganizado. Las columnas dependían de los pueblos, no tenían otras fuentes de suministros. Si no hubiese habido colectividades, si cada campesino se hubiera guardado lo que producía para disponer de ello a su antojo, el asunto de los suministros se habría puesto mucho más difícil[20].
Como he comentado los ataques más feroces contra las colectividades aragonesas provenían de los comunistas. En el órgano del PCE Frente Rojo del 14 de agosto de 1937 se decía: En cuanto a las colectividades se refiere, diremos que no hay un solo campesino aragonés que no haya sido forzado a entrar en las mismas. El que se resistió sufrió en su carne y en su pequeña propiedad la sanción terrorista (…) Se les incautaron sus tierras, se les obligó a trabajar de sol a sol en sus propias tierras en jornada agotadora, recibiendo un salario de noventa y cinco céntimos. Al que resistió se le privó del pan, del jabón y de lo más indispensable para vivir. Se incautaron de todos los alimentos de consumo privado. En los consejos municipales se instalaron los fascistas conocidos y calificados […][21]. Hay que señalar que en este «panfleto» se mezclan exageraciones, distorsiones y burdas mentiras a partes iguales. También hay que resaltar que es cierto que hubo requisas violentas y abusivas en muchas poblaciones, pero que estas no solamente las llevaron a cabo columnas anarquistas, por ejemplo no fue nada ejemplar la actuación de la columna Carlos Marx comunista.
Cierto es pues que existieron coacciones y abusos que fueron denunciadas incluso por el Consejo de Aragón: sin control de ninguna clase, se llevan a cabo requisas de víveres, ganado y objetos de toda clase, en toda la región, estos hechos hicieron que al mes de su existencia el Consejo prohibió cualquier tipo de requisa: las columnas antifascistas no deben ni pueden inmiscuirse en la vida político-social de un pueblo.
Para terminar la cuestión dos opiniones que son contrarias a la teoría de que las colectivizaciones se hicieran mayoritariamente por la fuerza: Félix Carrasquer[22]: si una centuria, por ejemplo, hubiera ido a un pueblo y obligado a sus habitantes a construir una colectividad, al marcharse, aquella estructura impuesta se habría disuelto por una mangua de interés de quienes habían actuado a la fuerza y porque tampoco hubiera habido en el pueblo quienes estuvieran en condiciones de animar y administrar la colectividad (Carrasquer: 17)
Ovejero (2016: 218) aporta otra interesante interrogante: Además, si la entrada en la colectividad fue forzada por la presencia de milicias anarquistas, ¿por qué a partir de julio o agosto de 1936, surgieron en casi todas las zonas de la España republicana, no habiendo milicias libertarias en la mayoría de ellas?
Hay otros detalles que hacen dudar de la teoría de la «masiva» utilización de la violencia. En las colectividades que formaron la CNT con la UGT ¿también se utilizó la violencia?; y otra incógnita es porqué cuando las tropas de Lister intentaron «reorganizar las tareas agrícolas se encontraron con la dura oposición de muchos campesinos, y porqué muchas de ellas continuaron funcionando como antes de la disolución del Consejo de Aragón y la detención de cientos de militantes anarquistas.
Testimonios
Los testimonios de colectivistas aragoneses que ofrezco en este aparatado están tomados del documental producido por Manuel Gómez y Marco Potyomkin: Sueños colectivos.
Luis Hernández (hijo de colectivista de Albalate de Cinca): Era tal la miseria que algunas familias cedían a algunos de sus hijos a otras más pudientes para que trabajaran sus campos. Se ofrecía a los hijos de «pinches» que se decía. Los pastores de la sierra no tenían perros, y los niños hacían las funciones de estos. Trabajaban de sol a sol.
La miseria era común en el campo aragonés.
Los jornaleros trabajaban por 2 pesetas y un plato de sopa a las seis de la mañana.
José Oto Ezquerra (colectivista de Albalate de Cinca): En Albalate mandaban seis o siete familias, las ricas del lugar.
Sin moneda se puede vivir muy bien, como se ha comprobado, sin dinero hemos vivido trece meses y podíamos haber vivido trece mil años sin moneda.
