Hilvanes (Quinta semana)

Las que somos hijas de costureras, modistas, etc., sabemos que hilvanar es hacer una costura provisional con aguja e hilo, es decir: unir o sujetar dos telas, antes de coserlas definitivamente. Lo mismo puede hacerse con alfileres, pero yo, cuando ayudaba a mi madre, siempre acababa pinchándome, así que voy al hilo. Por otra parte, lo de fijar las costuras en cualquier materia, sería osado por mi parte: lo dejo para quien posee conocimientos en historia, política, ciencia… y tiene a bien compartirlos. Lo mío es solo hilvanar.

Siempre hubo en este país una conciencia colectiva dividida en dos. La que provocó La Guerra Civil del 36, la que permanece aun hoy como un virus activo, siempre como cuenta histórica pendiente. Pendiente de Justicia, claro está.  Y en estos tiempos tan particulares que vivimos (dentro cada uno de la casa donde le tocara nacer, del país, del continente, del hemisferio…), en donde todo parece ser temporal, efímero e inestable (aunque ya se sabe: no hay nada tan permanente como lo provisional), se vive casi todo desde ese prisma bipolar. Las famosas dicotomías: “estamos los de tortilla de patata con cebolla y el resto del mundo”, “la pizza sin piña… y el resto del mundo”, son castas y puras al lado de lo que se cuece en cualquier punto del planeta. Ahora, por ejemplo, y yendo a una cuestión muy simple, estaría quién mira optimista el futuro de este planeta, y quién ve la antesala del Apocalipsis, de su destrucción.

Y bien, procuro no subirme a ningún carro, de visión más técnica o más vital, sobre un diagnóstico futurista del planeta; y no me lanzaré a valorar situaciones globales, no estoy cualificada. Pero las tripas son las tripas y donde no hay corazón al hacer políticas, sino humo negro, y un reguero de muerte detrás, no puede permanecer nadie con un mínimo de sentido común en lo común (valga la redundancia). Curiosamente, van de la mano: los que arrasan ecosistemas y los que aprecian que la vida de todas no vale por igual; que según poseas, así mereces la pena… Que se estén muriendo personas que aun tenían mucho que hacer aquí, sin los medios sanitarios adecuados, por políticas que han esquilmado el patrimonio común generado durante años, duele en el alma. Y si solo te duele lo tuyo, hermano, ¿por qué opinas de lo común? Todos sabemos de todo, todos opinamos sobre cualquier punto; pero pocos miran a los demás como si fuera algo suyo: nuestro otro yo, el que podemos ser mañana, el que puede ser nuestro hijo, nuestra madre, nuestro amigo…

Andan diciendo por los balcones, entre aplauso y aplauso, que el miedo saca lo peor de nosotros, nos hace ser egoístas. Y yo creo que tal vez sea al revés, quien es egoísta, y no repara más que en sí mismo, solo se mueve por “el miedo”. Y esto se traduce en número de votos, para los buitres, claro. Para los que la política es el medio ideal, el negocio-tapadera, y solo buscan generar hacia sí y los suyos, no para el bien común. Siempre hubo clases.

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