Hace unas semanas se aprobó una reforma educativa que establece los nuevos protocolos para pasar de curso en la ESO y Bachiller. Entre otras muchas cosas lo que más ha destacado para la caverna española es la posibilidad de que un alumno pueda pasar de curso con alguna asignatura suspensa. Eso sí, a pesar de tener que cumplir con unas estrictas pautas que incluyen haber asistido a clase todos los días, haber realizado todos los exámenes o la nota media del curso aprobada, es decir, un alumno que lo ha intentado.
Pero para los nuevos tabernarios muy españoles es una forma de regalar títulos y que bajará el nivel educativo porque se desmantela la CULTURA DEL ESFUERZO.
Pocas veces la hipocresía y la crueldad se unen de forma tan rotunda en el ideario conservador-liberal. Tras la ridícula asociación del concepto aprobar con el de aprender se llevan las manos a la cabeza precisamente los que saben que sus hijos van por otro “camino”.
Porque hay dos mundos, el del adolescente de barrio obrero e ingresos humildes o ínfimos y el del chaval de barrio acomodado e ingresos generosos, o por lo menos suficiente para una vida decente. En un caso el niño tendrá que estar seguramente solo toda la tarde porque sus padres estarán trabajando hasta las tantas, echando horas para tener unos ingresos dignos mientras en el otro lado es muy posible que algún progenitor, familiar o cuidador pueda estar pendiente de su vástago cuando hace sus tareas.
Es muy posible que el primero tenga incluso que cuidar de hermanos pequeños (sobre todo si son chicas), más posible todavía que no tenga una habitación propia y tranquila de estudio, ordenador y nadie que le apoye y ayude cuando tenga dificultades para entender algo, mientras, nuestro zagal del mundo afortunado es posible que tenga una zona de estudio adecuada, con disponibilidad para sus tareas y PC, y si no entiende algo es más que probable que tenga el soporte de un progenitor con formación académica o el insustituible profesor privado.
Es también más que probable que uno tenga un centro escolar con suficientes medios para atender las necesidades individuales de cada alumno, mientras el otro tendrá que sobrevivir en una selva educativa de abandono e indiferencia. El falso modelo de concertado-público no hace más que acentuar esta degeneración del concepto de equidad y el derecho humano a la educación de calidad.
A todo esto, se une un modelo educativo caduco basado todavía en conceptos de acumulación de conocimientos metidos con un embudo, frente al modelo de análisis crítico y gestión de ideas y emociones. Un modelo el actual del siglo XIX pero que tiene una función básica, ser un filtro, los niños se enfrentan a unas auténticas oposiciones infantiles para hacer una criba, pero no por méritos o talento, sino por el origen económico que tengas.
Cuando se hace repetir a un chico entra en una tormenta perfecta de desafección, inseguridad, pérdida de socialización y una motivación menor si cabe. Las estadísticas son claras, los jóvenes que repiten tienen muchísimas más opciones de no terminar los estudios, el gran drama del sistema educativo español desde tiempos franquistas. Al final terminará saliendo del sistema educativo una persona que posiblemente descubra y le guste algo en el futuro, si tuviera oportunidades claro. Mientras, cualquier cayetanito o chico con padres solventes tendrá todo a su favor para sacarse una carrera o podrá tener los estudios suficientes para tener expectativas en el mercado laboral, aunque seas más mediocre que un chaval que nunca tuvo oportunidades.
Por eso la cultura del esfuerzo que claman es un engaño, pues no existen las mismas oportunidades para todos, no solo en España, que es un auténtico modelo de gente mediocre en altos niveles sociales, la meritocracia no existe en el capitalismo por definición, pues lo que al final determina tu posición en el mundo no será tu esfuerzo, talento, conocimiento o sabiduría, sino el tamaño de la cartera de tus ascendentes. Por eso la cultura del esfuerzo se llama Papuchi