(Al final del texto encontrarás el vídeo de la charla en el CAUM)
Durante la década de los cuarenta y parte de los cincuenta muchos españoles pasaron hambre. Posiblemente en esos años se pasó la mayor hambruna de la historia contemporánea de España. En 1946 un informe oficial sobre los racionamientos decía que eran tan escasos que no bastan para malvivir diez días de cada mes en las capitales y cinco en los pueblos [1]. Mientras el pueblo pasaba hambre se enviaban toneladas de patatas, tomates, frutas a Alemania como pago por la ayuda nazi en la guerra civil.
Pero éste hambre no llegaba a todos, lo evitaban las clases pudientes, los vencedores de la guerra. En 1940 un ingeniero inglés se alojó en la finca que un terrateniente tenía en el Cabo de Gata, hablaba de su estancia: mientras que estuvimos en la casa de Pepe, había abundancia de todo, pero me pregunto a qué precio. En los pueblos hay gente que no ha comido pan desde hace tres meses, mientras alguna gente tiene tanto dinero como para comprar coches y disfrutar de cualquier diversión que les apetezca [2].
Tampoco sabían lo que era el hambre las autoridades franquistas. Francisco Franco Salgado-Araujo comentaba a su primo lo que había visto en una fiesta que organizó el Ayuntamiento en 1955 en el Retiro madrileño, […] aquello parecía una orgía o las bodas de Camacho. Todos los hoteles y restaurantes de Madrid ofrecían gratuitamente a los invitados unos platos suculentos con toda clase de vinos y mariscos (no obstante estar en veda) algo verdaderamente pantagruélico […] Cuando hay en Madrid tanta gente en la mayor miseria y hambrienta, no parece oportuno alardear de que nos sobran esos alimentos para los amigos[3]. La confesión de su primo no provocó en Franco la más mínima reacción.
En un consejo de ministros celebrado en noviembre de 1939 Franco tuvo el cinismo de decir: las cosas no pueden estar tan mal desde el momento en que a todos los sitios a los que voy se me ofrecen banquetes y encuentro caras sonrientes [4].
El hambre condicionó la vida de millones de españoles. La desesperación llevó a no pocos al suicidio ante la impotencia de no poder llevar una vida digna; la de muchos padres y madres desesperados por no poder ofrecer ni un trozo de pan a sus hijos. También fue el causante de un fuerte aumento de los pequeños robos, generalmente de alimentos. Cuando eran descubiertos la gran mayoría esgrimía como escusa que robaban para poder comer algo.
Unido al hambre iba la miseria. Cientos de miles de españoles iban vestidos con poco más que unos andrajos. El uso de zapatos era un lujo, una gran parte calzaba modestas alpargatas cuando no iban directamente descalzos. Muchas personas tuvieron que empeñar, en la mayoría de las ocasiones sus pocas posesiones para poder subsistir. En Madrid en 1945 el Monte de Piedad registró cerca de 400.000 empeños, de ellos 323 mil eran prendas de vestir. Había que elegir entre pasar hambre o frío.
En la memoria del Patronato de Protección a la Mujer, correspondiente al bienio 1943-1944 se señalaba la miserable situación en que se vivía: La miseria es tan enorme, que difícilmente se puede explicar. Sin muebles, sin vestidos, sin casi comida; así viven miles de almas en las afueras de Madrid, dedicadas a la busca, o a la ratería y a la mendicidad, depauperados y recelosos [5].
Hasta ser pobre estaba prohibido. En marzo de 1944 se advirtió de que se multaría a las personas que dieran dinero a los mendigos callejeros. Los mendigos eran una mala imagen del régimen, debían desaparecer. En algunas ciudades como Madrid o Alicante se crearon «depósitos» de mendigos, donde eran hacinados fueran hombres, mujeres o niños; muchos de ellos perecieron a causa del frío y del hambre.
Pero para los hombres del régimen lo importante era la Patria, poco importaba que no tuvieras nada que llevarte a la boda. Serrano Súñer en un discurso pronunciado en 1941 en Valencia decía: Si en España no hay pan para comer, estamos alentados por la esperanza de producirlo enseguida y por el orgullo inmenso de ser españoles que han rescatado España. Si fuera preciso, diríamos contentos: no tenemos pan, pero tenemos Patria, que es algo que vale mucho más que toda otra cosa [6]. Con el estómago lleno se puede ser muy patriota.
