Estimados lectores, como en el arte hay muchísimo donde elegir y de lo que poder hablar, en esta ocasión vamos a conocer un poco más la figura del genial arquitecto Antoni Gaudí, daremos un repaso por su vida y acabaremos en la actualidad de su obra cumbre el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia.
Antoni Gaudí i Cornet
1852 – 1926
Reus o Riudoms (Tarragona) 25.06.1852
Barcelona 10.06.1926
Esta es una de las muchas frases célebres que Antoni Gaudí pronunció a lo largo de su vida
“Yo tengo esa calidad de sentir, de ver el espacio porque soy hijo de calderero. El calderero es un hombre que de una superficie hace un volumen; ve el espacio antes de empezar a trabajar»
Controvertido y muchas veces cuestionado, Antoni Gaudí está hoy considerado el máximo exponente del modernismo catalán y es uno de los arquitectos más importantes de la historia.
Fue un personaje enigmático, que demostró su creatividad desbordante creando algunas de las obras más singulares de todos los tiempos. Sus obras se distinguen por incorporar soluciones constructivas inspiradas en la naturaleza, así como por poseer un profundo simbolismo religioso. De hecho, la biografía de Gaudí está muy marcada por la influencia del catolicismo, que llegó a condicionar todos los aspectos de la personalidad del arquitecto.
Reus y Riudoms se disputan a Gaudí
Dos cunas para un genio
Las personas solo nacemos una vez y en un único lugar, incluso —y he aquí que es lástima— los genios y las gentes más ilustres. Para quien desconozca la vieja polémica que desde hace años sostienen Reus y Riudoms sobre el lugar de nacimiento del gran arquitecto Antoni Gaudí, la existencia de estas dos inscripciones -una en cada localidad- podría crearle graves dudas de conciencia o, por lo menos, perplejidad. Pero no; aunque solo cinco kilómetros separen a las poblaciones rivales, Gaudí solo pudo nacer en una de ellas y en un único y exacto lugar, como Dios manda. La polémica sin embargo, sigue sin resolverse, como puede deducirse a la vista del caso. Es tiempo de poner cada cosa en su sitio, pues ya ha pasado más de un siglo desde que el genial arquitecto catalán viniese al mundo. Sería bueno, pues, que unos y otros, los de Reus y los de Riudoms, unieran sus esfuerzos y contrastaran sus datos, en vez de reclamar su paternidad con fervorosa pasión. Con ello aclararían una incognita y, al mismo tiempo evitarían la paradoja esculpida en las paredes.
La historia de Gaudí: Infancia y estudios
Según algunos biógrafos, Antoni Gaudí i Cornet nació el 25 de junio de 1852 en Reus, la capital de la comarca del Baix Camp, una región del sur de Cataluña. La madre de Gaudí, Antònia Cornet i Bertran, era hija de un especialista en la fabricación de calderas, al igual que el padre del arquitecto, Francesc Gaudí i Serra, un calderero procedente de Riudoms, un pequeño municipio situado a pocos kilómetros de Reus.
Gaudí vivía junto con sus padres y sus dos hermanos mayores, Rosa y Francesc, en una modesta casa situada en el centro de Reus, aunque con frecuencia se trasladaba a Riudoms, donde la familia poseía una finca llamada Mas de la Calderera.
Tras iniciar sus estudios de primaria en una escuela dirigida por Francesc Berenguer, padre de uno de sus futuros colaboradores, en 1863 Antoni Gaudí se matriculó en las Escuelas Pías de Reus, donde conoció a dos de sus mejores amigos de infancia, Josep Ribera Sans y Eduard Toda i Güell, con quienes colaboró en la publicación de la revista satírica El Arlequín y en la redacción de un utópico proyecto para restaurar el monasterio de Poblet.
En 1868, Gaudí se trasladó a Barcelona para finalizar los estudios de bachillerato. El futuro arquitecto se instaló en el bullicioso barrio de La Ribera con su hermano Francesc, que entonces estaba estudiando la carrera de Medicina.
En 1874, Gaudí fue aceptado en la Escuela de Arquitectura. El joven alternó los estudios con sus primeras incursiones en el mundo profesional, colaborando con arquitectos consolidados como Josep Fontserè, Francisco de Paula del Villar y, sobre todo, Joan Martorell, su principal mentor. Los progresos de Gaudí se vieron ensombrecidos en 1876 por la muerte de su hermano y su madre. Tres años después, también falleció su hermana, cuya hija –que sufría graves problemas de salud– quedó bajo la custodia del arquitecto y su padre.
En 1878 Gaudí obtuvo el título de arquitecto e instaló su despacho en la calle del Call, en el antiguo barrio judío de Barcelona. Ahí, comenzó a trabajar en sus primeros encargos, como un conjunto de equipamiento para una cooperativa llamada La Obrera Mataronense, unas farolas para la plaza Real de Barcelona y una vitrina para la prestigiosa guantería Comella. Esta última obra suscitó la atención del poderoso industrial barcelonés Eusebi Güell i Bacigalupi, quien en los siguientes años se convertiría en el principal mecenas del arquitecto.
Gracias a su relación con Güell y a su inmersión en los ambientes intelectuales más destacados de Barcelona, durante su vida Gaudí pudo establecer nuevos contactos de interés y participar en proyectos arquitectónicos cada vez más ambiciosos que le permitieron dejar atrás las estrecheces económicas de sus años de estudiante y llevar una vida social muy activa.
En 1883, el arquitecto presentó los planos de su primera gran obra, la Casa Vicens, e inició El Capricho en la localidad cántabra de Comillas, donde el arquitecto ya había adquirido cierta fama gracias a sus trabajos para el suegro de Güell, Antonio López, primer marqués de Comillas. También en 1883, Gaudí aceptó el encargo de sustituir a Francisco de Paula del Villar en la dirección de las obras del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, una iniciativa impulsada por el librero barcelonés Josep Maria Bocabella que se acabaría convirtiendo en el gran proyecto vital del arquitecto.
Casa Vicens
El Capricho (Cantabria)
La consolidación de Gaudí como arquitecto
Gaudí mantuvo una trayectoria profesional ascendente durante el último cuarto del siglo XIX, cuando sus obras en Barcelona y en otras ciudades lo consolidaron como arquitecto. La amistad de Gaudí con Eusebi Güell se vio reforzada con el paso del tiempo y fue el origen de proyectos cada vez más estimulantes, como el Palacio Güell (1886-1888), mientras que su creciente relación con el entorno eclesiástico le permitió recibir nuevos encargos de tipo religioso, como el Colegio Teresiano (1889-1890) y el Palacio Espicopal de Astorga (1887-1893), un proyecto que Gaudí realizó en paralelo a la construcción de la Casa Botines de León (1892).
Colegio Teresiano
El Colegio Teresiano es el proyecto más austero de todas las obras realizadas por Gaudí, pero el bajo presupuesto no impidió que el arquitecto crease una obra marcada por el simbolismo y el uso del arco parabólico.
En 1889, Enric d’Ossó, fundador de la congregación de las Teresianas, encarga a Gaudí la continuación del proyecto de un gran edificio en Sant Gervasi para albergar un colegio femenino con internado, la sede de la congregación y una casa de estudios para las monjas.
Gaudí hereda del anterior arquitecto los cimientos y apenas 80 centímetros de muro y acepta las condiciones de Ossó, una austeridad presupuestaria acorde con el voto de pobreza de la congregación y opuesta a la opulencia de los proyectos que le encargaba Eusebi Güell, su mecenas.
