¿Son visibles las mujeres en los estudios de represión?
Es cierto que en las últimas décadas han aparecido publicaciones muy interesantes sobre la represión franquista y cómo ésta se practicó en España, siendo una de las características más reconocibles de la imposición de un régimen cruento y dictatorial como fue el franquismo.
Así como también es cierto que se ha escrito desde diferentes prismas multidisciplinares, conjugando la Historia con la Antropología, la Arqueología, la Sociología y otras disciplinas que nos han permitido entender y calibrar los estragos del conflicto y la posterior dictadura a diferentes niveles tanto local, provincial, regional y más allá.
Es decir, en la actualidad, existe una producción muy rica y de importancia sobre estudios de la guerra civil, la represión y la construcción de un Estado franquista gracias a investigadores, historiadores y movimientos memorialistas, de familiares e interesados, que trabajan por y para la recuperación de la Memoria Histórica de España. Una producción sobre nuestra historia reciente que, aunque presente y nítida en la memoria de miles de españoles con familiares enterrados en fosas esparcidas por los campos de este país, no es aún del todo visible en los centros de enseñanza como es más que ausente en las instituciones “democráticas”.
No obstante, cuando nos centramos en la represión desde una cuestión de género: hacia las mujeres; esta última realidad de invisibilidad se vuelve aún más perceptible. Así, en lo referente a estudios sobre la violencia ejercida contra el colectivo femenino, existe un cierto vacío que es preocupante y urgente en llenar. Centrándome en el caso de Extremadura, una de las regiones donde la represión franquista alcanzó cifras muy elevadas, como lo demuestran los trabajos de Julián Chaves, Francisco Espinosa o Javier Martín Bastos, entre otros; existen apartados en determinadas obras locales u obras propias[1], que son islas en medio de la tónica general de los estudios sobre la Comunidad: la carencia de trabajos centrados en el papel de la mujer en la guerra y el impacto de la represión ejercida contra ella.
La población femenina represaliada lo fue desde un doble prisma: por ser vencida y por ser mujer.
Y esta situación, desde mi punto de vista, se identifica con dos factores: el primero es el interés inicial en identificar las cifras totales de la represión para exponer el alcance de la violencia franquista a nivel general, centrados en dar datos en conjunto. El segundo, en relación con el primero, es la focalización de los estudios en el grupo mayoritario represaliado: el masculino; creando apéndices sobre las mujeres, estudiándose este conjunto siempre diferenciando y casi subordinado al mayoritario. Sin embargo, existe un compromiso en la actualidad que pone esperanza en esta situación y es el que se están realizando investigaciones sobre estas mujeres represaliadas que contribuirán a llenar este cierto vacío con trabajos rigurosos y de gran aporte[2].
Las mujeres represaliadas. El caso de la provincia de Badajoz
Según las investigaciones desarrolladas por historiadores y el PREMHEX[3], la cifra de mujeres represaliadas, por cualquiera de los mecanismos represivos empleados (muertes extrajudiciales, Consejos de Guerra, prisión, etc.) en la provincia de Badajoz sobrepasa el millar. Las características de esta represión en torno a la mujer me hace reseñar este dato, nada desdeñable y que esconde la brutalidad, intencionalidad y violencia que supuso el franquismo para ellas.
La población femenina represaliada lo fue desde un doble prisma: por ser vencida y por ser mujer. El ingreso en la esfera pública que protagonizó durante la II República, con la conquista de derechos sociales y políticos, fue duramente castigado por el régimen de Franco. Un régimen, desde su origen, totalmente contrario en su ideología reaccionaria y conservadora a la incorporación de la mujer en un plano igualitario al hombre. El ideal católico y conservador de lo que “debía ser una buena mujer”, dedicada al cuidado del hogar y subyugada al Estado-Hombre, demonizó esos intentos de empoderamiento femenino republicano, de forma que los sublevados represaliaron, castigaron y criminalizaron ese nuevo modelo de fémina. Es así que puede entenderse que la mujer fue sujeto y objeto de la represión.
Las causas de estas condenas, los delitos de Rebelión por los que fueron acusadas, mostraban esa intencionalidad represiva de los tribunales, condenando, dependiendo del grado de participación, determinadas acciones que identificaban a la mujer con el ideal republicano
Fue sujeto al sufrir de forma directa la violencia practicada (fusiladas y asesinadas, encarceladas, condenadas…). En torno a un 6-8% de la población represaliada pacense era mujer. Como indica el trabajo de Javier Martín (Badajoz: tierra quemada, 2015), en total fueron 783 víctimas féminas, siendo en su mayoría (707) por ejecuciones extrajudiciales, también llamados paseos. Mujeres asesinadas y fusiladas en tapias de cementerio y parajes alejados, siendo detenidas bien por su actitud y/o actuación durante la etapa republicana a favor de ésta; o bien por su vinculación familiar o sentimental con aquellos hombres protagonistas de la escena política y social de la República, muchos represaliados igualmente.
