Las huelgas estudiantiles de 1986/87. Episodio 2: Los protagonistas

La rebelión de la generación EGB


Para comprender lo que sucedió a partir de noviembre de 1986 es imprescindible  conocer quiénes fueron los principales protagonistas y actores de este movimiento estudiantil:

Los estudiantes de enseñanzas medias

Lo formaban alumnos  de entre 13 y 18 años (alguno más si repetían curso) que cursaban BUP (Bachillerato Unificado Polivalente), COU (Curso de Orientación Universitaria) o FP (Formación Profesional). Esta educación secundaria no era obligatoria (a los 14 se podía dejar los estudios y trabajar). Su referente fueron los estudiantes franceses, que en su lucha particular consiguieron grandes avances, logrando incluso retirar la Ley Devaquet. A estas edades la formación ideológica era muy incipiente o escasa, aunque sí que había alumnos con una mayor “experiencia” y conciencia de las reivindicaciones sociales por ambiente familiar.

Joven en medio de los disturbios/Fuente: Jose Hinojosa

La mayoría de los alumnos vivieron el inicio de las huelgas y manifestaciones más bien como una auténtica aventura (muchos no conocían realmente las reivindicaciones), pero sin duda fueron enriqueciéndose en espíritu rebelde según fue avanzando el conflicto. El no ir a clase (hacer pellas), verse por la tele todos los días, el caos de las calles y sentirse tenidos en cuenta fue decisivo para encontrar una identidad propia, un auténtico rito de iniciación en las luchas sociales. Muy destacable fue la forma de organizarse, pues se optó por el asamblearismo radical, se podría decir que fue el “69” de la generación EGB.

Eran los tiempos de conciertos gratis, de la «Bola de Cristal» (Viva el Mal, Viva el Capital), tiempos de Leño, AC/DC, Kortatu, Supertramp, Queen, Miguel Ríos o Madonna, y también de los «pijos» Hombre G o Mecano. Destacaban las llamadas tribus urbanas del momento (heavies, punkis, etc…) aunque la mayoría eran chavales de barrio con vaqueros, “chupa” vaquera o chándal. Tiempos de parques con litros de Mahou, o lo que se «terciase», tiempos de charlas, bocata de calamares, risas interminables y primeros amores en unos chavales que se hacían mayores sin darse cuenta. También hubo muchos estudiantes que quisieron mantenerse  al margen o votaban para volver a clase.

Las reivindicaciones fueron variando ligeramente durante el conflicto pero en esencia se sintetizaron en un aumento claro de la inversión pública en la enseñanza, su democratización, la eliminación de tasas (en Institutos y Universidades), elección libre de facultades y derogación de la selectividad.

Los Institutos

Las huelgas solo la siguieron y convocaron los institutos públicos, los privados se mantuvieron totalmente al margen (por interés e ideología, pero también aprovechando que eran menores no dejaban opción a la crítica de sus alumnos). Es de destacar que las matrículas de los centros públicos de bachillerato no eran gratis, al no ser educación obligatoria, aunque también es verdad que el precio de la matrícula anual era bastante asequible (entre 20-30€ ). El “insti” fue el eje del movimiento asambleario, los salones de actos y las clases se convirtieron en auténticas asambleas populares con libertad de expresión y propuestas por cualquier estudiante, luego se votaba todo a mano alzada. Fue un primer gran movimiento de igualdad en muchos aspectos, no solo por la ausencia de jerarquía, sino también por la alta participación de las chicas, que se tradujo en ver sin descaro caras femeninas liderando manis o delegaciones; frente a una política nacional todavía muy machista y dominada por los hombres.

Alumna en una manifestación/Fuente: Carmen Barrios

El insti también sería el lugar de reunión segura, no solo por el apoyo de profesorado y funcionarios, sino por algo mucho más importante, la policía no podía entrar en los centros escolares, convirtiéndose en auténticos santuarios de las cargas policiales.

– Los estudiantes universitarios y facultades

Aunque el origen de las protestas fueron universitarios que no podían acceder a las carreras que querían, no tuvieron al principio la continuidad de los estudiantes de enseñanzas medias y se unieron realmente más tarde a las convocatorias masivas. La agenda propia universitaria hizo que inicialmente no sincronizaran esfuerzos con los estudiantes más jóvenes, aunque siempre estuvieron presentes en manifestaciones o dando apoyo logístico en facultades para reuniones de coordinación.

