Después del año mil se ven claramente los rasgos del nuevo orden que se había fraguado los siglos anteriores, es lo que llamamos “feudalismo”. Este proceso se había iniciado en la época carolingia, mientras que las últimas invasiones de vikingos y magiares no hicieron más que acentuar este proceso. No todas las zonas del orbe cristiano, de rito latino, evolucionaron igual. Las zonas rurales fueron más propensas a este nuevo sistema, mientras que, en las urbanas, sobre todo el norte de Italia, este procesó se amortiguó gracias al dinamismo de las ciudades, así como un mayor uso monetario al margen de la economía de los grandes dominios agrarios.
1.Los primeros signos de expansión
Los datos que disponemos de esta época nos vienen dados, sobre todo, por los únicos narradores que sabían escribir, los monjes de los monasterios. Evidentemente esto nos da una visión muy parcial y poco realista del mundo que vivieron. Desgraciadamente el mundo terrenal no les atraía en exceso, dedicando la mayor parte de su tiempo en escribir sobre la “moral de la humanidad” o dónde ellos veían los “designios celestiales”. Así sólo tenemos datos fiables de las calamidades y enfermedades que sufrían estas sociedades, evidentemente una expresión de la “cólera divina”.
Con estos datos, objetivamente, se podría afirmar que la población seguía mal alimentada, por un lado, debido a la baja productividad agraria, y por otro a una más que probable expansión demográfica, quizás demasiado vigorosa para alimentar a esa población.
El elemento religioso influyó claramente en este lento despegue económico. Los peregrinos, junto con algunos comerciantes, eran prácticamente los únicos pobladores de los caminos de Europa occidental, sin embargo, estimularon la economía por donde pasaban, al tener que comprar y necesitar alimentos y alojamientos para su trayecto.
Otro de los aspectos en donde se demuestra un cierto crecimiento económico es en la reconstrucción y mejora de las Iglesias y Basílicas. Este proceso se contagió de una comarca a otra, todos quería tener un edificio mejor y más suntuoso y bonito que el de sus vecinos. Esto dio trabajo a muchas personas, así con estos sueldos aumentó también el uso y circulación de moneda, a costa de los tesoros guardados de la Iglesia y donaciones de grandes, y no tan grandes, señores.
4. El orden feudal
Como ya hemos comentado, después del año mil, el nuevo orden feudal se impone definitivamente. Las principales características de este modelo serían las siguientes:
Descomposición casi total de la autoridad monárquica, acentuada después de las últimas invasiones vikingas y húngaras. La defensa del territorio era función directa del rey, pero al no poder cumplir su obligación, ésta pasó a los príncipes y grandes señores regionales, adquiriendo poderes reales y creando nuevas dinastías. Después también estos nuevos principados se disgregarán igual que lo hicieron los reinos, hasta reductos más pequeños, en donde un gran señor podía asegurar una autoridad efectiva, en un mundo donde las comunicaciones prácticamente no existían.
Sin embargo, hay un gran cambio de mentalidad, el sentimiento de pertenecer al mundo cristiano latino coincidirá con una nueva concepción de la guerra y la paz.
Al perder los reyes la capacidad de mantener la paz y la justicia, serán los obispos y príncipes de su región los que asumirán estas nuevas obligaciones. Hay que destacar sin duda la creación de concilios, en donde se intentaba comprometer, mediante juramento, a los grandes señores y guerreros ciertas prohibiciones y normas de la guerra, es lo que se llamará “la Paz de Dios”. Así se prohibió luchar cerca de santuarios, en épocas sagradas del calendario, o contra los “débiles”, es decir, los eclesiásticos y pobres. El que no cumpliera estos nuevos conceptos, sin duda pagaría con su “condena eterna” en los infiernos.
Todo esto tiene una clara intención, la fragmentación territorial habría, sin duda, realzado la economía del saqueo y guerras tribales, sin embargo, la “paz de Dios” hacía que esta violencia fuera dirigida, y promovida, hacia el exterior del “orbe cristiano”, o a luchas dinásticas o de honor entre “Guerreros”.
Es la época de las cruzadas, en donde el saqueo de los infieles era “voluntad divina”.
3. Las Tres Órdenes
Es en este nuevo mundo donde se reafirmará el nuevo orden social. Se impone definitivamente la teoría de las “tres órdenes”, dependiendo de la función de cada individuo y sus tareas. Unos tienen la misión de rezar por la salvación de los demás, serán los sacerdotes y jerarquía eclesiástica; otros tienen la obligación de proteger al conjunto de la población, los guerreros; y un tercer grupo, sin duda el más numeroso, cuya función será mantener con su trabajo y esfuerzo a los otros dos órdenes, los campesinos.
Este esquema era simple de comprender, y según la Iglesia, conforme al plan divino, lo que sirvió para justificar esta desigualdad social y explotación económica de los campesinos durante siglos.
Fue sin duda la Iglesia una de las más beneficiadas por este “sistema”. Este modelo ideológico fue formado por intelectuales eclesiásticos, reservando para su orden la cima social. Por ello debían estar exentos de cualquier pillaje o fiscalidad, además, se ofrecían como “intermediarios” en sus relaciones con Dios, a lo que siempre ayudaba una generosa limosna, y ganarse así el Cielo.
La Iglesia se convirtió en una auténtica institución “terrenal”, con grandes riquezas y propiedades.
Pronto aparecieron voces discordantes, dentro y fuera de la Iglesia, por el excesivo poder material y alejamiento de los preceptos evangélicos, es la época de las primeras grandes herejías del milenio.
Dentro de la Iglesia había también “clases”, los grandes jerarcas vivían con las máximas comodidades, mientras el bajo clero llevaba una vida muy parecida a la de los campesinos.
De hecho, el alto clero y los grandes señores laicos formaban realmente la clase social dominante, pues de las familias señoriales salían los influyentes obispos. También coincidían en ser auténticos consumidores y su interminable afán por el gasto. Los señores eclesiásticos gastaban sobre todo en adornar lo más suntuoso posible sus edificios, acumular riquezas, reliquias, etc… Aunque también se repartía entre los pobres y practicaban la hospitalidad, predominaba el gastar, para “mayor gloria de Dios”.
Los guerreros también gastaban, pero para su propia gloria y los placeres de la vida. Son los mayores propietarios de tierras, y al no existir ningún poder superior, tampoco pagarán impuestos. Tan sólo aceptan dar donaciones o generosidades mutuas.
En estos tiempos dedicarán muchas de sus riquezas en formarse como guerreros, e invertir en su potencia militar. Esta demanda hará que se construyan y mejoren muchos castillos, así como la metalurgia del hierro, para construir armas o corazas.
La moral de estos guerreros se basará en el espíritu de competición y exaltación de la bravura y el lujo. El placer de derrochar se convertirá en una virtud. Esta forma de vida será todavía más deseada cuando estos caballeros volvían de conquistar las ricas ciudades hispanomusulmanas, o de las primeras cruzadas
Los campesinos serán el último orden, y al mismo tiempo, el más numeroso en individuos. Su función simplemente es la de los trabajos manuales, considerado degradante por el orden guerrero y alta jerarquía eclesiástica.
Aunque ya no existen lazos de esclavitud, el campesino no será libre, pues será explotado por otros. A unos les deberá la salvación de sus almas, a los otros que les defiendan, así, estos dos favores se cobrarán de una forma muy significativa, estar presos en el marco jurídico y económico del señorío.