Tomando otro mecanismo represivo implantando: la justicia militar franquista; se han documentado 582 mujeres procesadas en Consejo de Guerra en la provincia de Badajoz, según Candela Chaves (Sentenciados, 2015). Del total de sentenciados pacenses (7.930), la nómina femenina alcanza el 7%, siendo en su mayoría (el 56%) sentenciadas a penas de prisión elevadas (30-12 años), así como a penas de muerte (12%).
Las causas de estas condenas, los delitos de Rebelión por los que fueron acusadas, mostraban esa intencionalidad represiva de los tribunales, condenando, dependiendo del grado de participación, determinadas acciones que identificaban a la mujer con el ideal republicano: acudir a manifestaciones durante la República, estar afiliadas o simpatizar con partidos y sindicatos de izquierda, participar en acciones de los Comités de Defensa, la vinculación a hombres con cargos de responsabilidad política republicanos o “incitar a los hombres a la revolución”; relacionando esta última acusación con la parte emocional que se impuso como propia del género.
Una de ellas fue Tomasa Monago López, vecina de Guareña de 53 años, viuda y madre de 5 hijos, tres de los cuales fueron miembros del Partido Socialista y represaliados por ello. Condenada el 21 de febrero de 1940 a 16 años de reclusión, tras ser acusada, por las denuncias de vecinos y de las autoridades franquistas de su pueblo, de participar en la profanación de la iglesia e “incitar a las turbas rebeldes a la constitución de desmanes”.
En abril de 1941 era trasladada a Saturrarán, cuya cárcel acogió a numerosas presas extremeñas, como a sus hermanas Blasa e Inés Monago López, y a la hija de ésta: Josefa Pascual Monago. Dos años más tarde, tras ser evacuada a Badajoz, fallecía en esta penitenciaria a consecuencia de “angor pectoris” (angina de pecho) el 30 de marzo de 1943[4].
Igualmente, puede decirse que estas mujeres fueron también objeto de la represión al ser el grupo donde se visibilizó la violencia ejercida por las nuevas autoridades contra los disidentes, convirtiéndolas en señal y aviso para el resto de la población no represaliada acerca de la impunidad y crueldad de las prácticas coercitivas realizadas por los sublevados, y el recordatorio de esa imagen oficial de “vencedores/vencidos”.
Las mujeres que quedaron en los pueblos se convirtieron así en protagonistas de una violencia cotidiana, teniendo que soportar, como se ha recogido en miles de testimonios: humillaciones, vejaciones, pelados e ingesta de purgantes, su exposición pública tras su ingesta, el estigma de ser “vencidas” y su consecuente rechazo social, o los efectos de tener familiares represaliados o huidos (multas, registros, interrogatorios). Aquellas mujeres con familiares fusilados o encarcelados tuvieron un protagonismo especial durante años en los pueblos de España. Enlutadas y estigmatizadas, se vieron privadas hasta de su dolor.
Conclusión
Que las mujeres han sido invisibles en los relatos de la historia es un hecho constatado. Que su papel, activo en numerosas ocasiones como lo fue durante el periodo republicano, conquistando derechos políticos, económicos y sociales; se ha visto relegado a un segundo plano en los estudios sobre la historia reciente de nuestro país, es otro. Que durante el franquismo fueron relegadas al interior de las casas, al ostracismo impuesto machistamente por su género, es otro más. Pero que en pleno s. XXI, siga existiendo esa “no visibilidad” en los estudios realizados de ellas, es inconcebible. Es por eso, que los trabajos desde esta perspectiva de género son más que necesarios para complementar lo que hasta ahora conocemos sobre nuestro pasado más oscuro. No entendiendo a las mujeres como un ente excepcional que hay que analizar, sino como parte del conjunto de represaliados en total.
Muchas de ellas perdieron su vida en tapias y cunetas, luchando por unas libertades que hoy tenemos; muchas de ellas fueron encerradas en prisiones por la defensa de un país más justo e igualitario; muchas de ellas sobrevivieron en pueblos y ciudades con el estigma marcado de “vencidas”, y a todas ellas les debemos un reconocimiento y una más que ansiada atención.
[1] Josune AGUINAGA: La mujer extremeña en la posguerra. Vida cotidiana, Mérida, Junta de Extremadura, 2010.
[2] Desireé RODRÍGUEZ MARTÍNEZ: “La mujer: represión de género”, Revista de Estudios Extremeños, núm. II, tomo LXX, 2014, pp. 1005-1024.
[3] Proyecto para la Recuperación de la Memoria Histórica en Extremadura (PREMHEX).
[4] Sentencia de Tomasa Monago, Archivo Militar de Ávila, Gobierno Militar de Badajoz, Caja 1.