Mayo de 1937 «Estalla Barcelona». Parte 1: Antecedentes y actores


Antecedentes

Tras conseguir derrotar a la sublevación del 18 de julio, Cataluña quedó bajo el control de las milicias, en las que predominaba el control anarquista. Tras una reunión de los líderes libertarios con el presidente de la Generalitat Lluís Companys se crea el Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña. En este Comité estaban representadas la mayoría de las organizaciones que habían formado parte del Front d’Esquerres (versión catalana del Frente Popular).  El propio Companys les reconoció a los líderes anarquistas que estaba en sus manos y que haría lo que ellos quisieran. Evidentemente era un ofrecimiento grandilocuente porque las verdaderas intenciones del presidente de la Generalitat eran otras.

Lluís Companys

Desde los primeros momentos hubo fricciones entre los miembros del Comité, sobre todo entre el PSUC y el POUM. En una conferencia de líderes comunistas en Valencia celebrada el 8 de marzo de 1937, se había acusado a los militantes del POUM de ser agentes nazis encubiertos. Como vemos la rivalidad entre las dos formaciones comunistas no era nueva. Tampoco la acusación a los poumistas de ser agentes infiltrados fue una novedad en los cargos que les quisieron imputar tras los sucesos de mayo.

Tenemos pues que tras el fracaso de la sublevación fascista existía una dualidad de poderes en Cataluña que no presagiaba nada bueno. Como apuntaba M. Casanova (:30): La dualidad de poder, fenómeno general al inicio de cada revolución, no puede ser más que un periodo transitorio. Uno de los dos poderes antagónicos debe desaparecer. Con mayor razón, la dualidad de poderes no podía subsistir en el período de guerra civil. La centralización del poder era ineluctable y necesaria.

Cuando el levantamiento fracasó en Barcelona, en gran medida gracias a la intervención de las milicias anarquistas, las clases medias catalanas, que conformaban el grupo más importante de ERC, vieron peligrar su situación, por esto, desde el primer momento, a pesar de las supuesta declaración de sumisión de Companys a la CNT, el objetivo de ERC era acabar con el ambiente revolucionario que se había instaurado. Este triunfo anarquista el 18 de julio no trajo buenas consecuencias para la CNT ya que, como señala Graham (:242) los anarquistas pensaron que tenían más fuerza de la que en realidad poseían.

El 9 de octubre de 1936, y con presencia de la CNT en el gobierno catalán, comienza la pérdida de poder de los comités revolucionarios creados tras derrotar el alzamiento fascista. Los comités fueron sustituidos por los recuperados Comités Municipales. Dentro de los comités disueltos tuvo mucha importancia el Comité de Abastos, que estaba dirigido por la CNT. A partir de ese momento el abastecimiento de la ciudad correría a cargo de la Consejería de Abastos que estaba dirigida por el PSUC. Este cambio no mejoró la situación, es más, los precios sufrieron un incremento mayor del que habían tenido en la etapa anterior.

Según el Servei Central d’Estadística de la Generalitat, mientras la CNT controló los abastos (julio-diciembre 1936) los precio se incrementaron un 47%, en los primeros seis meses de control por parte del PSUC el incremento fue del 49%. Lo que no recoge el informe es que el acaparamiento de alimentos por parte de minoristas y mayoristas, se incrementó considerablemente Otra importante medida fue el Decreto de Colectivizaciones que posibilitaba un mayor control de la economía por parte de la Generalitat.

En el mismo mes se disolvió el Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña. Esto no significa que la Generalitat recuperara el control de las calles ya que las Patrullas de Control, en las que estaban representadas varias organizaciones pero con presencia mayoritaria de la CNT, bajo el mando de un personaje bastante siniestro como Josep Asens Giol, continuaron campando a sus anchas con detenciones arbitrarias, incautaciones ilegales, que podrían considerarse como simples robos a mano armada, y los tristemente famosos «paseos».

Patrulla de Control en una calle barcelonesa.

Algunos poumistas no vieron, en principio, mal la disolución de las Patrullas de Control, Miguel Coll –poumista y miembros de estas patrullas-, confesó a Ronald Fraser (:105-106) Las patrullas de hecho, ya no eran revolucionarias, ya no servían al fin para el que las había creado. Sus miembros carecían de disciplina, no cumplían con su deber, se habían vuelto negligentes. En términos revolucionarios, la Generalitat había estado acertada al proponer su disolución, Pero la Generalitat (o mejor dicho el PSUC, que andaba detrás de todo ello y que era un partido comunista sin una onza de comunismo) pensaba de modo muy distinto. Querían el control de todos los cuerpos de policía para así poder ocupar reductos estratégicos como la Telefónica, que seguía en manos de la CNT. Aunque algo simple y subjetivo, al análisis del militante del POUM no le faltaba algo de razón.

En un intento de recuperar el poder en las calles, el 27 de octubre de 1936 la Generalitat publicaba el decreto que ordenaba el desarme de la retaguardia; siguiendo la iniciativa tomada por el gobierno central:

Artículo 1: Todas las armas largas (por ejemplo rifles, ametralladoras, etc.) que se encuentren en manos de los ciudadanos deberán ser llevadas a las municipalidades o ser recogidas por ellas, en un período de ocho días a contar desde la publicación de este decreto. Tales armas han de ser depositadas en los Cuarteles de Artillería y en el Ministerio de Defensa de Barcelona, para poder atender las necesidades del frente.

            Artículo 2: Al final del citado período, los que aún retengan armamento serán considerados fascistas y juzgados con el rigor que su conducta merece.

La verdad es que el decreto no fue muy tomado en cuenta por las armadas de la retaguardia, lo que obligó al gobierno central a ordenar el 15 de febrero de 1937 la recogida de armas sin permiso oficial, en principio solamente se refería a armas largas, pero el 12 de marzo se amplió la orden a todo tipo de armas.

El 3 de marzo de 1937 la Generalitat crea el Cuerpo Único se Seguridad (CUSI), ordenando la disolución y el desarme de las Patrullas de Control. Los consejeros anarquistas abandonaron la Generalitat en señal de protesta, ante esta actitud se pospuso la puesta en vigor del decreto lo que hizo que los anarquistas volvieran a sus puestos en el gobierno catalán. Finalmente el 27 de abril el decreto se hizo efectivo, en esta ocasión los miembros de la CNT del gobierno catalán lo asumieron sin el menor problema.

Antes de la puesta en marcha del Cuerpo Único de Seguridad , la Junta de Seguridad Interior prohibió hacer registros y detenciones a las Patrullas de Control; esta orden fue rechazada por el secretariado de las mencionadas Patrullas, controlado por la CNT. José Asens que era el enlace entre las Patrullas y la policía, fue el que más violentamente se pronunció contra su disolución. Oficialmente desaparecieron el 9 de junio de 1936, fecha en la que José Asens hizo entrega de las laves del local de la Secretaría General de Patrullas de Control y del resto de cuarteles de que disponían

En la segunda mitad del mes de abril fueron desarmados numerosos obreros de Barcelona, por orden del conseller de Seguridad Artemi Aiguadé, solamente en la última semana fueron desarmados unas trescientas personas.

