La historia de la Navidad o el solsticio de invierno

En nuestro sistema solar se produce un fenómeno realmente singular en torno a la Navidad. El Sol alcanza su punto más bajo el 21 de diciembre en el hemisferio norte, marcando el inicio del alargamiento progresivo del día en detrimento de las horas nocturnas. Durante siglos, el paso entre estaciones se marcaba con ritos dedicados a diferentes deidades.

Para todas las sociedades antiguas, el solsticio de invierno simbolizaba el nacimiento real del Sol porque es un acontecimiento cósmico que aporta luz y calor a la naturaleza, la fertilidad de la tierra que aseguraba la existencia del astro divino, la deidad más antigua que la humanidad haya adorado jamás ayudaba a los humanos a ver refrescadas sus posibilidades de supervivencia a medida que el resto de la naturaleza empezaba a salir poco a poco de su letargo.

La mayoría de estas civilizaciones antiguas asociaban a diosas y dioses el solsticio de invierno y con relatos de lo más diversos.

Uno de ellos es el dios védico Mitra, cuyo culto se originó en la India y posteriormente se extendió a Persia y a Roma, donde era honrado por los soldados cada 25 de diciembre, cuando tenía lugar la fiesta del Sol Invictus. Las diversas deidades relacionadas con el Astro Rey, así como Mitra, experimentaban periódicamente una pasión, muerte y resurrección.

El fastuoso Imperio Romano abarcó un inmenso territorio poblado por distintos pueblos con sus diferentes culturas y sus diversos dioses.

Muchas son las cosas que caracterizan a los romanos, pero especialmente destaca una, su pragmatismo, el carácter utilitarista de los romanos hizo que se aceptasen otros dioses, llegando en algunas ocasiones a practicar y asimilar sus ritos y cultos. Independientemente de las deidades a las que adorasen, mientras cumpliesen con los ritos y festividades obligatorias del Imperio, para Roma no había problema.

La mitología griega: el dios del mar Poseidón, es uno de los dioses más lascivos y tiene más hijos que muchos otros dioses. Los calendarios griegos variaban de polis a polis, pero en algunos calendarios griegos, un mes alrededor del solsticio de invierno lleva el nombre de Poseidón. Había un festival llamado Haloea el 26 del mes de Poseidón.

Se menciona un rito de mujeres en relación con esta festividad: a las mujeres se les proporcionaba vino y comida, incluidos pasteles en forma de órganos sexuales. Se «intercambian bromas que eran objeto de burlas con sugerencias de promiscuidad susurradas en sus oídos por las sacerdotisas».

Se cree que las mujeres permanecían aisladas durante toda la noche y luego se unían a los hombres al día siguiente. Mientras las mujeres estaban festejando, los hombres creaban una gran pira o un montón de pequeñas hogueras.

La mitología irlandesa: Yule, o el solsticio de invierno, marcó la noche más larga y oscura del año. Celebrado anualmente el 21 de diciembre, los antiguos celtas, así como las antiguas tribus germánicas, celebraban fiestas como símbolos de esperanza de que el sol y el calor comenzarían a regresar.

En el siglo V, Yule se asoció estrechamente con la Navidad. Durante Yule, el muérdago se recolectaba por sus propiedades curativas, y los grandes árboles de hoja perenne se cortaban, se llevaban adentro y se decoraban con objetos que servían como obsequios para los dioses celtas.

Los pueblos eslavos: una antigua diosa llamada Marzanna era asociada con la muerte, el renacimiento y los sueños del invierno. En los antiguos ritos eslavos, la muerte de la Diosa Marzanna al final del invierno se convierte en el renacimiento de la Primavera de la Diosa Kostroma (rusa), Lada o Vesna que representa la llegada de la Primavera.

En Finlandia, Noruega y Suecia: el culto a Beiwe, en el norte de Europa los lapones celebran el solsticio con el culto a la diosa Beiwe, protectora del Sol, la cordura, la fertilidad y la salud.

En Japón: país del sol naciente. En el país nipón tienen la leyenda de Amaterasu, la diosa del sol. Según la religión sintoísta, el hermano de Amaterasu, Susanowo, mató al potro del cielo y tiró su piel a la habitación de su hermana. Fue desterrado y Amaterasu se encerró en una cueva con lo que el sol desapareció del mundo. Ante el caos que provocó, todos los dioses intentaban sacarla de la cueva, y sólo lo consiguieron cuando todos empezaron a reírse y ella se asomó por curiosidad. Al salir se vio reflejada en un espejo y quedó cautivada de su propia imagen. Los dioses cerraron la entrada de la cueva y el equilibrio se restableció.

En Pakistán: el pueblo de kalash celebra el solsticio de invierno con la vuelta de Dezao, el ser supremo.

En Persia: fiesta en honor a Ahura Mazda, dios del sol. En la antigua Persia, según la tradición, en el solsticio de invierno las fuerzas de Ahriman (personificación del mal) están en su máximo apogeo. Pero al día siguiente, su hermano, conocido Ahura Mazda (dios del sol y Príncipe del bien) empieza a gobernar. Los días son cada vez más largos que las noches, y eso simboliza la victoria del Sol sobre la oscuridad.

La Janucá, calendario judío: La celebración tiene lugar durante ocho días debido al milagro en el que el candelabro del Templo se encendió durante ocho días seguidos sin tener casi aceite. Por ello en Janucá se enciende un candelabro de nueve brazos llamado januquiá.

Y así, con multitud de ejemplos paganos, llegamos a la fiesta cristiana:

En aquellos primeros años del cristianismo, conocido como cristianismo primitivo, los cristianos celebraban la Pascua, es decir, el momento principal de la pasión y muerte de Jesús, pues el tema de la resurrección aún estaba en discusión. Y es que, durante los primeros siglos, existieron diferentes ramas del cristianismo. Para unos Cristo era un hombre adoptado por Dios (adopcionismo), para otros Jesús fue creado por Dios Padre, pero estaba subordinado a él (arrianismo), también hubo quienes consideraban que Jesús era el Mesías, un hombre y que no era divino (ebonistas), entre otras muchas.

No fue hasta el Concilio de Nicea, en 325, cuando se reconoció formalmente que la persona de Jesús era consustancial a Dios. El uso de dos calendarios diferentes en Oriente y Occidente dio lugar a una desigualdad de cómputo tan grande, hacia el año 526 de nuestra era, que tuvieron que unificarse e institucionalizar por fin la fiesta.

Estudiando la historia nos damos cuenta de que todas las civilizaciones están marcadas e influenciadas por la adoración al Sol y de que, variando un poco una famosa canción de Mecano:

<<En la Puerta del Sol, como el año que fue, y en el reloj de antaño, como de año en año…

«todos» hacemos… por una vez… algo a la vez>>

Nota (tan diferentes no seremos, digo yo).

Isabel Bailo Domínguez
Isabel Bailo Domínguez
Profesora de educación infantil, técnica fitosanitaria cualificada, técnica medioambiental y forestal, madre a tiempo completo, actualmente estudiante de grado de historia y Rebelde con causa

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