Tras la pérdida de las colonias, con un tremendo derramamiento de sangre por parte de las tropas españolas; los españoles no estaban dispuestos a apoyar una nueva aventura colonial, que conllevaba la movilización de hombres –de las capas más humildes- para dar su vida por algo que en la situación social, política y económica por la que atravesaba España en esos momentos, no tenía ningún sentido. El sistema de la Restauración estaba dando sus últimos coletazos, que terminarían con el derrocamiento de la monarquía en 1931
Fueron varias las causas que provocaron los acontecimientos ocurridos en Barcelona entre el 16 de julio y el 2 de agosto de 1909: la guerra de Marruecos con el consiguiente reclutamiento de soldados de las capas más humildes de la sociedad; la viciada situación política, etc. Bajo mi punto de vista hubo otro muy importante y que fue la principal causa de que los establecimientos religiosos se convirtieran en el principal objetivo de los incendiarios barceloneses:
El político catalán Cambó manifestó: «En el afán de destruir, la sedición barcelonesa se dirigió, aún inconsciente de ello a los cimientos, a lo más hondo de la esencia de cuanto quería barrer, y atacó lo que era, a sus ojos, símbolo o expresión de vida religiosa». En términos parecidos se expresó Romero Maura: «El matiz radical de los actos crematorios, la intencionalidad simbólica de acabar, mediante el fuego, con las profundas raíces del sistema»
La absorción de funciones por parte de la Iglesia y el desplazamiento del Estado respecto de ella caracterizan buena parte de la historia de España. Esta asunción de funciones por parte de la Iglesia ha configurado a lo largo de la historia esa especie de «dolencia» crónica que llamamos anticlericalismo.
Sólo los socialistas, hay que reconocérselo, vieron el problema clerical como uno más dentro del contexto de la problemática social y del futuro cambio de la sociedad. De hecho, la política del PSOE consistiría en atacar a la Iglesia, sólo en tanto que sostén del régimen capitalista.
El antimilitarismo y el anticlericalismo fueron los componentes esenciales del movimiento insurreccional que estalló en Cataluña. Es difícil analizar una cuestión tan problemática como la de las relaciones entre el movimiento obrero, la protesta antimilitarista y la furia anticlerical, y por qué estas primaron sobre un posible intento de revolución social.
Dentro de este contexto cabe preguntarse por qué llegó a dominar en la política el problema clerical. Una de las posibles respuestas es que, reforzando su anticlericalismo, se diferenciaban, de manera clara y contundente, de los partidos «institucionales» creados por la restauración. No es desdeñable esta respuesta, pero me inclino más a pensar que en estas posturas anticlericales hay mucho de oportunismo.
La casi nula politización de la población puede llevar a que se busquen alicientes, de alguna forma, populistas, que hagan crecer la concienciación de estas masas. En otras palabras, vamos a decir a la gente lo que esta quiere oír, independientemente de que el discurso sea realmente asumido por parte de la clase política. Tampoco se puede eliminar la posibilidad de que este anticlericalismo lo que en realidad pretendiera era «esconder» la verdadera realidad de la cuestión social.
Existía, sin duda, una mala imagen del clero, y esto lo explotaron prácticamente todas las tendencias políticas, desde posturas conservadoras -Campos, Melquíades Álvarez o Canalejas- hasta las más extremistas como los anarquistas, pasando por personajes híbridos como Alejandro Lerroux.
Sólo los socialistas, hay que reconocérselo, vieron el problema clerical como uno más dentro del contexto de la problemática social y del futuro cambio de la sociedad. De hecho, la política del PSOE consistiría en atacar a la Iglesia, sólo en tanto que sostén del régimen capitalista.