Se dejaron de comer alimentos imprescindibles como la carne y el pescado. En 1950 se consumía por persona la mitad de pan, la cuarta parte de aceite, la quinta de patatas y la sexta de arroz que en 1936. Redundando en la reducción del consumo de muchos alimentos: en 1935 se consumían 156 kilos de pan por habitante y año, en los años cuarenta estaba en torno a 100 kilos, con picos significativos como los 87,1 de 1945-1946; las leguminosas se habían reducido a la mitad, de 12 a 6 kilos; las patatas de 175 a 103; el azúcar de 11 a 4; la carne de 33 a 13; los huevos de 5 a 2, etc. [7]
La falta de una alimentación adecuada hacía aún más penosas las condiciones de los trabajadores. En 1942 un informe del Consejo Superior de las Cámaras de Comercio e Industria avisaba a las autoridades de la depauperación física del obrero por una alimentación deficiente. Un año antes un informe de la Jefatura de Falange de Tarrasa decía: Se ha restringido la ración de pan a cien gramos por persona y se han dado casos de que muchas mujeres se desmayaban en las fábricas debido a la insuficiencia de su alimentación [8]. En similares términos se pronunciaba un informe del jefe de Falange de Baleares: la depauperación se ceba en forme ostensible en fábricas, talleres y construcciones, dándose el caso frecuente de caer en el trabajo, desplomados en el suelo por falta de alimentación [9].
El racionamiento era totalmente insuficiente para cubrir las calorías que debe ingerir una persona para cubrir las necesidades mínimas. Y no eran muchos los que podían acudir al mercado negro para paliar este déficit. En 1941 el racionamiento solo cubría un 34% de las calorías necesarias. En 1946 la media de calorías ingeridas por lo españoles era de 1430, es decir un 28% menos de las necesarias; en un informe de 1947 del gobernador civil de Valencia decía que el racionamiento solo aportaba por persona 953 calorías; en 1948 eran de 1650. Tengamos en cuenta que esta es la media, en las clases más humildes estas cifras eran significativamente menores. El consumo de calorías no se recuperó hasta mediados de los cincuenta, y el de carne y lácteos hasta los sesenta.
Las propias autoridades eran conscientes que las calorías que proporcionaba el racionamiento eran insuficientes. En agosto de 1941 el jefe provincial de Falange de Granada escribía en un informe: El principal problema que suscita es la imposibilidad de vivir con el racionamiento, que de los más principales y más elementales artículos se da a la población, que por otro lado los encuentra a precios casi imposibles de adquirir, con lo que se plantea a la luz del día, y ante la impasible mirada del Estado, un pavoroso dilema; o se vive descaradamente fuera de la ley en materia de comidas u oficialmente se ve al español obligado a morirse [10].
Ese mismo año un estudio oficial señalaba el déficit alimentario de los españoles en un 61% en grasas, 66,2% en carbohidratos, y 65% en calorías. En 1955 el consumo de calorías aún estaba un 10% por debajo del de 1935 [11]
Un informe de la Dirección General de Seguridad sobre la alimentación en Madrid entre los años 1941 y 1943, dividió a las familias trabajadoras en cuatro grupos. En el más humilde, con ingresos mensuales inferiores a 200 pesetas, su alimentación solamente cubría el 57% de las calorías mínimas; en el superior, con ingresos entre 600 y 1000 pesetas, el porcentaje llegaba al 80%. Añadía el informe que los ingresos de la mayoría de los españoles no llegaban a las 850 pesetas mensuales.
En 1953, un año después de retirarse las cartillas de racionamiento, el gobernador civil de Almería refería en un informe que unos 89.500 trabajadores no tenían suficientes ingresos para poder comer las calorías necesarias para la subsistencia.
