Aun cuando se ha escrito bastante del pasado medieval de Madrid, no han sido tan abundantes los estudios sobre el Madrid musulmán. Es encomiable la labor realizada por diversos arqueólogos que nos han suministrado importantes detalles de lo que sería la morfología de la medina andalusí; pero aún no se han realizado estudios en profundidad que nos ayuden a conocer el pasado islámico de la ciudad. El porqué de esta carencia, según mi opinión, está directamente relacionada con el poco interés que han mostrado diversas instituciones por conocer esta parte del pasado madrileño.
Es todavía mayor la ignorancia que muchos madrileños tienen de esta parte de la historia de Madrid. No son demasiados los que conocen los restos que aún nos quedan de esta época, bien sean los realizados durante la dominación musulmana, como los que son obra de la población mudéjar que siguió habitando la que posteriormente sería capital del reino.
No pretendo con este artículo cubrir esta laguna, mi objetivo es mucho más modesto: dar unas breves referencias de los restos que aún se conservan para que puedan ser admirados por los actuales madrileños y, de esta manera, puedan hacerse una mejor idea de por qué Madrid es como es, y transmitirlo a la gran cantidad de personas que visitan la capital.
Se han desaprovechado muchas ocasiones para poder ahondar en el conocimiento del Madrid musulmán. Una de las últimas fue con ocasión de las obras que se hicieron en la calle Bailén para la construcción de un paso y aparcamiento subterráneo; pero, desgraciadamente, la desidia de las autoridades municipales, y los intereses económicos, no hicieron posible este estudio, por lo que aún nos quedan muchas preguntas sin contestar.
Se podría enmarcar dentro de la falta de interés de las instituciones por dar a conocer el pasado islámico de Madrid, las dificultades con las que me he encontrado para poder obtener testimonios gráficos. El Parque Mohammed I, en donde se encuentra la mayor parte del lienzo de la antigua muralla árabe, está ocupado por una buena cantidad de indigentes que han hecho de él su hábitat; no existe ningún tipo de vigilancia, y el acceso al mismo no está exento de riesgos. En cuanto a las iglesias de San Pedro y San Nicolás, las autoridades, eclesiásticas en este caso, no me han permitido acceder a determinadas zonas de los templos, ni a realizar fotos dentro de los mismos.
También la Ermita de Santa María la Antigua, es triste que sólo se puede ver los sábados de 11 a 11,30 de la mañana, coincidiendo con la celebración de una misa. Es por esto por lo que el material fotográfico aportado no sea todo el que hubiera deseado ofrecer.
Quiero terminar este breve preámbulo retomando las palabras de dos historiadores que han estudiado el Madrid islámico, y que han sabido ver la importancia que su conocimiento tiene para todas las personas que hoy vivimos en esta ciudad:
“… cada vez hay mayores datos para acercarnos al pasado madrileño
sobre una base histórica y reconocer que el islam fue fundamental para
el desarrollo de esta Villa y que los madrileños y madrileñas debemos
ser conscientes de que nuestra ciudad tiene un origen islámico y que la
influencia del islam ha sido muy fuerte y ha marcado elementos tan
importantes como la organización del espacio en el casco histórico, la
hidráulica y el nombre de la Villa” (SEGURA, 2004: 20).
“Para algunos investigadores las evidencias arqueológicas localizadas
del Madrid islámico son muy escasas y se circunscriben a algunos
lienzos de murallas y a diversas estructuras sin demasiada entidad, por
lo que creen que se ha sobrevalorado el papel de Madrid en al-Ándalus.
Nosotros pensamos que estos registros arqueológicos no son escasos ni
mediocres, sino todo lo contrario, y que, en efecto, no hay que
sobredimensionarlos, pero tampoco minusvalorarlos. En cuanto a las
evidencias arqueológicas recopiladas se va consiguiendo enfocar este
asunto poco a poco” (PÉREZ, 2004: 190).
Antecedentes preislámicos
A pesar del encomio que han puesto algunos historiadores, enmarcados dentro un pensamiento nacional-localista carente de toda base científica, en demostrar la ocupación preislámica de Madrid, no existen ningún tipo de pruebas escritas o arqueológicas que puedan corroborar esta hipótesis.
Los defensores de la existencia de un Madrid preislámico mantienen que habrían existido asentamientos tardorromanos o visigodos junto a la actual calle Segovia. En ninguna de las excavaciones realizadas en la zona se han encontrado restos de estas épocas. Los únicos restos anteriores a la presencia islámica son unas piezas de la Edad de Bronce que fueron halladas en las excavaciones realizadas en la calle Angosta de los Mancebos.
Algunos autores han intentado relacionar Madrid con la “Mantua Carpetana” prerromana o el “Miacum” romano; en ninguno de los dos casos han aportado pruebas suficientemente consistentes de que esto fuera así. Los restos romanos encontrados más cercanos a Madrid son los correspondientes a unas villas ubicadas en la zona próxima a la antigua cárcel de Carabanchel. Como es bien sabido, las “villae” se relacionan con explotaciones agrícolas, y su ubicación solía estar alejada de los centros urbanos. No creo que sea posible establecer una relación entre la existencia de estas villas y una población romana en el solar que ocupa en la actualidad Madrid.
