¿Tiene sentido que Cataluña reclame su independencia del resto del Estado? ¿Cuál ha sido la relación de Cataluña con Aragón y posteriormente con España? Cada uno puede tener su opinión, pero el estudio de la Historia nos da respuestas muy claras.
Época Carolingia – Condados catalanes
En primer lugar hemos de señalar que la conocida como Marca Hispánica no era la definición de un territorio. El imperio carolingio denominaba marcas a aquellos lugares que eran fronterizos con territorios no conquistados; en este caso era al-Ándalus el territorio limítrofe con el imperio. Los francos habían conquistado Girona (785) y Barcelona (801)
La conocida como Marca Hispánica estaba dividida en condados dirigidos por condes nombrados directamente por los reyes francos. Estos condes eran los representantes de los monarcas francos tenían funciones administrativas, militares a la vez que eran los que administraban la justicia.
Con el paso del tiempo, la independencia de los condados será cada vez mayor –recordad que el último conde nombrado por los francos fue Wilfredo el Velloso (870-897). A partir de ahí se irá conformando una unidad política, que tenía como nexo de unión una misma lengua y la aceptación por parte de todos los condes de la preeminencia del conde de Barcelona. Con Ramón Berenguer I el Viejo (1035-1076) se redactan los Usatges, donde se establecen las leyes por las que se regirían los condados, con un marcado cariz feudal. También es con este monarca cuando en Cataluña se acuña una moneda propia, los mancusos.
A partir de Pedro IV el Ceremonioso, los antiguos condados pasarían a denominarse Principado. Algunos historiadores señalan este momento, 1350, como un período preconstitucional.
Lo que sí parece fuera de toda duda es que ya había un sentimiento de nación anterior al de Estado. Es por este motivo que Thomas E. Bisson –historiador estadounidense- sostiene que en Cataluña el concepto de nación es anterior al de estado, y de que no hay duda que este sentimiento de nación data de antes del s. XII. De hecho, un cronista pisano llama catalanes a los participantes en las expediciones expansionistas de Ramón Berenguer III el Grande (1086-1131) lo que demuestra que ya eran reconocidos como un pueblo[1].
Algo que no hay que olvidar es que estamos hablando de la época de apogeo del feudalismo. Un feudalismo que en Cataluña adquiere una forma muy similar a la que había en el resto de Europa, algo que no se puede decir del resto de reinos de la península Ibérica. La relación establecida entre el conde de Barcelona y el resto de condes era totalmente feudal, con un vasallaje de los segundos respecto al primero.
Ante lo que algunos defensores del nacionalismo español aducen para negar los derechos a la independencia de Cataluña de que nunca fue un reino, hay que señalar que el conde de Barcelona no deseaba ser un rey que estuviera por encima del sistema, sino ser la cabeza del sistema, es decir el primus inter pares. La no existencia de un rey no presupone que no se pueda hablar de una entidad formada social y políticamente. Un ejemplo contemporáneo es Mónaco, allí no hay rey, sino príncipe, y nadie duda de que es un Estado soberano. En 1198 aparece por primera vez el nombre de Cataluña en un documento relacionado con la Paz y Tregua.
Según el profesor Eduardo Manzano la estructura que había en la Edad Media no hacía que los condados tuvieran menos importancia que los reinos o los imperios: simplemente expresaban sus espacios, pretensiones o capacidades de dominio.
La unión con Aragón
Como es sabido, la unión de Cataluña y Aragón comienza a fraguarse con el matrimonio de Ramón Berenguer IV con Petronila, hija de Ramiro III de Aragón. Y es muy importante resaltar el contrato de esponsales entre ambos cónyuges:
Yo Ramiro, por la gracia de Dios rey de Aragón, te doy a ti Ramón, conde de Barcelona y marqués, mi hija por mujer junto a todo el reino de Aragón, íntegramente […] Y te encomiendo a ti todos los hombres del mencionado reino con homenaje y juramento a fin de que te sean fieles […] También todas esas cosas antedichas yo el mencionado rey Ramiro te las hago de tal manera a ti, Ramón, conde de Barcelona y marqués, que, si mi hija falleciera prematuramente, y tú aún vivieras, tengas la donación del mencionado reino de manera libre o inmutable sin ningún impedimento después de mi muerte […]Lo cual se hizo el III de las idus de agosto en el año 1137 de la Encarnación del Señor… reinando el mencionado rey Ramiro.
Ramón Berenguer, al que Ramiro III le había otorgado el título de príncipe de Aragón, no fue nunca nombrado rey. El primer rey de la casa de Barcelona que ostentará conjuntamente el título de rey de Aragón y conde de Barcelona será Alfonso II el Casto, hijo mayor de Ramón Berenguer y Petronila. A partir de ese momento, y hasta la coronación de Fernando el Católico, todos los reyes aragoneses serán de la casa de Barcelona, o lo que es lo mismo, catalanes.