– El Ministerio de Educación y Ciencia

El ministro José María Maravall, junto a un joven secretario de estado llamado Alfredo Pérez Rubalcaba, iban a ser los encargados de “reformar” el sistema educativo para adaptarlo al sistema democrático y cambiar la ley franquista de 1970. Como ya comentamos en el primer episodio bajo su mandato se aprobó en 1985 la Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE). Más tarde, en el borrador de lo que sería la futura ley de reforma de la educación, llamada la LOGSE y aprobada en 1990, no solo se cambiaban las etapas educativas, se transfería a las CCAA la gestión o se subía la edad obligatoria de escolarización a 16 años (antes era 14 con la EGB), a pesar de que se pasaba a un sistema más “constructivo” y con valores democráticos, también se confirmaba la financiación de la escuela privada a través de conciertos, en vez invertir claramente por la pública.

Rubalcaba y Maravall

El ministerio llevó en todo momento el peso del conflicto con los estudiantes, sobre todo Rubalcaba, que fue el encargado de negociar con los alumnos. De hecho consiguió parar el conflicto en abril con la promesa de que la LOGSE iba a poner a España a la altura europea, un aumento del presupuesto en educación, quitar las tasas de instituto y que la selectividad la aprobaban el 90% de los presentados. Para Rubalcaba fue el inicio de una fructífera carrera política que todos conocemos, para Maravall sin embargo fue su final en el ministerio, pues dejó el cargo en 1988.

Rubalcaba negociando con representantes alumnos

Las “manis” y acciones callejeras

Sin duda el modo de empoderamiento del movimiento fueron las acciones colectivas. Ni qué decir que en esta época el móvil y las redes sociales eran inimaginables, es decir, que todo se hacía cara a cara y quedando. Recordemos que el movimiento era asambleario, así, cada mañana en el instituto, se informaba de las acciones y reivindicaciones convocadas por las principales organizaciones (habitualmente por las diversas Coordinadoras o el Sindicato de Estudiantes). Se votaba posteriormente si el Instituto se sumaba a las convocatorias o no. Era común que cada organización convocara por su cuenta manifestaciones o huelgas, y se unían el resto casi siempre. En muchas de ellas ni siquiera se pedía autorización (sobre todo en los barrios) o eran rechazadas por la policía. El número de participantes fue en aumento durante el otoño de 1986, y en su momento álgido, en invierno de 1987, se llegaron en alguna manifestación a más de doscientos mil manifestantes adolescentes y universitarios en Madrid, y sobre un millón por todo el Estado.

Manifestación de estudiantes por Atocha

Las manis tenían una “esencia especial”, como de ir a una guerra o algo así. Para empezar nos colábamos en el metro, por “rebeldía” y por no tener un “duro” también, no recuerdo a ningún revisor persiguiéndonos o multándonos, por lo que me imagino que los trabajadores de metro colaboraron en la lucha de sus hijos. Los lemas principales y más comunes fueron, entre otros, «El hijo del obrero a la Universidad» y «Policía asesina». Los recorridos solían terminar en el Ministerio de Educación y Ciencia, en la Calle Alcalá cruce Gran Vía, desde inicios de mani que variaban de lugar pero que incluía siempre el centro, con el consecuente efecto en la vida de la ciudad.

Camión de agua intentanto avanzar por Gran Vía. Foto: Jose Hinojosa

También Moncloa fue otro gran escenario, tanto por la proximidad de la Ciudad Universitaria como por la cercanía a la residencia del presidente del Gobierno. La dinámica también era rutinaria: se quedaba en alguna plaza o calle céntrica y se avanzaba, o se intentaba por lo menos, hasta que la policía cortaba la cabecera. Los impedimentos eran evidentes: conductores cabreados por los cortes de calles que se abalanzaban con sus coches sobre la chavalada, neonazis que atacaban de sorpresa para reventar la mani y descalabrar a alguno antes de huir, y como mágico fin de fiesta lucha callejera contra la “ madera”.