En su edición del 2 de mayo Solidaridad Obrera dejaba claro que no iba a ser nada fácil desarmar a las milicias de la retaguardia: La garantía de la revolución es el proletariado en armas. Intentar desarmar al pueblo es colocarse al otro lado de la barricada. Por muy Consejero o Comisario que se sea no se puede dictar orden de desarme contra los trabajadores que luchan contra el fascismo con más generosidad y heroísmo que todos los policías de la retaguardia, cuya especialidad e impotencia nadie iguala. ¡Trabajadores: que nadie se deje desarmar por ningún concepto! ¡Esta es nuestra consigna: que nadie se deje desarmar!

El 27 de marzo de 1937 se disuelve el gobierno catalán al dimitir los consellers anarquistas por la orden que obligaba a las milicias de la retaguardia a entregar las armas. El 16 de abril se constituyó un nuevo gabinete con prácticamente la misma correlación de fuerzas que el anterior.

El 13 de diciembre de 1936 se produjo un hecho de enorme importancia para los acontecimientos que ocurrirían posteriormente; el único consejero del POUM que había en el gobierno catalán, Andreu Nin – consejero de Justicia- fue destituido. Hay que señalar que Nin no despertaba muchas simpatías en el seno de la CNT, de la que había sido militante y al que muchos consideraban un traidor, por lo que los consellers anarquistas no movieron ni un dedo para evitar la destitución.

También en diciembre de 1936 la Generalitat promulga el Decreto de Sindicación Obligatoria, esta medida que muchos han tomado como una ofensiva conjunta de ERC y el PSUC para acabar con el control sindical de la CNT, propició una fuerte expansión de la UGT a través del Gremis i Entitats de Petit Comerciants i Industrials (GEPCI), entidad que tuvo mucho que ver con las especulaciones económicas que se dieron posteriormente: aumento de precios, acaparamiento de suministros, etc.

Un hecho que provocó fuertes tensiones fue la militarización de las milicias. Esta orden tensó las relaciones entre la CNT y el POUM y la Generalitat. En el frente de Aragón fueron militarizadas las columnas de milicianos quedando integradas en cinco Divisiones y dos brigadas autónomas; tres de ellas continuaban bajo control de la CNT: la 25ª Compañía, dirigida por Antonio Ortiz; la 26ª, bajo el mando de Ricardo Sanz –formada sobre todo por miembros de la Columna Durruti-; y la 28ª, bajo el mando de Gregorio Jover ´formaba básicamente por la columna anarquista de Los Aguiluchos-; la 27ª antigua Carlos Marx, dirigida por el comunista Antonio Trueba; y la 29ª del POUM bajo el mando de José Rovira.

Columna Durruti

La orden de reorganizar las antiguas columnas en divisiones las firmó  el 15 de abril de 1937 el comandante Vicente Guarner, delegado del Consejero de Defensa de la Generalitat en el frente de Aragón. En aquel momento el consejero de Defensa de la Generalitat era el anarquista Francisco Isgleas. Esta reorganización provocó múltiples deserciones; la más sonada fue la de 400 miembros de la Columna de Hierro, tristemente conocida por las atrocidades que cometió en marzo de 1937 cuando fue convertida en la Brigada 83.

Miembros de la Columna de Hierro

Crece la tensión

La situación de Barcelona con las tensiones sociales y políticas que se vivían eran el caldo de cultivo perfecto para que los grupos de milicianos anarquistas y de otras formaciones, que estaban fuertemente armados, pudieran hacer ejercicios de fuerza. Entre estas milicias había muchos que habían abandonado el frente de Aragón llevándose sus armas consigo. No sin cierta razón se solía decir que había más armas en la retaguardia que en el frente.FA

La tensión política en Cataluña era palpable. Por un lado los republicanos intentando recuperar el poder perdido tras el 18 de julio; por otro las constantes tensiones entre la CNT y el PSUC, con este último presionando a la Generalitat para que prescindiera de los anarquistas como ya había hecho con el POUM. El deseo del PSUC de que la CNT desapareciera de los órganos de gobierno se la confesó Carlos Esplà, ministro de Propaganda del Gobierno de la República, a Julián Gorkin: Por ahora no podemos entrar en polémicas con los rusos[1], en relación con las críticas que estaba recibiendo el POUM por pare de los comunistas ortodoxos. Según Thomas (:3,316) los comunistas ortodoxos habían creado un nuevo lema: Antes de conquistar Zaragoza hemos de ocupar Barcelona.

La situación de Barcelona en los días previos lo describe con su habitual maestría Julián Casanova (:318): Tampoco faltaban las armas, abundantes armas, que lucían los ex milicianos que la sabían traído desde el frente. Había también demasiados «turistas» revolucionarios, extranjeros que nada podían hacer en su país pero a quienes aquella revolución les sabía todavía a poco. Estaban también los provocadores de uno y otro signo, metidos pos todas partes, desde la policía al POUM, esos que García Oliver decía que «actuaban siempre por su cuenta», que evidentemente no habían creado por si solos esa situación explosiva pero eran los primeros en tener la cerilla preparada para hacerla estallar.

Tal era la tensión que la GeneralitJuvenat prohibió las celebraciones previstas para el 1 de mayo, entre ellas una manifestación conjunta de la CNT y la UGT. Ricardo Lezcano (:53), testigo, recuerda en sus memorias que ese día estaba en el cine y que se oyeron unos disparos que provocaron que la gente desalojara la sala. Anteriormente las celebraciones del 14 de abril fueron boicoteadas por la CNT y el POUM en señal de protesta por la política económica que estaba siguiendo la Generalitat.

La Generalitat estaba cada día más interesada en recuperar las riendas de orden público en Barcelona. También era consciente de que su fuerza militar era menor que las de las milicias de la retaguardia. En este contexto el entonces teniente coronel Jesús Pérez Salas –al mando de la columna Maciá-Companys- fue a Valencia a primeros de abril para convencer al gobierno central que de que enviara armas a Cataluña, asegurándoles que no caerían en manos de los anarquistas, Aiguadé le dijo que aparte de para su columna también pidiera armas para la Generalitat[2].

A nivel político las mayores tensiones se vivían entre el PSUC por un lado y la CNT y el POUM por el otro. A principios de marzo miembros del PSUC robaron doce carros blindados caseros de un almacén de la CNT. En abril las Juventudes Libertarias (JJLL) publicaron un manifiesto en el que aseguraban que estaban dispuestos a volver a las barricadas si la revolución continuaba siendo atacada. Las propias JJLL encargaron al grupo disidente alemán de Götze[3] y Scheyer[4] -relacionados con disidentes nazis[5]-, que creara una organización militar con un plan revolucionario de defensa[6].

Ferdinand Götze

En un intento de «suavizar» las relaciones; las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña propusieron a las Juventudes Libertarias crear una Alianza Nacional de la Juventud de Cataluña; la propuesta fue rechazada optando las JJLL por crear junto a la Juventud Comunista Ibérica del POUM, el Frente de la Juventud Revolucionaria.

