No hubo solo verdugos españoles, ya hemos visto en capítulos anteriores la actuación del marroquí Mohammed Ben Mizzian, también los hubo que vinieron de otros países para saciar su sed de sangre. Baleares tuvo la mala suerte que uno de estos viajeros de la muerte llegara a sus tierras; el italiano Arconovaldo Bonaccorsi, autodenominado como «Conde Rossi»

BONACCORSI, Arconovaldo (conde Rossi). Enviado por Mussolini al mando de un contingente de camisas negras y militares –teóricamente era el procónsul italiano en las Baleares-, llegó a tierras mallorquinas el 26 de agosto de 1936. Desde sus aposentos en el Hotel Mediterráneo, formó y dirigió un grupo paramilitar integrado por 52 falangistas conocidos como «Los Dragones de la Muerte». Con ellos sembró el terror en las Baleares.
Bonaccorsi, que en Bolonia estaba considerado como un verdadero criminal, era un individuo excéntrico, amigo de presidir los desfiles montado en un caballo blanco, o contemplar las ejecuciones desde un deportivo rojo que había ordenado traer desde Italia. Asimismo, era asiduo visitante de clubs y burdeles. Sol López Barrajón, en un artículo publicado en La Vanguardia, le califica de prepotente, putero, sin escrúpulos y un auténtico criminal.
El grupo creado por Bonaccorsi, Los Dragones de la Muerte, lo componían jóvenes falangistas, de entre 18 y 20 años, rapados al cero, y con la insignia de una calavera con dos tibias cruzadas prendida en la camisa. Tropelías que cometieron en Mallorca, Ibiza y Formentera. Su frase favorita era Todos los rojos fusilados.
A Bonaccorsi, y sus Dragones de la Muerte, se les hace responsables de entre 2000 y 3000 muertes y 200 violaciones. El escritor católico francés Georges Bernanos, que vivió en Mallorca entre 1936 y 1937, en su obra Los grandes cementerios sobre la luna, escribía: En Mallorca, se fusila como se deforesta.

Bonaccorsi además de asesino era un sádico; tenía por costumbre fotografiar a sus víctimas antes de asesinarlas. Le gustaba que la gente presenciara sus atrocidades. En la playa de Sa Coma, fueron detenidas cinco enfermeras de la Cruz Roja; tras ser violadas y torturadas Bonaccorsi ordenó que fueran fusiladas delante de toda la población de Manacor. También gustaba de hacer alarde de sus «hazañas». Al conde Ciano le envió un mensaje dándole noticia de lo que había hecho: El número de prisioneros que encontré a mi llegada se ha reducido […] Se están realizando labores diarias para lograr una limpieza radical y lugares infectos.

Bonaccorsi tuvo la inestimable ayuda, aunque fuera por omisión, de la iglesia católica, especialmente del obispo Josep Miralles i Sbert, del que hablaremos más adelante. Según Bernanos: Rossi no dejó de figurar en el sitio de honor de todas las ceremonias religiosas; continúa Bernanos contando que llevaba de asistente a un capellán vestido con pantalones de montar, botas, una cruz blanca sobre el pecho y la pistola al cinto.

La caída en desgracia de Bonaccorsi se debió a que algunos miembros de la oligarquía mallorquina, entre ellos Juan March, no veían con buenos ojos la influencia que tenían el italiano y sus falangistas en los asuntos de la isla. El 23 de diciembre de 1936, Bonaccorsi regresó a Italia por orden expresa del conde Ciano.

Ni siquiera sus propios compatriotas tenían buena opinión sobre Bonaccorsi. La policía secreta italiana OVRA, envió un informe a Mussolini en el que se decía que Rossi no hacía otra cosa que fusilar prisioneros. Tampoco Luigi Sansonetti, comandante del crucero Fiume, ni el comandante de la aviación italiana Leone Gallo, tenían en buen concepto a Bonaccorsi. Todos los que le conocieron le tacharon de cobarde, de alejarse lo más posible de la línea de fuego, dedicándose exclusivamente a pasearse en compañía de los mandos y del obispo Josep Miralles. A pesar de todo hasta 2017 Bonaccorsi tenía el título de hijo predilecto de Son Severa, una verdadera vergüenza.
No fue Bonaccorsi el único verdugo significado en las Baleares. El gobernador civil de Mallorca, Mateu Torres Bestard, y el jefe de la policía, el falangista Francesc Barrado de Zorrilla, no se quedaron atrás. Tampoco lo hizo en Ibiza, el comandante militar de la isla Antonio Montis Castelló– fundador de la Legión de Mallorca-, que fue tan criticado por sus salvajes actuaciones que fue relevado por el comandante Gonzalo Árnica.
MIRALLES I SBERT, Josep. Obispo de Lérida, Barcelona y de Mallorca (1930-1947).

Miralles no empuñó una pistola para ejecutar republicanos, pero, el escritor Georges Bernanos le acusó de estar conforme con la represión que se estaba llevando a cabo en Mallorca; aunque el obispo siempre dijera que él no sabía nada de lo que se estaba haciendo en las islas Baleares. No dudaba Miralles en saludar a los falangistas ejecutores, ni de bendecir a los aviones que partían para bombardear Barcelona, Alicante, y otras tantas ciudades del levante español.
Miralles saludando a un falangista, en presencia del ayudante de Rossi
Tal era su adhesión a los sublevados que no movió ni un dedo para salvar la vida del sacerdote Jeroni Alomar. El delito de Alomar fue intentar salvar a su hermano Francesc, detenido por los fascistas. Alomar presentó una denuncia por la detención que Miralles le obligó a retirar. Este intento de salvar la vida de su hermano fue lo que le condujo a la suya, acusado de un sinfín de falsedades. Tampoco hizo nada Miralles por el sacerdote Antoni Roselló Sabater, condenado a 30 años por el simple hecho de que su hermano era el alcalde republicano de Buñola (Mallorca).

Sobre Alomar tuvo la poca vergüenza de escribir, el 5 de mayo de 1937, una carta al cardenal Gomá: […] La segunda lacra es el reverendo Jerónimo Alomar i Poquet, de unos 43 años, acusado de facilitar la evasión de un desertor…, creo que lo pasará mal pues está convicto y confeso, pero sea cual fuere su castigo lo considero muy merecido puesto que todo lo hecho, y mucho más lo anterior, lo hace a sabiendas.
Por cierto, la entrada que hay del obispo Miralles en Wikipedia es, por calificarla de alguna manera, deleznable, llena de mentiras y ocultando la verdadera actuación de Miralles durante la guerra civil y su connivencia con la represión.