Se puede estimar que durante la década de los cuarenta el consumo de calorías por día y habitante estaría en torno a las 1500, hasta 1951 no se superarían las 2000. Según todos los estudios realizados al respecto el consumo medio necesario para hombres sedentarios sería de 2200/2600 calorías y para los activos entre 2400 y 3000. En cuanto a las mujeres sedentarias se estima en 1600/2000 calorías y entre 1800 y 2400 para las activas.
Se come lo que se puede
El pan es un alimento básico en la dieta española, pues incluso de este primario alimento carecieron los españoles en los años cuarenta. El pan se racionó entre los 150 y 200 gramos para las cartillas de tercera, un pan que estaba mezclado con diversos cereales y que llegó a ser incomestible. Incluso estas exiguas cantidades se veían disminuidas, como ocurrió en mayo de 1940 año en que solamente se distribuyó los días impares a razón de 250 gramos por persona. A comienzos de 1941 la ración diaria de pan negro era de 175 gramos para las cartillas de tercera, 120 para las de segunda y 80 para las de primera. Hasta 1952 se produjo una escasez de pan mucho mayor y más larga que la que se había producido durante la guerra civil.
El pan llegó a considerarse un artículo de lujo. La historiadora Gloria Román[12]recogió el testimonio del jienense Constancio Zamora. Contaba este testigo de la época como su madre pagaba con un saco de trigo o harina a algunos jornaleros que trabajaban en el campo de su padre; también lo usaba como regalo de bodas: Mi madre el regalo que les daba era media saca de harina; tenían para más de un mes para cocer pan.
En 1950 apareció el primer documento de la jerarquía eclesiástica que conllevaba una crítica a la política del régimen, su autor fue el obispo Vicente Tarancón, fue conocida como « Pastoral del pan»[13]. Tarancón criticaba la falta de pan, la corrupción de las autoridades y la violencia que se estaba ejerciendo: ¿Se han hecho todos los sacrificios posibles para los obreros y empleados tuviesen el pan suficiente y los demás alimentos primarios?…, por eso la Autoridad Civil no puede cruzarse de brazos ante esa realidad angustiosa que aflige a una parte de la sociedad[14].
Como había escasez de harina de trigo para fabricar pan, las autoridades recomendaban como más saludables otros tipos de pan: Hay que convencer a la gente que es relativamente moderno el pan como el que estábamos acostumbrados a comer antes de la guerra y que la calidad a la que había llegado no era la más propicia para nuestros organismos (…) Debemos aceptar que el pan blando, que el pan fermentado es una conquista relativamente moderna (…)El pan blando con levadura era cosa de lujo en sociedades pasadas (…) Hay que pensar, no obstante, que las harinas sean posibles o fáciles de panificar y dejemos sentado que el pan sencillamente trabajado y moreno es el más recomendable[15].
Por el contrario el economista París Eguilaz opinaba que el pan que se daba no era bueno para la alimentación humana; salvo en muy pequeña proporción, el hombre no digiera la celulosa del salvado[16]. El mismo París Eguilaz denunciaba que los panaderos utilizaban harina integral para hacer el pan del racionamiento y guardaban la harina blanca para el pan destinado al mercado negro.
La necesidad hacía que se comiera cualquier cosa, alimentos en mal estado, adulterados, alimentos no aptos para consumo humano, sucedáneos; lo que fuera para mitigar el hambre.
Era habitual el consumo de harina de almortas, también conocida como harina de guijas, lo que provocaba una enfermedad conocida como latinismo (parálisis espástica de las extremidades inferiores). También era habitual comer gatos, de ahí viene el dicho: Que no te den gato por liebre. Un comercio sevillano levantó sospechas por la gran cantidad de liebres que tenía a la venta. Tras una inspección la propietaria confesó que había matado 18000 gatos.
La adulteración de alimentos estaba al orden del día. Un ejemplo: en Madrid entraban diariamente 200.000 litros de leche y se vendían 400.000. En 1950 el Ayuntamiento de Madrid informaba que el 40% de la leche vendida en Madrid era más agua que leche.
No eran pocos los que se dedicaban a recoger hierbas en el campo, que en algunos casos eran venenosas acarreando su consumo graves problemas de salud. También se recogían setas, cardillos, collejas, incluso las zarzas. La carne más consumida era de la burro o mulo viejo, la de caballo era una «exquisitez».
