ACAMPADA X DERECHOS de las Personas Sin Hogar en el Paseo del Prado de Madrid

En abril de este año varias personas sin hogar comenzaron una acampada en el Paseo del Prado, frente al Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social a fin de visibilizar su problema ante las elecciones de abril y mayo

Ahora mismo, en julio, hay instaladas 100 tiendas y más de 140 personas acampadas. Lo que empezó como una protesta reivindicativa ante las elecciones está comenzando a ser visible a pesar de que los grandes Medios han ignorado el problema como si no existiera. Pero ahí sigue la resistencia colectiva de las personas sin hogar llamando nuestra atención desde un mundo a ras de suelo, en tiendas de campaña, bajo cero en cuanto a los más elementales  derechos, como es el acceso a una vivienda y que la Constitución Española reconoce en su art 47. A toda esta gente el agua le ha llegado ya al cuello sin que las boyantes cifras macroeconómicas les echen un salvavidas para salir de esa situación.

El 10 de junio se reunieron con la Secretaria de Estado de Servicios Sociales, Ana Isabel Lima, y le entregaron un documento en el que detallaban sus reivindicaciones. Han realizado otros contactos como el 10 de julio con los grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados. En el caso del municipio de Madrid han intentado contactar con el nuevo Alcalde Martínez Almeida. A estas alturas ya están constituidos los gobiernos municipales y por tanto esperan que asuman su responsabilidad con las personas sin hogar.

El 19 de julio tuve la oportunidad de hablar con cinco personas sin hogar en la ACAMPADA X DERECHOS. La entrevista la realicé al final del Paseo del Prado, junto a la Plaza de Cibeles, frente al Ayuntamiento de Madrid. Se prestaron a intervenir: Pablo, Juan, Selena, Fran y su pareja Paloma.

Pablo nos comenta que el 12 de abril de este año acampó con otro compañero en el Paseo del Prado frente al Ministerio de Sanidad y colocaron la primera pancarta.  Al día siguiente se les unieron otros dos compañeros; poco a poco fueron llegando personas a nivel individual, parejas jóvenes, también mayores, y día tras día fueron aumentando las tiendas hasta llegar al final del Paseo del Prado.

Juan, que procede de Asturias, estaba haciendo un curso de automatización industrial en un Centro de Rehabilitación Laboral de Leganés y cuando se enteró de la acampada aprovechó su estancia en Madrid para solidarizarse con los sin techo, porque él mismo lo ha vivido en sus propias carnes. Nos habla de su blog “Plataforma de los Sin Techo” y cuenta que desde el 2012 ha estado haciendo un “diario del indigente” y que le gustaría encontrar algún editor que le ayude para dar a conocer su experiencia con las personas sin hogar.

Selena nos cuenta que tenía una habitación alquilada en un piso que compartía con ecuatorianos y colombianos en un pueblo de Zamora. Confiesa que estaba harta de aguantar maltrato psíquico por parte de una persona muy machista y cuando se enteró de la acampada decidió venirse a Madrid. Nos dice que lleva ya dos meses en la acampada y se ha unido a una plataforma para luchar por una vivienda asequible.

Selena en la acampada

Fran y su pareja Paloma llevan 7 años de itinerantes sin hogar, alternando calle y albergues. Cuando se enteraron por televisión de la acampada del Paseo del Prado, decidieron solidarizarse para que se sepa lo que está sucediendo con las personas sin hogar.

Cuando se les pregunta por el motivo de haber llegado a la situación de personas sin hogar contestan que existen varios motivos: desahucios, soledad y pérdida del apoyo familiar por alcohol, drogas, trastorno mental.  Dicen que en la calle se mezclan todos y no existe diferencia entre ellos, aunque a veces la convivencia se complica.

En la mayoría de los casos se trata de personas que se han quedado en paro en estos años de crisis. Pablo nos confiesa que trabajaba en la construcción, se quedó en paro y acabó en la calle.

En cada una de las tiendas hay una historia diferente que habla de exclusión de una vida normalizada. Creen que la subida abusiva de alquileres está llevando a mucha gente a la calle, y cuentan que existen situaciones peores como la de las mujeres desahuciadas con niños.