Posiblemente tanto los republicanos como los comunistas catalanes cometieron un acto de soberbia al pensar que, como tenían controlados a los dirigentes anarquistas también tenían controlados a sus bases y a los mandos intermedios. Posiblemente esta apreciación viniera al escuchar manifestaciones como las del líder de la FAI Diego Abad de Santillán, supuestamente uno de los más «puristas» dentro del anarquismo español, éste en el pleno de la CNT de septiembre de 1936, en el que se aprobó la incorporación de anarquistas al gobierno, manifestó: El gobierno… ha dejado de ser una fuerza de opresión contra la clase trabajadora, así como el Estado no representa ya al organismo que separa a la sociedad en clases. Y ambos dejarán aún más de oprimir al pueblo con la intervención en ellos de la CNT[7].

Siempre es interesante conocer cómo veía la situación el presidente de la República, Manuel Azaña (:30). Sobre Cataluña pintó un sombrío cuadro, quizás algo exagerado, pero que sirve para hacerse una idea de que tiempos corrían en tierras catalanas: Hay para escribir un libro con el espectáculo que ofrece Cataluña, en plena disolución. Ahí no queda nada: Gobierno, partidos, autoridades, servicios públicos, fuerzas armadas; nada existe […] Nadie está obligado a nada, nadie quiere ni puede exigirle a otro su obligación. Histeria revolucionaria, que pasa de la palabra a los hechos para asesinar y robar; ineptitud de los gobernantes, inmoralidad, cobardía, ladridos y pistoletazos de una sindical contra otra […] explotación de la guerra para enriquecerse, negativa a la organización de un ejército `…], gobiernitos en Puigcerdá, La Seo, Lérida, Fraga, Hospitalet, Port de la Selva, etcétera. Sobre el presidente Companys tampoco era muy amable: Companys hablaba a tontas y a locas de dar la batalla a los anarquistas, pero no tenía ganas ni medios.

Manuel Azaña

¿Guerra o revolución?

Sin duda una de las causas que provocaron los sucesos de mayo fue el dilema que se venía planteando desde el inicio de la contienda ¿guerra o revolución? El antagonismo entre los que pensaban que ambos conceptos podían ir al unísono y el de aquellos que mantenían que para hacer la revolución primero había que ganar la guerra. En Cataluña este enfrentamiento llegó a sus máximos niveles, añadiendo un tercer grupo en discordia, aquel que pretendía ganar la guerra pero no llevar a cabo ninguna revolución.

Cartel propagandístico de la FAI.

Entre los primeros anarquistas y poumistas, dentro de los segundos los comunistas, finalmente ERC y los republicanos en general se encuadraban en el tercer grupo.

En las páginas del New York Times de 20 de septiembre de 1936 se recogían las manifestaciones de un representante del gobierno de la República sobre la posición que mantenía este respecto a esta dicotomía: Sólo después de la victoria podemos defender los problemas sociales y políticos de los distintos grupos que componen el Frente Popular[8]

Desde comienzos de 1937 los sectores más radicales de la CNT comenzaron a exigir el control total por parte de los sindicatos de las empresas, y de paso que los gobiernos de la Generalitat y de la República fueran «gobiernos sindicales», ya que entendían que solamente los sindicatos eran los que mantenían el ardor revolucionario. Por pedir que no quedara.

En línea con lo anterior en una reunión celebrada el 12 de abril de 1937 a instancias de las JJLL y algunos miembros de los Comités de Defensa se pidió a la dirección de la CNT que abandonaran cualquier cargo municipal o gubernamental. En esta reunión los hubo que se distinguieron por sus posturas radicales: Julián Merino[9], Pablo Ruiz[10] y Juan Santana Calero[11].

No todos los anarquistas pensaban de igual forma, los había que sí estaban de acuerdo en que lo primero era ganar la guerra. Así lo manifestó Helmut Rüdiger[12] en el pleno de la AIT de 11 de junio de 1937, refiriéndose a la situación en España dijo: ¿hay que hacer la revolución antes de hacer la guerra, o hay que hacer la guerra, o hay que hacer la guerra antes de poder hacer la revolución? Las dos fórmulas son abstracciones que no tienen nada que ver con la realidad […] Si se pierde la guerra se pierde todo, y para medio siglo o más tiempo ya no habrá ninguna discusión más sobre el problema de la revolución[13].

De alguna manera Rüdiger se posicionaba con aquellos que creían que lo primordial era ganar la guerra, y que la revolución podría esperar. Esta posición estaba alejada de las posturas más radicales de algunos anarquistas y poumistas.

El problema básico es que no se puede tomar la revolución como un todo; una revolución no tiene que conllevar la destrucción de todo lo existente. Por tanto no todos los que abogaban por ganar primero la guerra eran contrarrevolucionarios. Félix Morrow (110-111),  un trotskista furibundo y feroz antiestalinista, criticaba a todos, incluyendo al POUM: La disolución de los comités marcaba el primer gran avance de la contrarrevolución. Alejó el naciente peligro “soviético” y permitió al estado burgués empezar a recobrar en cada esfera el poder que se la había escapado de las manos el 19 de julio. El POUM, completamente desorientado, ni siquiera intentó explicar cómo podían compaginarse su apoyo a los comités, declarado hacía dos semanas, con que un ministro de su partido firmara su disolución dos semanas después. Morrow, con más demagogia que argumentos, mantenía que todo el proletariado catalán era revolucionario: La alarma e ira de las masas catalanas ante los avances de la contrarrevolución eran las emociones consecuentes de hombres libres y dueños de su destino amenazados de nuevo por el peligro de esclavitud. El sometimiento sin lucha estaba descartado (Morrow: 137).

El escritor anarquista Vernon Richards, no dudaba en catalogar como contrarrevolucionarios a todo aquel que no estuviera de acuerdo con sus ideas; en este cajón de sastre no duda en incluir a la mayoría de los dirigentes de la CNT durante la guerra civil. Otro acusado de contrarrevolucionario por Richards fue Largo Caballero del que aseguraba que había servido fielmente a la contrarrevolución. Para esta afirmación se basaba en que Largo Caballero estaba comprometido con los comunistas. Se olvida Richards de que Largo Caballero rechazó de plano las injerencias de la diplomacia soviética, y que fu él quién incorporó anarquistas a su gobierno –en mayor número que comunistas-; también fue él quién se negó a ilegalizar al POUM y perseguir a sus dirigentes, o a los anarquistas que participaron en los hechos de mayo.

