Doce de octubre, día de gloria y fiesta en el imperio español (bueno, en lo que queda de él…). Me han contado que se celebra la homogeneidad, no solo cultural. Cuentan que en Castilla todos los hombres se afeitan y se rapan la cabeza y se visten del mismo modo, y las mujeres quedan en casa, encerradas a buen recaudo, rezando por Felipe II y el Fari. Aquí en Galicia no falta quien lamente que no se ven suficientes banderas monárquicas en los balcones (a mí me parece que cada vez hay más, pero será una cuestión de ver el vaso medio lleno o medio vacío…).
Poniéndonos un poco más serios, no vengo a insultar al nacionalista o a retóricos de la historia, me gustaría aportar una visión completa y objetiva de lo que supuso el descubrimiento de América, la expansión de la cultura hispánica a gran parte del Nuevo Mundo y lo que esto supuso para la población nativa de esta parte de la Tierra. Antes de nada quiero señalar que el ataque frontal que se hace del fenómeno de conquista por parte del nacionalismo latinoamericano y el “izquierdismo” no resuelve mucho la interpretación esotérica de la historia que hace el españolismo.
Esto provoca dos posiciones antagónicas (y en gran medida irracionales): la de los hippies clamando por los derechos indígenas y señalando todo lo hispano como negativo y aberrante, y la “gente de bien” que defiende que los españoles liberaron a América del salvajismo y siguen anclados en su glorioso siglo XVI (del que no los sacas ni a tiros). La primera la debemos rastrear desde los primeros intentos independentistas en la región, que bajo el apoyo inglés, pretenden mostrar un horizonte de independencia en el que todos los agravios de los conquistadores serán reparados.
Tristemente después de muchos años de independencia vemos como esto solo es una construcción retórica, mientras que los indígenas y los nativos más humildes siguen siendo manipulados con fines políticos pero en ningún caso son tomados en consideración, siendo explotados de la misma manera que por su burguesía nacional que por la foránea peninsular. Pero no nos debe extrañar, ya que ciertas interpretaciones históricas señalan que uno de los primeros defensores de los derechos básicos de los indígenas, Bartolomé de las Casas, realizará esta obra amparado por los Reyes Católicos, pretendiendo convertirlos de esclavos a súbditos de la Corona, ya que de sobre es sabido que “los muertos no pagan impuestos”.
Por otro lado nos encontramos la antítesis de este discurso, aquellos especímenes “español y mucho españoles” que pretenden hacernos creer que todo el progreso material, o incluso que el fin último de la vida de un español, es la defensa a ultranza del proceso de conquista de América. Tristemente esta es una de las anclas historiográficas más potentes que impiden avanzar al país hacia nuevos horizontes futuros, (tal como el imperio romano para Italia, el imperio napoleónico para los galos, el Reich en el caso Germán, o el imperio otomano para los turcos…) amparándose en construcciones sobredimensionadas como la “Leyenda Negra”. Las élites del país proyectan contantemente la imagen de un pasado glorioso, tanto en la literatura, como en el cine o la pintura.
Un pueblo que vive mirando hacia atrás constantemente acaba sufriendo mucho más que una torticolis tremenda. Siento comunicarles a esos españoles que si los trasladasen atrás en el tiempo su rol histórico no sería el de un conde de alta alcurnia, o de un Hernán Cortés, si no el de un pobre campesino que debería trabajar de sol a sol para conseguir la subsistencia, tanto en territorio patrio como en las “Indias”. Por esto lo que sacamos en claro es que del mismo fenómeno lo que se pretende es emplearlo como válvula de escape para las tensiones entre clases, tanto señalando a un invasor con el que en realidad se tiene mucho en común, como pretendiendo imponer la idea de que todo tiempo pasado fue mejor…
Pasando a un análisis más pormenorizado de la conquista, nos encontramos ante un fenómeno de expansión económica sin precedentes históricos, ya que el desnivel tecnológico bélico favorecía altamente a los españoles (breve nota a españolistas empedernidos: si vas a basar tu existencia histórica en una hazaña bélica, por lo menos procura que sea en igualdad de condiciones…), lo que junto a las enfermedades europeas provocó una merma casi absoluta del contingente demográfico nativo… Considero que el término genocidio no es adecuado, ya que representa concepciones más propias de la edad moderna, pero el shock que esto provocó en América en ningún momento se debe infravalorar.
Pero debemos hacernos la pregunta de su esta ansia por expandirse hacia lo desconocido fue algo genuino dentro del alma española o si se debe a procesos más bien estructurales y materiales. La ansia de aumentar los beneficios es algo inherente al capitalismo, de ahí que los imperios sean en esencia expansivos, y en el momento que esta expansión se trunca empiezan los problemas… Por todo esto no debemos olvidar que el proceso de colonización africana que inician los portugueses condiciona en gran medida la necesidad de expansión comercial y la búsqueda de nuevas fuentes de recursos por parte de los castellanos.
Por lo tanto podemos deducir que como en todos los procesos de expansión colonialista lo que fuerza a la gente a seguir el impulso imperialista es la presión interna de sus burguesías nacionales hacia un nuevo horizonte que se muestra como la panacea de la abundancia. Esto no justifica todas las barbaridades y abusos que se cometieron en la conquista americana (tantas como en cualquiera proceso de colonización), pero debemos introducir el humano factor de la búsqueda de subsistencia constante. Si no lo hacemos estaremos analizando la realidad de manera parcial e interesada. Después de aclarar esto debemos desmontar otro de los mitos sobre los supuestos beneficios que le supondría a las Españas la conquista de América.
Nada de lo extraído del continente americano fue redistribuido, por lo que solo benefició a un reducido grupo de aristócratas, por no hablar de la deficiente gestión de los mismos que hizo que los auténticos beneficiados de la conquista fuesen los banqueros y prestamistas del centro de Europa, permitiéndole adquirir materiales escasos en el viejo continente a precios irrisorios por el exceso de estos en el mercado interno castellano, por no hablar del endeudamiento de la monarquía para sufragar campañas militares por Europa. De esto deducimos que para las clases populares del reino nos beneficia más bien poco tanto la conquista de América, la no beligerancia española en la Gran Guerra o las ganancias que Amancio Ortega tenga a final de mes…
Ya para concluir no puedo dejar de mencionar los irracionales ataques que no hace mucho tiempo se produjeron contra imágenes que representaban o ideario colonialista. De nuevo nos encontramos ante una prestidigitación postmoderna, en la que en lugar de militar políticamente para acabar con el neocolonialismo que aún azota al mundo no occidental, se decide realizar una destrucción de los “símbolos” colonialistas. Supongo que la lógica de este fenómeno sería algo así como, “si no hay pruebas no hay delito”, algo que no extraña ya que seguramente los que realizaron estas “agresiones” son personas de extracto pequeño burgués que nunca en su vida se tuvieron que enfrontar con la dureza y complejidad de la realidad.
El trasfondo que los movería a realizar semejantes acciones no sería más que la lógica de que no los relacionasen con un proceso del cual en el fondo se sienten herederos y no acaban de entender realmente el por que el colonialismo y el imperialismo se deben calificar como una barbarie, una de tantas que provoca el sistema capitalista… En fin, después de todo esto solo me gustaría dejar claro que el 12 de octubre solo será digno de celebración cuando la fraternidad entre los pueblos sea real, cuando el proletariado, tanto de este lado como del otro del Atlántico, se libere de la clase que los oprime y se aprovecha de un fenómeno histórico para crear un discurso que se acaba convirtiendo en un muro infranqueable que sigue amparando la brutal explotación del hombre por el hombre.