Pese al presupuesto, Antoni Gaudí no renunció a sus imaginativas ideas constructivas al proyectar el Colegio Teresiano y consiguió diseñar con ladrillo elementos ornamentales de gran riqueza visual. Concluyó la obra en poco más de un año.
Palacio Episcopal (Astorga)
El proyecto del Palacio Episcopal de Astorga data de 1887 y se debe a la iniciativa del entonces obispo de Astorga, el catalán Joan Grau i Vallespinós. Fue él quien llamó al arquitecto Antoni Gaudí para que dirigiera la obra y quien defendió con ahínco el proyecto de su paisano ante la incomprensión y los problemas presupuestarios de los estamentos oficiales, que corrían con los gastos.
La muerte de Grau, en 1893, implicó la renuncia casi inmediata del arquitecto catalán, que dejó sin concluir el piso superior y la cubierta del Palacio Episcopal de Astorga, completados un decenio más tarde –con soluciones más modestas– por el madrileño Ricardo García Guereta. Gaudí estaba acostumbrado a trabajar con total libertad. Concebía los proyectos de manera orgánica y solía rectificar los planos sobre la marcha, a medida que la obra avanzaba.
Por esa razón, la supervisión estatal le obligó a presentar un proyecto cerrado y sin evolución posible. Las correcciones academicistas dictadas por los asesores del ministerio, poco acordes al espíritu creativo e innovador de las obras de Gaudí. Esto generó en el arquitecto un malestar insuperable, agravado por el gran retraso en el cobro de sus emolumentos.
Pese a todas estas circunstancias, y al hecho de que Gaudí tuviera que completar el primer proyecto antes incluso de visitar Astorga, el palacio es una obra maestra en la organización de los espacios, en el tratamiento de la luz y en el uso del simbolismo. Por todo ello, el Palacio Episcopal de Astorga es, junto con la catedral, el monumento más admirado de la ciudad.
Casa Botines (León)
El aspecto neogótico de la Casa Botines esconde soluciones constructivas muy por delante de su tiempo. El proyecto de este edificio de comercio y viviendas en la ciudad de León fue encargado a Gaudí en 1891 por la sociedad textil Fernández y Andrés, que mantenía relaciones comerciales con Eusebi Güell, mecenas del artista.
Las obras de la Casa Botines empezaron en enero de 1892 y se completaron en el tiempo récord de diez meses. Gaudí concibió una fachada neogótica y salpicó el edificio de simbolismos, pero reservó para el interior los rasgos más valiosos: en vez de sostener la Casa Botines con pesados muros de carga, Gaudí ideó una ligera pero sólida estructura a base de pilares de hierro colado.
Proyectada en un solar de forma trapezoidal, la Casa Botines combinaba el uso comercial y el residencial. El semisótano y los bajos se destinaron a las oficinas, la tienda y los almacenes del negocio textil; el piso principal se dividía en dos viviendas y los dos pisos superiores albergaban cuatro viviendas de alquiler cada uno.
Como en muchas obras de su primera época, Gaudí se inspiró en el estilo gótico para proyectar la fachada de la Casa Botines, dándole un aire de castillo medieval a este edificio situado en pleno centro de la ciudad de León.
Asimismo, en esa época el arquitecto catalán proyectó su primera obra en el Ensanche de Barcelona, la Casa Calvet, merecedora del premio del Ayuntamiento al mejor edificio de 1900.
Casa Calvet
El buen momento profesional de Gaudí contrastaba con las decepciones en su vida íntima. A pesar de su solvencia económica y capacidad intelectual, el arquitecto fracasó en el intento por conquistar a su gran amor, Pepeta Moreu. Ese desengaño amoroso probablemente supuso un punto de inflexión para Gaudí, que se volvió un hombre más introvertido y religioso. Su preocupación por la moral cristiana incluso le llevó a poner en peligro su vida, como se demostró en 1894, cuando quedó postrado en la cama durante días tras practicar un ayuno muy riguroso.
El esplendor creativo de las obras de Gaudí
Entre 1900 y 1910, el arquitecto experimentó su etapa de máximo esplendor profesional. En las obras que Gaudí realizó en Barcelona, como el Park Güell (1900-1914), la Torre Bellesguard (1900-1912), la Casa Batlló (1904-1906), La Pedrera (1906-1909) y la cripta de la Colonia Güell (1908-1914), el arquitecto demostró su inmensa capacidad creativa, que le situaba en la vanguardia artística –incluso por delante del modernismo, la tendencia imperante en las grandes ciudades europeas–, y en el centro de atención de la opinión pública.
Casa Batlló
Gaudí edificó, justo en un año y medio, una de sus creaciones más relevantes y uno de sus sellos principales. A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, la Casa Batlló no fue un edificio de planta nueva, sino la reforma de un inmueble existente. La transformación tan radical y al mismo tiempo tan genial en el uso de colores y formas nunca vistas en la fachada, lo situaron rápidamente como un icono de la nueva Barcelona.
Conocida popularmente como la casa de los huesos, la casa de las máscaras, la casa de los bostezos o la casa del dragón, la obra simboliza a la perfección la etapa de máxima madurez constructiva del arquitecto. Representa la combinación ideal entre el arte y la funcionalidad, entre la arquitectura y el diseño, y supone un edificio clave para entender qué significó el modernismo catalán.
Emili Sala Cortés fue quien construyó la casa, en 1877, en el número 43 del Passeig de Gracia. A principios de siglo XX, esta isla del Eixample fue concentrando obras de reconocidos arquitectos como Josep Puig i Cadafalch (Casa Amatller) y Lluís Domenech i Montaner (Casa Lleó-Morera). Mientras estas nuevas edificaciones producían una atracción y un signo de distinción entre sus clientes, la isla era criticada por la prensa satírica. El apelativo popular de «la manzana de la discordia» definió precisamente la rivalidad entre los arquitectos y especialmente, entre sus fachadas.
Gaudí fue el último en aterrizar y tuvo que resolver el encargo cuando ya sabía lo que habían hecho el resto de sus ilustres “vecinos”. El inmueble alzado por Sala fue adquirido por el industrial textil Josep Batlló Casanovas en el año 1903 quien, un año después, contrató a Gaudí con el objetivo de remodelar completamente el edificio. Y así sucedió…
Casa Batlló. Detalle de la planta principal
Torre Bellesguard
El lugar donde Gaudí construyó la Torre de Bellesguard es una porción de tierra con más de 2.000 años de historia. En él se han encontrado restos arqueológicos que demuestran que, des del tiempo de los íberos, esta zona siempre ha sido habitada. La abundancia de aguas subterráneas y las vistas panorámicas de 360 grados sobre la ciudad de Barcelona convierten Bellesguard en un emplazamiento estratégico.
La importancia de la finca, no obstante, se debe a su pasado medieval. El año 1408, Bellesguard se convierte en sede real y papal: durante dos años fue la residencia fija del rey Martín I el Humano, último conde de Barcelona, y la residencia temporal de Benedicto XIII, más conocido como Papa Luna.
Las innovaciones de Gaudí
En esta obra Gaudí crea elementos inéditos, como el rosetón que se encuentra en el centro de la fachada principal, llamado “Estrella de Venus”, un ejemplo único de vidriera tridimensional. Su carga simbólica nos indica el conocimiento de la historia que tenía el arquitecto y su voluntad de hacer dialogar el presente (la casa) y el pasado (los restos medievales) con las puertas respectivas enfrontadas, al más puro estilo del hombre de la Renaixença que era.
