Hacía tiempo, mucho de hecho, que tenía en la cabeza contar unos acontecimientos que, a pesar de la magnitud de los sucesos ocurridos esos meses, parece que han desaparecido de la memoria colectiva, literaria o periodística de este país. O mejor dicho, casi no se ha escrito ni contado nada al respecto, por lo que el olvido parece ser su destino. Reconozco que no solo tenía un interés investigador y divulgador, esas huelgas y manifestaciones las viví en primera persona junto a una generación de estudiantes de la pública que tuvo su bautismo de fuego en lo que serían unas luchas y reivindicaciones que siguen vigentes hoy día en el ADN de muchos de nosotros. Oí hace poco a un sociólogo decir que las edades entre los 16 y 24 años son las que más nos marcan ideológicamente y en valores, y sin duda a muchos nos dejó marcados, aunque sea en el subconsciente.
El curso escolar de 1986-87 fue probablemente uno de los más agitados a todos los niveles en la historia de España. Si bien la Universidad siempre fue un campo de batalla tradicional, en las huelgas de ese curso la principal fuerza motora serán los Institutos, es decir, los estudiantes que por entonces tenían (tenía) entre 13 y 17 años. Habría que recordar a los más jóvenes que antes en el Instituto se entraba con 13-14 años. Es decir, la iniciativa y el grueso de las reivindicaciones las llevaron menores de edad.
Contexto histórico
Pero para entender mejor lo que ocurrió entre noviembre de 1986 y abril de 1987 en los institutos y universidades españolas, nos tenemos que remontar a una época en la que el PSOE de Felipe González gobernaba con mayorías absolutas, lo que le dejó manos libres para “reformar” y “modernizar” grandes sectores de la economía y el estado, traicionando a gran parte de su base social, por cierto.
En esa época las reconversiones industriales, sin ofrecer alternativas, habían llevado al paro a miles de trabajadores. En algunos astilleros los enfrentamientos con la policía fueron descomunales, estando la represión y brutalidad policial siempre presentes. Estos conflictos llevaron finalmente a una huelga general convocada por CC.OO. (la primera de varias) el 20 de junio de 1985, cuando el gobierno quiso hacer una reforma de las pensiones. El éxito de la huelga hizo caer al ministro de economía Miguel Boyer.
A este masivo llamamiento por las pensiones dignas se añadieron más tarde reivindicaciones laborales, salariales, un nuevo plan de empleo juvenil, y el rechazo al comienzo de las privatizaciones de empresas del Estado (SEAT, ENDESA, Telefónica, Repsol, etc.). Todo esto llevaría a otra huelga general en 1988. Incluso UGT tuvo que romper sus ancestrales vínculos con un PSOE que cumplía a rajatabla lo que le mandaba el FMI, el BM y una exigente CEE que obligaba a reestructurar medio país (al gusto de los inversores) si queríamos entrar en “Europa”.
Otro vuelco de Felipe González fue apoyar seguir perteneciendo a la OTAN, en un referéndum que él mismo convocó (era una promesa electoral). A pesar del rechazo generalizado a la alianza atlántica, incluyendo a muchos socialistas, hubo tal tipo de presiones y miedos a la población a quedarnos aislados del mundo occidental que finalmente salió el sí por un escaso porcentaje. Si bien se aceptó democráticamente, dejó el gustillo de otra batalla perdida en gran parte de la población que definitivamente abandonó al PSOE como partido de izquierdas.
A raíz de ello se formó Izquierda Unida para intentar abarcar a toda la izquierda real, y empezó una desconfianza hacia el PSOE que muchos nunca hemos podido quitarnos de encima.
Contexto juvenil
En estos años fue el estreno de un movimiento pacifista juvenil que rechazaba hacer el servicio militar (la “mili” era obligatoria); fueron los tiempos de la objeción de conciencia y la insumisión, y muchos jóvenes fueron a la cárcel por no presentarse en los cuarteles. Este ambiente sin duda influía a los jóvenes mucho, que con un paro casi del 50 % (18% en la población total) empezaban a ver el futuro bastante negro, teniendo cada vez menos la certeza de poder disfrutar de un estado social y trabajo decente. Para rematar, el proyecto del Plan de Empleo Juvenil (que originaría la segunda huelga general contra Felipe González en 1988) abría las puertas a la precariedad laboral de los jóvenes, con salarios de miseria que podían alargarse durante años y condiciones laborales indignas que rebajaban las de un trabajador normal.
A pesar de los problemas, y la falta de financiación, todavía la educación pública mantenía el tipo como elemento integrador y de igualdad de oportunidades. Habría que recordar que no había colegios concertados (aunque sí bastantes privados). Los hijos de los obreros y clases medias tenían un acceso a la educación, sobre todo universitaria, como nunca se había disfrutado antes. Con tasas asequibles y ciertas becas, la generación joven de después de la transición era de las primeras en poder acceder a estudios superiores sin la necesidad de tener mucho dinero. Por fin ya era posible que los hijos de los más necesitados pudieran tener los estudios suficientes para salir adelante, aunque era evidente que el sistema estaba obsoleto al estar vigente todavía la ley franquista de 1970.
Ya en 1983 una primera reforma universitaria introdujo la “Selectividad”, lo que significaba un filtro para entrar en las diferentes carreras. Esto provocó que miles de estudiantes no pudieran estudiar lo que querían, de hecho se creó la Asamblea de los No Admitidos, que tendrá un papel importante en el inicio de las huelgas. En esa reforma también se incluía una subida generalizada de tasas que hizo imposible a muchos alumnos continuar con sus estudios.
Otra reforma parcial fue una ley orgánica, la LODE de 1985, que introducía un “pequeño detalle” que casi pasó desapercibido pero que marcará el futuro de nuestra educación pública para siempre: la creación de “conciertos” con colegios privados, casi todos religiosos. Fue posible gracias a los acuerdos preconstitucionales con la Santa Sede, que permitía subvencionar alumnos de la privada. La excusa para esta actuación inconcebible en cualquier país europeo fue que iba a subirse de 14 a 16 años la enseñanza obligatoria y así se garantizaba la escolarización. En principio sería algo “transitorio” hasta la construcción de nuevos centros públicos.
Como era de esperar la educación iba a ser la próxima presa de los precursores del neoliberalismo global que asomaban la cabecita por todas partes ante la inminente caída del Muro de Berlín. Fue en este momento cuando la educación española pasó de poder seguir los modelos nórdicos de enseñanza pública de calidad, a este ominoso sistema mixto actual que promueve las desigualdades y el clasismo, como está archidemostrado por cientos de estudios.
Pero quizás el elemento que más determinó el propio estallido de los acontecimientos fue la masiva movilización de estudiantes en Francia por una reforma universitaria, la “Ley Devaquet” que produjo una de las mayores movilizaciones de su historia; sin duda fue inspiración y referente para lo que iba a suceder en nuestro país. Las reivindicaciones eran muy parecidas a las españolas, un proyecto de ley que quería subir tasas y filtrar con una especie de selectividad y la entrada de empresas privadas para financiarse. Finalmente el proyecto de ley se retiró.
Hay que destacar también que la mayoría de las CCAA no tuvieron transferida la gestión de la educación hasta la aplicación de la LOGSE en 1990, lo que implicaba que todavía el Ministerio de Educación y Ciencia marcaba la política educativa de todo el país.
Interesantes vídeos de la época que nos harán entender mejor esos días:
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