Ante la falta de muchos alimentos había que echarle imaginación a la hora de cocinar. Para ayudar a fomentar la creatividad culinaria el cocinero Ignasi Domenech escribió en 1938 un libro titulado Cocina de recursos, en el aparecían recetas de calamares fritos sin calamares, cardillos borriqueros a la madrileña, o tortilla española sin patatas ni huevos, receta que alcanzó gran popularidad[17]. La revista Alimentación Nacional, órgano de la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, también aportó recetas para la «nueva cocina», como la tortilla de boniatos sin huevos.
También fue normal la utilización de sucedáneos, por ejemplo malta o chicoria en lugar de café, también se utilizaron bellotas, higos secos, cacahuetes, semillas de algarroba, etc.; sacarina en lugar de azúcar, margarina por mantequilla, o aceite de soja o girasol por aceite de oliva.
Testimonios
Nada mejor para conocer la verdad de lo que ocurría en aquellos negros días de la posguerra que leer el testimonio de aquellos que los padecieron en primera persona, o de los que los vieron directamente.
Una mujer que vivió la época relató su experiencia al historiador David Conde[18]: Los había que no tenían alimentos… algunos comían nada más que hierba, la gente más pobre…comían a lo mejor nada más que cardillos, habas…y se hinchaban las piernas…y los brazos, de tanta miseria que tenían encima…porque a lo mejor no tenían ni aceite para guisarlo…y había personas que se hinchaban…Un hambre…se hinchaban los hombres. Miseria teníamos toda la que queríamos…fíjate como sería que los ricos tiraban a los estercoleros todo lo que queríamos…fíjate corriendo a por ellos, los cogían, los salaban para que no oliera a pocho y se los comían.
Otro testigo le comentó como se comieron un cerdo que habían tenido que enterrar al morir por ingerir un veneno: Pero hubo gente de aquí, del pueblo, que se enteraron y fueron preguntando para averiguar a ver dónde estaba la cochina enterrá. Y cuando nos quisimos dar cuenta se la llevaron. Y se la comieron…y estaba envenenada…pero es que se pasaba mucha hambre y cualquier cosa era buena […] Hasta los cerdos que se enterraban que tenían triquina, e ir un señor, que hace poco que se murió, y desenterrarlo para comérselo. Y le daba igual que estuviera enfermo, se lo daba a sus hijos. Si no tenían otra cosa…que iba a hacer aquel pobre señor[19].
En 1949 el hispanista Gerald Brenan realizó un viaje por España en compañía de su esposa Gamel Woolsey. Las experiencias de este viaje las dejó plasmadas en el libro: La faz de España. De esta obra tomamos los testimonios que le dieron al escritor inglés varias personas sobre la situación que vivía el país.
Un compañero en un viaje en tren le contó la situación que se vivía en el mundo rural, así lo cuenta Brenan: Ahí tiene usted el caso de Espejo, por ejemplo, todo el pueblo y todo el campo del contorno pertenecen a la duquesa de Osuna, pero los trabajadores de sus tierras se mueren de hambre. Esa es la gente que debieron fusilar los rojos [20].
Una posadera de Aguilar de la Frontera (Córdoba) le explicaba lo mal que estaba el mundo laboral: No hay trabajo para nadie. Todos se mueren de hambre. Las raciones no bastan ni para un diente, ¿y quienes aparte de los ricos, pueden comprar en el mercado negro? Aunque hubiera trabajo, mire los jornales que dan; ¡doce pesetas! ¿Cómo se puede mantener a la familia con eso? Como le digo, los vecinos de este pueblo se están muriendo [21].
Algunos se tomaban con cierto humor la situación que se vivía: El otro día –dijo la señora Washbrook-, un hombre expuso muy buen el problema en al autobús. Fijo que el general Franco era verdaderamente un gran hombre. Está enseñando a los españoles algo maravilloso: a vivir sin comer [22].
