Dado que la película “Mientras dure la guerra” está inspirada en hechos reales, y bien conocidos seguramente por los lectores de Asamblea Digital, hablaré de su argumento con casi total libertad. Si desconoces esos hechos y prefieres llegar al visionado de la película sabiendo lo menos posible sobre su argumento, desaconsejo la lectura del siguiente artículo.
Desde la primera vez que leí el discurso que dio Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca el 12 de octubre 1936, en el que menciona la famosa frase “Venceréis pero no convenceréis”, pensé que ojalá se hiciera una película en la que apareciera representada esta escena. Debía ser sencillo producirla, con esa fuerte carga dramática en el que el hombre sabio arremete contra el fascismo utilizando tan solo su inteligencia.
Aquellas palabras de “Este es el templo del intelecto y yo soy su sumo sacerdote”, si bien apócrifas, habrían podido ser el clímax de un buen drama sobre la guerra civil, que además explicara la frustración de Unamuno ante el avance del fascismo representado por unos militares con los que el escritor vasco simpatizaba en un principio e incluso había llegado a apoyar económicamente.
Por tanto, me alegré mucho cuando supe que Alejandro Amenábar iba a realizar una película que se parecía mucho a lo que yo imaginaba. Y al fin he podido ver su “Mientras dure la guerra”. Es una película bien rodada y excelentemente interpretada, pero toda esa fuerza dramática que podía contener la ocupación de Salamanca por las fuerzas sublevadas y el discurso de Unamuno en la universidad, que efectivamente Amenábar incluye como clímax de la película, queda diluido debido a algunas decisiones del director que hacen que termine siendo un film demasiado blando, poco emocionante y fácilmente olvidable. Algo sorprendente viniendo de quien hizo Tesis, su primera película que todavía hoy nos sigue manteniendo tensos durante gran parte de su metraje.
En todo momento nos da la sensación de que Amenábar lucha entre sus simpatías por el bando republicano, que son obvias en muchos de los diálogos que él mismo ha escrito, y su deseo de tratar de ser lo más imparcial posible, humanizando a los protagonistas del bando fascista y aligerando todo lo posible el drama la película. Da la sensación de que pretende montar una película equidistante, casi pensada para ser vista por todos los públicos, cuando su guion claramente da la razón al bando. Puedo llegar a meterme en la piel de alguien que no conozca la historia de España viendo esta película y preguntándose de qué tiene tanto miedo Unamuno, si esos militares llamados Paco y Pepe no parecen tan malos tipos.
De hecho, lo primero que nos llama la atención es que no vemos ninguna muerte en pantalla, pese a que nos indican durante toda la narración que el ejército fascista no deja de matar gente. Puede parecer que el director nos quiere hacer mantener la duda, la misma de Unamuno, de si los sublevados están cometiendo las fechorías que algunos personajes comentan. Pero una vez está disuelta la duda por parte del protagonista, seguimos viendo un ejército sublevado lleno de gente simpática y sin cometer ninguna de las tropelías que conocemos.
Además, la película tiene dos tramas que, aunque llegan a tocarse en algún momento, narran dos historias absolutamente diferentes. Por un lado, efectivamente, la del viejo Unamuno entendiendo que en realidad no está dando apoyo a unos valientes militares que quieren reformar la república. Por otro, el avance de Franco dentro de la cúpula militar del ejército sublevado y cómo va gestando el franquismo gracias al toque religioso aportado por la Collares. Esta trama secundaria, aunque interesante, es abandonada antes del final de la historia, dejándonos poco claro qué aporta en conjunto con la protagonizada por Unamuno.
A quienes sí tenemos que aplaudir por su trabajo es a su elenco. Karra Elejalde está casi siempre brillante como Miguel de Unamuno, en un trabajo que le coloca en la pista de salida para recoger un nuevo Goya a mejor actor. Por otro lado, Eduard Fernández y Santi Prego componen unos José Millán-Astray y Francisco Franco que, gracias a esa humanidad que les da el guion, realizan unas interpretaciones ejemplares.
Tras un final frío y una música triunfante fuera de lugar, no nos queda claro si el director quiere que saquemos algún mensaje de la película, en cualquier caso un mensaje confuso teniendo en cuenta las dos tramas tan distintas, o si tan solo quiere mostrar los hechos de la forma más aséptica posible. Mientras tanto, nosotros seguiremos disfrutando de la lectura del discurso de Unamuno, por muy apócrifo que sea, y esperamos la próxima película de Amenábar, que ojalá vuelva a ser de la calidad que nos tenía acostumbrados.
Trailer de la película: