Cleopatra VII fue la última gobernante de la dinastía Ptolemaica, vivió durante el siglo I a.C. y es probablemente una de las faraonas más famosas de Egipto, aunque tengamos pocos datos sobre ella. Es una contradicción que sea tan famosa para el gran público y tan renombrada, cuando en realidad se conocen unas pocas pinceladas de su vida real.
Se sabe que fue diplomática, comandante naval, lingüista y escritora de tratados médicos. Además, fue la primera gobernante de su dinastía en aprender egipcio, adoptar la religión y adorar a los dioses egipcios. Es decir, una mujer culta, con estrategia militar y política y que consiguió llagar a ostentar el poder, utilizando todos los recursos a su alcance, a pesar de que en su época el poder pertenecía mayoritariamente a los hombres.
De principio, partimos de que su padre fue el faraón Ptolomeo XII, pero el primer problema lo encontramos al llegar a su madre, ya que no se sabe a ciencia cierta su identidad. Cabe destacar que pertenecía a una dinastía de origen griego, aunque, y en menor medida, también tenía ascendencia iraní. A la muerte de su padre, debían ser los hijos del rey quienes gobernaran Egipto, por lo que durante un periodo de tiempo fue corregente con su hermano Ptolomeo XIII, con quien se casó como indicaban las tradiciones egipcias. Las ansias del poder del joven rey –las mismas que tenía ella, por otra parte, con la diferencia de que las de él se justificaban por ser varón y las de ella no estaban bien vistas– llevó a que estallara una guerra civil y se formaran facciones. Cuando Pompeyo desembarcó en Egipto se estaban enfrentando los ejércitos de ambos, finalmente Cleopatra se vio forzada a exiliarse a Siria, en ese momento bajo control romano.
Cleopatra, ya en Siria, pidió ayuda a Julio César, que en ese momento era general, para recuperar el trono. Se estableció una relación personal y romántica entre ellos y, con su ayuda, recuperó el trono a la muerte de su hermano. En aquel momento supusieron que el hijo que tuvo Cleopatra, Cesarión, lo tuvo con Julio César y, a la muerte del general romano, Cleopatra se presentó ante el Senado romano intentando convencerles de que reconocieran a Cesarión como heredero de este.
Cuando recuperó el trono, se casó con su hermano Ptolomeo XIV, a quien nombró su corregente, y a quien, según se cree, tras su regreso de Roma a Alejandría, mandó envenenar.
Tras la muerte de César, Marco Antonio, ya nombrado uno de los triunviros y con la intención de mantener la alianza entre Roma y Egipto, solicitó una reunión con ella. Poco después iniciarían una relación amorosa, abandonando Marco Antonio a su esposa e hijos en Roma, y teniendo otros tres hijos con ella.
Cuando una guerra estalló en Roma entre los triunviros, Cleopatra se dio cuenta de que las tropas de Marco Antonio se encaminaban hacia la derrota, así que, según se dice, le contó a Marco Antonio que planeaba suicidarse y que, ante esto, él se apuñaló y murió en sus brazos.
Después, la reina intentó negociar con Octavio, pero se dio cuenta de que este quería tomarla como botín de guerra, por lo que se atrincheró en su tumba con algunos sirvientes y se suicidó, según la leyenda con el veneno de una víbora.
La historia es patriarcal
La imagen que nos ha llegado de Cleopatra VII, reina de Egipto, última de la dinastía Ptolemaica, está en gran medida distorsionada por los prejuicios de su época. La mayoría de los que escribieron sobre ella en aquella época o épocas cercanas eran hombres, por lo que nos ha llegado una visión recortada bajo un marco patriarcal y, según nuestra perspectiva moderna, se podría decir que machista; además de que debido a que la biblioteca de Alejandría se destruyó varias veces, se han perdido muchos de los relatos de su época que hablaban sobre ella.
Como otras tantas mujeres de su época que mostraban inteligencia, cultura, poder o estrategia, fue tachada como una “arpía” o “víbora”, distorsionando su memoria, alguien que corrompió o manipuló a los hombres a su antojo porque reclamó un poder que de haber nacido varón le hubiera pertenecido.
No debemos olvidar que, ante todo, Cleopatra era una reina, lo que muchas veces se suele pasar por alto. La imagen de esta figura histórica ha pervivido a través del mito, llegando a tener influencia en la pintura, el cine, la literatura…
Pero, una vez más, pocas veces se la representa como una figura intelectual, influyente, culta y con poder político. De hecho, nos suele llegar la imagen de una mujer controladora y manipuladora, dispuesta a hacer lo que haga falta por el poder y a pisotear a quien sea, una mujer incluso cruel. O, por su contraparte, de una mujer dulce y enamorada que cede a sus pasiones, normalmente por la figura de Marco Antonio, dando el claro ejemplo de que, como no, la mujer cede ante el hombre.
Por eso, y como ya he referido antes, no debemos olvidar que Cleopatra era una reina, una mujer que se impuso ante las tradiciones de su época para reivindicar su derecho a gobernar, para ostentar el poder, de la misma manera que lo hicieron su padre y sus hermanos. Sin embargo, a través de una historia mayoritariamente escrita por hombres nos ha llegado más la cara cruel, manipuladora y avariciosa de una mujer ansiosa por el poder, en lugar de valorar el alto nivel cultural, las habilidades intelectuales y la estrategia política de una reina de su tiempo.
Muchos pueden pensar que estos estigmas han quedado en el pasado. Lo cierto es que cuando una mujer destaca en algo –lo vemos en nuestros días– muchas veces se dice que está en esa posición predominante por ser la hija de, la hermana de, la pareja de o la madre de, y ese “de” normalmente lo ocupa un hombre. O quizá no, quizá, y esto ya se hacía hace 2000 años, puede que se le reconozca su fortaleza, sí, pero asemejándola y comparándola a la de un hombre. Puede que incluso sean destacadas sus habilidades, pero con una connotación negativa: César tenía estrategia política, mientras que Cleopatra era una manipuladora.
Así pues, la imagen que nos ha llegado de Cleopatra es la de una reina cruel y manipuladora, o la de la amante de César o Marco Antonio. De nuevo se la destaca en comparación con o junto a, en lugar de simplemente dejar que destaque ella por quién fue. Lo cierto es que se sabe poco de su vida, incluso habiendo sido una de las figuras más importantes de la historia y una de las reinas más conocidas de Egipto.