¿Y si los ricos dejaran de existir?

“En el principio, el gran creador, la razón, hizo la tierra para que fuera un tesoro común […] Ni una sola palabra se dijo que una rama de la humanidad fuera a dominar sobre la otra, pero las imaginaciones egoístas erigieron a un hombre para que enseñara a dominar a otro… Y la tierra fue cercada por los dominadores, vendida , comprada y retenida en pocas manos […] El poder de cercar y poseer la tierra en propiedad fue introducida por vuestros antepasados con la fuerza de las armas”. Gerard Winstanley (Revolucionario inglés. Año 1659)

Estaba decadentemente tumbado en mi sofá, en uno de esos días perezosos que no apetece ni pensar, cuando, al encender mi televisor ávido de encontrar algún documental de gacelas y leonas por la sabana africana que me terminara de adormecer en los más profundos sueños, descubrí un curioso documental-ficción titulado “¿Y si la Humanidad dejara de existir?” (allá por el canal 18 de la TDT o algo así) en donde la humanidad desaparecía de repente de la faz de la Tierra, (solo la humanidad, el resto de los seres vivos permanecían intactos), dejando atrás toda su civilización: edificios, mascotas, centrales nucleares, etc., todo en un instante.  La ficción trataba de las consecuencias de nuestra desaparición durante los años y siglos siguientes. A pesar de que eso podría significar el desvelarme de una “muy segura siesta”, mi curiosidad hizo que me lo viera enterito.

Al principio casi todas las mascotas y animales dependientes de los humanos murieron de hambre, al no saber cómo alimentarse solos; otros sin embargo volvieron sin problemas a la naturaleza. Una naturaleza que en pocos años se recupera de forma drástica al reducirse absolutamente la contaminación y actividad humana, a pesar de las explosiones de las centrales nucleares por falta de refrigeración y las toxinas y residuos repartidos por todo el planeta. Al mismo tiempo los edificios y construcciones, ya sin mantenimiento, van colapsando a lo largo de las décadas. En ciento cincuenta años ya solo se nos podría encontrar con labores de arqueología.

Casualmente había leído ese mismo día una entrevista, en eldiario.es, con el filósofo alemán Christian Neuhäuser. Planteaba la idea de “prohibir” a los más ricos, pero a los de verdad, los que son el 1% (actualmente unos 80 millones de personas) y tienen más del 50% de la riqueza mundial. Por desgracia, su planteamiento era mucho más aburrido que el del documental, pues se basa en una fiscalidad progresiva absoluta, en donde al llegar a cierta cantidad de riqueza (incluidas propiedades) la retención sería del 100%, además de un impuesto de sucesiones del 100% también.

Cuando ya estaba a punto de dar una última oportunidad a un sueñecito reconfortante, se me pasó por cabeza si no sería más fácil hacerlo como en el documental: ¿y si los ricos dejaran de existir de repente? ¿Qué pasaría?

Aunque es difícil de contrastar con datos fiables, en la actualidad ese porcentaje de población posee aproximadamente el 50 % de la riqueza total mundial, repartida en estos conceptos:

–  Propiedades, les encantan las propiedades. Edificios, casas de todos los tamaños y vistas posibles (pero que mucha cantidad), obras de arte, yates, aviones, etc.

Grandes empresas y multinacionales. A través de cientos de millones de acciones, y cuyo único fin es que cada año renten beneficios a corto plazo. Sus ejecutores son los llamados “ejecutivos” y velan por sus intereses. El trabajador es una mera mercancía a la que hay que pagar lo menos posible, pues repercute en los beneficios.

Mundo financiero. Aparte de las acciones empresariales, les apasionan los fondos de inversión y cientos de productos creados para ellos (gracias a la desregularización tras la revolución conservadora de Reagan-Thatcher), y a costa de ingenuos inversores de la “clase media” que malgastan sus ahorros en hacer más ricos a los ricos. Destacar los “fondos buitre”, que con ese romántico y entrañable nombre campan a sus anchas en nuestras tierras con la única ley “natural” de la especulación y crear burbujas que estallan siempre por debajo de ellos.

Es decir, no producen nada, solo mueven cantidades de dinero ingentes de un sitio a otro buscando el máximo beneficio bien rápido, y así acumular y acumular sin ningún límite. Tienen tanto que necesitan de paraísos fiscales, donde guardan casi un tercio de la riqueza mundial. Y encima, con el dinero que no pueden esconder, se dedican en influir de mil maneras diferentes (más bien chantajear) a los gobiernos para pagar cada vez menos impuestos.

Pero volvamos a la fantasía ¡Y pum!, de repente los grandes acumuladores desaparecen con todas sus riquezas. Mansiones abandonadas, puertos deportivos vacíos, empresas con menos valor, jets privados, hundimiento total de las operaciones especulativas de las bolsas, y paraísos fiscales con ordenadores que ya no guardan nada en la “nube financiera”. Por pasión académica salvaremos las obras de arte que irían a museos públicos.

Tras este primer “shock” de haber perdido la mitad de la riqueza global (pues se fue con sus dueños), nos daríamos cuenta de que las cosas seguirían funcionando sin ellos, por la sencilla razón de que los que producimos y trabajamos somos el 99 % restante. Los gobiernos no tendrían ese chantaje del mundo especulativo para sacar leyes a su beneficio, por lo que las políticas sociales no tendrían freno (liberales aparte). Las empresas no estarían tan condicionadas y presionadas a exprimir a sus trabajadores para garantizar unos máximos beneficios que repercutían solamente en unos pocos, y pensarían más a largo plazo y cuidando a sus trabajadores según las normas legales.

Al bajar la presión de los precios que imponían las grandes burbujas sobre la vivienda (compra y alquiler) por los grandes propietarios, la casas tendrían un precio asequible. Y así un sinfín de cosas.

Y al igual que la naturaleza en el documental, la sociedad iría llenando ese vacío, recuperando lo que siempre ha sido nuestro. Y al final me dormí con una sonrisa…

Francisco Javier García Martínez
Francisco Javier García Martínezhttps://asambleadigital.es
Licenciado en Historia. Técnico superior en electromedicina. Activista, defensor de los DDHH y la justicia social

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