La revuelta campesina de 1524

La toma de Constantinopla por los otomanos, el descubrimiento de nuevos mundos, la imprenta y la reforma luterana cambiaron un escenario que había evolucionado muy lentamente durante casi mil años en Occidente

A finales del siglo XV y principios del XVI se produjeron una serie de acontecimientos que, si bien se labraron en los siglos anteriores, dieron un cambio brusco a la Historia. Cambios que hicieron pasar de la Edad Media a la Edad Moderna

La toma de Constantinopla por los otomanos, el descubrimiento de nuevos mundos, la imprenta y la reforma luterana cambiaron un escenario que había evolucionado muy lentamente durante casi mil años en Occidente.

En este ambiente se fundieron antiguas injusticias con nuevas ideas revolucionarias, y así surgió otra de esas grandes desconocidas luchas del débil frente al poderoso, fue la Revuelta campesina de 1524.

La Reforma Luterana

La vergonzosa actuación de la Iglesia durante siglos había llegado a un límite para buena parte de la cristiandad. El prevalecer de los intereses materiales y terrenales, así como la ostentación de escandalosas riquezas que no dudaba en exhibir la clase alta eclesiástica, llevaron a algunos a clamar por una reforma que apartara a la Iglesia de la corrupción generalizada.

Así surgió Martín Lutero, monje benedictino que acabó con  la unidad religiosa de occidente, no sólo rompiendo con Roma, sino que extendió una nueva concepción de la relación entre Dios y el hombre que tuvo consecuencias imprevisibles. La falta de oídos a estas peticiones en el Papado, y la fascinación que Lutero ejercía entre estudiantes y colegas de Teología con sus ensayos críticos, hicieron que se empeñara sin miedo en luchar contra las Indulgencias, un pago a la Iglesia para financiar la Basílica de San Pedro, a cambio de “perdonar” los pecados del donante. Pronto en grandes zonas del Sacro Imperio Romano Germánico, sobre todo en la parte alemana, el descontento se convirtió en un fuerte sentimiento antirromano.

Todos estos problemas se vieron plasmados en la Dieta de Worms de 1521, en donde se reunieron todos los príncipes electores para elegir, más bien confirmar, al nuevo Emperador, el conocido Carlos V de Alemania, y en donde gran cantidad de príncipes alemanes ya eran seguidores de Lutero, como el Señor de Sajonia, su auténtico protector. Carlos V, cuya principal función era precisamente defender la religión católica, promulgó el “Edicto de Worms”, en donde se condenaba a Lutero y el luteranismo.

Esto no hizo parar el movimiento, sino todo lo contrario; se empezaron a difundir sus nuevas ideas con todavía más pasión y decisión. Al ver que el cambio en Roma era imposible, se optó por la ruptura, lo que le dio un carácter casi revolucionario. Europa se dividía en dos ramas del cristianismo irreconciliables. Durante algunos años se intentó una reconciliación, pero las fuerzas internas de la mayor parte de los estados alemanes se habían decantado ya por la autonomía frente al Imperio; con esto se habían unido los intereses confesionales a los políticos, una mezcla que sangrará Europa durante decenas de años.

En la nueva doctrina luterana, el poder del Papa fue sustituido por el príncipe gobernante de cada territorio, con la consiguiente atracción de muchos señores feudales hacia esta nueva confesión que les garantizaba un nuevo poder antes en manos de la iglesia romana, surgen así las iglesias evangélicas territoriales.

Sin embargo, en las capas bajas y desfavorecidas tuvo todavía más arraigo, pues la nueva doctrina tenía grandes consecuencias sociales y políticas en una población, en su mayoría, apartada de los derechos fundamentales de libertad y dignidad.

Los principales fundamentos del luteranismo, y sus infinidades de corrientes y sectas, fueron la base ideológica-teológica de gran cantidad de movimientos sociales y revueltas durante los siglos XVI y XVII. Destacan dos conceptos que tendrán un efecto revolucionario posteriormente: la proclamación del “sacerdocio universal”, por lo que todo cristiano es a la vez sacerdote, eliminando así la “intermediación” de la jerarquía eclesiástica entre Dios y el hombre, y la “libertad interior” del cristiano, por lo que puede interpretar libremente la Biblia, con todas sus consecuencias de justicia social.

La Rebelión de los Caballeros (1522-23)

En estos nuevos tiempos, la casta de los Caballeros o pequeña nobleza estaba en decadencia, su antiguo poder militar se derrumbaba entre los siempre poderosos grandes señores feudales (también llamados Príncipes) y las emergentes ciudades libres, lo que les suponía un pobre porvenir, tanto en lo económico como en lo político.

Así, la pequeña nobleza y caballería alemana, liderada por Von Sickingen, se acercaron al luteranismo como única forma de no desaparecer. Como otros grupos, entendían estas nuevas ideas a su modo, con un nuevo concepto de libertad y, sobre todo, un ataque directo a la jerarquía eclesiástica al grito de “matar a los gordos curas”. En el verano de 1522 se organizó un ejército que intentó conquistar la ciudad de Tréveris, gobernada por un rico arzobispo, y además, también príncipe elector.

Si bien había un gran componente ideológico evangelista, la principal razón de esta guerra era apropiarse de las posesiones de la Iglesia, con lo que poder reforzar su base económica y así poder llegar a ser considerados también príncipes. Sin embargo, su descontrol asustó por igual a los príncipes eclesiásticos como a los seglares (evangélicos y católicos).

