Estamos celebrando mal el aniversario del 15M. Es cierto que el movimiento cogió ese nombre y el pasado sábado celebramos el décimo aniversario del día que muchos despertamos políticamente. Pero no hay tanto que celebrar ese día, porque el movimiento del 15M no empezó el 15 de mayo, sino dos días después.
Por aquel entonces, la nefasta gestión de Zapatero y su mala previsión de los efectos de la crisis económica le había puesto a la mayoría de la población en contra. Ya era evidente el malestar por el fallido Plan E y el mensaje del manifiesto de Stéphan Hessel, «¡Indignaos!», comenzaba a calar en la gente. Pero si bien la situación económica fue la principal razón por la que muchos salieron a manifestarse a la calle aquella tarde de un domingo de mayo, la gota que colmó el vaso poco tenía que ver con aquella crisis.
En febrero de 2011 brotó un movimiento llamado «#nolesvotes». Su almohadilla refleja claramente que había surgido de internet, al igual que durante la anterior primavera habían aparecido otros movimientos en el norte de África que pretendían cambiar la política de aquellos países. Aquel #nolesvotes tenía una clara intención: convencer a la población de que dejara de apoyar a tres partidos en concreto, que eran los que habían ostentado principalmente el poder nacional y regional en los últimos años: PSOE, PP y CiU. ¿Cuáles eran los motivos por los que se pedía no votarles? Muchos, pero el principal era la Ley Sinde.
En 2009, la ministra de cultura Ángeles Gonzalez-Sinde había comenzado a tramitar la ley que acabó siendo bautizada con su apellido. Esa ley buscaba reducir la alta incidencia de la piratería audiovisual en nuestro país. Todavía quedaban muchos años para que llegara a España Netflix, Prime Video o HBO. La tecnogía ya permitía la descarga de series y películas en formatos de calidad, pero las empresas todavía no se atrevían a poner a disposición del público ofertas de entretenimiento a un precio justo. González-Sinde, que había sido guionista de cine y seguía muy relacionada con el sector cinematográfico, redactó una ley que perseguiría a todo aquel que descargara una película.
Bien es cierto que la descarga de cine de forma gratuita y sin permiso, por mucho que a día de hoy siga sin estar reglada siempre que no haya ánimo de lucro, conlleva muchos dilemas morales, pero en aquel entonces, con un país que se estaba arruinando y con las cifras de desempleo subiendo mes a mes, muchos ciudadanos pronunciaron un «hasta aquí podríamos llegar» que tuvo repercusiones que a día de hoy siguen estudiandose.
Según cuenta Ricardo Galli, fundador del agregador de noticias Menéame y una de las cabezas visibles de #nolesvotes, en el número 3 de la revista Orsai, la propuesta de este movimiento «no debía centrarse únicamente como un repudio a la censura en internet, sino como representación de la peor corrupción política: ignorar a los ciudadanos, manipular la historia, legislar a favor de minorías y en contra de los intereses y los deseos de la sociedad». Y eso hizo que miles de españoles salieran aquel día a la calle. Se pedía una «democracia real», un congreso más moderno, una política más cercana a la ciudadanía, una mejor representación.
Pero también el que pudiéramos seguir descargando nuestras películas, tal y como promulgaban las intenciones iniciales de #nolesvotes. Muchos madrileños recorrimos parte de la calle Alcalá con nuestras pancartas y carteles. Muchos estuvimos en la Puerta del Sol hasta que anocheció y otros tantos decidieron quedarse a pasar la noche allí. Pero la policía cargó y desalojó la plaza. Allí se demostró que, la policía y los políticos que la dirigían no estaban a la altura. Una vez más. Y aquella misma noche murió el 15M.
Al día siguiente, todos pudimos ver las imágenes de las cargas policiales en redes sociales y en la tele. Nos indignamos aún más, pero no lo suficiente. Hasta que llegó el día siguiente, martes, cuando de verdad prendió la chispa. A media tarde, ya empezaban los primeros mensajes que pedían que recuperarámos el espacio que pertenecía a los ciudadanos. «Todos y todas a la Puerta del Sol a las 20.00″, decían los mensajes que se difundían por redes.
Llegaron las 20.00 de la tarde y había cierta expectación, especialmente por parte de los periodistas que allí se encontraban. Pero Sol estaba aún lejos de estar llena. Se iban formando grupúsculos, se iba llenando la plaza, pero de forma muy lenta. Daba la sensación de que la convocatoria para reconquistar la plaza había sido un fracaso. Y de repente ocurrió la magia.
A las 21.00 horas, no cabía un solo alfiler. La población de Madrid había reaccionado como nunca al llamamiento y había llenado la plaza, teniendo que cortar el tráfico rodado que aún entonces transcurría por allí. Si bien el domingo quienes marchaban por las calles eran en su mayoría gente joven, miles de personas de todas las edades llenaban ahora, como nunca se había visto, el corazón de la capital. Y comenzaron las acampadas, las asambleas, las concentraciones diarias de miles de manifestantes… Aquello ya nada tenía que ver con la ley Sinde ni con las descargas de películas. Aquello tenía que ver con la libertad, la justicia, la democracia.
Muchos dirán que poco queda hoy de aquello, pero ese martes 17 de mayo, y no el domingo anterior, la política de nuestro país cambio para siempre. Y aunque ya vamos necesitando otro 17M, los que estuvimos allí aquel día jamás olvidaremos la ilusión con la que gritamos y pedimos que una política más justa. Y despertamos para siempre.
Ahora sí, feliz décimo aniversario