La sangre inunda las calles

Los enfrentamientos sangrientos menudearon en los meses anteriores a mayo. Fueron el preludio de lo que ocurriría en mayo. El 25 de enero en La Fatarella (Tarragona)[14] hubo un fuerte enfrentamiento entre campesinos y guardias de Asalto por un lado y brigadas móviles de la CNT por otro. La lucha arrojó un balance de 37 muertos y numerosos heridos

Entre el 19 y 21 de febrero se produjeron en San Martí de Centelles (Barcelona) unos hechos similares a los de La Fatarella. Cinco campesinos fueron asesinados por grupos de «incontrolados» anarquistas, eran miembros del Sindicato Agrícola Cooperativo de Centelles. Los campesinos hicieron frente a un grupo que intentaba llevar a cabo unas requisas ilegales; este grupo lo componían miembros de las Patrullas de los Espectáculos Públicos de Barcelona dirigidos por el presidente de las JJLL de Centelles –que fue abatido en el enfrentamiento-. A la localidad acudieron agentes del rondín[15] de Soler Arumi y del de Dionisio Eroles que detuvieron a 50 payeses, cinco de ellos, entre los que se encontraba el que mató al militante de las JJLL fueron ejecutados en el mismo instante de la detención. Rodríguez Salas cuando emitió la noticia ocultó que habían sido miembros de los rondines; por su parte Ayguadé atribuyó lo sucedido a desconocidos controlados o incontrolados[16]

Dionisio Eroles

El 24 de abril el comisario de orden Público Eusebi Rodríguez Salas «El Manco» sufre un atentado del que sale ileso.

Al día siguiente[17] los carabineros de Puigcerdá obligaron a la patrulla de la CNT a entregarles el control de la aduana con Francia. Hubo un duro enfrentamiento con resultado de varios muertos, entre ellos Antonio Martín Escudero «El Cojo de Málaga», un antiguo contrabandista que actuaba de forma caciquil como alcalde de Puigcerdá.

Sobre estos incidentes José Peirats (:138), como no podía ser de otra manera, los achaca a propósitos torticeros, en lugar de reconocer que no era normal que la aduana estuviera en poder de las patrullas de control y no de las autoridades oficiales; tampoco dice nada de la actitud que estaba manteniendo Antonio Martín: La forma jactanciosa y violenta con que se llevó a cabo la operación que obedecía más que a servicio oficial, a inconfesables propósitos de hegemonía política presididos por actos de arbitrariedad provocó el incidente que costó la vida a Antonio Martín y a sus compañeros.

El Cojo de Málaga

Ese mismo día fue asesinado en Molins del Rey el militante del PSUC  y miembro del Comité Regional de la UGT, Roldán Cortada i Dolcet –anteriormente había sido militante de la CNT, siendo crítico con la influencia que estaba adquiriendo la FAI en el seno del sindicato anarquista – . Nunca se descubrió quién fue su asesino, aunque el día 28 fuera detenido el miembro de la FAI Cano Pérez y ocho personas más por el asesinato del militante del PSUC; aunque finalmente salieron libres sin cargos en su contra. El entierro de Roldán Cortada fue multitudinario. Los poumistas, entre ellos Andreu Nin, denunciaron que el entierro de Roldán Cortada fue el pretexto para organizar una manifestación contrarrevolucionaria.

Noticia en la prensa del entierro de Roldán Cortada

Sobre este asunto Orwell (:141) dice que posiblemente los asesinos fueran los anarquistas; sobre el entierro mantiene que fue una simple manifestación de fuerza. No descarta que todos los incidentes los llevaran a cabo agentes provocadores.

Brademas (:244) describe perfectamente como estaba la situación en Barcelona: En los últimos días de abril, las calles de Barcelona quedaban desiertas por la noche para que las patrullas de la CNT-FAI y las unidades de guardias de Asalto psuquistas pudieran perseguirse a sus anchas y tratar de desarmarse mutuamente.

Tal era la tensión que la manifestación conjunta que la CNT y UGT tenían programada para el 1 de mayo fuera suspendida en previsión de que provocara graves incidentes.

Tensiones en la Generalitat

La entrada en el gobierno de la Generalitat de los anarquistas en septiembre de 1936 – Joan P. Fábregas (Economía), Juan J. Doménech (Abastos) y Antonio García Bririan (Sanidad y Asistencia Social)- provocó un cisma en las filas ácratas; por un lado los partidarios de hacer la revolución de forma inmediata, que serían los principales protagonistas del putsch de mayo; por otro los que pensaban que había que colaborar con el resto de las fuerzas antifascistas para estar en mejores condiciones de ganar la guerra. Esta pugna en las filas anarquistas se trasladaría a la Generalitat creando un ambiente que no era el más adecuado para gobernar en tiempos de guerra.  Dos meses después serían García Oliver (Justicia), Federica Montseny (Sanidad), Juan Peiró (Industria) y Juan López (Comercio) los que ocuparían carteras ministeriales en el gobierno de la República.

Un ejemplo de las críticas a la participación de la CNT en tareas de gobierno es M. Casanova[18]: En cuanto a los anarquistas iban a la cola del bloque estalinista-burgués [PSUC, ERC, Estat Catalá] Si la dirección de la CNT aparentaba resistirse, era por la presión de la base, es decir por los obreros anarquistas que querían conservar las conquistas de la revolución.

No duró mucho la calma en el gobierno que había iniciado su andadura el 16 de septiembre. Algunas de sus decisiones conllevaron enfrentamientos dialécticos como el decreto de colectivizaciones de 24 de octubre; el llamamiento de los reemplazos de 1932 a 1935; el decreto de orden público que le otorgaba un amplio poder a Artemio Aiguadé, apoyado por la Junta de Seguridad Interior, en la que estaban presentes todas las fuerzas representadas en el gobierno catalán. Estas decisiones fueron sistemáticamente boicoteadas por anarquistas y poumistas, a pesar de que estaban entre los que las habían aprobado, cuando quisieron llevarse a la práctica. Esta tensa situación provocó la remodelación del gobierno del que salieron el POUM, y para compensar Estat Catalá. El POUM pagó los platos rotos de, como dice Martín Ramos crisis de ejecución, aunque no fuera la organización que más obstáculos pusiera al cumplimiento de los decretos.

El 16 de diciembre de 1936 Companys se remodeló el gobierno catalán con dos nombramientos que sus citaron no pocos problemas: el de Joan Comorera como consejero de Abastos y el de Francesc Isgleas para la consejería de Defensa. Sobre este último personaje conviene detenerse un poco.

Francesc Isgleas.

Isgleas se mantuvo en el cargo de diciembre de 1936 a mayo de 1937. Durante el ejercicio de su cargo dio varias muestras de sentir un verdadero desprecio por la Generalitat. Ante el avance de las tropas sublevadas hacia Madrid, el gobierno central pidió ayuda a la Generalitat. El 12 de marzo Tarradellas dijo en la reunión que se celebró del Consejo de la Generalitat que no enviaba tropas porque no estaba el consejero de Defensa –lo que por su parte era una dejación de funciones del conseller en cap-. Isgleas estaba en Valencia reunido con Largo Caballero, cuando terminó su entrevista con el presidente del gobierno en lugar de dirigirse a Barcelona, sabiendo que el Consejo le estaba esperando, se fue a visitar el frente de Aragón.

Cuando por fin llegó a la Ciudad Condal se jactó que el mismo había negado al Estado Mayor Central el envió de la División Carlos Marx a Madrid, proponiendo que enviaran nueva batallones desarmados, de otras unidades, y una compañía de zapadores. En esos momentos Comorera tuvo un fuerte enfrentamiento con Isgleas, que ponía como pretexto para no conceder la ayuda una supuesta ofensiva franquista en Aragón. Incluso Abad de Santillán dio la razón a Comorera: La guerra se ganará en Madrid y no en el frente de Aragón…, no hemos de asumir la responsabilidad de negar una ayuda eficaz para defender la capital de la República. A esta opinión se unieron Tarradellas y Antoni María Sbert, por lo que finalmente Isgleas tuvo que ceder[19].  Este caso no es más que una muestra de las tensiones que algunos elementos de la CNT provocaron en el gobierno catalán.