Al mismo tiempo, Gaudí se reinterpreta a sí mismo en Bellesguard, donde podemos ver una gran cantidad de soluciones estructurales, constructivas y ornamentales que ya encontramos en algunos edificios de su primera etapa o que aparecerán pronto en otras obras del período 1900-1910, seguramente el más fecundo de su trayectoria profesional.
Unos buenos ejemplos son el semisótano construido con potentes pilares y vueltas, que nos reportan al Palau Güell; el característico pináculo de Gaudí con su cruz de cuatro puntas y, en este caso, con una corona y una señera en espiral, en clara alusión al pasado real de la finca; y la construcción de la magnífica buhardilla como sala de música, que recuerda la nave central de la Sagrada Familia.
Vistas excepcionales
En la parte superior de las terrazas, Gaudí proyecta un camino de ronda que recorre las cuatro fachadas, con unas vistas privilegiadas sobre la ciudad de Barcelona, que le hacen merecer su nombre, Bellesguard, que se puede traducir por Bella Vista.
Bellesguard es, pues, un castillo gaudiniano escoltado por un gran dragón, el Dragón de Bellesguard, uno de sus tesoros más bien guardados, testimonio del devenir del tiempo y de los cambios.
Inspiración en el pasado
Este pasado medieval como residencia del último rey catalán es el que inspira a Antoni Gaudí. El arquitecto crea una obra cargada de simbolismo, a medio camino entre el modernismo y el gótico, en la cual narra la biografía de Martín I el Humano, los hechos que tuvieron lugar en Bellesguard los últimos años de su vida y la desdichada suerte del monarca y del reino a su muerte sin descendencia.
El edificio que construye Gaudí por encargo de Jaume Figueras no solo es la torre, sino que constituye todo un conjunto medieval. El proyecto comprende la reconstrucción de los muros que envuelven la finca, la restauración y consolidación de los restos del antiguo palacio medieval y la construcción del viaducto, con el que inicia la experimentación alrededor del pórtico de columnas que culminará en el pórtico de la Lavandera del Park Güell.
Pizarra y Trecandís
La estructura de Torre Bellesguard está revestida de piedra de pizarra propia de la zona, siguiendo con su estilo de estudiar y usar la geología y la topografía del lugar. Esta piedra de tonalidades verdes, grises y beige infiere al edificio un marcado aspecto medieval, así como permite generar múltiples juegos de luz, haciendo que reluzca de una manera totalmente distinta en días soleados o en días de lluvia.
Esta piel de pizarra que reviste Bellesguard, así como la utilización generalizada del trencadís de piedra que da relieve a puertas y ventanas, son dos técnicas que Gaudí utiliza para romper la linealidad que, por fuerza, tiene que utilizar en las almenas y en las líneas generales de la casa, respondiendo a la voluntad de crear un castillo con reminiscencias góticas en homenaje al monarca.
La Pedrera
Fachada rupturista y de anticipación
Las tres partes que configuran la fachada principal se proyectan como un contínuum formal de una belleza deslumbrante. Gaudí diseñó un muro de piedra suspendido en los forjados sin ninguna función estructural anticipándose, formalmente, a las arquitecturas centroeuropeas posteriores, como las de Erich Mendelsohn y otros. La fachada posterior, que es de una longitud menor, por razones obvias, está compuesta con idéntica libertad formal, pero con unos materiales y técnicas constructivas más modestas y contenidas.
El éxito de los dos edificios residenciales construidos en el Ensanche de Barcelona a principios del s. xx supuso un nuevo encargo para el arquitecto Antoni Gaudí y le proporcionó un cliente nuevo, el señor Pere Milà, un adinerado burgués de buena familia barcelonesa que se había casado con la señora Rosario Segimon, una joven y rica viuda de Reus. Un año después de la boda, encargaron a Gaudí su residencia, un edificio de pisos de alquiler en el Paseo de Gracia, la avenida que vertebraba la nueva Barcelona y que a principios de siglo era el mejor escenario para la vida social de una ciudad en plena euforia urbanística.
Una casa para los señores Milà-Segimon
Gaudí plantea el proyecto asumiendo la voluntad del cliente y diseña un edificio singular en todos sus aspectos, empezando por la estructura a base de pilares, que permitía una absoluta flexibilidad en su distribución, y siguiendo con los ascensores, que facilitaban el acceso directo a los pisos desde el vestíbulo y los patios, amplios, higiénicos, ventilados y luminosos. En su conjunto representó una novedad radical en relación a las casas del Ensanche por más ricas y ornamentadas que fueran. El edificio está constituido por dos bloques de viviendas con accesos independientes, organizados alrededor de dos grandes patios interiores intercomunicados.
Un chaflán insólito, en una estructura singular
Precisamente esta nueva concepción estructural explica que las imponentes fachadas de piedra, de aquí les viene la denominación popular ‘La Pedrera’ (cantera en catalán), al no ser estructurales como era habitual en las casas tradicionales, permite esta libre composición de las fachadas, facilitando que ventanales, balcones y tribunas se compongan de forma impresionante, variando durante el transcurso del día, de acuerdo con el recorrido del sol.
Gaudí, en un acto de genial rebeldía, algo muy característico en él, disuelve la geometría del chaflán, que es un aspecto urbano que medio siglo antes Ildefons Cerdà impuso como rasgo invariable del nuevo trazado del Ensanche, y, no satisfecho con esta trasgresión, invadió la acera con un notable pilar, superando con creces la altura permitida por la normativa, construyendo las magníficas buhardillas con unos dos cientos setenta esbeltos arcos parabólicos y catenarias de ladrillo que sostienen la espectacular azotea, un paisaje artificial único en el mundo.
La azotea. la creatividad más plena
Una cubierta insólita y cargada de fuerza artística sin nada que ver con la arquitectura de su época. De perfil sinuoso, siguiendo la forma y ritmo de la fachada principal se sitúan los diferentes elementos: ‘badalots’ o cajas de escalera, torres de ventilación y chimeneas. De formas dinámicas y simbólicas de libre interpretación, se corresponden con una función utilitaria preconcebida. Algunos son tratados con trencadís de cerámica, piedra, mármol y vidrio.
Una obra total
En esta obra Gaudí contó con la colaboración del joven arquitecto Josep Maria Jujol, con quien ya había trabajado en la casa Batlló. Satisfecho de su trabajo le pidió una nueva colaboración en el Park Güell y, finalmente, en la reforma de la Catedral de Mallorca.
La casa Milà es un ejemplo de ‘arquitectura total’, en el sentido que su radicalidad expresiva se manifiesta por doquier, desde el planteamiento funcional y constructivo, llegando a todos los rincones del edificio. No se trata de utilizar un lenguaje ‘art nouveau’ para revestir una planta convencional, como se da en muchos ilustres ejemplos modernistas de la ciudad. Los treinta y dos balcones de forja son tratados como esculturas y los cielos rasos de los interiores de las viviendas, nos muestran una Pedrera con una plástica nunca antes vista.