Martín Arnal Mur (colectivista de Angüés): Se nos estaba yendo la cosecha, y que había que hacer harina, y que había que distribuir pan […] y que había que recoger las mieses, y entonces se organiza de seguida una asamblea en la plaza. En esa asamblea se decidió trabajar en común para recoger la cosecha, y es entonces cuando se decide hacer la colectividad.
A partir de ese momento se hizo la abolición del dinero, que es la base principal[…], se organizó de forma que fuera el dinero el que organizara, sino que fuéramos nosotros los que organizáramos la vida, así que ni pobres ni ricos, allí se acabó con todo eso.
Tratábamos de que no hubiera gente pobre ni rica.
Mariano Viñuales (colectivista de Huerto): Este pueblo como era de tendencia comunista pues se formó a estilo de la Unión Soviética […]se cobraba según las necesidades de la casa, al cabeza de familia 5 pesetas, y por cada uno más 2,50.
Alejandro Pascual (colectivista de Angüés): Pues había quién decía ser individualista y que podían vivir así, se les dejó marchar y fueron remunerados por el tiempo que habían trabajado, se les dio herramientas de trabajo; pero se les impuso «trabajar vuestras tierras, pero no empleéis a nadie, aquí a nadie se explota. Si dejáis las tierras yermas la colectividad se hará cargo de ellas»
Sobre la actuación de las tropas que acabaron con el Consejo de Aragón y con gran número de colectividades recogemos un par de testimonios:
María Sesé (colectivista de Angüés). Vinieron de una manera agresiva, porque detuvieron al comité de la colectividad, y propagaron contra la colectividad para hacer una llamada al individualismo. Quién fue individualista; los que tenían pequeña propiedad, que no estaban dispuestos a que sus riquezas fueran repartidas entre los desterrados.
Martín Arnal: Son militares… un ejército de la República, de una república burguesa que ataca a la clase laboriosa.
Conclusiones
Si algo se puede afirmar con rotundidad es que las colectivizaciones aragonesas fueron un hito histórico, que no tenía precedentes y que no volvió a producirse. Sobre sus resultados los hay positivos y otros no tanto, pero hay que tener en cuenta que posiblemente si a las colectividades que no tuvieron un buen rendimiento se les hubiera dado más tiempo quizás hubieran alcanzado sus objetivos.
El trato historiográfico que se les ha dado ha sido desigual y excesivamente cargado de prejuicios por un lado y de excesiva utopía por otro. Las más duras discrepancias surgen en cuanto a la utilización de la violencia para la creación de las colectividades en Aragón, es indudable que en ocasiones se recurrió a ella pero no es de recibo afirmaciones como las de Paul Preston (:254) de que las colectivizaciones aragonesas se hicieron a punta de pistola, porque es faltar a la verdad.
Posiblemente como decía Hugh Tomas las colectividades aragonesas ni merecieron el desprecio de los comunistas ni la brutalidad de los franquistas.
ANEXO
Bibliografía mencionada
- BORKEANU, Franz (1971): El reñidero español, París.
- CARRASQUER, Félix (1986): Las colectividades de Aragón (edición digital).
- CASANOVA, Julián (1986): Las colectivizaciones, en La Guerra Civil, Historia 16, vol. 16, pp. 42-63.
- CATALÁN CASAS, Rafael (2017): La revolución social en Aragón (1936-1939). Trabajo fin de grado.
- DÍEZ TORRE, Alejandro R. (2006): La sociedad rural anarquista durante la Guerra Civil española, en Congreso Internacional La Guerra Civil 1936-1939, recurso electrónico.
- DÍEZ TORRE, Alejandro R. (2009): Trabajar para la eternidad. Colectividades de trabajo y ayuda mutua durante la Guerra Civil en Aragón, Madrid.
- FRASER, Ronald (1979): Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la guerra civil española, II, Barcelona.
- GARRIDO GONZÁLEZ, Luis (2016): La plasmación de los ideales revolucionarios en el mundo campesino durante la guerra civil, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 24, pp. 253-286
- MINTZ, Frank (2006): Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria, Madrid.