Dos campesinos con los que se encontró en el camino le expusieron sus quejas sobre la vida en el campo: Por ejemplo, ¿saben ustedes lo que hemos comido hoy? Unos trozos de pan con unas malas naranjas. Esta noche iremos a casa y la mujer nos tendrá preparadas unas alubias cocidas con agua con un poco de harina. Sin aceite, porque nuestra ración del mes se ha acabado. Pero lo más terrible es que el hambre está haciendo de la vida familiar un infierno. Los niños lloran, sus madres los azotan y todos estamos con los nervios de punta. En nuestra familia siempre ha habido mucho cariño, pero lo que es ahora nos queremos muy poco. Nos estamos embruteciendo
Es lo que quieren –dijo el joven- Quieren destruir lo que tenemos de hombres. Quieren convertirnos en animales. Ese es su programa. Y, mientras tanto, los ricos, dueños de toda la tierra, salvo esta dehesa, no hacen más que comer, beber, andar en coche y seducir a nuestras mujeres. Esa es la gente que ustedes, los ingleses, mantienen en el poder [23].
Un chófer le dijo la razón de lo que estaba pasando en el país: Pues que las clases dirigentes están robando el país ¿A dónde va el aceite, adónde va el trigo, si no es a sus bolsillos? Como ustedes saben, todos son falangistas. No tenían una peseta cuando subieron al poder, y a los dos años… Ya poseían grandes coches, grandes empresas y grandes fincas por todo el país. No es ningún secreto. Todo el mundo lo sabe [24].
Brenan no sólo nos dice en su obra lo que le contaban, también dejó testimonio de lo que veía con sus propios ojos: No es posible andar por las calles de Córdoba sin quedarse horrorizado ante tanta miseria […] Se ven hombres y mujeres cuyos cuerpos tienen una capa de suciedad, porque son seres demasiado débiles y desesperados para lavarse. Se ven niños de diez años con caras marchitas y mujeres de treinta que parecen viejas […] Nunca antes había visto yo miseria tan grande: ni los leprosos de Marrakech y Taroudant [25] parecen tan desgraciados, porque, además de estar mejor alimentados, se han resignado a su suerte[26].
En abril de 1945 la que realizó un viaje a Madrid fue Simone de Beauvoir, su experiencia del viaje las plasmó en un artículo en Combat[27]: Las patatas y los garbanzos, que son la base de la comida española, se distribuyen en cantidades ridículamente insuficientes. En el mercado negro, un kilogramo de garbanzos puede alcanzar las 10 pesetas. En cuanto a los alimentos racionados, un huevo cuesta 1 peseta, un kilogramo de carne 20, los tomates y los plátanos cuestan 1,6 pesetas. Así que la clase trabajadora no come huevos, ni leche, ni carne, ni verduras, ni frutas. Le pregunté a un amigo: «¿Qué comen?» Y me respondió: «Se comen la punta de los dedos, y agregó, vete a caminar por Tetuán y Vallecas. Esto te informará mejor que cualquier cosa.
De su paseo por el barrio de Tetuán escribió: Ya no hay calles, sino caminos de tierra recostada bordeados de casas con techos de tejas rojas. No se encuentra ni una sola tienda. Los niños caminan descalzos y, a menudo, se visten con harapos, con la espalda descubierta. Hombres y mujeres usan alpargatas o zapatillas, y nunca zapatos. Padres, niños, cabras y gallinas se amontonan dentro de minúsculas chozas cuyos interiores oscuros se pueden ver a través de las puertas abiertas. En los días fríos y lluviosos […], debe ser terrible vivir en estas casas y caminar por la tierra empapada […].
El Dr. H. Janney (miembro de la Rockefeller Mission) también dejó sus impresiones tras un viaje a España en 1940: Muchos niños mendigando por las calles, algunos no mayores de 5 años […] (que) manoseaban sobre el montón de cáscaras en el suelo y debajo de las mesas a la espera de encontrar bocado. Aquellos a los que les dimos comida de nuestros platos la cogieron impacientes y sin murmullo, ni un cambio de expresión de sus caras, se daban la vuelta y se marchaban a la calle. Parecían perros hambrientos, yo nunca lo había visto [28].
