En el presente artículo intentaré exponer el porqué del determinado uso que se da al término Reconquista por parte de la historiografía española. Aparte de mi propio análisis me he basado en los artículos de: Ayala Martínez, Carlos de, “La Reconquista: ¿ficción o realidad histórica?”, en Gordo Molina, Ángel y Melo Carrasco, Diego (coords.), La Edad Media peninsular. Aproximaciones y problemas, Gijón, Trea, 2017, pp. 21-38 y García Sanjuán, Alejandro, “Cómo desactivar una bomba historiográfica: la pervivencia actual del paradigma de la Reconquista”, en Ayala Martínez, Carlos de, Fernandes, Isabel y Palacios Ontalva, J.Santiago (eds.), La Reconquista. Ideología y justificación de la guerra santa peninsular, Madrid, 2019, pp. 99-119. En el primero Carlos de Ayala nos expone muy claramente el proceso de construcción del relato (amparado por el neogoticismo) que relaciona a los cristianos del norte con el anterior reino visigodo y por lo tanto pretenderá crear la idea de legitimidad histórica del proceso de expansión hacia el sur peninsular dominado por los musulmanes. Por su parte el segundo viene a complementar la visión meramente histórica del primero, aportando nociones historiográficas, que nos apuntan como el propio término de “Reconquista” es creado en el siglo XIX por el nacionalismo españolista, siendo recogido como principio básico de la obra de Claudio Sánchez-Albornoz y posteriormente vuelto a ensalzar con la instauración del franquismo.
Para iniciar me gustaría exponer que considero que a pesar de que existan tres posiciones historiográficas al respecto del uso del término, la segunda (partidaria del uso acotado del término) se antepone con la tercera (partidaria de substituir y abandonar el término) pero deja la puerta abierta a la primera (partidaria del uso del término como si no pasase nada). Por lo tanto mi posición es la de desterrar del ámbito académico el término de Reconquista, substituyéndolo por el de “conquista/expansión cristiana” por ejemplo. Esto no es porque lo considere ofensivo o inoperativo, sino que las connotaciones que conlleva pueden derivar en auténticas monstruosidades interpretativas.
Ante a aquellos que lo consideran necesario, creo que a lo que se refieren es a que se trata de un término operativo (refiriéndose con claridad a un proceso de creación de un discurso histórico legitimador), pero esta operatividad se contrasta con la ideologización del mismo, lo que descarta su inocencia y es por esa razón por la que creo que debería ser eliminado sin paliativos. No se trata solo del uso del término, es todo lo que puede derivar del mismo. Considerándolo como necesario, operativo e inocente estamos justificando en cierta medida las manipulaciones históricas que sobre el mismo se edificaron. Este no es el único tópico que debe ser desterrado de la historiografía hispánica… (la traducción literal tan común de Hispania por España como si tratase de la misma entidad territorial, el mantenimiento del negacionismo del shock que supuso la conquista americana, el constante recurso a la Leyenda Negra, la sobredimensión de personajes como Laín Calvo y Nuño Rasuda, Fernán González o el Cid, esconder el profundo reaccionarismo que se escondía tras los que organizaron la resistencia en la Guerra de Independencia contra los franceses…)
No debemos olvidar el contexto de origen del término, que tal como se nos indica en los artículos surgirá en el siglo XIX, por lo que ya nació impregnado de nacionalismo. Una de las interpretaciones académicas del nacionalismo (la más racional a mi entender) es la de que este sería la base de una construcción burguesa que pretende diluir las diferencias sociales que mediante recursos sentimentales (por lo tanto irracionales) pretende crear un ente nacional homogéneo que acabe con las tensiones sociales. En el caso concreto de mitos como la Reconquista este diluye las tremendas diferencias sociales que caracterizan a España desde la consolidación del feudalismo hasta la actualidad, así como posteriormente el concepto de Cruzada nacional será utilizado para borrar de la historia a los perdedores de una guerra civil que aún siguen esperando justicia en fosas comunes.