En definitiva, no parece que en la actualidad se pueda dudar de que la fundación de Madrid es obra islámica, sin que antes existiera nada que pudiera ser considerado como un asentamiento estable de ninguna población preislámica.
Fundación islámica
Algunos tratadistas árabes relacionaban una serie de premisas para establecer una “madina”. Estas condiciones idóneas eran: abundancia de agua, buenas tierras para los cultivos, bosques y pastos cercanos. Todas estas condiciones las reunía el solar en donde se ubicaría Madrid, como bien apunta Cristina Segura (SEGURA, 1993). Madrid contaba con un río próximo y una gran riqueza en aguas subterráneas y manantiales; hay en las cercanías, tierras de labor y prados, con lo que el abastecimiento alimentario estaba asegurado; asimismo había abundancia de bosques y montes de los que extraer la madera necesaria para la construcción y la calefacción invernal.
Una última condición era que tuviera unas buenas defensas naturales, que sirvieran de complemento a la posterior construcción de una muralla. Esta condición también la tenía Madrid, ubicada en lo alto de una colina, unos sesenta metros por encima del nivel del río, y rodeada de cursos de agua: Manzanares, arroyo de San Pedro, arroyo de la Cuesta de San Vicente.
Posiblemente antes de la construcción de la alcazaba ordenada por Muhammad I ya existiera un asentamiento musulmán anterior. Esta población musulmana ocuparía la zona próxima al arroyo de San Pedro, relacionada con las estructuras hidráulicas del Pozacho –las huertas del Pozacho estaban entre la plaza de la Cruz Verde y la muralla- (SEGURA, 2004).
No sólo fueron las buenas condiciones naturales que reunía el entorno en donde se ubicaría Madrid las que motivaron la fundación de esta, alrededor del 860, por el emir cordobés Muhammad I (852-886). Hubo poderosas razones sociopolíticas para atacar la fundación de Madrid. Dentro de estas razones hay cuatro que tienen una especial relevancia: vigilancia de los pasos de la sierra del Guadarrama, servir de ayuda en la defensa de Toledo, tener, a su vez, vigilada a la capital toledana, y ser utilizado como ribat.
Madrid ocupa un lugar estratégico que le permite controlar los pasos de la sierra –Fuenfría, Tablada y Somosierra-, estos pasos eran los utilizados por las tropas cristianas para lanzar sus ataques sobre la Marca Media andalusí. Madrid, en parte, era la continuación del sistema defensivo que representaban las atalayas diseminadas por la provincia. De estas atalayas aún tenemos restos visibles: El Berrueco, Arrebatacapas, El Vellón, Torrelodones, Venturada, Torrepedrera.
Tras la victoria de Muhammad I sobre Ordoño I en la batalla del río Guadacelete (854), el emir aprovecha el momento para crear una serie de líneas defensivas que protegieran la Marca Media de los ataques castellanos. A tal efecto, fundó, o mejoró, los enclaves de Madrid, Talamanca, Olmos, Canales, Calatalifa, entre otros. Pero estos enclaves no solo tenían como función la protección de Toledo; a su vez servían para controlar a esta ciudad, posiblemente esta fuera la causa principal de la fundación de Madrid.
Las rebeliones toledanas contra el poder cordobés se continúan en el tiempo desde tiempos de Abd al-Rahman I. Al poco de acceder al poder Muhammad I se produce un levantamiento toledano, no pudiendo ser subyugados los sublevados hasta después de la batalla de Guadacelete. Según Manzano esta rebeldía, casi constante de Toledo, es la que empujó al emir a construir las fortalezas de Peñafora, Talamanca y Madrid (MANZANO, 1990: 226).
Una última función de Madrid, en gran parte debido a su estratégica situación geográfica, sería la de servir de punto de encuentro de las tropas musulmanas para sus algaradas sobre territorios cristianos. Está documentada la presencia de Abd al-Rahman III y Almanzor –el amirí se reunió con el general Galib en Madrid para iniciar uno de sus ataques a los territorios cristianos- que acamparon en varias ocasiones en Mayrit.
“Ya en el siglo X Madinat Mayrit (…) se cita con cierta
frecuencia como punto de concentración de tropas de ulteriores
expediciones de castigo en los territorios castellano y leonés: la
luego Villa y Corte será mencionada como ribat en la frontera o
Marca Media de al-Ándalus, con destacadas fortificaciones
según los cronistas». (MENA, 2003: 30)
La ocupación musulmana de Madrid duró hasta 1083 o 1085, fecha en la que es entregada a Alfonso VI por el rey taifa toledano al-Qadir dentro de los pactos que se firmaron tras la entrega de Toledo al rey castellano, a cambio de que éste ayudara a al-Qadir a conquistar Valencia. Ya no volvería Madrid a manos musulmanas, resistiendo los asedios del almorávide Ali ibn Yusuf, en 1110, y del almohade Aben Yusef en 1197.