Un fin de semana después del 20D estaba en el pueblo con tres amigos. Uno de profesión taxista, otro encargado de almacén, y el tercero albañil en paro. Todos habían votado al PP.
Los resultados de las elecciones me los sabía de antemano. Muchos pueden pensar que soy muy listo, o que a toro pasado (nunca entendí esta expresión) es muy fácil acertar. Es más sencillo que todo eso. Es simple lógica.
Álvarez del Manzano fue un funesto alcalde que padeció Madrid durante años. Este sujeto a nadie le caía bien. Hablabas con unos y con otros y todo el mundo le ponía a caer de un burro. Cada vez que había elecciones municipales ganaba con mayoría absoluta. Nadie le votaba públicamente, pero luego en privado sí. Tenía a favor que era del PP.
He apostado varias comidas sobre los resultados de los pasados comicios y las he ganado todas.
Predije que el Partido Popular iba a ganar con muchos más votos de lo que le daban las encuestas, y así ha sido. También vaticiné que Podemos iba a quedar tercero, aunque no lo tenía nada claro después del batacazo de las catalanas, y casi alcanza el segundo puesto.
Me hubiera gustado haberlas perdido todas pero desafortunadamente no ha podido ser. Los españoles han demostrado que están de acuerdo con los gobernantes que tienen. Los ciudadanos han confirmado que los políticos corruptos que nos mal gobiernan son un reflejo de ellos mismos.
La noticia más destacable no es que Podemos o Ciudadanos hayan obtenido millones de votos, o que el PSOE se esté hundiendo a marchas forzadas; es que el Partido Popular, después de cuatro años mintiendo y recortando derechos, haya ganado, obteniendo más apoyo que en las municipales.
Este hecho demuestra que este país no tiene solución, que no hay nada que hacer, y que todo lo que nos pase lo tenemos más que merecido. Si tú apoyas y defiendes a quien te está machacando, tienes que asumir las consecuencias.
Después de estar cuatro años en el gobierno, si tuvieran vergüenza, los representantes del PP no deberían haberse votado a sí mismos. Pero viendo el respaldo que les proporciona la gente, es normal que sigan adelante dando lecciones de moral con total impunidad.
Mención aparte merece Alberto Garzón y su Izquierda (des) Unida. Ha quedado retratado. Es evidente que ha antepuesto ser primero en una lista a la opción de unirse a otra fuerza política para acabar con la derecha. Sabía perfectamente que iba a tirar a la basura un millón de votos, pero le ha dado igual. No obstante, gracias a él en la Comunidad de Madrid gobierna Cristina Cifuentes, por el mismo porcentaje que ahora hace inviable que pueda gobernar la izquierda.
El panorama es desalentador. La derecha tiene mayoría. Entiendo por derecha al PP, PSOE, Y Ciudadanos. La izquierda, Podemos e IU, está en clara minoría. Lo normal es que gobierne Rajoy, o que se convoquen elecciones anticipadas.
Aquí quería yo llegar, a la posibilidad de nueva convocatoria a las urnas. La estrategia de los que sabemos que gane quien gane nosotros perdemos debe cambiar radicalmente. Debemos variar nuestro voto de forma significativa.
Todos los que hemos votado al “mesías” y sus “iluminados” de Podemos, porque no hemos tenido más remedio y no porque nos creamos cuentos chinos, en las posibles, futuras, elecciones tenemos que votar al PP.
¡Sí, amigos! Hay que votar al Partido Popular. Hay que darle un respaldo masivo. Tenemos que conseguir que alcancen la mayoría absoluta, y de esta forma hacer felices a los millones de tontos que nos rodean.
Una vez que estos “liberales” consigan el poder total espero que recorten de una manera más agresiva, si cabe, nuestros derechos sociales y humanos. Esta es la mejor manera de mantener el nivel de ignorancia que hace que nos admiren en el mundo como un Imperio de Paletos.
Se acabó poner la otra mejilla y pensar en los demás. La gente que tenemos al lado, la inmensa mayoría, no se merece que se preocupen por ellos. Ya que adoran a quienes les echan de sus trabajos, y les roban su dinero, vamos a darles el gusto, y perpetuar en la poltrona a los que van a conseguir que la marea suba hasta niveles donde la hierba no crece.