Fuente: Jose Hinojosa

Tampoco íbamos de buenotes, el lanzamiento de piedras, adoquines, cruzar coches,  y todo lo que se pusiera por medio, era la valiente salvaguardia que encontraron los alumnos para defender su derecho a reivindicar y hacerse oír.

Jóvenes defendiéndose de la policía. Fotos: Jose Hinojosa

En algunas manis la violencia fue brutal, con momentos realmente apocalípticos de fuego real, humo, cañones de agua, etc… que dieron sin duda un carácter casi heroico a estas concentraciones.

Fuente: Jose Hinojosa

Sin duda el icono más representativo de los disturbios que se producían al terminar las manis fue un joven llamado Jon “el cojo” Manteca. Auténtico  bombazo mediático del momento, aunque ni si quiera era estudiante, más bien el típico joven sin actividad alguna, casi indigente y que pasaba por casualidad por allí. Ejemplo claro de unos tiempos muy duros para la juventud (muchísimo paro, los efectos dramáticos de la heroína en los barrios populares, la falta de motivación y desencanto, o como se llamaba entonces el «pasotismo»). Sus acciones, que más bien eran vandalismo gratuito, fueron reproducidas por la tele y medios gráficos de forma continua, y evidentemente utilizado para desprestigiar al movimiento estudiantil.

La imagen de un “punkarra” en muletas corriendo y rompiendo mobiliario urbano traspasó las propias fronteras españolas, siendo portada incluso del Herald Tribune y New york times. Por supuesto no tenía nada que ver con las huelgas ni sus reivindicaciones, pero fue el icono que todo el mundo recordará de esas manifestaciones, sobre todo la del 23 de enero de 1987.

Os recomiendo ver estos vídeos de la época que le dan mucho significado a todas estas palabras

El otro icono sin duda fue, por lo menos para los estudiantes, María Luisa Prado Berenguer, de 15 años, que recibió un disparo de bala en un glúteo (se supone que de una bala rebotada). Tardó años en reconocerse que fue disparada por un policía, un día en el todo el mundo oyó disparos y se encontraron casquillos de bala por el asfalto.

Portada periódico

 

María Luisa Prado

Hubo otras muchas acciones callejeras que se localizaban en los alrededores de cada instituto, se cortaban calles cercanas para visibilizar las reivindicaciones en el barrio, hasta que aparecía la policía antidisturbios y empezaba el juego del gato y el ratón hasta la seguridad del instituto.

– Las huelgas

Otro elemento de presión al gobierno eran las huelgas. Cada instituto decidía a qué convocatorias de huelga se sumaba, lo que dio también cierta imagen de caos. Hubo huelgas de días sueltos, huelgas de días intermitentes, huelgas indefinidas, huelgas de una semana, etc. Muchas veces se decidía ese mismo día. En total fácilmente se perdieron unos dos meses de clase. Las convocatorias venían casi siempre del Sindicato de Estudiantes y la Coordinadora de Estudiantes, que rivalizaban y competían por el liderazgo del movimiento. Por supuesto muchos alumnos no estaban de acuerdo con dejar las clases e intentaban que se volviera a las aulas. También los profesores tuvieron sus propias huelgas en este periodo (aprovechando el tirón de sus alumnos) aunque con sus propias reivindicaciones, que el ministerio tuvo que aceptar rápidamente para no aumentar más la presión al gobierno.

– La policía

En fin, los “maderos” (pues iban de uniforme marrón) desgraciadamente fueron, a mi entender, protagonistas por la brutalidad empleada contra los estudiantes, y que no hizo más que aumentar la violencia en las manifestantes. Ya desde la primera manifestación emplearon una agresividad inusitada y desproporcional, que hizo que ya ninguna mani terminara bien.

Heridos de bala con arma reglamentaria, balas de sal (que dejaba una terrible marca y escozor), pelotas de goma, camiones de agua, botes de humo, helicópteros, lecheras, y muchas, pero que muchas porras.

Todo un arsenal, sin embargo, los señores antidisturbios no eran ni mucho menos los “Robocops” de ahora, más bien cuarentones barrigudos y de paquete y medio de Ducados al día, a los que era fácil esquivar y dejar atrás por ágiles adolescentes. “Policía asesina”, “Con tanta madera haremos una hoguera”, “El hijo del madero a la Universidad, para que no sea como su papá”. “Esos de marrón, ¿de qué instituto son?”, fueron cánticos popularizados esos días contra ellos.