Se trata de una concepción espacial que lo informa absolutamente todo, y, como ejemplo, es necesario observar como en la Casa Milà los tradiciones patios de las casas del Ensanche son sustituidos por los dos grandes patios de planta circular y elíptica que se expresan como espacios de referencia del edificio, llevando al visitante desde la calle a la azotea a través de ellos, facilitando una mejor iluminación y ventilación a los dieciséis apartamentos. Las fachadas de los patios son un auténtico espectáculo de formas, luz y color. El color lo aportan las pinturas murales que los decoran, con motivos principalmente florales, que también encontramos en los techos y en las paredes laterales de los dos vestíbulos de acceso y de la escalera principal, con diversas escenas de referencias mitológicas.
La Pedrera, satirizada y reconocida
La propietaria, la señora Segimon, nunca supo valorar ni entender al arquitecto que su segundo marido, ‘Perico Milà’, como lo apodaban sus amigos, había escogido para que les construyese la mejor residencia de la ciudad, un encargo que Gaudí cumplió perfectamente. El piso principal, que ocupa toda la superficie del solar, tiene una extensión equivalente a la de los cuatro pisos señoriales que hay en cada planta.
La Pedrera fue incomprendida, objeto de mofa por parte de la prensa satírica de la época, que no supo valorarla. Fue la última obra civil de Antoni Gaudí, terminada en 1912, después de un pleito con la propiedad por una cuestión de honorarios, que acabó en los juzgados y que finalmente ganó Gaudí.
A pesar de todo, su singularidad y su valor patrimonial y artístico quedaron ampliamente acreditados en el momento en que se incluye en el catálogo del Patrimonio Artístico de la ciudad de Barcelona el 1962, con su declaración como Monumento Histórico Artístico de Interés Nacional por el Gobierno español en 1969 –actualmente BCIN (Bien Cultural de Interés Nacional)– y la UNESCO la inscribe como Bien Cultural del Patrimonio Mundial el 1984, por su valor universal excepcional.
Actualmente es propiedad de la Fundació Catalunya-La Pedrera, que está al cuidado de su difusión, conservación y preservación. La Pedrera alberga un importante centro cultural de referencia en la ciudad de Barcelona por el conjunto de actividades que organiza y por los diferentes espacios museísticos y de uso público que incluye.
Park Güell
El Park Güell nació en 1900 de un sueño compartido entre el empresario Eusebi Güell y Antoni Gaudí. La intención inicial era construir en Barcelona un barrio residencial inspirado en el modelo británico de la “ciudad jardín”. Fue precisamente por este motivo que el industrial lo nombró Park Güell, en inglés.
Eusebi Güell adquirió la gran finca con la masía del marqués Mariano, en la zona que se conocía popularmente como la Montaña Pelada. El proyecto preveía vender 60 parcelas a las familias burguesas de Barcelona, y aunque el propósito inicial no se llevó a cabo, Gaudí dejó para la posteridad una auténtica maravilla.
Un gran reto y una carrera de obstátulos
Gaudí aceptó el difícil e interesante encargo de Güell y planteó una urbanización para 60 casas. Estudió una a una la mejor posición para cada vivienda dentro de su respectiva parcela: era necesario que no tapasen las vistas a los vecinos, pero tenían que garantizar una aceptable privacidad.
Si bien lo cierto es que el proyecto no empezó con buen pie. A las restricciones impuestas por Gaudí, se le añadía el hecho de que se tratase de un lugar baldío y apartado de la ciudad, mal comunicado con el centro de Barcelona, un hecho que no gustaba a los posibles clientes, ya que veían el trayecto como una aventura peligrosa.
Ante esta situación, el promotor pagó la construcción de una caserna próxima donde se instalaría la Guardia Civil. La obra se encargó al arquitecto Juli Batllevell, muy cerca del convento de San José de la Montaña, un lugar muy concurrido, proyectado por Francesc Berenguer Mestres –el principal ayudante de Gaudí-. Aun así los solares no se vendían, a pesar del dinero que Güell estaba invirtiendo.
En 1905, Batllevell construyó la primera casa en la urbanización, para el abogado Martí Trías. Después se encargó a Berenguer otra casa, los planos de la cual firmó Gaudí, que sirviese como modelo y reclamo para incrementar les ventas. Esta fue la segunda y última casa familiar de la urbanización, que construyó el contratista José Pardo Casanovas. Fue el mismo Gaudí el que la compró en 1906 para ir a vivir con su padre, sobrina y sirvienta.
El sello de Gaudí
Las notables dimensiones del conjunto y la gran pendiente aconsejaban plantear diferentes accesos. El principal se situó en la parte baja de la finca, con fachada anexa a la calle de Larrard, una calle urbanizada por donde se llegaba tradicionalmente a la finca del marqués.
En este lugar Gaudí proyectó con su estilo personal los dos magníficos pabellones de la portería y una gran escalinata ajardinada y muy ornamentada, que llevaba al visitante a una gran porticada, la Sala Hipóstila, pensada para instalar un mercado dentro.
Sobre este espacio cubierto se construiría la gran explanada, un auténtico mirador sobre la ciudad delimitado y bordeado en todo su perímetro por el banco de perfil ondulado, hecho con piezas prefabricadas de hormigón revestidas con trencadís cerámico. El mirador disponía de un pequeño anfiteatro para poder disfrutar de las representaciones que se programasen.
Especial atencióna cada de detalle
Siempre fiel a sus principios, Gaudí utiliza de forma admirable los materiales que cada lugar le ofrece. Estudia detenidamente la difícil topografía de la montaña y construye un sistema de calles y viaductos para llegar a las casas, realizando las excavaciones pertinentes y consiguiendo una obra civil con un mínimo impacto y una óptima adaptación paisajística.
Como sabía leer la naturaleza y era un buen arquitecto, previó las necesidades futuras de los residentes. Gaudí construyó bajo el porche una gran cisterna que recogía las aguas pluviales para poder mantener una buena vegetación.
El agua llegaba a la cisterna por un ingenioso sistema de desagües situados en el interior de los grandes pilares de estilo neo-dórico. Los capiteles soportaban las pequeñas bóvedas esféricas prefabricadas de hormigón, que también se revestían interiormente con trencadís.
De urbanización privada a parque público
Visto el poco éxito del negocio inmobiliario, las obras se abandonaron en 1914. Eusebi Güell murió en el año 1918 y sus herederos optaron por desprenderse de la finca. La compró el Ayuntamiento de Barcelona el año 1922 en una operación no exenta de polémica, por un importe de 3.200.000 pesetas.
La convirtió en un parque público, un emplazamiento en la parte alta de la ciudad que fue tranquilo y entrañable hasta hace unos años. Actualmente forma parte del parque urbano de los “Tres Turons” y es un lugar muy valorado por los barceloneses.
Atracción turística
El Park Güell fue reconocido como Bien Cultural de Interés Nacional en 1969 y fue inscrito en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1984.
El incremento del turismo en la ciudad de Barcelona y la eclosión de la obra de Gaudí han generado en los últimos años un uso masivo y poco cuidadoso del parque, que se ha convertido en una atracción turística de primer nivel.
La necesidad de garantizar la conservación de este conjunto único en el mundo, así como la elevada presión que sufría el entorno, llevaron al Ayuntamiento de Barcelona a regular la visita en la zona más frágil del parque, correspondiente al 7,9% de la superficie total.
Los pabellones de la Finca Güell
El primer trabajo de envergadura que Gaudí realizó para su gran mecenas, Eusebi Güell, fueron los Pabellones de la Finca Güell, construidos entre 1883 y 1887 y situados en el número 7 de la avenida de Pedralbes. El encargo consistía en diseñar los jardines del palacio de veraneo de la familia Güell –el actual Palacio Real-, construir las puertas de entrada a lo largo de todo el perímetro, así como los dos pabellones de acceso, destinados a la casa del portero y las caballerizas.