En los primeros días de marzo la Generalitat reorganiza la estructura del orden público creando un único Cuerpo de Seguridad Interior, con nueve comisarias, bajo la autoridad máxima de un director general de Seguridad. El proyecto fue boicoteado por la CNT que exigía asumir la dirección general, la Comisaria de Barcelona, y el que el nuevo cuerpo lo formaran militantes de las formaciones que integraban el gobierno catalán[20]. Por supuesto las exigencias de la CNT no fueron atendidas por lo que se produjo una nueva demora en la puesta en práctica de un decreto emanado del gobierno de la Generalitat.

El 22 de marzo, Isgleas presentó su dimisión provocando una nueva crisis de gobierno. Por otro lado la CNT exigió una solución paritaria en el nombramiento del nuevo gabinete. Exigió que los anarquistas ocuparan la mitad de las carteras, entre ellas Defensa, Seguridad Interior, Economía y Abastos. Estas disparatadas exigencias, que ya serían los anarquistas los que ocuparían las carteras de mayor relevancia, provocaron un disenso en el seno de ERC, ya que Companys no estaba dispuesto a ceder ante la CNT ni ante un Tarradellas más contemporizador con el sindicato ácrata. Como no se llegaba a ningún acuerdo Companys propuso formar un nuevo gobierno con la misma correlación de fuerzas que el anterior. Martín Ramos (2012:302) señala algo importante: No dejó de ser significativo que esa salida fuera propuesta por elementos de la dirección regional de la CNT, que empezaban a reconocer la inoportunidad de la crisis planteada.

Los protagonistas del Putsch

Aunque en alguna literatura se ha expuesto que los hechos de mayo son la consecuencia de un perverso plan de Stalin para acabar con la izquierda no estalinista, esta afirmación no deja de ser una tremenda falacia, entre otras razones porque ni el PSUC, y aún menos Stalin tenían suficiente poder en la España republicana para llevar a cabo esa «hazaña». Esta teoría la mantuvo, entre otros, uno de los mayores manipuladores de la historia de la Guerra Civil, el norteamericano Ronald Radosh, junto a su colega y compatriota Burnet Bolloten. No es casualidad que ambos sean admirados por el grupo más retrógrado de revisionistas que padecemos actualmente. Una conocida obra de Radosh, en coautoría con Mary R. Habeck y Grigori N. Sevostianov, es España traicionada: la Unión Soviética en la Guerra Civil española[21]. En esta obra utilizan algunos archivos soviéticos de la manera más sesgada y manipuladora que se haya visto jamás. La obra fue financiada por una organización próxima a la CIA.

Los que tomaron los acontecimientos como una verdadera sublevación contra el Gobierno republicano fueron las JJLL, el POUM y Los Amigos de Durruti, son a estas organizaciones a las que cabe achacar lo ocurrido en los primeros días de mayo de 1937 en Barcelona. La CNT en su conjunto no estaba por esta labor, hubo cenetistas que combatieron en las calles barcelonesas, pero ni mucho menos todos los afiliados al sindicato anarquista. La CNT no catalana no apoyó la insurrección, y no paró de hacer llamamientos para que cesaran los enfrentamientos.

Hay que señalar desde el principio las grandes diferencias que existían entre dos de los protagonistas, el POUM y la CNT; mientras el primero estaba claramente posicionado en contra del Frente Popular y de la propia República, la segunda participaba en las tareas de gobierno, tanto en el gobierno central como en el catalán.

Martín Ramos (2018:180) apunta: Las claves de la crisis que provocó la CNT no estaban en ninguna acción hostil de ninguna organización, sino en sus descontentos internos y en la sensación anarquista de que se estaba perdiendo poder real –en realidad no se cumplían las expectativas de poder que se habían creado el 19 de julio- e incluso de que estaba perdiendo apoyo obrero y popular en beneficio de la UGT y del PSUC. Mi criterio es que Martín Ramos generaliza demasiado en cuanto a la posición de la CNT ya que, como he apuntado antes, no fue toda la CNT la que apoyo el levantamiento, ni siquiera toda la CNT catalana.

Los Amigos de Durruti

Llamada unidad

Los Amigos de Durruti hicieron su aparición oficial el 17 de marzo de 1937, aunque ya el día 8 aparecen en el órgano de la Columna Durruti, Frente[22], desde esta publicación hacen un llamamiento a los militantes cenetistas a unirse al grupo: […] Para inscribirse en nuestra asociación es indispensable pertenecer a la CNT y demostrar un pasado de lucha y de amor a las ideas y a la Revolución. De una manera transitoria se reciben las inscripciones en Rambla de Cataluña, 15, principal (Sección de periodistas de la CNT).

El núcleo principal de este grupo lo formaban milicianos que habían rechazado la militarización que eran antiguos miembros de la Columna Durruti. Destacado instigador de esta posición era Jaime Balius; que anteriormente había sido católico, separatista catalán, militante del BOC (Bloc Obrer i Camperol). Balius tenía un claro resentimiento hacia los responsables de la CNT que le habían apartado de los puestos relevantes, por ejemplo del diario Solidaridad Obrera –junto a Liberto Callejas-. Fue siempre un enconado enemigo de la colaboración con las instituciones. Según apunta Casanova (2006:220), Balius disfrazaba de alguna manera, con sus críticas políticas la aversión personal que tenía hacia algunos miembros directivos de la CNT como Mariano R. Vázquez «Marianet», secretario general de la CNT y Jacinto Toryho, director de Solidaridad Obrera.

Los Amigos de Durruti estaban contra la militarización y la participación de la CNT en las instituciones, para ellos esta colaboración era abandonar los principios revolucionarios. Se les podría considerar enemigos de la República, como lo demuestra el hecho de que el 14 de abril de 1937 emitieran un comunicado contra la celebración del aniversario de la proclamación de la República. Sus integrantes nunca pasaron de unos 5000, lo que suponía un bajo porcentaje en relación con la militancia de la CNT catalana.

Jaime Balius.

A través del diario de la Federación Local de la CNT La Noche, y dos mítines que dieron el 19 de abril en el Teatro Poliorama y el 2 de mayo en el Goya, comenzaron a caldear los ánimos. Tras la aparición de primer número del órgano de prensa que crearon El Amigo del Pueblo[23], bastantes de sus miembros fueron expulsados de la CNT u de la FAI el 27 de mayo de 1937.

Los Amigos de Durruti aparte de emitir algunas soflamas revolucionarias hicieron poco más, nunca intentaron desbancar a la ejecutiva de su influencia en el seno de la militancia anarquista, quizás conscientes de su poco poder dentro de la organización. Algunas de sus soflamas y consignas parecían salidas de personas que vivían en un mundo paralelo y no en la realidad. Que el maestro de los «amigos de Durruti» Jaime Balius, se basara en la «solidaridad revolucionaria del proletariado europeo, y sobre todo francés, con la lucha del proletariado español» para alentar a la insurrección a los grupos cenetistas reflejaba un alto grado de desconexión con la realidad (Viñas, 2010:520).

