Según Pitágoras: El silencio es la primera piedra del templo de la filosofía. Pero exactamente, ¿a qué nos referimos con el silencio? El silencio se define, según la R.A.E. como: Abstracción de hablar, falta de ruido o pausa musical. Una de las características de nuestra actual civilización es el exceso de ruido, la incontinencia verbal y la precipitación, es decir todo lo contrario al silencio es lo que caracteriza a la actual sociedad. Curiosamente el resultado que se produce, con esta abundancia, no es una mayor comunicación, sino todo lo contrario una mayor introspección y aislamiento.
No nos olvidemos que se nos educa por y para el Sistema y ello lleva curiosamente a un mayor silencio en la comunicación entre las personas, característica del aislamiento e individualismo actual, pero que, paradójicamente, viene acompañado de que cuando se rompe el silencio se haga de una forma desmesurada. Reflexionemos pues porque nos quieren ruidosos, pero no comunicativos; excesivos en vocablos, pero escasos de contenidos ideológicos; expansivos en la verbalización, pero ausentes en la escucha. Si éstos son los interesados caminos por los que nos conducen, al menos deberíamos de tener claro que es porque son los favorables a sus intereses, que no a los nuestros. A partir de ahí analicemos en principio que fenómenos se producen cuando estamos en silencio, cuales son los que caracterizan al momento social actual y tratemos de comenzar a plantearnos las reflexiones que nos surjan.
Es decir, lo que sugiero es una reflexión individual de nuestros códigos individuales de conducta y de como, y en que medida, están condicionados por lo permeables que hayamos sido al adoctrinamiento. En la anatomía humana podemos observar que tenemos dos ojos, dos orejas y una boca. Se puede decir que la naturaleza es sabia ya que sería como una forma de enseñarnos que hay que observar más, escuchar más y hablar menos. En la evolución del ser humano, como tal, observemos que comenzó a hablar hace relativamente bien poco, sin embargo antes de eso supo desarrollar las demás artes. Nuestros sentidos obran antes que la expresión verbal, fuente primigenia de la comunicación social. Hemos de constatar que, antes de la comunicación verbal, y precediéndole, el ser humano ya se ha comunicado mediante gestos y signos. Será, por tanto lo natural, primero el sentir que el verbalizar. Cuando nace un niño lo primero que hace es llorar, pero no habla; tarda alrededor de tres años hasta que realmente se le comprenda lo que dice, es decir, que la comunicación pueda llegar a ser fluida. Sin embargo, desde el principio atiende a cuanto le rodea, disfrutando con sus sentidos y vive cada día como si del primero se tratase. Ayudado por sus mayores crece y se prepara para compartir con sus iguales el hermoso camino de la vida.
Cuando estamos en silencio nos damos cuenta de lo mucho de lo que nos rodea. Pero eso no significa estar inmóvil o enajenado, es en mi opinión, aplicar la energía del habla y del pensar, o no, en comprender lo que se escucha, utilizando esa fuente de poder en aumentar nuestros sentidos. El silencio no ha de ser sinónimo de pasividad sino, más bien al contrario, de despertar nuestros sentidos para mejor captar la realidad del entorno que nos rodea. Los más grandes actos en la vida de un hombre vienen precedidos por el silencio. El silencio es una manifestación de un estado del interior. Mediante él aprendemos a callar y meditar sobre todo lo que se origina en nuestros sentidos. Reconcentrando los pensamientos el callar permite, con serena fuerza, obtener la poderosa dominación que hará realizar mejor los principios. Y vence a las pasiones, que es una fuente de pérdida de control.
El deseo de hablar arrebatadamente, con vehemencia, contestar y protestar ante las palabras ajenas son una forma de pasión también. El silencio no debe de confundirse con la inactividad. La persona en silencio se asemeja al grano que más tarde dará origen a la planta; trabaja, se perfecciona a sí mismo y estudia. Medita como hacerlo, tanto en la colectividad que le rodea como en el exterior. Debe de valerse de este silencio para realizar mejor los fines supremos que se proponga. Se trata de construir un mundo mejor en donde el Respeto, el Amor, la Igualdad, La Fraternidad, la Libertad y la Tolerancia se expresan en toda su magnitud. No es en una secta ni un partido donde mejor se logra, ha de existir el derecho a disentir y no es en estos ámbitos donde esta práctica sea fomentada precisamente, sino al contrario, ya que forman parte sustancial del Sistema se sostienen con una adhesión inquebrantable y sin dudas.
No en vano la asunción de dogmas son una de las formas más eficaces formas de sostén del Sistema que trata de eludir los pensamientos laicos como contrarios a sus intereses. Hemos de proscribir el comadreo y la palabra vana. Durante nuestras reflexiones debemos de permanecer en silencio. Considerar a nuestros conciudadanos como a nosotros mismos, no tratar de imponernos por la palabra, del mismo modo que no se debe de hacer por la vestimenta ni por el estatus social. Debemos de aprender a dialogar con nosotros mismos y buscar el comunicarnos con argumentos puros y no con artificios oratorios. La regla del silencio es el mejor medio de explorarse a sí mismo. Cuando no podemos exteriorizar las relaciones y afectos por el verbo nos encontramos frente a nosotros mismos como frente a un espejo. Aunque a menudo nos apetezca intervenir y decir algo, sin mucho meditar, recordemos el hermoso regalo que es el silencio.
No perdamos nunca el placer del silencio ya que este es un gran vínculo con la naturaleza, ya sea con el canto de un pájaro, el ladrido de un perro o el llanto de un niño. Por el silencio nos vemos empujados al dialogo con nosotros mismos antes de transmitir nuestra verdad a los otros. Hemos de aceptar aprender. Pero, para aprender, será necesario hacer acopio de HUMILDAD. La comunicación, en la actualidad, está dominada por los medios de comunicación social, principalmente la televisión y la radio. ¿Qué es lo que predomina?, una falta absoluta de escucha, de silencio activo. Actualmente se trata de imponer las ideas propias, a tal fin todo es válido: las interrupciones constantes para evitar las argumentaciones no gratas; el gritar más que los demás, como si el número de decibelios emitido fuese el que diese la calidad de la argumentación. En fin, la falta de respeto y la imposición de los postulados del Sistema a base de ruido. Y en este juego ineficaz agotamos nuestras fuerzas, mientras tanto ellos actúan y nosotros nos consumimos de forma estéril para nuestros intereses. El silencio ha de ser activo, no se trata de callar sino de evitar el ruido que es estéril e ineficaz. Al contrario, como en cualquier lucha, hemos de armarnos con nuestros mejores pertrechos para poder ser más eficaces en nuestras acciones.
Los débiles hablan y no accionan; los fuertes accionan y se callan.