– Profesores y padres

Los profesores tenían sus propios problemas laborales, de hecho también tuvieron sus propias huelgas ese curso escolar, en general apoyaron a los alumnos. Las asociaciones de padres y madres (antes llamado APA) también fueron bastantes comprensivos apoyando a sus hijos la mayoría de las veces, y yendo en muchas ocasiones a las manifestaciones.  Al alargarse el conflicto empezaron a preocuparse por no perder el año escolar, algo que pudo pasar. Frases como «¿Cúando se acaba esto?» u «¿Hoy también huelga?» se convirtieron en un clásico al volver a casa.

Asamblea de No Admitidos

Creada en cuanto se implantó la selectividad su principal reivindicación era volver al sistema sin filtros, es decir, que los alumnos pudieran estudiar la carrera que elegían en primera opción. Sus primeas movilizaciones fueron un ejemplo de que para recuperar las cosas había que salir a la calle.

– Coordinadora de Estudiantes de Enseñanzas Medias

En principio, y como indica su nombre, era una simple herramienta de coordinación de las acciones a seguir, y también la forma para recopilar las reivindicaciones que venían de las asambleas de los institutos. A su vez existían la Coordinadora de Madrid y de cada una de sus zonas (Norte, Vallecas, San Blas, etc…), y lo mismo ocurría en las diferentes ciudades del estado. Por sus características propias era fácil que se infiltraran personajes que se autoproclamaban portavoces y que no eran reconocidos por el resto. Al fin y al cabo las asambleas eran autónomas y no estaban obligadas a cumplir ningún acuerdo que rechazara la propia asamblea. Esto dio cierta sensación de caos en muchos momentos, sobre todo a la hora de negociar con el gobierno. Sin embargo mantuvo siempre la independencia respecto a otros grupos no relacionados con la educación en los institutos.

– Sindicato de Estudiantes

Este sindicato, que todavía sigue en la actualidad, estaba ligado a estudiantes de enseñanzas medias de corte más de izquierda tradicional, de orientación marxista (algunos decían troskista) pronto se vio que tenía el apoyo de los sindicatos de clase (CCOO y UGT), lo que fue criticado por muchos por su falta de autonomía respecto a sus “hermanos mayores” y que a la vez les financiaban. Su estructura era totalmente de sindicato tradicional y solían estar presentes en muchas asambleas para intentar dirigir el movimiento a sus objetivos, sobre todo frente a la Coordinadora. A partir de noviembre se multiplicaron sus afiliados.

CNT

El movimiento anarquista también estuvo presente (aunque bastante minoritario), pronto marcaron distancias por objetivos diferentes. Su modelo se dirigía más a la autogestión de los institutos y universidades, dejando los temas como la selectividad o tasas como secundarias pues el propio sistema educacional al completo lo ponían en entredicho.

-Bases Autónomas y Falangistas

Pues sí, por entonces la juventud de ultraderecha campaba a sus anchas (y mira que eran pocos), era la época de los skin heads y Ultras Sur,  y sus características indumentarias de botas militares y pelo rapado (cerebro rapado decíamos nosotros). De ideología neonazi eran auténticos delincuentes (con denuncias incluso de posibles asesinatos no resueltos de indigentes e izquierdistas) que se dedicaban a dar palizas a cualquiera que no comulgara con ellos. Fueron uno de los grupos más violentos que han existido en Madrid. Al principio intentaron infiltrase en el movimiento con el fin de hacerse oír y reventar las manifestaciones desde dentro, muchas veces con la vista gorda de la policía. Por desgracia en cada manifestación se sabía que antes o después llegarían desde una callejuela a reventar la mani con cascos y bates de beisbol, dando palos a todo el mundo y luego retirándose rápidamente detrás del cordón policial. Fue tal la frecuencia de estos ataques que se tuvieron que hacer servicios de seguridad de las manifestaciones para estar alertas e intentar repelerlos.

Interesantes vídeos de la época que nos harán entender mejor esos días:

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Francisco Javier García Martínez
Francisco Javier García Martínezhttps://asambleadigital.es
Licenciado en Historia. Técnico superior en electromedicina. Activista, defensor de los DDHH y la justicia social

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