La destrucción de instituciones de enseñanza fue el objetivo principal de los incendiarios de la Semana Trágica. Molestaba al obrero el que, el clero, obtuviese un beneficio económico con sus escuelas, pero aún más, se consideraba la existencia de colegios religiosos como un obstáculo para el desarrollo de un sistema escolar neutral y gratuito
El republicanismo achacaba, en última instancia, los males sociales a las deficiencias de una educación viciosa y al arraigo de ideas embrutecedoras, y la institución más aferrada a esa interpretación, la que más había las había difundido, era la iglesia. Por otro lado, los anarquistas, se planteaban la siguiente cuestión: el burgués no hace nada por el obrero ¿Y quién enseña al burgués?
No les faltaba razón a estos planteamientos; 294, de las 597, comunidades religiosas masculinas de España, en 1900, se ocupaban de la enseñanza; lo mismo que 910, de las 2656 comunidades femeninas; esto nos lleva a que el 80% de la enseñanza secundaria en España estaba controlado por el clero. En 1908, en contraste con las 5014 escuelas católicas, existían tan solo 107 escuelas laicas -43 de ellas en Barcelona-. El contenido de las doctrinas enseñadas en los centros de educación religiosa resultaba, casi siempre, contrario al liberalismo (el último congreso católico del siglo XIX lo había calificado de nefando)
Actividades del clero regular
Servicios Comunidades femeninas Comunidades masculinas
Enseñanza 910 294
Beneficencia 1029 39
Contemplativas 717 75
Sacerdotes y Misioneros 189
La destrucción de instituciones de enseñanza fue el objetivo principal de los incendiarios de la Semana Trágica. Molestaba al obrero el que, el clero, obtuviese un beneficio económico con sus escuelas, pero aún más, se consideraba la existencia de colegios religiosos como un obstáculo para el desarrollo de un sistema escolar neutral y gratuito.
Al hilo de estos beneficios económicos, obtenidos de la enseñanza, que la clase trabajadora criticaba, se nos plantea otra de las causas del anticlericalismo. Quizás fuera exagerado decir, como lo hacían los anticlericales de la época, que la Iglesia controlaba 1/3 de la riqueza del país -como manifestó Joaquín Aguilera, secretario del Fomento del Trabajo Nacional-, pero no cabe duda de que su poder económico era de una gran envergadura -un detalle nos lo da Javier Tusell: «El crecimiento hacia el norte de Madrid se hizo en terrenos que eran propiedad de los jesuitas»
Un último factor del anticlericalismo reinante fue la intromisión de la Iglesia en la organización sindical creando sindicatos católicos, tachados de amarillos por las centrales sindicales obreras
Amén de las subvenciones del Estado y de los intereses de la deuda pendiente por fondos correspondientes a la propiedad desamortizada; el clero se agenció otros medios de financiación, por ejemplo, transformando su capital en propiedades comerciales e industriales.
Un ejemplo claro de estas actividades lucrativas del clero lo representan los maristas. En 1909 crearon un enorme complejo de edificios donde se preparaba el alimento y vestido para todos los miembros de su orden residentes en Cataluña, con esto perjudicaba a dos sectores: por un lado, a los comerciantes, y por otro a los propios trabajadores, ya que, en estos centros fabriles el salario del obrero -muchas mujeres y niños- era menor que en la empresa privada; lo que a su vez provocaba que esta se viera obligada a bajar los sueldos y reducir el personal. Estos mismos maristas dirigían, con criterios totalmente mercantiles, una fábrica de bisulfato.
Pero no eran los maristas los más criticados por sus riquezas, este papel correspondía a los jesuitas. Se decía que eran propietarios de la compañía marítima L Transatlántica -la que llevaba a los reservistas a Marruecos -aunque el teórico propietario fuera Claudi López i Bru-, ítem más, las inversiones que hizo Comillas en minas marroquíes – en estas minas se iniciaron los ataques de los rifeños a establecimientos españoles-, no favorecerían a España, pero sí a los jesuitas. La concentración del clero misionero en Marruecos después del desastre del 98, se relacionaba con la explotación de minas próximas a Melilla.
