El 5 de mayo de 1945, se colgaba en la puerta del campo de concentración de Mauthausen esta pancarta: «LOS ESPAÑOLES ANTIFASCISTAS SALUDAN A LAS FUERZAS LIBERTADORAS». En total hubo 9.328 españoles en campos de concentración nazis, de los que solo sobrevivieron 3.809
Pero las desventuras de nuestros compatriotas olvidados empezaron mucho antes. Tras perder definitivamente la guerra en marzo de 1939, la mayoría de los exiliados españoles fueron recluidos en centros de «acogida» que no se diferenciaban mucho de auténticos campos de concentración. Tras la invasión alemana de Francia muchos se unieron a la Resistencia, luchando juntos a los aliados, como la renombrada división «La nueve«.
Pero los que no pudieron o quisieron huir de los campos tuvieron un final desgraciado como pocos. Tras consultar los nazis a Franco que hacían con los casi 10.000 españoles que tenían por ahí rondando la respuesta fue clara: «Esos no son españoles». Su destino estaba sentenciado. A partir de entonces no se les consideraba ni prisioneros de guerra ni prisioneros políticos, por lo que fueron clasificados por los alemanes y su obsesión por el orden como «apátridas españoles«.
Tuvieron además el triste mérito de haber sido de los primeros en llegar a los campos, siéndoles asignado parte de la construcción de los módulos para los judíos que vinieron después.
Este es un buen ejemplo más de la hipocresía en nuestro país. Mientras se empatiza sin problema con los judíos asesinados por los nazis (faltaría más), sin embargo, el recuerdo de los españoles asesinados allí es inexistente. España es el único país que no tiene placas oficiales en reconocimiento a sus compatriotas asesinados en estos campos, en un ejemplo más del desprecio por los que defendieron la libertad y la democracia. Sin memoria seremos mucho más ignorantes y, sobre todo, desagradecidos con los que dan su vida por tener una vida mejor y digna