Hay que hacer constar que, a pesar de la unión dinástica, Aragón y Cataluña se regían por distintas leyes, teniendo asimismo cada uno sus propias instituciones. De hecho, el rey tenía que jurar fidelidad a ambas Cortes; lo que no ocurría en Castilla, en donde eran las cortes las que juraban fidelidad al rey. Con Pedro II el Grande (1196-1213)[2] se establece la obligatoriedad de celebrar Cortes una vez al año. Este punto lo marcan muchos historiadores como el inicio de la configuración de un régimen parlamentario. Es importante resaltar que esta obligatoriedad por parte del rey de convocar Cortes no existía en ningún país de Europa, lo que explica, de alguna forma, que el régimen parlamentario en Cataluña estuviera mucho más avanzado que, por ejemplo, en Castilla.
En el s. XIV había una clara idea de la unidad de Cataluña, como se recoge en las cortes de 1368-1369. El rey se limitaba a otorgar “fuerza de ley” a las disposiciones emanadas de las cortes. Para hacerse una idea de lo claro que tenían los catalanes su independencia respecto al resto de reinos ibéricos está en el dictamen que emiten las cortes en 1283, donde prohíben al rey de Aragón, Jaime I, a presentarse en Cataluña con otro título que no fuese el de conde de Barcelona.
Hay que salir al paso de aquellos que aún defienden que Cataluña era una posesión aragonesa, verdadera estupidez histórica que no se sostiene por ningún lado. Aquí también se aduce que Cataluña no era un reino, partiendo de la base de que un rey es más que un conde. Olvidan que en la Edad Media esto estaba lejos de la realidad: los condes de Flandes eran más poderosos que los reyes de Inglaterra; el dux de Venecia era más importante que el rey de Austria; los duques de Baviera eran más poderosos que los reyes de Polonia; y, por supuesto, los condes de Barcelona eran bastante más poderosos que los reyes de Aragón.
Los Trastámara
Hay que señalar que desde mediados del s. XV Cataluña tenía una estructura política y fiscal muy similar a un Estado moderno. Por poner dos ejemplos, Holanda e Inglaterra no tendrían esta consolidada estructura hasta el s. XVIII.
Tras la muerte sin descendencia de Martín I el Humano (1396-1410), en febrero de 1412 se firmó la Concordia de Alcañiz, en el se establecía que nueve compromisarios, tres por Aragón, Cataluña y Valencia respectivamente, elegirían al nuevo monarca entre los cinco pretendientes. Fue elegido Fernando de Antequera, reconocido por las Cortes de Barcelona en 1413. Se producía así un hecho hasta entonces inexistente: que los dos principales reinos de la península Ibérica estuvieran regidos por la misma familia, los Trastámara, Juan II en Castilla y Fernando I en Aragón (Juan era yerno de Fernando)
Esto no significa, ni mucho menos, que existiera un proyecto de unidad, menos aún nacional. Los reinos continuaban rigiéndose por instituciones distintas, leyes distintas, y con un entramado social distinto.
Cuando Fernando I fue jurado en las Cortes tuvo que acceder a que no podría dictar ninguna ley contraria a la jurisprudencia catalana; se constituía la Generalitat como órgano de gobierno permanente; también se limitaba la capacidad del rey de administrar justicia sin el acuerdo de la Audiencia. Se podría decir que el rey en Cataluña estaba revestido de cierta autoridad pero que en la realidad no tenía ningún poder efectivo. Esta autoridad que se otorgaba a la Generalitat era, según Vicens Vives el paso «entre un sistema medieval de fueros y un sistema constitucional moderno»
Juan II de Aragón sufrió un levantamiento armado al intentar mermar la autoridad de las instituciones catalanas. Aunque Juan II logró el triunfo (entró en Barcelona en 1472) en el Tratado de Pedralbes – en el que no se mencionaba ni vencedores ni vencidos- el rey reconocía la justicia de las peticiones catalanas, a la vez que se estipulaba que se intentaría volver a la situación anterior a la guerra.
Reyes Católicos
Fernando II de Aragón (1479-1516) casó con Isabel I de Castilla el 18 de octubre de 1469. Este matrimonio ha sido tomado por muchos, dentro del contexto de la tradicional historia de España que se ha transmitido y se sigue transmitiendo, el nacimiento de España como unidad política y territorial. Nada más lejos de la realidad.
Aunque es cierto que Fernando II intentó aumentar su poder real, nunca lo hizo por la fuerza –como en ocasiones le pedía Isabel que abogaba por la conquista militar. Fernando II prefirió la política de pactos con los que evitaba las confrontaciones internas.
En el reino de Aragón el monarca tenía que pedir permiso para llevar a cabo determinadas actuaciones a las diputaciones de Aragón y Valencia, y a la Generalitat catalana.