El cónsul británico en Málaga achacaba la situación a lo poco eficaz que era el racionamiento, el total caos que había en el sistema de abastecimiento, y, atención al dato, al envío de toneladas de aceita de oliva a Alemania, esto era lo que estaba ocasionado el hambre que se estaba padeciendo en la provincia andaluza[29]. En 1948 un informe de la CIA se expresaba en similares términos. El embajador británico, Samuel Hoare escribía a Churchill: España en la actualidad, está en peores condiciones que nunca en su historia. El Gobierno es miserable, no hay comida…Por su parte el comandante de la Royal Navy, Allan Hillgarth describía la situación que veía: […] Un cuarto de la población de España está prácticamente muriéndose de hambre.
Muerte y enfermedad
Es difícil cuantificar las muertes que se produjeron directa o indirectamente por el hambre. El historiador franquista Ricardo de la Cierva estimaba que entre 1940 y 1946 la cifra de personas muertas directamente por hambre ascendía a 30.000. Si tenemos en cuenta quién da esta cifra podemos pensar que la estimación está hecha muy a la baja. Stanley G. Payne cifra los fallecidos entre 1939 y 1944 en 200.000; Ortega y Silvestre en 194.000, mientras que Jordi Maluquer de Motes eleva la cifra a 600.000. Según Santiago[30], entre 1939 y 1953 fallecieron por causas directamente relacionadas con el hambre, 186.851 personas. Por regiones la más afectada fue Andalucía, el 33% de las muertes, siguiendo Castilla y León, Extremadura, Cataluña y Galicia; las que menos: La Rioja, Navarra y Baleares. El año con mayor número de muertos fue 1941 con 72.000 fallecidos.
En agosto de 1941, el director general de Sanidad alertó que en el próximo invierno los muertos por hambre o enfermedades relacionadas con las carencias alimenticias podrían estar entre 1.700.000 y 2.000.000 de personas. Un ejemplo escalofriante fue el del pueblo murciano Fortuna, donde en 1939 el 50% de las muertes se debieron al hambre[31].
Uno de los grupos más afectados fue el de los niños. En 1940, 100.000 niños murieron antes de cumplir un año de vida. En 1941 de cada mil niños nacidos murieron 151 antes de cumplir un año, en muchos casos se debía a la desnutrición que padecía la madre. En 1942 en algunas provincias la mortalidad infantil alcanzó el 35%. Por ejemplo en Jaén, en 1942 la mortalidad infantil fue del 347/1000. Estas cifras son claramente tercermundistas. En 1943 muchos niños en edad escolar ingerían solamente 1400 calorías, cuando lo recomendable estaría entre las 2400 y las 2600.
Amén de las causas directas por el hambre, otras muchas se produjeron por enfermedades relacionadas con ella. Santiago [32] expone cuales fueron las causas de estos decesos.
El hambre fue el causante del aumento de enfermedades como la difteria, el paludismo, la fiebre tifoidea, la disentería, la sarna y, sobre todo, la temible tuberculosis. En ocasiones se convirtieron en verdaderas plagas, como la ocurrida en 1941 del conocido como piojo verde (tifus exantemático). Ese año se registraron 4945 casos con 1654 muertes; en 1942, 2995 casos y 1560 fallecimientos, según los datos de la Revista de Sanidad e Higiene[33]. En 1941 las ciudades más afectadas fueron Córdoba y Madrid y en 1942, Málaga y Cádiz. Ante la ausencia de antibióticos la epidemia de tifus exantemático intentó controlarse con DDT.
Pasados los peores momentos de la plaga de tifus exantemático, el director general de Sanidad, José Alberto Palanca dijo: Hubo momentos en que yo creí que la catástrofe nacional era inevitable, no solamente por la extensión del virus sobre el mapa nacional, sino, además por la escasez de medios para combatirlo, que nos dejaba pocas esperanzas de reducir la enfermedad a limites discretos [34]
El hambre también trajo muchas enfermedades carenciales como la hipovitaminosis, enfermedad que afecta el cartílago del crecimiento y provoca raquitismo; la avitaminosis, carencia de vitaminas, era frecuente. La falta de vitaminas provoca enfermedades en distintos órganos del cuerpo.