- ORWELL, George (2003): Orwell en España. Homenaje a Cataluña y otros escritos sobre la Guerra civil española, Barcelona.
- PEIRATS, José (1971): La CNT en la revolución española, 3 vols., París.
VELA SEVILLA, David (2013): ¿Economía de guerra o revolución social? Las colectividades agrarias libertarias durante la Guerra Civil en Aragón 1936-1938; trabajo fin de Máster
FILMOGRAFÍA
- GÓMEZ, Manuel y POTYOMKIN, Marco (2011): Sueños colectivos, disponible en https://www.youtube.com/watch?reload=9&v=cMhb9RHrqsY
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA PARA EL CONJUNTO DE LA OBRA
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[1] Tomado de Vela: 48.
[2] Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón.
[3] No menciona a las mixtas que también las hubo.
[4] Las cabeceras de estas Federaciones Comarcales eran, en Huesca: Angüés, Aínsa, Albalate de Cinca, Barbastro, Benabarre, Binéfar, Graus, Grañen, Monzón, y Tardiente; en Teruel: Albalate del Arzobispo, Alcañiz, Alcorisa, Alfambra, Aliaga, Ejulve, Escucha, Muniesa, Mas de las Matas, Mora de Rubielos, La Puebla de Híjar, Pancrudo, y Valdetorres; en Zaragoza: Caspe, Lécera, Pina de Ebro, y Sástago.
[5] Esta misma idea la comparte Alejandro Díez Torre (2006).
[6] La implantación de la CNT en el agro aragonés no era significativa, en 1931 contaba con 4.607 inscritos, cifra que aumentó en 1936 a 10.748. Zaragoza capital era la población con más presencia anarquista, y como sabemos esta estuvo siempre dominada por los sublevados.
[7] Citado Díez Torre, 2009:77.
[8] Citado Díez Torre, 2009: 84.
[9] En la retaguardia aragonesa republicana la violencia represiva segó la vida de 3.900 personas.
[10] Tomado de Catalán: 49.
[11] Citado Vela: 72.
[12] Estaban representadas 25 federaciones comarcales: Alcañiz, Argües, Alfambra, Aínsa, Alcorisa, Albalate de Cinca, Barbastro, Benabarre, Caspe, Ejulve, Escucha, Graus, Grañen, Lécera, Monzón, Muniesa, Mas de las Matas, Mora de Rubielos, Puebla de Hijar, Pina de Ebro, Pancrudo, Sástago, Tardienta y Valderrobres (ver G. Leval: 95).
[13] Ver anexo.
[14] Un antecedente de la Federación Regional podría considerarse a la Federación Comarcal de Colectividades creada en diciembre de 1936 en Monzón, con la participación de delegados de 32 pueblos, estableciendo su sede en Binéfar. Su principal objetivo era recabar información sobre las disponibilidades de cada colectividad, y estudiar las necesidades de cada una de ellas y la forma de cubrirlas.
[15] En Lérida descendió un 30%, en Tarragona un 20%, también descendió en Levante, mientras que en Castilla-La Mancha –zona con muchas colectividades- aumentó un 15%.
[16] Alardo Prats y Beltrán, era periodista republicano. Le conocían como el «Valle Inclán chico» por su relación con el gran dramaturgo. Entre otros cargos fue gobernador civil de Zamora antes de la guerra. Autor de varias obras literarias entre las que cabe mencionar Vanguardia y retaguardia de Aragón. La guerra y la revolución en las comarcas aragonesas (reeditado en 2006)
[17] Ver Díez Torre, 2009:40-41)
[18] Ver Sueños colectivos.
[19] Franz Borkeanu, antiguo militante comunista –lo era cuando estuvo en la zona en agosto de 1936-, se convirtió en un feroz crítico del comunismo; miembro activo del Consejo por la Libertad y la Cultura, organización auspiciada por la CIA durante la guerra fría, y del que formaban parte, entre otros, el historiador norteamericano Burnet Bolloten.
[20] Citado Fraser: 95.
[21] Citado Fraser: 62.
[22] Pedagogo anarquista que vivía en Aragón en el tiempo de las colectividades. Fundó en Monzón la Escuela de Militantes.