No pasa un día en que, al levantarnos y leer o escuchar las noticias, no nos enteremos de un nuevo caso de corrupción con implicación de políticos. En la mayoría de los casos el Partido Popular está implicado; a pesar de eso sigue siendo el partido más votado en España.
Las zonas más castigadas han sido las comunidades de Madrid y Valencia, pero no hay rincón de España que se salve de esta plaga. La lista de los casos en que estaría implicado el PP necesitaría mucho más espacio del que dispongo para este artículo; cabe citar Bárcenas, Tarjetas Black, Gürtell, Púnica, Bankia, y el último el denominado caso Lezo.
Pero no solo el PP se ha visto implicado en todos estos casos, también ha intentado en varios de ellos obstaculizar la acción de la justicia; recordemos la destrucción de posibles pruebas en el caso Bárcenas, o la vergonzosa injerencia del ministro de Justicia, Rafael Catalá –denunciada por la Junta de Fiscales-, del Fiscal General, José Manuel Maza, y del Fiscal Anticorrupción Manuel Moix –que era el que el sinvergüenza de Ignacio González quería para el puesto-.
Estos tres últimos fueron ayer mismos reprobados por el Congreso, con el voto en contra del PP, que además dijo sentir orgulloso de la labor que está realizando Rafael Catalá. No han acabado ahí las injerencias, por ejemplo, se ha destituido a los fiscales que llevaban el caso de la familia Pujol. Ante esta reprobación de la mayoría del Congreso las respuestas de los señores reprobados –que me perdonen los señores por darle este tratamiento a estos individuos-, han sido un verdadero ejercicio de chulería, viniendo a decir que lo que piensen de ellos los demás se lo pasan por el forro, y que solamente les interesa saber que cuentan con el apoyo de Rajoy y del resto del Gabinete. Ante todos estos hechos resulta inconcebible como el PP sigue siendo el partido más votado en las encuestas de opinión que realizan distintos medios de comunicación.
Un colega francés, sociólogo de profesión, me decía no hace mucho que el caso de España era para elaborar una tesis doctoral, porque era increíble que los españoles siguieran prestando su apoyo a este partido. La única explicación que encontraba era que la mayoría de los españoles serían igual de corruptos si tuvieran la oportunidad. Tristemente no pude rebatirle esta hipótesis, no encontré respuesta para decirle que estaba errado en su análisis.
La corrupción política actual tiene sus orígenes en el régimen anterior, es decir la dictadura que durante casi cuarenta años estuvo machacando a los españoles. La dictadura franquista ha sido el régimen más corrupto que ha existido en la historia de España; siendo el mayor corrupto Franco, como bien ha demostrado el gran historiador Ángel Viñas en su reciente obra La otra cara del Caudillo. Y de aquellos barros vienen estos lodos. No debemos olvidar que el PP (antes AP) fue fundado por un ministro de Franco, Manuel Fraga Iribarne.
Aprendieron bien sus seguidores las lecciones impartidas por el “invicto caudillo”. Entre los comentaristas políticos se dan mil y una soluciones para combatir la corrupción. Pero a ninguno de estos eminentes cerebros le he oído decir que la verdadera solución sería que los españoles castigaran la corrupción política no volviendo a votar a aquellos partidos que hacen de la corrupción su modus vivendi.
La otra posible solución es que cualquier político que estuviera mínimamente cerca de algún caso de corrupción dimitiera de inmediato; pero en España el verbo dimitir parece que ha desaparecido del vocabulario de los políticos. Todo esto nos lleva a la conclusión que la solución a la corrupción la tenemos todos los ciudadanos de este país, utilizando un arma tan sencilla como el voto. Pero desgraciadamente no es así. En vista de ellos, y doliéndome en lo más profundo no tengo más remedio que dar la razón a mi colega francés: los españoles somos corruptos por naturaleza, y así nos va. Espero que las próximas convocatorias electorales, autonómicas o generales; los españoles me quiten la razón con su voto. Lo deseo de todo corazón.