Otras enfermedades comunes de la época fueron la fiebre tifoidea y el paludismo. La fiebre tifoidea se transmite a partir de consumir agua o alimentos en mal estado. En 1943 se produjo un fuerte brote en Pasajes (Guipúzcoa) con un total de 73 casos provocados por el consumo de almejas en mal estado; en Córdoba se registraron 150 casos, en este caso por beber agua contaminada.
En cuanto al paludismo, provocado por la picadura de un mosquito, no está directamente relacionado con el hambre o las condiciones higiénicas, pero sí que su extensión se ve beneficiada por las malas condiciones sanitarias, la escasez de alimentos y los movimientos de población. En 1942 y 1943 se produjo un alza muy importante de esta enfermedad. En 1952 aún se registraron unos 11000 casos y 58 muertes. Hasta 1964 no se radicó esta enfermedad de España.
Sin duda la más trágica y devastadora de las enfermedades sobrevenidas por el hambre, el hacinamiento y las malas condiciones higiénicas fue la tuberculosis. Entre 1940 y 1947 aparecían 150.000 casos nuevos de tuberculosis. Entre 1939 y 1944 provocó 25.000 muertes anuales. En Bilbao y Barcelona, entre 1946 y 1950 provocó la muerte del 10% de los hombres y el 6% de las mujeres fallecidas. Respecto a 1935 representaba un aumento del 300%.
El hacinamiento y las malas condiciones sanitarias de las viviendas también contribuyeron a la expansión de la tuberculosis. Los doctores Fernando Paz y Ricardo Martínez Álvarez publicaron en febrero de 1942 un artículo en la revista SER. Revista Médico-Social en el que denunciaban este hecho: […] hay hogares, o mejor ambientes familiares de por si lamentables. Es decir, hay hogares, que son causa de la tuberculosis, hay hogares en los que la tuberculosis reincide no solamente por la posible contaminación a través del foco, sino porque las condiciones de vida de sus componentes son inferiores y hacen posible, o mucho más frecuente, el contagio […] Los barrios pobres o insalubres o superpoblados son los más castigados[35].
Los profesionales se quejaban de la falta de soluciones y recursos que se estaban dando. B. Benítez Franco escribió en la memoria de 1944 sobre la lucha antituberculosa: […], ¿Qué se puede hacer en el dispensario antituberculoso como centro de profilaxis frente a los problemas sociales de vivienda, de alimentación, de paro obrero y de tantas otras que favorecen el desarrollo de esta enfermedad? Su importancia salta a la vista y no admite otro comentario que el de reconocer que para luchar contra una enfermedad social no basta un solo sector de la sociedad [36].
El 20 de diciembre de 1936 se creó el Patronato Nacional Antituberculoso, tenía como objetivo hospitalizar a todos los tuberculosos. Como muchas otras iniciativas del régimen era más propaganda que realidad, ya que nunca se proporcionaron los medios para llevar a cabo esta labor.
El Auxilio Social [37]
Con el propósito de proporcionar socorro humanitario, sobre todo a los niños, en octubre se creó el Auxilio de Invierno –copia del Winterhilfswerk nazi. Nació por iniciativa de Mercedes Sanz-Bachiller. En 1937 cambió su denominación por la de Auxilio Social, pasando a ser dependiente de la Sección Femenina. Auxilio Social creó comedores para pobres, embarazadas y, sobre todo, niños.
En 1945 los comedores infantiles de Auxilio Social sirvieron 3,2 millones de comidas, las Cocinas de Hermandad distribuyeron 3 millones de comidas para adultos.
Pero no era fácil obtener la ayuda del Auxilio Social, amén de conseguir un «informe de pobreza» se tenían que cumplir ciertos requisitos, como recuerda un vecino de Vallecas: Era obligatorio ir a misa todos los domingos sí o sí, daban una tarjeta, le daban una tarjeta que tenias que llevar el domingo a misa para controlarte, si no ibas bofetón al canto, esto no te lo quitaba nadie, era obligatorio comulgar [38] .
