No es la primera vez que la palabra “zorra” es utilizada en el título y en la letra de una canción o incluso para denominar a una banda musical. Durante mi estancia de más de una década en París, me topé, una tarde de 1983, en la contraportada del vespertino Le Monde, con una noticia insólita, relativa a un grupo musical, formado por cuatro chicas bilbaínas. Éstas habían bautizado al grupo con el nombre de “Las Vulpes” (<latín “vulpes, -is”: “zorra”) e interpretaban una canción osada e irreverente para la mujer, titulada “Me gusta ser una zorra”.
En el Benidorm Fest 2024, el dúo Nebulossa se impuso con la canción titulada simplemente así: “Zorra”. Esta canción representará a España, el próximo mes de mayo, en el Festival de Eurovisión de Malmö (Suecia). A pesar de que no es algo nuevo y de que estamos en pleno s. XXI y en un país occidental, el título, la letra y la escenografía de esta canción han provocado un acalorado debate mediático y social.
Los partidarios de la canción. Éstos consideran que la letra de “Zorra” constituye todo un himno de liberación y de empoderamiento de la mujer. En efecto, a lo largo de la misma, se describen algunos comportamientos o actitudes de la mujer que, tradicionalmente, han sido considerados inadecuados y censurables. Para muestra, algunos botones: “Si salgo sola, soy la zorra; si me divierto, la más zorra; si alargo y se me hace de día, soy más zorra todavía;” etc. Ahora bien, entre los hombres, estos mismos comportamientos no son socialmente censurables sino normales, lógicos y razonables. Por eso, con la canción “Zorra”, afirman sus defensores, el dúo Nebulossa trata de poner el dedo en la llaga de ciertos estereotipos y prejuicios sociales.
Estos estereotipos, argumentan, son la constatación del uso de las dos varas de medir. Y esto denota que estamos en una sociedad donde hombres y mujeres no somos iguales en derechos y obligaciones. Por eso, el dúo Nebulossa, con la canción “Zorra”, intenta poner su grano de arena para que se tome conciencia de la discriminación y, así, contribuir a acabar con las desigualdades entre el hombre y la mujer.
Para ello, con “Zorra”, se pretende “resignificar” el contenido semántico de la palabra “zorra”, preñándola con un nuevo significado. Para Nebulossa, “ser una zorra es saber lo que uno quiere”. Y esto no tiene nada que ver con el significado peyorativo de la 7ª acepción de “zorra” (“prostituta, meretriz, puta, furcia, ramera, fulana, pelandusca”) del DRAE, acepción utilizada tradicional y coloquialmente para denigrar y vejar a la mujer.
Los árboles que no dejan ver el bosque. La máxima popular “querer es poder” pone el acento en la importancia de la voluntad, del empeño y de la perseverancia para la consecución de nuestros objetivos. Ahora bien, tener la voluntad o el empeño de hacer algo no es suficiente. Se necesitan estrategias, recursos y poder para conseguirlo. Como reza otro aforismo popular, “el hombre propone y Dios dispone”.
A pesar de las intenciones liberadoras, empoderadoras e igualitarias del dúo Nebulossa, creo que el lenguaje utilizado y la reiteración de la palabra “zorra”, a lo largo de toda la canción, pueden ser como los árboles que no dejan ver el bosque y empujar a los escuchantes de la canción a que miren el dedo (la repetición machacona de la palabra “zorra”, cargada de connotaciones negativas para la mujer) que les señala la luna (el pretendido empoderamiento de la mujer y la resignificación del contenido semántico de “zorra”). En efecto, a lo largo de la canción, nos topamos con el martilleo constante de la palabra “zorra”, que es utilizada nada menos que 44 veces y que, según la 7ª acepción del DRAE, está cargada de un contenido despectivo y malsonante para la mujer.
La música amansa las fieras, verbaliza otra máxima muy popular. Y, para los defensores de la canción “Zorra”, ésta puede contribuir también a desfacer ciertos entuertos sociales y a acabar con las diferencias —en derechos y deberes— entre el hombre y la mujer. ¿Cómo? Gracias, como hemos apuntado ya, a la “resignificación” de la palabra “zorra”, añadiéndole un nuevo y positivo contenido semántico: si la palabra “zorro”, referida al hombre, tiene connotaciones positivas, la palabra “zorra” las puede tener también al referirnos a la mujer, afirma el dúo Nebulossa.
El punto de vista del lingüista. Sin entrar en una valoración de la letra, de la música, de la interpretación y de la puesta en escena, voy a ponerme el hábito de lingüista, a pesar de que el hábito no hace forzosamente al monje, para analizar la pretensión del dúo Nebulossa de “resignificar” el contenido semántico de la palabra “zorra”.
Las lenguas son una de las pocas cosas creadas por el pueblo (una comunidad humana) y para el pueblo. Además, sobre las lenguas, los usuarios tienen un poder absoluto. La RAE, ese organismo de sibaritas del lenguaje, sólo está habilitada para aconsejar y levantar acta, como un notario, de cómo utiliza el español la comunidad hispanohablante. Por eso, el español actual y el futuro es y será lo que decidan, con sus usos lingüísticos, los miembros de la comunidad hispanohablante.
Como subraya la profesora Ana Bernal-Triviño, en la “resignificación” de una palabra, como pretende Nebulossa, es necesario distinguir si se hace “de forma individual” (en un entorno limitado y cercano) o se pretende que sea “social y colectiva” (en un entorno más amplio, global). En efecto, no es lo mismo llamarse, entre lesbianas y homosexuales, “bollera” o “maricón”, que hacerlo fuera de ese contexto limitado. En este caso, el tono y el retintín juegan un papel fundamental para cargar la palabra de connotaciones negativas, ofensivas y discriminatorias.
Por otro lado, fecundar una palabra con significados nuevos (“resignificación”) o el crear palabras nuevas no están al alcance de cualquiera. Para ello, hay que tener un sólido predicamento social (al haber hecho aportaciones importantes a la comunidad de hablantes en algún sector del saber) o ser un personaje público muy popular, que no es el caso del dúo Nebulossa. Por eso, la “resignificación” no es fácil, no es exitosa y tiene un impacto social limitado o nulo, si el la hace es un indocumentado. Además, en la comunicación real, una cosa es la intención comunicativa del que habla o escribe y algo muy distinto lo que comprende el interlocutor. En efecto, la comunicación no siempre llega a producirse o se produce mal o es tergiversada por deficiencias en la “competencia enciclopédica” (U. Eco) o por los prejuicios del interlocutor.
La canción “Zorra” es pegadiza y bailable. Por eso, si por casualidad gana Eurovisión y se convierte en la canción del verano, no nos extrañemos que nuestros niños, en contextos lúdicos y festivos, la bailen, la canten y tilden de “zorras” a sus compañeras de pupitre. Esto es algo que temen ya algunos sectores feministas, que no comulgan con el “feminismo políticamente correcto y apesebrado”.
© 2024 – Manuel I. Cabezas González