Cabecera del periódico La Batalla.

César Lorenzo (:347) hace un análisis no muy positivo de esta organización: Los Amigos del Pueblo eran en realidad un grupo de anarquistas bolchevizados. Reivindicando abusivamente al ilustre muerto, ya no pedían la abolición de la autoridad y del Estado, sino la toma del poder, la dictadura del proletariado y una dirección revolucionaria implacable.

El historiador Agustín Guillamón (1994:44), simpatizante con las ideas anarquistas, también es crítico con la actuación de Los Amigos de Durruti: Los Amigos de Durruti lo fiaban todo a la capacidad creadora y al instinto de masas. No hubo siquiera una mínima coordinación entre los diversos miembros de la Agrupación, sino que cada cual operó a su aire, donde creyó que debía hacerlo, o donde mejor le pareció. No contrastaron las acciones de los dirigentes confederales, que recorrían las barricadas para discutir y convencer a los militantes de base que abandonaran las barricadas. Una vez más aparecían los males endémicos de las organizaciones anarquistas; la falta de organización y las actuaciones improvisadas y poco meditadas.

Por su parte el líder del POUM Julián Andrade[24] tampoco tenía una idea excesivamente positiva de la agrupación anarquista: […] no representaba nada efectivo, era un núcleo de peso mínimo, que no pretendía hacer más que una oposición en el seno de la FAI.[25]

POUM/Trotskistas

Lo primero que hay que señalar es que el POUM se subió al carro de la rebelión no el inicio él. Teresa García de Andrade (esposa de Juan Andrade[26]) así lo confesó: […] nos enteramos de los tiros de Telefónica cuando estábamos comiendo Andreu Nin, Juan Andrade y otros compañeros. Vinieron a decirnos lo que estaba ocurriendo y, sin perder un instante, salimos de la comida, reunimos a los comités y, efectivamente, a las dos horas había barricadas en toda Barcelona. Es una cuestión anecdótica, pero que prueba que el POUM se unió a la rebelión cuando la gente estaba ya en la calle[27]. Ferrán Gallego (:400) refuta de alguna manera esta supuesta sorpresa de Teresa García ya que La Batalla afirmaba en su número del 1 de mayo: hace días que la clase trabajadora monta guardia… No son los incontrolados ni los provocadores. Son los mismos obreros que el 19 de julio se lanzaron a la calle. Continúa Gallego (:401) […] el POUM n había provocado aquel conflicto, pero estaba involucrado en las tensiones políticas que venía sufriendo el país en las últimas semanas, había ayudado a agudizarlas y pretendía ofrecer su propia línea de actuación en un momento de crisis.

Sede del POUM en Barcelona.

La visión surrealista de algunos anarquistas como Los Amigos de Durruti, la compartían algunos personajes próximos al POUM. Víctor Alba escribió sobre lo que hubiera ocurrido si hubiera ganado la CNT: la situación habría cambiado en el resto de la zona republicana. Se hubiera podido negociar la eliminación política de los comunistas a cambio de armas inglesas, checas y francesas (como respuesta al chantaje soviético), o colocar a Moscú en el dilema de abandonar la revolución española o de ayudarla a pesar de que la controlaran los comunistas y a cambio de respetar la existencia política de éstos, debidamente controlados. Pero estas cosas a los dirigentes cenetistas les parecían dictatoriales[28]. Creo que sobran los comentarios, la teoría de Víctor Alba más próxima a la ciencia ficción que a cualquier otra cosa.

El líder del POUM Andreu Nin en un informe sobre lo ocurrido en mayo publicado en Barcelona el 12 de mayo de 1937 y firmado por el Comité Central del POUM, cita varias lecciones que había que sacar de los hechos ocurridos en mayo[29]. En la segunda lección se afirma que las consignas primero ganar la guerra, después hacer la revolución o todo por y para ganar la guerra, no eran sino frases hechas para acabar con la revolución y, presten atención tener las manos libres y negocias una paz blanca. Sinceramente pongo en duda que Nin, y los demás dirigentes del POUM, se creyeran realmente lo que estaban afirmando.

En la tercera lección la conclusión es que la única salida para la victoria militar era la conquista del poder. De que no lo tomara en las jornadas de mayo fue culpa de los anarquistas, ya que estos no se planteaban el problema. Quizás los anarquistas no es que no plantearan el problema, sino que tenían claro que tal premisa era inviable.

Andreu Nin

Nin (:336) justificó el llamamiento a abandonar la lucha por la desorientación determinada por la actitud de los comités responsables de las organizaciones sindicales revolucionarias, consideramos que los intereses del proletariado exigían que se pusiera término a la lucha.

Las contradicciones de Nin, presentes en casi toda su trayectoria política, se ponen una vez más de manifiesto en sus análisis sobre la sublevación de mayo. Es curioso leer como Nin (: 335) justifica la intervención del POUM en el putsch de mayo afirmando que aún sabiendo de antemano que no podía triunfar, continúa haciendo afirmaciones cuando menos singulares Nos dictaba este deber no sólo nuestra condición de partido revolucionario, moralmente obligado a ponerse al lado de los trabajadores cuando, acertada o equivocadamente, se lanzan ardorosamente al combate para defender sus conquistas, sino la necesidad de contribuir con nuestro esfuerzo a canalizar, un movimiento, que, por su carácter espontáneo, tenía mucho de caótico, evitando que se transformara en un putsch infecundo, cuyo desenlace fuera una derrota sangrienta del proletariado. Pues no consiguieron sus objetivos ya que fue una sublevación infecunda y una derrota sangrienta.

No todos los poumistas compartían las ideas de los catalanes, las secciones de Madrid y Valencia emitieron comunicados condenando los sucesos de Barcelona.

El POUM intentó hacer bueno el refrán A río revuelto ganancia de pescadores, ya que no tenía prácticamente ningún tipo de ascendencia sobre los obreros catalanes, sobre los que sí tenía la CNT. Su participación fue un intento claro de atraer a su programa político a las clases trabajadoras; objetivo en el que fracasó estrepitosamente.

En Barcelona existían dos grupos realmente trotskistas, al POUM no se le puede considerar como tal, como afirmaba el propio Trotsky. Estos dos grupos eran La Voz Leninista[30] y El Soviet, grupos minúsculos que no llegaban al centenar de militantes. El primero, reconocido por Trotsky, estaba liderado por Manuel Fernández-Grandizo[31] , Benjamín Peret y un polaco conocido como Moulin.

Grandizo Munis era uno de los que animaban la lucha, así lo cuenta en su obra Jalones de derrota, promesa de victoria (:192) Desde Barcelona se pudieron haber destacado varios miles de obreros en socorro del proletariado del sur, más débil numéricamente y con menos armas que el de la capital. Por si sola, esta medida habría surtido rápidos y poderosos efectos con el triunfo absolutamente seguro de Barcelona, hubiera dado a la insurrección base para establecer directamente contacto con el resto del proletariado, hasta Madrid y Andalucía, para tratar de potencia a potencia con el gobierno capitalista de Valencia, o bien para atacarlo, según determinaran las circunstancias y la actitud del gobierno.