Claro que la situación particular de cada una de estas personas acampadas no puede ocultar el fracaso de las instituciones tanto a nivel autonómico como municipal.

Les pregunto cuál ha sido su experiencia con los servicios sociales. Contestan literalmente que “hay demasiados formularios” para que las entidades religiosas que suplen a los servicios sociales puedan cobrar la atención que prestan. “Nos tratan como números no como personas”, dice Paloma. Para una estancia de 3 días en un albergue de Caritas con mantenimiento incluido dice que necesitan rellenar un formulario, “y a los tres días puerta, y  vuelves a empezar en otro albergue”.

Admiten que no hay una continuidad y que así es muy difícil salir de esta situación.  “Aquí el que entra, ya no sale”, manifiestan con cierta desmoralización refiriéndose al colectivo sin hogar. Piensan que el sistema no pretende integrarles sino atender a clientes-usuarios que se mueven en la extrema pobreza. Algunos de los entrevistados denuncian la práctica de Caritas: “tienes un vale, comes;  no tienes un vale, te quedas sin comer”.

No tienen muy buena imagen de los Albergues de Caritas o de otros centros religiosos, porque  “parece que lo hacen como si te hicieran un favor”, y además  parece ser que no hay un trato humano adecuado.  Cuentan que el alguna ocasión se les ha acabado el plazo de los tres días antes de la comida y ni siquiera les han preparado un bocadillo para comer ese día, porque no disponen de vale.

Tanto en esta entrevista como en una charla mantenida con otra persona acampada frente al Ministerio de Sanidad coinciden en que algunos empleados de Caritas les ponen como excusa para no atenderles que primero tienen que atender a los que vienen de fuera como si ellos fueran los culpables de aquella situación. “Nos quieren dividir con la miseria diciendo: que vienen los negros”.

Respecto a las personas con problemas mentales o con adicciones, dicen que deberían darles un tratamiento especial porque en los albergues las personas que están en crisis crean un mal rollo y no les beneficia ni a ellas ni a las demás. Les comento que en la Guía de Recursos de Personas Sin Hogar el Ayuntamiento de Madrid, a través del SAMUR SOCIAL, dispone de un “Equipo de calle de salud mental”, y que la Comunidad de Madrid tiene un “proyecto de apoyo a la rehabilitación y reinserción social de enfermos mentales sin hogar”. Me contestan que desconocen que existan estos recursos y que nunca los han visto.

Según la experiencia de las personas entrevistadas,  parece que prevalece la práctica del limosneo sobre el derecho a una prestación cuando lo están pasando mal y entienden que eso es lo que debería cambiar en las decisiones políticas. En cuanto a reinserción mediante el trabajo dicen: “La derecha nos acusa de que no queremos trabajar, pero ¿quién puede trabajar cuando se está en esta situación de calle?”.

Respecto a la idea que tienen de los responsables políticos, piensan que no existe voluntad para cambiar la situación y que en cualquier momento darán la orden de desalojo de la acampada. Las nuevas autoridades del Ayuntamiento de Madrid “ni siquiera han venido a hablar con nosotros”.

Según manifiestan, se les está acabando la poca confianza que tienen en el sistema. “Los pobres somos un negocio”. Creen que los poderes públicos lo ven desde la lógica del negocio. “Que hay un millón de pobres toman de la caja X, que hay dos millones, toman el doble”; pero no para emplearlos en facilitar pisos a bajo precio o para dar puestos de trabajo a las personas sin hogar sino para engordar sus negocios a través de entidades religiosas.

“Es una regla de 3: a más indigentes, más pasta, y más beneficios para los que consiguen una porción del pastel”. Y todo para prestar un servicio que deberían prestar directamente las Administraciones Públicas a través de los Servicios Sociales. Piensan que los responsables políticos deberían presupuestar fondos para “una renta básica” de las personas sin hogar hasta que encuentren un trabajo y dotar de viviendas públicas asequibles para salir del pozo de la calle.

Para terminar, dicen que no se moverán de allí hasta que les den una solución. Parece que los poderes públicos no quieren asumir la responsabilidad directa de las personas sin hogar. Con este enfoque no habrá solución para este colectivo social. Es necesaria otra forma de hacer políticas sociales.

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