El conde Güell había heredado los terrenos de Can Feliu y Can Cuyás, en el entonces municipio independiente de Les Corts de Sarrià, y quería acabar de dar lucimiento a la finca principal que había construido el arquitecto Joan Martorell. Aquí, Gaudí dejó su sello personal con la introducción de arcos, vueltas en parábola y cúpulas hiperbólicas.
La Casa del Portero
Delante del parque y dentro del perímetro de la antigua propiedad se conservan los dos pabellones articulados por una pequeña entrada para viandantes y una más grande y majestuosa (de cinco metros de ancho), para los carruajes. Además, el muro original de ladrillo con oberturas secundarias continúa presente, avanzando a lo largo de la avenida de Pedralbes y de la calle George Collins. Posteriormente, Gaudí repitió este conjunto arquitectónico en la entrada principal del Park Güell, con ciertas variantes funcionales y estilísticas.
El primer pabellón, conocido como la casa del portero, es un edificio de reducida pero imponente volumetría en planta octogonal. Está formado por dos cuerpos rematados por una cúpula con linterna. Resulta interesante la mezcla que consigue entre los elementos estructurales y la variedad de ornamentos de la superficie exterior. Gaudí utiliza el barro crudo (material de bajo coste y buena capacidad térmica) como muro de contención. En cambio, utiliza ladrillos macizos de colores, desde el rojo hasta el amarillo, para colocarlos en las esquinas y en las zonas de las paredes más expuestas a los esfuerzos de carga.
Las Puertas y el Dragón Guardián
La finca Güell disponía de varias puertas de entrada, una para cada orientación. Gaudí trabajó concretamente en el acceso de la zona norte, donde estaba el camino que conducía a la ciudad. Esta puerta principal, por la que llegaban los invitados, estaba muy próxima a la masía que se había ido renovando y ampliando con los años hasta llegar a la categoría de palacete. El arquitecto hizo algunos pequeños trabajos de ornamentación exterior.
El elemento más destacado es la espectacular reja de forja en forma de dragón de la puerta de carruajes. Esta figura representa Ladón, el dragón guardián del Jardín de las Hespérides, vencido por Hércules en un episodio que narra Jacint Verdaguer en su poema La Atlántida. La forma del dragón corresponde a la posición de las estrellas de la constelación del Dragón, en el que fue convertido Ladón como castigo por el robo de las naranjas doradas del jardín. Precisamente, encima de un pilar situado a la derecha del dragón se encuentra una escultura de un naranjo hecha en antimonio, material alusivo también a este episodio mitológico.
Las otras tres puertas de la finca perdieron funcionalidad con la obertura de la Diagonal. Una se puede ver aún delante de la Facultad de Biología, aunque su reja de hierro se trasladó a la Casa Museo Gaudí del Park Güell. La segunda fue reconstruida el 1957 al lado de la Facultad de Farmacia y de Ciencias de la Alimentación.
Caballerizas de doble cuerpo
Las caballerizas también tienen una composición doble: el cuerpo principal, donde se sitúan las cuadras de los caballos, y otro cuerpo de planta circular, con una vuelta esférica que cubría el espacio conocido como picador. La forma de este edificio viene directamente dictada por su función y la técnica constructiva utilizada. Nos encontramos delante de un ejemplo del mejor Gaudí, que con este trabajo de juventud entusiasmó a su cliente.
La estructura de las caballerizas la forman un conjunto de arcos parabólicos y vueltas de ladrillo a la catalana de perfil ligeramente curvado, que conforman el espacio donde se colocaban los animales y sus comedoras, a las cuales llegaba el agua de la lluvia que se recogía en la cubierta. Los cierres verticales de las caballerizas son de pared de barro y se refuerzan con hiladas de ladrillo macizo.
El picador adyacente a las caballerizas, presenta una estructura de planta cuadrada cubierta con una cúpula circular de ladrillo sobre pechinas, en la parte superior de la cual se encuentra una linterna de generosas dimensiones.
Las cubiertas de la casa del guarda y del picador están revestidas con la incipiente técnica del trencadís. Igual que en las caballerizas, los paramentos verticales de estas construcciones están parcialmente cubiertos con un aplacado de ataurique ornamental de cemento que, según los estudios más recientes, no estaba previsto en el diseño original de los pabellones.
Cesión al Estado y usos universitarios
Con la muerte de Eusebi Güell, sus herederos cedieron al Estado una parte de la finca, situada por encima de la nueva avenida Diagonal, con el objetivo de convertirse en residencia real. La casa fue totalmente reformada y el arquitecto Nicolau Mª Rubió Tudurí diseñó y dirigió las obras de unos magníficos jardines, que actualmente son públicos, y en los cuales todavía se encuentran muestras de trabajos menores de Gaudí. En 1958 una parte importante de los terrenos próximos al Palacio Real fueron comprados para construir la nueva ciudad universitaria.
Al pasar a manos de la Universidad de Barcelona, los pabellones se readaptaron y en 1969 fueron declarados Monumento Histórico-Artístico de Carácter Nacional. Mientras uno se acondicionó como vivienda del personal de la universidad, las caballerizas acogieron, a partir de 1977, la sede de la Cátedra Gaudí en virtud de una cesión verbal hecha por el rector al Dr. Joan Bassegoda, profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona de la Universidad Politécnica de Catalunya.
Actualmente, el conjunto de los Pabellones de la Finca Güell forman parte del patrimonio de la Universidad de Barcelona. En virtud de un convenio firmado entre dicha institución y el Ayuntamiento de Barcelona, la universidad ha cedido el uso del conjunto de los edificios al Instituto del Paisaje Urbano (IMPUiQV) por un plazo de diez años (2015-2024), a partir de los cuales el uso de los pabellones revertirá a la universidad. En estos años, el IMPUiQV ejecuta un plan director para la restauración integral de la obra de Gaudí, la substitución de los muros opacos del recinto por cierres transparentes y la regeneración del jardín. También, en los meses en los que la ejecución de este plan de obras lo permite, el recinto se abre al público para visitas patrimoniales y se desarrollan actividades culturales y educativas.
Palacio Güell
El Palacio Güell es considerado un hito de la arquitectura europea de su época y uno de los edificios iniciadores del Art Nouveau. Destaca, sobretodo, por su innovadora concepción del espacio y de la luz. Gaudí introdujo en él soluciones muy diversas a partir de planteamientos muy personales y creó formas expresivas excepcionales fruto de su imaginación, utilizando materiales nobles tradicionales (piedra, madera, hierro forjado, cerámica, cristal, etc.).
La construcción del Palau Güell supone la culminación de la etapa de juventud del arquitecto, que profundiza en los ensayos realizados en obras anteriores e introduce la mayor parte de las aportaciones que constituirán la base de su repertorio posterior.
Materiales y ayudantes de primera
El empresario e industrial Eusebi Güell, cada vez más fascinado por el arquitecto, le encarga ahora la construcción de su residencia en el centro de Barcelona, entre les calles Conde del Asalto (actualmente Nou de la Rambla), Lancaster y la Rambla. El edificio tenía que servir de vivienda familiar y, a la vez, de espacio social, cultural y de encuentro de la burguesía de la época.