Pero no era solamente eso lo que hacía el Auxilio Social. Además facilitó el secuestro de los hijos de mujeres republicanas encarceladas; y dar los niños a familias adictas al régimen. Un decreto de junio de 1940 le otorgaba la patria potestad de los hijos de familias con «malos antecedentes», es decir ser «rojos»; otro decreto de 1941 les permitía cambiar los apellidos de los niños acogidos en sus centros, de esta manera se impedía que sus familiares pudieran reclamarlos. Esta era la «caridad» del régimen.
El Auxilio Social no tenía buena imagen en gran parte de la población. En 1940 el Servicio de Información e Investigación de Falange escribía un informe sobre el sentimiento que había en Barcelona respecto al Auxilio Social: […], la fiesta de la banderita –de la Cruz Roja- tuvo más éxito que las colectas de Auxilio Social. Esto en una población como Barcelona donde la gran mayoría de la opinión es desafecta o indiferente, no se puede atribuir a un fenómeno de tipo sentimental, sino que con lógica hay que buscar las causas en la simpatía que se siente por un organismo de carácter anti-fascista [39]
Conclusiones
Franco sometió premeditadamente a millones de españoles a pasar hambre. Fue un arma más utilizada por el régimen para subyugar a la población. Como señala Arco[40]: Hambre y represión fueron unidas. Pero también, paradójicamente, el hambre y la estabilidad del general Franco.
El hambre fue utilizado por Franco como un arma de guerra, parecido a lo que actualmente está haciendo Israel con el pueblo palestino, como una forma de exterminar a una parte de la población. A la parte más humilde, a aquella que era menos afecta al régimen.
En los años cuarenta la alimentación y la forma de vivir de muchos españoles era peor que la cualquier país tercermundista.
Vídeo de la conferencia:
Bibliografía mencionada
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- CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio (2010): Miedo y progreso. Los españoles de a pie bajo el franquismo. 1939-1975, Madrid, (edición digital).
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- SANTIAGO DÍAZ, Gregorio (2022): El hambre que mata. Mortalidad y enfermedad en la Andalucía Oriental rural del primer franquismo (1939-1953), en Pasado y Memoria, nº 24, pp. 267-294.
- SANTIAGO DÍAZ, Gregorio (2022b): Franquismo patógenos. Hambruna, enfermedad y miseria en la posguerra española (1939-1953), Granada.
[1] Citado por Santiago, 2022: 285.
[2] Citado por Arco: 252.
[3] Citado por Barciela: 158.
[4] Citado por Arco: 248.
[5] Citado por Martínez Aranda: 177.
[6] Citado por González Duro: 206.
[7] Ver Barciela: 148-149.
[8] Citado por Riquer: 282.
[9] Citado por Molinero e Ysas: 584.
[10] Citado por Román y Arco: 113.
[11] Ver Cazorla: 951.
[12] Román: 84.
[13] Su título era El pan nuestro de cada día.
[14] Citado por Conde: 112.
[15] Citado por Santiago, 2022b: 149.
[16] Citado por Santiago, 2022b: 149.
[17] Se hacía con mondas blancas de naranja puestas en remojo, el huevo se sustituía por una mezcla de harina, agua, bicarbonato, pimienta y colorante.
[18] Conde: 132-133.
[19] Conde: 135.
[20] Brenan: 76.
[21] Brenan: 96.
[22] Brenan: 145.
[23] Brenan: 235-236.
[24] Brenan: 291.
[25] Ciudad marroquí a 85 kilómetros de Agadir.
[26] Brenan: 87-88.
[27] Periódico de la resistencia francesa. Publicado el 15 y el 16 de abril de 1945, bajo el título Quatre jours à Madrid.
[28] Citado por Conde: 36-37.
[29] Ver Hernández y Santiago: 16.
[30] Santiago, 2022b: 217-218.
[31] Ver Santiago, 2022b: 159.
[32] Santiago, 2022b:215.
[33] Citado por Abella: 138.
[34] Citado por Santiago, 2022b: 175.
[35] Citado por Santiago, 2022b: 188.
[36] Citado por Santiago, 2022b: 190.
[37] Sobre el Auxilio Social es altamente recomendable leer el cómic de Carlos Giménez, Paracuellos.
[38] Citado por Martínez Miranda.
[39] Citado por Riquer: 50.
[40] Arco: 252.