A los obreros todas estas actividades les parecían una muestra de hipocresía por parte del clero; entendiendo que actuaba como comerciante que competía, en condiciones privilegiadas, y una vez más tenían razón. Anselmo Lorenzo escribía que la causa permanente del anticlericalismo entre los obreros era la existencia del trust plutocrático/clerical constituido en Cataluña por los industriales y los jesuitas: «Chupa la sangre de los sobreros y absorbe todas las riquezas producidas por el trabajo»
Otro problema fue el aumento de religiosos a partir de 1898, en gran parte debido a la vuelta de misioneros tras la pérdida de las colonias, la fundación de nuevas órdenes, o la entrada de religiosos expulsados de Francia y Portugal. En 1910 había 43.105 miembros del clero secular y 59.896 del clero regular.
Un último factor del anticlericalismo reinante fue la intromisión de la Iglesia en la organización sindical creando sindicatos católicos, tachados de amarillos por las centrales sindicales obreras. Estos «Círculos Obreros» mantenía las mismas premisas que la Iglesia defendía: fomento de la resignación cristiana, aún cuando se esté siendo explotado de forma inhumana, eso sí solicitando de la «bondad» del patrono abnegación y caridad. No es pues de extrañar que los obreros vieran a estas organizaciones, dirigidas por la jerarquía eclesiástica y el paternalismo patronal, como centros de reclutamiento de esquiroles.
Ante lo expuesto no es difícil de entender el incendio, durante la Semana Trágica, de estos círculos. En 1909 ni sus propios círculos defendieron estos sindicatos, dando la razón a algunos sacerdotes que advirtieron de su ineficacia al haber sido creados y dirigidos por los patronos o por una jerarquía eclesiástica aliada a los intereses del gran capital.
Creo haber explicado las razones del anticlericalismo existente en la clase obrera barcelonesa de 1909. Había sentimientos anticlericales en políticos, librepensadores, educadores, etc., pero si alguien tenía verdaderos motivos para ser anticlerical, este era el obrero. Este obrero que veía como la institución que más debería estar junto a él, ya que era esto lo que predicaba, en vez de dar soluciones a sus problemas, les daba mensajes de sumisión y resignación.
Tipos de Instituciones Incendiadas
- Escuelas 24
- Escuelas en iglesias parroquiales 4
- Escuelas en fundaciones 2
- Centros administrativos 3
- Iglesias parroquiales 14
- Instituciones benéficas 11
- Residencias religiosas 8
- Conventos de clausura 8
- Fundaciones obreras católicas 6
Zonas de los incendios de edificios religiosos
Las Cifras
- Obreros Muertos 75
- Heridos 500
- Edificios incendiados 112
- Personas procesadas 2000
- Ejecutados 5
- Cadena perpetua 59
- Desterrados 175
Bibliografía sucinta
CONNELLY ULLMAN, C: La Semana Trágica: Estudio sobre las causas socioeconómicas del anticlericalismo en España (1898-1912), Barcelona, 1972
FERRER, Sol: Vida y Obra de Francisco Ferrer, Barcelona, 1980
GARCÍA DE CORTÁZAR, Fernando: La Iglesia en España, en Miguel Artola (dir.) Historia de España, t. III, Madrid, 1988
GARCÍA RODRÍGUEZ, José Carlos: ¿Arde Barcelona?, Astorga, 2010
MARÍN, Dolors: La Semana Trágica de Barcelona…, Barcelona, 2009
MARTÍNEZ CUADRADO, Miguel: La burguesía conservadora, en Miguel Artola (dir.) Hª de España Alfaguara, t. VI, Madrid, 1976
SECO SERRANO, Carlos: La España de Alfonso XIII: el estado y la política (1902-1931), en Jover Zamora (dir.) La Hª de España de Menéndez Pidal, vol. 38-1
VVAA: La Semana Trágica, Cuadernos de Hª 16, nº 132, 1985