España examina a diferentes fuerzas políticas en el Congreso de los Diputados, convertido en un desván lleno de féretros. Los republicanos, con ruidosos cascabeles y barretinas catalanas; los neocatólicos, clérigos con largas uñas; y los monárquicos, con levita y abultada panza.
En una composición satírica titulada «El partido número 780», se leía en Gil Blas, en junio de 1868: «Nada de autorizaciones, / nada de revoluciones; / tal debe ser su programa; / los pobres a los terrones, / y los ricos a la cama. / […] Limpio saldrá como el sol, / pues quien entre en su crisol / no tiene que ser realista, / ni avanzado, ni unionista, / ni tan siquiera español».
Tras la Revolución, en enero de 1869, el periódico ofrecía una burlona descripción del Congreso de los Diputados: «Veinte demócratas, treinta unionistas, tres puritanos, catorce o quince carlistas, cien progresistas, y unos cincuenta republicanos. Tal el Congreso Constituyente diz que será. Ya me figuro próximamente lo que en España sucederá».
Merece reflexión la corrosiva, generalizada y pesimista crítica a todas las opiniones políticas que comparten estas acuarelas y el periódico Gil Blas.
SEM
En el Congreso. / España —Aquí están todos, los reconozco; a los republicanos en el ruido que meten; a los neos en / las uñas y a los monárquicos en la panza!
250 x 304 mm
Sign. DIB 18/1/4885