Grandizo Munis, como otros dirigentes del trotskismo, poumistas y algunos anarquistas, parecen un grupo de «iluminatis» sin hacer el menor análisis realista de la situación. No todos los anarquistas estaban de acuerdo con el putsch, y no sólo los máximos dirigentes, ni todos los poumistas, los de Madrid y Valencia criticaron las acciones llevadas a cabo en mayo en Barcelona.

El segundo, aunque se denominaba trotskista, no estaba reconocido por Trotsky.  Estaba financiado por el Partido Comunista Internacional de Raymond Molinier y Pierre Frank. El dirigente en España era el italiano Nicolá i Bartolomeo «Fosco», cofundador de la Columna Lenin integrada en una División del POUM. Creó un pequeño grupo de trotskistas que tenían como órgano El Soviet. En mayo de 1937 contaba con ocho militantes.

La incidencia de los trotskistas en los sucesos de mayo fue puramente testimonial ya que, como he apuntado, eran un reducto mínimo, residual. Los análisis que realizaban de la situación solamente hubieran beneficiado a un grupo: los franquistas.

Es difícil pensar que Munis, Nin, Los Amigos de Durruti y otros que abogaban por pasar al ataque se creyeron realmente lo que decían. ¿De verdad pensaba Munis que en Madrid, con el asedio que estaba soportando, se iban a levantar las masas contra el Gobierno, o que podrían haberse hecho con Valencia? Una vez más la «fiebre revolucionaria» que tenían algunos obnubilaba su mente, provocándoles a decir y hacer cosas más cercanas a una mente paranoica que a un pensar lúcido y realista.

Dentro de esta paranoia podría encuadrarse uno de los análisis de Munis (:192): Así nuestros anarquistas, habiéndoles faltado la resolución de los jacobinos, salvaron a los girondinos españoles en el momento mismo en que las masas se disponían a exterminarlos, y por conducto de ellos hizo la restauración: Franco. Munis no deja títere con cabeza a sus duros ataques a la CNT le siguieron los que dirigió al POUM acusándole de partido centrista.

Grandizo Munis.

La CNT

La CNT desde hacía algún tiempo venía sufriendo un proceso de radicalización. En el congreso regional llevado a cabo el 25 de febrero se impusieron las tesis de la Federación Local de Barcelona -hegemónica en Cataluña-, a la que pertenecía el 40% de los militantes cenetistas catalanes. La federación estaba muy ligada a Jaime Belins y a Los Amigos de Durruti. En este congreso se criticó duramente al Comité Nacional al que se llegó a tildar de marxistas.

Esta postura de la CNT catalana no era compartida por el Comité Nacional del sindicato confederado; por el contrario las directrices que emanaban de los líderes nacionales se encaminaban a la colaboración con los distintos gobiernos y de alguna manera, aparcar la revolución hasta que no se ganase la guerra.

Esta actitud de la CNT no escapaba a Vladimir Antonov-Ouseenko[32] en un informe remitido a las autoridades soviéticas el 21 de mayo afirmaba que los dirigentes de la CNT estaban en la postura de aceptar una república democrática, según el diplomático soviético esta postura tenía un feroz rechazo de los elementos extremistas-mafiosos y de los demagogos. A Antonov no se le escapó la fractura que se estaba produciendo en el seno del sindicato anarquista. Los hechos de mayo vinieron a hacer visibles las contracciones que se estaban produciendo en el seno de la CNT.

Algunos, entre ellos García Oliver, señalan a Julián Merino Martínez[33]  –secretario de la Federación Local de la FAI y miembro de la ejecutiva del Sindicato de Transporte Marítimo de la CNT-  como el principal instigador de los sucesos.

El líder faísta Aurelio Fernández Sánchez cuestionó la insurrección: Esto va a acabar de mala una manera caótica: por el cansancio. Hoy zumbarán, mañana también; pero de ahí a unos días el cansancio va a rendir a todos; si no la falta de municiones. ¡Hay que orientar el movimiento! ¿Conviene o no conviene a la CNT?[34]

Es importante señalar que ni los objetivos ni la estrategia de la CNT catalana coincidían con el POUM. Así lo dejó de manifiesto Josep Costas, secretario del Sindicato Textil de la CNT en Barcelona, en un debate celebrado en el Ateneo de Madrid con el dirigente del POUM Francesc de Cabo:  los de la CNT no queríamos seguir el juego filosófico del POUM y de los partidos marxistas que pretendían apoderarse del Estado… Por tanto no podíamos llegar a un acuerdo en algo que ideológica y prácticamente divergíamos[35].

Por si había alguna duda Solidaridad Obrera  en su número del día 4 de mayo lo dejó claro: La Confederación Nacional del Trabajo y la Federación Anarquista Ibérica de Cataluña declaran que ni antes ni ahora quieren tomar el poder en sus manos, sino que estamos dispuestos a colaborar honrada y lealmente con todas las fuerzas antifascistas del pueblo español.

El dirigente poumista Juan Andrade en una conferencia que dio el 10 de enero de 1937 en el Centro de Estudios sobre el Movimiento Obrero Español de París dio una imagen de los anarquistas que podría extrapolarse a los que lucharon en las barricadas en mayo: […] la inmensa mayoría de los anarcosindicalistas, que eran los que dominaban, no sabían muy bien por qué luchaban y a lo que aspiraban[36]

Otros elementos

A la hora de buscar los responsables del inicio de las hostilidades en Barcelona no hay que desdeñar la posible actuación de elementos provocadores. Esa es la opinión del profesor Ángel Viñas (2007:26): Como ha demostrado Mauro Carrali, Barcelona hervía de espías italianos, que se habían introducido en la CNT/FAI organización muy abierta y fácilmente permeable. Como han demostrado Marten Heiberg y Manuel Ros Angulo el espionaje franquista se había introducido entre los nacionalistas radicales de Estat Catalá[37]. Estos autores han localizado un telegrama anterior a los “hechos de mayo” con instrucciones de Nicolás Franco para que se provocaran incidentes en Barcelona y la frontera hispanofrancesa, que efectivamente se produjeron.

De hecho Franco alardeaba de que sus agentes habían provocado los acontecimientos de mayo. Sin duda se estaba colocando una medalla que no le correspondía; pero como señala Viñas (2010:524) la idea de que en la explosión del polvorín barcelonés trabajaran de manera colectiva agentes fascistas y franquistas no puede descartarse.

PSUC

Sobre algunas tesis que mantienen que el PSUC provocó los sucesos de mayo, hay que resaltar que esta ni tenía el suficiente poder político, y menos militar, para indicar un enfrentamiento de tal magnitud. Así lo escribió Víctorio Codovila[38] en un informe de 11 de mayo de 1937: nuestro PSUC en el momento en que inició el putsch no contaba ni con material técnico ni con la gente necesaria para responder rápidamente a los sublevados[39].

