Luces y sombras de la II República

Hoy en día el recuerdo de la II República se ve envuelto en un halo de romanticismo e idealización del primer sistema democrático que se implantó en nuestro país. Pero no todo fueron luces, también hubo sombras, unas sombras tenebrosas que, de alguna manera, propiciaron el advenimiento del régimen más asesino que ha existido en la historia de España

Cuando se recuerda a la República se suelen cometer, a mi modesto entender, dos errores; el primero hacer una separación entre la II República y la Guerra Civil, sin tener en cuenta que todo es un uno, ya que de 1936 a 1939 aún existía la República; el segundo hablar de la evolución de la República como si hubiera sido un período continuado, sin fisuras ni cambios. Y no fue así, en la II República podemos distinguir 3 períodos bien definidos:

  1. Gobierno Constituyente y Bienio reformador (republicano-socialista) (1931-33)
  2. Bienio Radical-CEDISTA (1934-1936)
  3. Frente Popular – Guerra Civil (1936-39)

El primer periodo puede considerarse como el más fructífero de todo el período republicano, tanto por el número de leyes que se promulgaron como por la importancia de éstas. Sin duda el espíritu que movía a muchos de los próceres que lograron llevar a cabo un cambio de sistema político de manera pacífica, era colocar a España a la altura de las naciones más avanzadas del mundo occidental.

Pero no eran, ni mucho menos, unos revolucionarios, sino que eran hombres y mujeres con una importante perspectiva social, muchos intelectuales conscientes de que el sistema político existente estaba muerto y que era necesario un cambio radical para lograr que España fuera un país más moderno y por tanto más justo, democrático, y moderno. Para llevar a efecto sus ideales lo primero que hicieron fue elaborar la Constitución más progresista que existía en aquellos momentos, y superada por muy pocas aun en los tiempos actuales.

Primer Gobierno provisional de la II República

Pero es necesario resaltar que no todos los republicanos de entonces tenían la misma imagen de lo que significaba la República, dado el variopinto abanico ideológico que existía dentro de las filas del republicanismo; ya que en él cohabitaban personajes de derechas –antiguos colaboradores de la Monarquía, como Alcalá Zamora –primer presidente de la República- o Miguel Maura –ministro de Gobernación-, republicanos de izquierdas con un fuerte sentimiento social, pero lejos de cualquier atisbo revolucionario, como Azaña o Casares Quiroga; a individuos que es difícil encuadrar ideológicamente –quizás porque en realidad no tenían ninguna ideología-, como Lerroux.

Por su parte los partidos que apoyaban a la República sin tildarse de tales: PSOE, PCE, POUM, etc., también partían de premisas diferentes. En el PSOE había tres tendencias: centrista (I. Prieto), conservadora (Besteiro) y la más radicalizada que era la representada por Largo Caballero; el PCE –siguiendo las normas dictadas por la Komintern de apoyar a las democracias burguesas haciendo frente común contra el fascismo- estaba por la labor de consolidar la República, mientras que el POUM mantenía una postura de confrontación al defender la instauración de una república a imagen y semejanza de la soviética.

Estas distintas concepciones de cómo tenía que ser el desarrollo de la República fue, en gran parte, la causante de las constantes disensiones que se dieron en las filas del republicanismo español de los años treinta.

Primer Bienio

En este período, amén de la elaboración de la Constitución, se promulgaron infinidad de leyes, muchas de ellas con una fuerte carga social. Entre las más importantes están las dirigidas por Azaña: Cambio de la legislación religiosa, restructuración del estamento militar, reforma educativa, reformas sociales –entre ellas la Reforma Agraria-, etc.

Con la primera se intentaba, amén de hacer una verdadera separación Iglesia-Estado, acabar con la constante presencia del elemento religioso en la vida política, económica y social de España; asimismo logró arrebatar a la Iglesia el cuasi monopolio que tenía establecido en la enseñanza, prohibiendo a las órdenes religiosas practicar la enseñanza. La militar tenía como fin modernizar un Ejército –tomando como modelo el francés- que se había quedado anclado en el s. XIX, con un exceso de oficialidad totalmente injustificado.

Pero más importante fue la intensa labor de propagación de la cultura que se realizó, no solo con la creación de miles de nuevas escuelas y la promoción de nuevos profesores, sino también intentado que la cultura llegara a todos los puntos del país a través de las Misiones Pedagógicas – muy ligadas a la Institución Libre de Enseñanza- e iniciativas como la liderada por García Lorca (La Barraca).