La razón por la cual el conde Güell decidió construir su residencia en el Raval y no en el Eixample – el barrio emergente de la burguesía – lo encontramos en la proximidad del Palau Güell con la antigua Casa Güell, la finca paterna heredada años antes. Gaudí encontró soluciones al reto que se le planteaba: construir una residencia en el corazón de un barrio heterogéneo que se convirtiera en un centro importante de reunión de las élites del momento, partiendo de poco espacio y poca luminosidad.
Para edificarlo se utilizaron los mejores materiales disponibles, como por ejemplo la piedra procedente de las canteras que el mecenas tenía en la comarca del Garraf, y se contó con el trabajo de los colaboradores más brillantes del momento, como el arquitecto Francesc Berenguer, que se convertiría en uno de los ayudantes más fieles del artista.
El edificio fue inaugurado el 1888, coincidiendo con la Exposición Universal celebrada en el Parque de la Ciutadella de Barcelona.
Técnicas innovadoras para ganar espacio y luz
El Palau es interesante por la sugestiva concepción del espacio y de la luz. Esto se puede observar en la organización de los espacios interiores que giran alrededor del salón central, de tres plantas de altura y cubierto con una cúpula parabólica de reminiscencias celestiales. Alrededor de esta sala, Gaudí distribuye las estancias del palacio de manera totalmente funcional, creando juegos de perspectiva que dan la sensación de amplitud y majestuosidad a un edificio que, en realidad, se encuentra en un solar relativamente pequeño.
Entrar en el salón central es una de las experiencias sensoriales más impactantes de todo el Palau. El espacio fue concebido como una sala de conciertos en la cual el órgano es el protagonista y la cúpula hace de gran altavoz. La restauración de los tubos de madera originales del instrumento y la adquisición de una nueva consulta han permitido que, durante el recorrido, el visitante pueda comprobar la excelente acústica del espacio, ya que cada treinta minutos puede escuchar una de las piezas musicales con las que disfrutaba la familia Güell durante la época en la que vivió en la casa.
La sala previa a la entrada del salón central, conocida como sala de los pasos perdidos, es uno de los espacios donde se hace más evidente como Gaudí tuvo que recorrer a la imaginación para aumentar una superficie insuficiente. La solución la encontró creando una fachada dividida en tres planos. Otra zona remarcable del edificio es la sala de fumadores o de descanso, donde destaca su tribuna abombada y volada sobre el patio del mediodía.
Otros elementos pioneros
El Palau Güell es el único inmueble de nueva planta que Gaudí pudo finalizar del todo y tiene el honor de ser el mejor conservado gracias a no haber sufrido nunca modificaciones esenciales. En la entrada principal se observan dos puertas con perfil de arco catenario, que en su época tuvieron que llamar mucho la atención por sus dimensiones más grandes de lo habitual. Gaudí pensó el espacio de las cocheras como una extensión de la calle, de manera que los carruajes podían dejar y recoger los pasajeros e incluso aparcar en el interior del edificio, un sistema innovador en la época.
En el sótano se encuentra uno de los espacios más singulares del Palau: las caballerizas. Los pilares y las vueltas inusuales crean un insólito paisaje y constituyen una parte importante (y transitable) de los cimientos del edificio. El acceso a los establos se hacía mediante una rampa de forma helicoidal, en una nueva muestra de originalidad.
Primera azotea icónica
La azotea es un ejemplo del lenguaje único que utiliza Gaudí en el Palau. Cubre toda la planta del edificio y se reparte en cuatro niveles: el más grande corresponde al cuerpo central del edificio, con catorce chimeneas, cuatro lumbreras con forma de concha o de arco parabólico, las claraboyas y la linterna de la cúpula central. Subiendo unos peldaños se puede acceder al segundo nivel, perteneciente al cuerpo anexo, con seis chimeneas más de ladrillo de obra vista. El tercer nivel se corresponde a la caja que hay encima de la escalera de servicio. Y por último, el cuarto hace referencia al interior de la aguja cónica.
Por primera vez, el reusense transforma los sombreretes de las chimeneas convencionales en elementos escultóricos revestidos de trencadís. En el medio, está la aguja cubierta de piedra arenisca procedente de las paredes de los hornos de cal y rematada con un pararrayos de hierro que contiene una rosa de los vientos, un murciélago y una cruz griega. A pesar de que los materiales utilizados en toda la obra son muy tradicionales, como son la piedra, la madera o la cerámica, se hace un uso revolucionario de ellos con resultados espectaculares.
Traslado fallido a los Estados Unidos
El Palau atravesó diversas vicisitudes después de pasar a manos de la viuda y los herederos del conde Güell. Durante la Guerra Civil funcionó como una comisaría y en el año 1944 estuvo a punto de ser adquirido por un millonario norteamericano, que quería trasladarlo a su país piedra a piedra. Finalmente, Mercè Güell, la hija pequeña de Eusebi Güell, lo donó a la Diputación de Barcelona a cambio de una pensión vitalicia, con la condición que se preservara el edificio y que tuviera un uso cultural.
En 1952 se instaló en el Palau Güell la Asociación de Amigos de Gaudí y, des de finales de la década de los cincuenta hasta el año 1996, fue la sede del Instituto del Teatro.
En el año 1984 fue inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO por su valor universal excepcional dentro del apartado “Obras de Gaudí”. Durante los últimos veinte años se han impulsado distintos trabajos de restauración. Se puede destacar la restauración integral que tuvo lugar el 2011 y que permitió conocer con más profundidad el edificio, restaurar sus elementos constructivos y ornamentales, y musealizarlo. Fue ese mismo año en el cual el Palau volvió a abrir sus puertas al público.
Cripta de la Colonia Güell
La Colonia Güell se comenzó a construir en el año 1890 por iniciativa del empresario Eusebi Güell en su finca de Can Soler de la Torre, situada en el término municipal de Santa Coloma de Cervelló.
En su afán de procurar mejoras sociales para sus trabajadores, Güell encarga la construcción de equipamientos a diferentes arquitectos y confía a Antoni Gaudí la construcción de una iglesia. El empresario no le impone ningún tipo de límite, ni de presupuesto ni de tipo de obra y, para el arquitecto, el proyecto sirve de banco de pruebas para la construcción de la Sagrada Familia. Pero la obra quedó inacabada, únicamente se llegó a construir la nave inferior, y es por ese motivo que la iglesia se conoce popularmente como cripta.
Una Colonia diferente
Las colonias industriales de finales del siglo XIX disponían de las últimas tecnologías industriales y ofrecían trabajo y alojamiento a sus trabajadores. A cambio, sólo les pedían fidelidad a la empresa que, a pesar de todo, mantenía unas condiciones laborales muy exigentes.
Eusebi Güell adoptó el modelo de las colonias industriales del momento en Catalunya, pero dotó a la Colonia Güell de los equipamientos escolares, sociales y religiosos necesarios y encargó los proyectos y la dirección de las obras a los mejores arquitectos modernistas.
Un banco de pruebas
Con la industria textil funcionando a pleno rendimiento, en 1989 Güell encarga a Gaudí la iglesia que tenía que presidir el conjunto sobre un cerro pequeño situado en un extremo de la urbanización. El arquitecto aprovechó el encargo para ensayar formas y soluciones constructivas para aplicar, a mayor escala, en el Templo de la Sagrada Familia, obra en la que trabajaba desde hacía unos 15 años.
