Existen todavía algunas malas interpretaciones de la teoría de la Selección Natural de las Especies, que se escuchan como si tuvieran una explicación biológica
Estas interpretaciones erróneas pueden llevar a considerar que la aproximación evolutiva para explicar ciertos aspectos del comportamiento humano, (en términos de adaptaciones resultado de la evolución humana), estaría justificando posturas fascistas.
El clásico argumento es que la teoría de la Selección Natural justificaría que, debido a la competencia por los recursos, sería más exitoso evolutivamente apoyar políticas sociales racistas, intolerantes o moralistas, en las que se permitiera que los débiles o mal adaptados murieran.
Esto justificaría que, por ejemplo, ciertas familias que son propensas genéticamente a sufrir diabetes, no fueran tratadas; o que un niño que se rompe un brazo montando en bicicleta, debería quedarse toda la vida con el brazo roto; o que si nos encontramos un accidentado en una carretera, no deberíamos ayudarlo. Afortunadamente, y evidentemente, esto no es así en los seres humanos en la mayoría de los casos.
Ya en el siglo XIX, el anarquista ruso Pyotr Kropotkin escribió un libro titulado “Ayuda Mutua”, en el cual defendía la evolución de las sociedades humanas en términos de cooperación y no en dura competencia.
Este punto de vista filosófico se ha visto confirmado científicamente con recientes estudios y teorías (como la teoría de juegos) para demostrar que, al menos en algunos casos, la cooperación es una estrategia evolutivamente estable; dicho de otro modo, muy ventajosa para ser adoptada, no solo por los humanos, sino por muchas otras especies. Si observamos la diversidad de especies, vemos que hay diversas formas de competencia intra específica.
En muchas especies la estrategia es fuertemente individualista; es decir, ningún individuo de la población se ayuda uno a otro. Más aún, hay especies que practican el canibalismo y los adultos se comen a los jóvenes o débiles. Pero también hay especies que forman bandadas o grupos. Algunas tienen complejas estructuras sociales y algunas otras, forman grupos únicamente familiares.
Las especies animales, en general, se pueden dividir en aquellos que producen un enorme número de descendientes con muy poca inversión en cuidado parental (estrategia “r”), y en aquellos que producen un pequeño número de descendientes pero tienen una elevada inversión en cuidado parental (estrategia “k”).
Es en los estrategas de la K, donde se ha dado una evolución mayor de los comportamientos de cooperación social. Los humanos, como muchos otros vertebrados, son animales que siguen la llamada estrategia de la “k”. Esto implica que invertimos muchísimo esfuerzo en el cuidado y crianza de los jóvenes; lo habitual es que los padres humanos profesen un gran amor por su descendencia.
Pero además, los humanos somos animales que actuamos por el bienestar de nuestro grupo social. Esto se llama altruismo biológico y no somos la única especie que lo practica.
En términos evolutivos hay dos tipos de altruismo muy comunes en el reino animal. El primero, ya mencionado, se conoce como “altruismo de parentesco”. Este altruismo actúa por medio de actos que incrementan la probabilidad de supervivencia de aquellos individuos o parientes con los que se comparten muchos genes.
El ejemplo más claro es el cuidado parental. El segundo tipo, es conocido como “altruismo de mutuo beneficio”; seria: “yo te ayudo a ti, si tú me ayudas a mí”.
Ambos tipos de altruismo tienen beneficios muy obvios para los integrantes de una especie, y no es difícil entender por qué y para qué han sido seleccionados en muchas especies animales.
Sin embargo, hay un tercer tipo de altruismo, que además es raro en la naturaleza. Algunos animales (principalmente primates) viven en grupos sociales, los cuales actúan como un todo y donde se dan complejas relaciones sociales entre los integrantes del mismo.
En estos animales la cohesión del grupo es muy importante y hay una selección de comportamientos como son: relaciones de amistad, alianzas, compartir comida, etc.; las cuales preservan la integridad del grupo como un todo. Este tipo de cooperación social requiere de bastante inteligencia. Nuestros primos los chimpancés, son un buen ejemplo.
Pero hay un tercer tipo de altruismo de grupo que es específico a los seres humanos. Los humanos son los únicos animales que tienen un lenguaje complejo y un razonamiento abstracto. Somos los únicos animales que tienen culturas estructuradas que perduran en el tiempo.
Poseemos una complejísima estructura social, donde los comportamientos de cooperación están más extendidos que en ninguna otra especie animal. Como resultado, los humanos somos la única especie que ha desarrollado un sentido moral. Todas las culturas han desarrollado leyes y comportamientos de convivencia y cooperación. Aquellos que violan la convivencia dentro de un grupo, son exiliados o apartados del grupo (por ejemplo los violadores o asesinos).
Pero aquellos que son “buenos ciudadanos” repiten los comportamientos de cooperación. Sin embargo, esto no es una cuestión simple. Como vemos día a día, hay continuos conflictos entre las personas a la hora de considerar que es hacer lo correcto por el grupo. Pero de ningún modo, la teoría de la Selección Natural sirve para justificar actitudes intolerantes y racistas o comportamientos discriminatorios.
Como acabo de exponer, una de las características de nuestra especie es el comportamiento de cooperación y altruismo social. Y la posesión de esta característica sólo se puede explicar a través de la aproximación evolutiva. Esta característica, de una manera u otra, ha proporcionado más beneficios que costes bajo determinadas circunstancias ambientales.