No es cierto, por tanto, que hubiera unión de las dos instituciones políticas. Por poner dos ejemplos: Fernando II sí era reconocido como rey consorte de Castilla, mientras que Isabel I no lo era de Aragón. Otro detalle: las monedas acuñadas en este período en Castilla no tenían valor legal en Aragón.
Lo que sí se crea desde Castilla es la idea de que los reyes de Castilla eran los herederos de los godos y, por tanto, reyes de España, creando un confusionismo entre la corona de Castilla y España. Pero, insisto, el nombre de España como cuerpo político solamente es utilizado por los cronistas castellanos. Lo cierto es que no tenían nada que ver ni administrativamente, ni institucionalmente, ni económicamente. Cada reino seguía con sus propias leyes e instituciones. La única institución común a ambos reinos era la Inquisición.
Los Austrias
No cambió sustancialmente la situación de Cataluña durante el periodo austracista, si bien es verdad que varios monarcas de la dinastía intentaron aumentar su poder respecto a las instituciones catalanas. Pero la independencia del reino de Aragón se seguía manteniendo. Un ejemplo es el conocido caso del secretario de Felipe II, Antonio Pérez, acusado del asesinato del secretario de Juan de Austria, que huyó a Aragón para quedar bajo la protección de sus fueros. La negativa del Justicia de Aragón a entregarlo provocó la entrada militar en Aragón de las tropas de Felipe II. La revuelta acabó con la muerte del Justicia de Aragón, Juan de Lanuza. A pesar de todo, Antonio Pérez logró escapar a Inglaterra.
Con Felipe IV los enfrentamientos si fueron más graves, y con la insistencia de su valido, el conde duque de Olivares, que en el Gran Memorial de 1624 mantenía que «el negocio más importante de sus monarquías» era « hacerse rey de España, quiero decir señor que no se contente Vuestra Majestad con ser rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, conde de Barcelona, sino que trabaje y piense con consejo maduro y secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla, sin ninguna diferencia». Incluía en esta uniformidad el que se prohibiera hablar catalán.
Esta situación dio lugar a un grave enfrentamiento armado que nace cuando Pau Claris –presidente de la Generalitat- proclama la República Catalana. Un momento importante de esta confrontación ocurrió el 7 de junio de 1640 en el conocido como Corpus de Sangre. A pesar de que podría decirse que la victoria fue a parar al lado de los castellanos, la situación institucional en Cataluña varió muy poco.
La guerra de Secesión – Felipe V
Es de sobra conocido el motivo que propició esta guerra. La muerte sin herederos de Carlos II provocó el enfrentamiento armado entre los partidarios de que la corona pasara a manos de Felipe de Anjou, de la casa de los borbones, o de que el nuevo rey fuera el archiduque Carlos, miembro de la casa de Austria.
En Cataluña apoyaron mayoritariamente al candidato de la casa de Austria, mientras que Castilla lo hacía por Felipe de Anjou. La caída de Barcelona el 11 de septiembre supuso el fin de la caída de la independencia catalana, con la abolición de todos sus fueros, instituciones, privilegios, incluso con la prohibición del uso del catalán.
La lengua catalana
La lengua es uno de los vehículos más importantes para que un pueblo adquiera el concepto de nación. Según los estudiosos, la lengua catalana se comienza a conformar en los siglos VII y VII, como un primitivo romance, haciendo notar la influencia que en ella ejercieron el provenzal y la lengua de Oc.
Ya en el siglo XI aparecen algunos fragmentos escritos en catalán –antes que en castellano-, uno de los más antiguos es una traducción parcial del Liber Iudiciorum; aunque el primer volumen escrito enteramente en catalán se cree que son las Homilías de Orgañá, de principios del s. XIII.
También son en catalán los primeros tratados filosóficos escritos en la península Ibérica en lengua romance.
Conclusiones
Creo haber aportado suficientes argumentos para demostrar que si existe alguna comunidad autónoma de la actualidad que tenga los suficientes argumentos históricos para reclamar su independencia, ésta es Cataluña.
Otra cosa es si se está, o no, de acuerdo, no ya en la legitimidad del proceso independentista, si no si éste es viable en la actualidad, y si esta independencia supondría beneficios para Cataluña. La respuesta para ambas cuestiones es que no.
Imagino que algunos lectores no estarán de acuerdo con lo expuesto en el artículo; les rogaría que hicieran sus comentarios al respecto. El debate de una cuestión trae siempre el mejor conocimiento de la misma.
[1] Enrique de Pisa Liber Maiochilinus de gestis Pisanorum illustribus, donde se narra la cruzada contra las Baleares en las que participan las milicias de Ramón Berenguer III.
[2] Era Pedro II de Aragón y I de Barcelona.