En los estudios previos del proyecto, Gaudí contó con la habitual ayuda de su fiel colaborador, Francesc Berenguer, que lo acompañó hasta su muerte en 1914. También colaboraron los arquitectos Joan Rubió, Josep Canaleta y, especialmente, el ingeniero Eduardo Goetz para los cálculos de la estructura.
Una maqueta innovadora
Los trabajos del modelista Joan Beltrán y el carpintero Joan Munné fueron decisivos para la confección de las diferentes maquetas del proyecto y especialmente de la gran maqueta polifunicular, un original instrumento de proyección arquitectónica ideado por Antoni Gaudí.
Esta maqueta fue un ingenioso modelo construido con tela, cuerdas y pequeños pesos que permitían deducir unas formas arquitectónicas directamente dictadas por el comportamiento estático del edificio proyectado.
Estaba ubicada en un cobertizo al lado del futuro edificio, donde también estaba el estudio de Gaudí.
Obra inacabada
La primera piedra de la iglesia se colocó el 4 de octubre de 1908. Las obras se mantuvieron bajo la dirección de Gaudí hasta el 3 de octubre de 1914, cuando la familia Güell decidió no continuar la construcción de la iglesia por motivos que no están documentados.
En aquel momento se había acabado el basamento que comprendía la capilla inferior, conocida como la cripta, y el porche anexo, espacio sobre el que se tenía que construir la escalinata de acceso al templo. En el plano superior, se tendría que haber construido la nave principal, que estaría rematada por varias torres y el cimborio central, pero únicamente se construyeron los dinteles del pórtico.
Ya sin Gaudí, para poder abrir la iglesia al culto, se construyó una cubierta con un cierto aire de provisionalidad y también un campanario. La consagración de la iglesia se hizo el 3 de noviembre de 1915. Los trabajos se alargaron hasta 1917
Pasada la guerra civil española, la fábrica cambió de propietarios y en 1973 cesó su actividad. Con el transcurso del tiempo, se hicieron varias intervenciones en altares, muros y entorno. En el año 1990 el conjunto de la Colonia Güell fue declarado Bien de Interés Cultural – Conjunto Histórico y posteriormente comenzaron las obras de rehabilitación. La última restauración relevante se hizo en 2002.
De Iglesia a Cripta
En el momento de paralizar las obras de la iglesia, Gaudí solamente había podido construir una capilla inferior y es por este motivo que popularmente se la conoce como la Cripta de la Colonia Güell, aunque formalmente no lo sea.
Unos dibujos no firmados, pero razonablemente atribuibles a Gaudí, así como las fotografías de la maqueta polifunicular, nos ayudan a hacernos una idea de la forma final que el proyecto podría haber tenido. Lo decimos así de forma intencionada, ya que es bien sabido que Gaudí improvisaba constantemente y, por lo tanto, el final de sus trabajos era poco previsible.
Extraordinaria calidad arquitectónica
Es interesante señalar la variedad y la procedencia de muchos y diversos materiales utilizados y reutilizados por Gaudí en esta primera fase de la iglesia. Piedras basálticas y calcáreas, ladrillos variados, escoria de fundición, cerámica, vidrio y forja combinan sus texturas y colores para conseguir una integración magistral del edificio con su entorno.
Tanto el espacio interior como la formulación exterior de la cripta son de una calidad arquitectónica extraordinaria. Gaudí nos ofrece un manifiesto arquitectónico póstumo que expresa de forma pobre y emotiva la sublime e indivisible harmonía entre arquitectura y artes aplicadas. Un espacio único en el que se crea magistralmente la atmósfera de recogimiento propia del lugar sagrado, un trabajo de indiscutible autenticidad y una de las mejores obras de Antoni Gaudí.
Tanto por sus singulares ideas como por su fuerte carácter, Gaudí era objeto de continuas controversias. Sus defensores consideraban que su genio estaba fuera de toda duda, mientras que sus detractores criticaban su gusto extravagante y ambición desmesurada. El arquitecto se mantuvo al margen de esas polémicas, sin apartarse de sus ideas ni realizar concesiones para ganar adeptos. De hecho, ni siquiera cedía a las presiones de los clientes, que en ocasiones se lamentaban por el excesivo atrevimiento formal del arquitecto y los elevados costes económicos de las obras.
La dedicación obsesiva al trabajo apartó progresivamente a Gaudí de la vida social. Ese aislamiento empeoró a partir de 1906, cuando murió el padre del arquitecto. El fallecimiento, que se produjo pocos meses después de que los dos se hubieran trasladado a vivir al Park Güell, supuso un duro golpe para Gaudí, que quedó sumido en un estado de depresión.
Los últimos años de Gaudí
Marginado por las nuevas élites intelectuales, a partir de 1914, Gaudí rechazó cualquier otro encargo y destinó todas sus energías a la construcción de la Sagrada Familia, su obra cumbre, la más conocida y admirada en todo el mundo.
Durante este mismo año falleció su principal colaborador, Francisco Berenguer; en 1915, una grave crisis económica casi paralizó las obras; en 1916 murió su amigo José Torras y Bages, obispo de Vic; en 1918 falleció su amigo y mecenas, Eusebi Güell… Refugiado en su trabajo, Gaudí confesó a sus colaboradores: «Mis grandes amigos están muertos; no tengo familia, ni clientes, ni fortuna, ni nada. Así puedo entregarme totalmente al templo.»
La lentitud en las obras derivada de la falta de fondos permitió a Gaudí recrearse en el estudio de los distintos aspectos del templo. El arquitecto quería que cada elemento encajara perfectamente en el complejo programa simbólico que había diseñado. Para él, la Sagrada Familia era como una gran Biblia de piedra que tenía que recoger todos los aspectos de la historia y misterios de la fe cristiana, así que no se podía dejar ningún detalle al azar.
El día 7 de junio de 1926, después de cumplir su trabajo diario en la Sagrada Familia, Gaudí acudió a la iglesia de Sant Felip Neri. Cuando llegó al cruce entre la calle Bailén y Gran Vía, un tranvía lo arrolló causándole una conmoción cerebral y dejándole varias costillas rotas.
En este estado Gaudí fue trasladado al hospital de la Santa Creu, y después de algunas horas fallecía. Era jueves 10 de junio, poco tiempo antes de que Gaudí cumpliese los 74 años.
El 12 de junio se celebró un funeral multitudinario, en el que se enterró al arquitecto en la cripta de la Sagrada Familia, en la capilla del Carmen. De esta forma, Antoni Gaudí quedó unido para siempre a su proyecto más trascendental.
Templo Expiatorio de la Sagrada Familia
La obra culmen de un genio de la arquitectura
El legado arquitectónico que más fama y revuelo mundial ha dado a Antoni Gaudí y, por extensión, a la ciudad de Barcelona, es el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. La gracia y la singularidad del edificio se encuentran, básicamente, en la transformación radical que el artista hizo del proyecto neogótico inicial, hasta convertirlo en un templo monumental de dimensiones gigantescas.
La Sagrada Familia es sorprendente, austera, insólita y exuberante. Todo a la vez. La distribución de los espacios, la profusa decoración escultórica y la grandiosidad y solemnidad hacen de la obra una auténtica biblia de piedra. Una biblia eternamente inacabada que se prevé terminará de construirse en 2026, en el centenario de la muerte de tan universal arquitecto.
LOS ORÍGENES: 1866-1883
La fundación por parte de Josep María Bocabella de la Asociación Espiritual de Devotos de San José (1866), supone el germen de lo que sería la Sagrada Familia. La entidad promueve, a partir del año 1874, la construcción de un templo expiatorio y gracias a diferentes donativos, se compra una parcela de 12.800m² entre las calles de Marina, Provenza, Cerdeña y Mallorca.