Hasta ahora ninguno de los que achacan a los comunistas el haber provocado los hechos siguiendo órdenes de Moscú ha presentado la menor prueba documental. Según los informes del cónsul en Barcelona Antonov-Ovseenko de 21 y 22 de mayo; el Comité Regional de la CNT dio su visto bueno tras los incidentes que se produjeron tras el asesinato de Cortada, aprovechando el primer pretexto que tuvieron a mano: el asalto a la Telefónica.[40]

Sede central del PSUC

El PSUC no provocó los hechos de mayo a pesar la teoría de Bolloten de que el resultado final del putsch de mayo fue la victoria más prodigiosa de los comunistas desde el comienzo de la revolución. Esta teoría ha sido seguida no sólo por sus más fervientes seguidores, como Stanley G. Payne, sino que ha creado, como señala Viñas (2020: 524) extraños compañeros de cama: conservadores, fascistas, franquistas, libertarios, caballeristas, trotskistas y poumistas. Parece que es una carrera para ver quién es más anticomunistas, carrera en la que han participado renombradnos historiadores, como Anthony Beevor, o disidentes soviéticos como Walter G. Krivitsky[41].

Otro que tampoco creía en la conspiración comunista era el socialista Julián Zugazagoitia (:286) La teoría de que fuese una maniobra comunista para destruir al POUM y quebrantar a los sindicalistas, por más que se haya aireado mucho, la encontraba, y la sigo encontrando inverosímil […] La convicción que yo formé y que ninguna información posterior logró quebrantar es que la insurrección fue obra de los anarquistas, irritados contra la política de la Generalidad, encaminada a recuperar la autoridad y poner fin a los excesos a que se habían entregado los sindicalistas y contra los en el propio seno de la CNT habían reconocido voces aisladas de militantes autorizados.

Como no podía ser de otra manera uno de los que se apuntó a la provocación comunista fue Andreu Nin[42]

Para Georges Orwell (:229) no hubo ningún tipo de planificación anterior a la insurrección, por parte de ninguno de los dos bandos […] en ningún bando hubo indicios de que existiera un plan definido. La acción fue casi espontánea en el bando anarquista, ya que fueron sobre todo las bases las que se movilizaron y se echaron a la calle, y los dirigentes políticos les siguieron a regañadientes o no los siguieron.

[1] Citado Thomas, vol. 3 p. 307.

[2] Ver Pérez Salas: 194-195.

[3] Ferdinand Götze, anarquista alemán miembro de la SAID (Juventud Anarcosindicalista Alemana). Se instaló en España en 1935, marchándose a Francia tras los hechos de mayo.

[4] Eugen Scheyer, asesor militar de una unidad de la JJLL en el frente de Aragón.

[5] Concretamente con Gerhard Wartenberg, que se  puso al servicio de los nazis como experto  sobre anarquistas. Creó un grupo de discusión social en la Universidad de Leipzig.

[6] Ver Martín Ramos, 2018:160-161.

[7] Citado Graham: 250.

[8] Citado Morrow: 4.

[9] Delegado de la FAI en los Comités de Defensa. El 16 de julio participó en el asalto a los pañoles de los barcos anclados en el puerto de Barcelona para apoderarse de las armas que allí estaban almacenadas.

[10] Miembro de Los Amigos de Durruti.

[11] Miembro destacado de las JJLL y de la FAI. Creó las JJLL de Málaga. Tuvo fuertes enfrentamientos dialécticos con García Oliver.

[12] Anarcosindicalista alemán. Secretario de la AIT. Estuvo en España de 1932 a 1938. Feroz anticomunista escribió Desde 1937 he odiado a los comunistas como mis verdaderos enemigos mortales.

[13] Citado Casanova, 2006:177.

[14] Ver José Luis Garrot (2020). Las colectivizaciones durante la guerra civil.

[15] Agentes que se dedicaban a hacer las rondas de vigilancia.

[16] Ver La Vanguardia del 25 de febrero de 1937, página 5.

[17] Otras fuentes señalan que fue el día 27.

[18] Seudónimo de Mievzyslew Bortenstein, trotskista polaco que durante la guerra civil estuvo en las milicias de la CNT y colaborando con el periódico La Voz Leninista órgano de los bolcheviques-leninistas españoles. Murió en el campo de concentración de Auschwitz. En 1934 había sido expulsado del PCF.

[19] Ver Martín Ramos, págs. 172 y ss.

[20] En el Decreto se estipulaba que sus miembros no podrían estar afiliados a ningún partido o sindicato.

[21] Publicada en 2001. Se puede leer una reseña de esta obra en http://www.unidadcivicaporlarepublica.es/II%20republica%20web/anatomia%20de%20la%20mentira%20espana%20traicionada.htm

[22] Número 77, página 3

[23] Los Amigos de Durruti eligieron este nombre para su órgano de prensa como homenaje a Jean-Paul Marat que publicaba una hoja bajo el título del L’ami du Peuple.

[24] Andrade se reunió con el Comité Regional de la FAI, que rehusó su propuesta de hacer un frente unido. También rechazaron su plan de atacar el edificio de la Generalitat.

[25] Citado Pagés: 88.

[26] Juan Andrade participó en la fundación del Partido Comunista Español en 1920 del que fue miembro del Comité Ejecutivo. En 1921 el Partido Comunista Español se fusionó con el Partido Comunista Obrero creando el Partido Comunista de España, del que fue miembro del Comité Central y director del semanario oficial del partido La Antorcha. En 1927 es expulsado del PCE al ser acusado de trotskista. En 1935 fue elegido miembro del Comité Central de POUM. Tras los sucesos de mayo fue juzgado y condenado, permaneciendo en prisión hasta finales de 1938.

[27] Citado por Gallego: 339.

[28] Citado Viñas, 2010: 521.

[29] Ver Nin, páginas 337-340.

[30] Órgano de la Sección Bolchevique-Leninista de España (SBLE)

[31] Más conocido por Grandizo Munis.

[32] Cónsul soviético en Barcelona hasta agosto de 1937. Fue fusilado por Stalin en 1939. Negrín dijo de él es más catalán que los catalanes.

[33] Merino en una reunión de los comités de la CNT celebrada el 19 de mayo de 1937 acusó del fracaso de la insurrección a los «bomberos» del sindicato, aludiendo a algunos líderes de la CNT nacional.

[34] Citado Martín Ramos: 198.

[35] Citado Gallego: 402.

[36] Citado Pagés: 87.

[37] El día 2 de mayo elementos de Estat Catalá efectuaron disparos contra militantes de la CNT. Viñas (2020:494) no descarta que fuera una operación de provocación orquestada por agentes franquistas.

[38] Comunista argentino que realizó labores de enlace de la Comintern con el PCE, llegó a España en 1932.

[39] Citado Martín Ramos: 192.

[40] Ver Viñas, 2010: 529.

[41] Fue jefe del GRU (servicio Secreto Militar). Huyó a EE.UU a finales de 1938. Apareció muerto el 10 de febrero de 1941 en su cama con un tiro en la sien y con tres notas de suicidio, aunque algunos piensan que fue asesinado.

[42] Ver Andreu Nin: 334.

José Luis Garrot Garrot
José Luis Garrot Garrothttps://asambleadigital.es
Historiador y arabista. Profesor de la UCM

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