Por otro lado para aquellos que sigan una visión españolista de la historia el término es válido, con el trasfondo de la legitimidad de los cristianos para expulsar a los musulmanes. Desde estas posiciones se mantiene la visión catastrofista de la invasión árabe, negando su legado cultural. Por no hablar de la supuesta panacea que sería para las mujeres vivir en tierra de cristianos, algo que los documentos parecen no respaldar. Por lo tanto lo que nos deja en claro es que de nuevo el españolismo se forjaba sobre valores negativos, como en la actualidad. Todo esto lo deja magníficamente expresado en su artículo Alejandro García Sanjuán, cuyos argumentos consiguen imponerse a la buena fe de Carlos de Ayala Martínez.
A aquellas personas que hacen historia sin pensar ni en los cambios históricos y ni siquiera en los propios documentos históricos no es suficiente con marginarlos, hay que tener una actitud beligerante ante los mismos, destruyendo científicamente las bases de su discurso. Para esto argumentos nos sobran, aunque ellos tengan los medios económicos que hacen que la autonomía de la academia a veces se resienta. Logrando este propósito se desmontaría uno de los mitos fundacionales de la derecha española.
Aunque peque de reduccionista, me atrevería a proponer que estos mitos históricos se deben combatir en las escuelas. Tal como ya expresé es en el ámbito académico donde se debe luchar contra la mitología histórica, pero su capacidad de divulgación siempre va a ser muy limitada. Por lo tanto considero que la labor de divulgación a amplia escala es esencial, ya que es en la adolescencia cuando nos formamos nuestro imaginario histórico y si, aunque sea de manera superficial, seguimos escuchando términos como Reconquista, se deja la puerta abierta a futuras tendencias antisociales con base en la frustración o la marginación social. Esto es lo que nos vendría a explicar F. Javier Peña Pérez en su obra El surgimiento de una nación. Castilla en su historia y en sus mitos, diciendo algo así como que el elenco de mitos nacionalistas que fundamentan los estados modernos actuales son un “campo abierto donde el tiempo va dando cuerpo imaginario a los deseos insatisfechos, a los miedos incontrolados y a las frustraciones consumadas, tanto individuales como colectivas” (p.77). Por todo esto la labor de los historiadores es fundamental, debiendo luchar duramente contra nuestras pasiones nacionalistas cada vez que nos pongamos a elaborar historia. Por otro lado considero que es muy necesario una labor de revisión crítica de autores como Claudio Sánchez-Albornoz, ya que, a pesar de su ingente labor histórica y calidad intelectual, se trata de un hombre preso de su tiempo y sus convicciones filosóficas y religiosas, por lo que cuanto menos deje de sustentarse el medievalismo español en su obra menos argumentos a favor de posiciones exotéricas podrán sostenerse.
Sin embargo creo que sería errónea la interpretación del intento de restauración del término Reconquista como un fenómeno aislado y que se produce por generación espontánea. No debemos olvidar que sobrevivimos en un país en el que un dictador (que, tal como los astures consideraban que los visigodos habían caído por sus numerosos pecados, veía a la monarquía reflejada en Alfonso XIII como una institución decadente presa de la masonería) legó su mando a un rey, el cual aún nos rige. En ese mismo país no se declaran anticonstitucionales partidos de extrema derecha, ni se ilegalizan partidos que sentencias judiciales los equiparan a organizaciones criminales, y demás actos infames que de sobra todos conoceréis (me estoy refiriendo al PP). En esto encajaría el hecho de que en la Transición se debieron purgar muchas cosas que luego no se purgaron, siendo los restos de esa historiografía españolista una clara muestra de esto.
Finalmente destacar que esta se trata de una visión muy crítica pero también muy subjetiva de la historiografía española (quizá algo perturbada por los acontecimientos recientes y la situación de enclaustramiento), ya que ante la visión del medievo como período formador de “caracteres nacionales” me considero más a favor de las tesis iniciadas (siguiendo las tesis pioneras de Bloch o Duby) por Abilio Barbero y Marcelo Vigil, con algunas continuadoras como Reyna Pastor entre otras, que se inclinan más por ver en la historia medieval la consolidación de una sociedad profundamente desigual, que cada vez cerca más a un campesinado en retroceso que con el devenir histórico se acabará convirtiendo en el maltratado proletariado urbano, marcado desde entonces por el signo de la derrota histórica, un derrotado proletariado del cual somos herederos, pero ante esto se nos pretende imponer ideas de odio racial o cultural (esencia básica de la teoría postmoderna de Samuel Huntington) olvidando nuestro origen y destino común.