También intentó, esta vez con escaso éxito, superar un mal endémico de la sociedad y la economía española, la situación del agro español. Una reforma que en un principio, y sobre el papel, era una verdadera “revolución”, pero que fracasó, en parte porque un buen número de los miembros del Gobierno- entre ellos Azaña- no acababan de verla como algo urgente, y por otro porque el ministro de Agricultura, Marcelino Domingo, ni tenía los conocimientos técnicos, ni la altura política para llevarla a cabo – hasta fue criticado por el propio Azaña- « No harán nada útil y habiendo producido inquietud y perturbación ni Domingo ni sus huestes son capaces de hallar una compensación para la República.» (Diario de Azaña). La lentitud en llevarla a cabo provocó los sucesos de Casas Viejas (I-1933), Castilblanco (XII-1931) o Arnedo (I-1932) lugares en donde se produjo una terrible represión.[1]

Campesinos asesinados en Casas Viejas

Desde la misma hora de la proclamación de la República las fuerzas conservadoras comenzaron sus conspiraciones contra la misma. Una de estas llevó al patético intento de golpe de Estado dirigido por Sanjurjo el 10-XII-1932. Este fue un hándicap con el que tendría que luchar la República durante toda su trayectoria.

Segundo Bienio

La desunión que se produce en el seno de la coalición republicano-socialista fue uno de los factores para que en las elecciones de noviembre de 1933 se produjera el triunfo de la derecha representada por el Partido Radical de A. Lerroux y la CEDA.

Primer gobierno de A. Lerroux

En este período el principal objetivo de los sucesivos gobiernos fue desmantelar todas las reformas realizadas en el bienio anterior, e incluso hubo un intento de cambiar la Constitución, que no prosperó al carecer la coalición de los apoyos necesarios.

Fueron más allá estos gobiernos colocando a militares claramente antirrepublicanos en puestos de responsabilidad, por ejemplo, Franco es nombrado jefe del Estado Mayor Central, además de ser ascendido a general de División-.

En este período es cuando se produce la llamada “Revolución de Octubre” que realmente solo tuvo eco en Asturias y algo en Cataluña. La revolución fue brutalmente reprimida bajo el mando de Franco y del general Yagüe.

Revolucionarios asturianos detenidos por la Guardia Civil
Frente Popular

En vista del fracaso obtenido en las elecciones de 1933 las fuerzas progresistas volvieron a unirse, y esta vez no solamente los republicanos y el PSOE, sino que también se sumaron el PCE, POUM, P. Sindicalista, etc. para conformar el FRENTE POPULAR que triunfó en las elecciones de 1936 y que sería el que estaba en el poder cuando los fascistas dieron el golpe de Estado que desembocó en la guerra civil.

Conclusiones

LUCES

  • Promulgar la Constitución más progresista que ha tenido jamás este país.
  • El intento de hacer de España un país más justo, más democrático, y más moderno.
  • El amplio esfuerzo que realizó para elevar el nivel cultural de los españoles.
  • La gran cantidad de reformas sociales realizadas que mejoraron el nivel de vida de la clase trabajadora.

SOMBRAS

  • La falta de interese comunes en muchos temas de republicanos y socialistas.
  • La actitud timorata ante los anuncios de conspiraciones, sin tomar medidas drásticas.
  • La negativa de Casares Quiroga y Martínez Barrio de armas al pueblo para defenderse de la agresión que se estaba produciendo, perdiéndose unas horas vitales que hubieran evitado, por ejemplo, el triunfo de la sublevación en Sevilla.
  • La actitud de algunos colectivos como la CNT y el POUM que no se dieron cuenta que una vez estallada la guerra lo primero era vencer y luego hacer la revolución, y no a la vez como pretendían anarquistas y poumistas.

En definitiva, se podría decir que la actitud de loa gobiernos republicanos de hacer una política de paños calientes fue la verdadera ruina de la República y la causante de su trágico final.

[1] Respecto a Casas Viejas la leyenda de “tiros a la barriga” la promovió el que fue encargado de dirigir la represión, el oficial de la Guardia de Asalto Manuel Rojas Feijespan ´que luego dirigió la represión falangista en Granada-, en su declaración en la Causa General.

José Luis Garrot Garrot
José Luis Garrot Garrothttps://asambleadigital.es
Historiador y arabista. Profesor de la UCM

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