La primera piedra se coloca el 19 de marzo de 1882, festividad de San José, en un acto solemne que preside el obispo de la ciudad, Josep Urquinaona. A partir de entonces, se inicia la construcción, que empieza por la cripta situada debajo del ábside, según un diseño neogótico de Francisco de Paula del Villar, primer arquitecto del templo. Este, abandona la obra poco tiempo después por discrepancias con los promotores y el encargo pasa a manos de Gaudí.
GAUDÍ REINVENTA EL PROYECTO (1883-1892)
Una vez asume el proyecto, Gaudí finaliza la cripta en seis años y empieza las obras del ábside, que cogen velocidad gracias al buen ritmo en la recepción de donativos. Precisamente será la llegada de una aportación anónima muy cuantiosa la que hará replantear los planes que tenía el artista. Desestima el antiguo proyecto neogótico y propone uno nuevo, más monumental y, sobretodo, plenamente innovador tanto en las formas y en las estructuras como en la construcción.
El proyecto soñado por Gaudí consiste en una iglesia de grandes dimensiones con planta de cruz latina y torres de gran altura. La importante carga simbólica, desde el punto de vista arquitectónico y escultórico, nace en la voluntad de ser una explicación catequética de las enseñanzas de los Evangelios y de la Iglesia.
LA FACHADA DEL NACIMIENTO ABRE EL CAMINO (1892-1914)
La primera fachada en ver la luz fue la del Nacimiento, en 1892. Según manifestó el propio Gaudí, «si en vez de hacer esta fachada decorada, ornamentada y turgente hubiese empezado por la de la Pasión, dura, pelada y hecha como de huesos, la gente se hubiese retraído». En 1894 queda finalizada la fachada del ábside y en 1899, el Portal del Roser, uno de los accesos al claustro del Nacimiento.
Paralelamente a estos trabajos, en el ángulo sur-oeste del templo, el reusense construye las Escuelas Provisionales de la Sagrada Familia (1909), destinadas a los hijos de los trabajadores del templo y a los niños del barrio. El año siguiente, una maqueta de la fachada del Nacimiento se exhibe en el Grand Palais de París con motivo de una exposición sobre la obra de Gaudí, impulsada por su amigo y mecenas Eusebi Güell. En 1911 proyecta la fachada de la Pasión.
DEDICACIÓN EXCLUSIVA (1914-1926)
Desde el año 1914, Gaudí abandona cualquier otro proyecto y se dedica exclusivamente a la construcción de la Sagrada Familia, hecho que explica que en el currículum de los últimos años de su vida no figuren trabajos importantes. Su implicación es tan grande que llega a residir los últimos meses al lado de su obrador, un espacio situado al lado del ábside y acondicionado como taller de maquetas a escala, diseños, estudio de esculturas y espacio para pruebas fotográficas.
En 1923 proyecta la solución definitiva de las naves y cubiertas, pero las obras, en aquel período, avanzan lentamente. A finales de 1925 se acaba la construcción del primer campanario de la fachada del Nacimiento, dedicado a san Bernabé, y con una altura de cien metros. Este es el único que Gaudí ve construido, ya que el 10 de junio de 1926 muere como consecuencia de un trágico accidente sufrido tres días antes, al ser atropellado por un tranvía. El día 12 es enterrado en la capilla del Carme de la cripta de la Sagrada Familia, donde aún hoy reposan sus restos. Durante los últimos años de trabajo de Gaudí en el templo, dispuso de un numeroso grupo de arquitectos, dibujantes, escultores y modelistas para afrontar el proyecto.
DESTRUCCIÓN DE PLANOS Y LENTO RESURGIR
Al morir Gaudí, su estrecho colaborador Doménec Sugrañes asume las obras hasta 1938. Bajo su dirección se acaban los campanarios de la fachada del Nacimiento y se finalizan el portal de la Fe y el ciprés central.
En julio de 1936, a causa del alzamiento militar y la Guerra Civil Española, unos revolucionarios incendian la cripta, queman las Escuelas Provisionales de la Sagrada Familia y destruyen el obrador. En aquel momento se pierden los planos, los dibujos y las fotografías originales, y queda hecha añicos una parte de las maquetas de yeso hechas a escala. A pesar de aquellos actos vandálicos, la construcción del templo no se han paralizado nunca desde que Gaudí asumiese la batuta y se ha respetado siempre la voluntad del arquitecto.
Después de la Guerra se restaura la cripta quemada y se recomponen muchas de las maquetas maltrechas gracias al trabajo del arquitecto Francesc de Paula Quintana. Este hecho posibilita tener los modelos para continuar la construcción según la planificación original. Los trabajos continúan en 1954, cuando se empiezan los cimientos para construir la fachada de la Pasión, sobre la base de los múltiples estudios hechos por Gaudí. Después de los cimientos, se construye la cripta, donde en 1961, se instala un museo para explicar a los visitantes los aspectos históricos, técnicos, artísticos y simbólicos del templo. Esta fachada verá levantados los cuatro terminales de los campanarios en 1976.
EL IMPULSO DEL SIGLO XXI
Con el inicio de siglo, los avances en la Sagrada Familia toman una nueva dimensión. En el año 2000 se construyen las vueltas de la nave central y las del transepto, y al mismo tiempo se inician los cimientos de la fachada de la Gloria. Posteriormente se completa el ventanal central de la fachada de la Pasión y se coloca un vitral dedicado a la resurrección, obra de Joan Vila-Grau. También se acaban las cuatro columnas del centro del crucero.
En medio de estos avances, la figura y la obra del ideólogo del Templo son especialmente recordadas en 2002, dado que el Ayuntamiento de Barcelona impulsa el Año Internacional Gaudí con motivo del 150º aniversario de su nacimiento.
Entre 2008 y 2010 se acaban las vueltas del crucero y del ábside, justo antes de la visita de Su Santidad el Papa Benedicto XVI para dedicar el templo.
LA CONSTRUCCIÓN COMPLETA, EN EL HORIZONTE
Las principales tareas actuales y previstas para los próximos años se basan en la construcción de la primera sacristía (lado de poniente) y la de las torres centrales. El alzamiento de la fachada de la Gloria, la última que falta, completará el conjunto.
Una vez finalizado, el Templo constará de cinco naves rodeadas por un claustro deambulatorio, con un ábside de siete capillas en el extremo norte y tres fachadas en los otros lados: la del Nacimiento, la de la Pasión y la de la Gloria, que es la fachada principal. Cada una incluirá cuatro campanarios de perfil parabólico en representación de los doce apóstoles y sobre el ábside y el crucero se perfilarán seis torres más, como símbolo de los cuatro evangelistas, la Virgen María y Jesús. La torre de Jesús, sobre el cimborio, será la más alta, con 170 metros de altura.
Espero que los datos aportados sobre Antoni Gaudí les hayan servido para como era mi intención, le conozcan un poco más y si no lo están aún, comiencen a enamorarse de la grandiosidad de su obra.
ENLACES DE INTERES
Pueden visitar y disfrutar con más de 250 imágenes en:
https://expresionconarte.com/antoni-gaudi/
Película documental biográfico “GAUDI” dirigida por José María Argemí en 1960
https://www.youtube.com/watch?v=Ua-M4xVbrdk
Biografía ilustrada de Antoni Gaudi