Llevamos unas semanas revueltas en el patio de las “izquierdas” tras la decisión de Íñigo Errejón de presentar un proyecto propio al margen de las decisiones tomadas en su propio partido. Un juego de traiciones y engaños parecido a las intrigas que llevaron al poder al perverso Palpatine en la saga de Star Wars
Un “inteligente” político capaz de crear y provocar una gigantesca guerra civil, siendo el líder secreto de los dos bandos en lucha, hasta que la destrucción total de la guerra le deja un mundo devastado que se apropia como Emperador sin ninguna resistencia. No sé si la estrategia de Errejón es tan arriesgada y fantasiosa, pero por sus movimientos parece que algo parecido es.
Sin embargo, esta ruptura tenía que pasar, esto era un escenario previsible para cualquier observador de la política actual, y que haya hablado en la calle con gente de las diferentes tendencias de estrategia y programa que parecen ahora irreconciliables. Los hechos irrefutables es que las confluencias y alianzas no han funcionado. Quizás porque hemos querido mezclar aceite y agua, en vez de utilizar otros componentes más solubles.
Podemos recrearnos en criticar los personalismos, las organizaciones, la falta de movilización, los sillones, los medios de comunicación, etc. Pero lo que está claro es que no se puede mezclar en proyectos políticos de magnitud a los dos grandes vectores “transversales” de la izquierda, y que se dan tanto a nivel estatal como local (dentro de la diversidad casi infinita de la izquierda en todos sus rincones), y en los diferentes partidos y movimientos políticos y sociales.
Habría una tendencia en donde creo que convergen muy claramente los proyectos y programas más rupturistas y transformadores de la sociedad. Una izquierda plural unida por la lucha de clases, organizaciones muy sustentada por las bases, más militante, más republicana, antifascistas activos, cercana a los intereses de los más desfavorecidos, laicismo en su máxima expresión, y con políticas económicas con intención de hacer frente al modelo capitalista. Una unión de la izquierda “clásica” con movimientos sociales y políticos claramente anticapitalistas.
Sin duda, yo veo aquí a IU, a Anticapitalistas de Podemos, quizás a muchos “pablistas”, a lo que representa el municipalismo ( Como La Bancada municipalista o Hacer Madrid) y a mucha gente empoderada en el 15M pero que no le valen medias tintas.
La otra tendencia sería un proyecto que por ahora parece basado en personas que evitan comprometerse y “atarse” con los clichés típicos de las organizaciones políticas. Un estilo más aristocrático, reformista y “amable” para medios y electores. Con mucho menos carácter ideológico a costa de ofrecer “frescura” frente a los partidos tradicionales. En donde la prioridad es conseguir ganar a la derecha abriendo el espacio a un mundo de personas progresistas, pero que no se preocupan por la forma de organizarse o las luchas internas por los puestos. Quieren gente que parezcan creíbles, que les caiga bien, y sobre todo sin sobresaltos de organización que salgan por los medios como divisiones internas.
Cualquiera de las dos opciones creo que tienen bastante tirón. No se puede negar que el modelo “Errejón”, junto con Manuela Carmena y su criatura Más Madrid, tiene muchísimo éxito en los votantes de izquierda menos politizados, o que se movilizaron por primera vez con el 15M y no tienen como referentes a partidos políticos. También a muchos de diferentes organizaciones (Podemos, Equo, etc.) que se consideren más moderados. Además, puede ser un auténtico imán para muchos socialistas.
Pero también la primera opción representa a muchísima gente que considera que la lucha no es solo intentar influir en el PSOE o rascar pequeños éxitos, o que todo se maneje igual sin intención de cambiar el sistema dentro de lo posible. Con un compromiso claro por la República, o políticas urbanísticas totalmente contrarias a la especulación (como la Operación Chamartín-Madrid Norte), con elección de líderes más democrática y menos personalista.
Por desgracia estas dos opciones unidas no suman. Ya tenemos claro que la desmotivación que provoca el otro lado hace que no vayan a votar muchísimos ni con la nariz tapada. Pero por separado nadie tiene excusa para sentirse no representado. También es cierto que se perdería la posibilidad de ser una opción mayoritaria, aunque quizás merezca la pena si las tres izquierdas consiguen mayoría en un ambiente hostil de total motivación de las derechas.
Los riesgos son también evidentes en esta recomposición del puzzle. Puede que alguna de las opciones no llegara al 5% mínimo para entrar en el parlamento, aunque creo que las dos pasarían de sobra. Quizás parte del electorado de izquierdas se sienta desconcertado y prefiera otra opción, tipo PSOE, o se abstenga. Un gran riesgo a medio plazo serían las propuestas personalistas, pues estos movimientos suelen desaparecer con el líder. También podría ser que la opción moderada, Más Madrid, se comiera tanto al PSOE que tampoco llegara para una mayoría parlamentaria de la izquierda.
Y sobre todo, tenemos el riesgo de que esta fórmula no sirve para las Elecciones Generales, para entonces habrá que reinventarse para ir juntos, pues el sistema electoral provincial es una trituradora de modelos plurales como es la izquierda.
Y en esta reinvención sería muy interesante que hubiera caras nuevas en las altas instancias que se presenten a representarnos, y que se eligieran en un proceso lo más democrático y motivador posible, ilusionando y sin imposiciones de nadie.
Y aquí, sea lo que sea, habrá que centrarse en un programa mínimo común, aceptable por todos con generosidad, pues las consecuencias de un gobierno del Trifachi (PP, Cs y Vox) serán que tardaremos años en recuperar lo que estamos perdiendo diariamente, si es que podemos recuperar algo, pues quizás ya no haya nada que recuperar.