El gobierno imperial reaccionó rápidamente organizando la Liga Suaba, una unión de los territorios del sur de Alemania con las ciudades libres que arrasó este movimiento, que para más desgracia fue desautorizado por el propio Lutero. En la primavera de 1523, y tras el fracaso del sitio de Tréveris, Von Sickingen y sus caballeros son aniquilados en su propia fortaleza.

La guerra de los campesinos 1524-25

La fuerte represión contra los caballeros sublevados trajo consigo una contradictoria consecuencia para los príncipes, pues los primeros eran precisamente el principal bastión de control de los campesinos a través de su poder militar. Fue este debilitamiento una de las principales causas de la sublevación, aunque no la única. Los efectos sociales de las teorías luteranas fueron decisivos en la formación de una base ideológica del olvidado y repudiado mundo campesino.

Ya a finales de la Edad Media hubo importantes revueltas campesinas, sobre todo en Alemania, con reivindicaciones económicas puntuales. Sin embargo, sorprende en la revuelta de 1524 el predominio del descontento político frente al económico.

Fueron precisamente los campesinos acomodados los más violentos en sus peticiones de derechos políticos e igualdades. A ellos también se unieron una parte de la pequeña nobleza y algunos miembros de la emergente burguesía y artesanos de las ciudades, es decir, todas las capas sociales marginadas por la aristocracia.

En 1524 empiezan las primeras sublevaciones en algunas regiones alemanas; pronto la noticia incendia la conciencia de muchos indecisos, que no hace otra cosa que expandir el fervor revolucionario campesino. Por casi todas las regiones del centro y sur alemán se levantan ejércitos que empiezan a arrasar con todo lo que se interpone en su camino. Sin embargo, el movimiento carecía de un liderazgo que diera homogeneidad a movimiento, tanto ideológico como geográfico.

Finalmente el llamado “canciller de los campesinos”, Wendelin Hipler, promulga un programa de doce puntos en donde se recogían las principales peticiones campesinas. A las reivindicaciones comunes, como la eliminación de las prestaciones gratuitas del trabajo a los señores, abolición de la servidumbre o la rebaja de los arriendos, se unieron cuestiones político-religiosas como la igualdad frente al clero y nobleza o la elección del sacerdote de cada parroquia.

Sin embargo, ni el manifiesto ni los primeros éxitos militares consiguieron dar la imagen de un movimiento unido y eficiente. El intento de convocar un parlamento campesino, que ordenase una política unitaria, llegó demasiado tarde y fracasó. Este desorden benefició a los grandes señores, que tuvieron tiempo para rehacer el ejército de la Liga Suaba que ya había aniquilado a los Caballeros.

En esta vorágine de violencia destacó un hombre por encima de todos, Thomas Müntzer, que defendía una especie de colectivismo místico. Müntzer fue un antiguo seguidor de Lutero, aunque sus ideas propias y revolucionarias pronto le separaron de los reformadores “oficiales”. Predicaba contra la Iglesia corrupta (incluidas las reformadas) y por la creación del “Reino de Dios” en la tierra, un reino en donde no hubiera diferencias de clase, propiedad privada o autoridades represoras.

Thomas Müenzer

Su odio al orden establecido quedó claro en más de una ocasión en sus promulgaciones: «Hagamos que los poderosos y los nobles se cuelguen y estrangulen con los intestinos de los clérigos, de los poderosos y de los nobles, que son quienes pisotean a los pobres, los atormentan y hacen de ellos seres desgraciados.«

Müntzer ha sido uno de los personajes más atrayentes de su época para los movimientos sociales y políticos posteriores. Se le vio como un precursor de la lucha de clases y la manera de acabar con el orden político establecido mediante la revolución colectivista.

La revuelta, sin embargo, estaba condenada. Los ejércitos de la Liga no tenían como fin el restablecimiento del status quo anterior a la rebelión, sino la completa sumisión de los campesinos a los terratenientes feudales. Además, Lutero, a quien aludían muchos de los sublevados como fuente de su inspiración, se alió finalmente a los príncipes, con los que tenía amplios intereses para expandir la reforma. Así en el escrito “ Contra las sangrientas y rapaces hordas de los campesinos”, daba libertad a los grandes señores para hacer entrar “en razón” a sus vasallos con los medios que fueran necesarios.

La represión fue brutal en todas las batallas libradas, la superioridad militar de los príncipes hicieron que en el verano de 1525 se restableciera la calma en toda la Alemania central y meridional. Decenas de miles de campesinos murieron en las batallas, mientras que unos cien mil fueron ajusticiados posteriormente, entre ellos Thomas Müntzer.

Las consecuencias de esta revuelta fueron evidentes: la estructura agraria quedará inamovible hasta el siglo XIX, manteniendo al campesinado carente de cualquier derecho político. Además, el poder de los príncipes se verá reforzado por Lutero y su declaración de “pasiva sumisión a la autoridad”.

Y así terminó la rebelión campesina más grande que se recuerda, aniquilada por los poderosos y traicionada por los que les dieron la oportunidad de reinterpretar su vida de una forma más digna, justa e igualitaria

Francisco Javier García Martínez
Francisco Javier García Martínezhttps://asambleadigital.es
Licenciado en Historia. Técnico superior en electromedicina. Activista, defensor de los DDHH y la justicia social

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