GARCÍA LASIERRA, Enrique. Capitán de la Guardia Civil. Actuó en las comarcas burgalesas de La Ribera y Lerma, considerado responsable de 700 asesinatos. El 18 de julio se trasladó a Burgos para recibir órdenes, al día siguiente regresó a Aranda del Duero, tomando el pueblo y leyendo el bando de guerra. El día 27 inició la represión en la localidad burgalesa, coincidiendo con la llegada de guardias civiles de Burgos y una veintena de falangistas al mando de Carlos Miralles. Cuando marchó de Aranda dejó en su lugar a un «digno» sucesor, el teniente de la Guardia Civil Celestino Blanco Juarros.
Sobre García Lasierra dice el investigador de la ARMH de Burgos, José Ignacio Casado: Este hombre era un auténtico sicópata que llevó su fama de sanguinario durante toda su vida.
En 2014, Teófilo Goldaracena Rodríguez, del que sus dos abuelos fueron fusilados, presentó una denuncia contra la Guardia Civil por crímenes de lesa humanidad, aduciendo entre sus argumentos que García Lasierra había sido ascendido tras la matanza que llevó a cabo en Aranda de Duero y otras localidades burgalesas.
Nombrado hijo adoptivo de Aranda de Duero, a día de hoy, que nosotros sepamos, aún no se le ha retirado el título. Una vergüenza.
HERNÁNDEZ COMES, Raimundo. Teniente coronel del Ejército, comandante militar de Zamora, y desde el golpe gobernador civil. Participó en la trama del golpe en Zamora. Con anterioridad, en 1935, había participado en varios consejos de guerra contra los mineros asturianos.
Durante su mandato más de mil personas fueron asesinadas en Zamora y provincia, solamente setenta de ellas tras ser condenados en un consejo de guerra. Hernández Gómez se encargaba de nombrar a los delegados gubernativos encargados del orden público en las distintas localidades de la provincia; entre sus atribuciones: detener a los individuos de dicha localidad que se hubieran destacado por extremistas y contrarios al Movimiento, llevando la orden de que todas aquellas personas que hubieran tomado armas en contra de la Guardia Civil o fuerza armada fueran dejados muertos en el cementerio de la referida localidad.[1]
Una forma de sentenciar a muerte era firmar el traslado del preso a otro lugar. Entre estos traslados estuvo el de Amparo Barayón –esposa de Ramón J. Sender-, orden que entregó a Martín Mariscal y al falangista Juan Luis Rodríguez. En estas órdenes especificaba claramente a quién debía entregarse al preso. La firma del traslado era la condena a muerte.
La periodista Irene Gómez publicó el 16 de junio de 1013 en El Correo de Zamora, un artículo en el que afirmaba que Hernández Comes tenía en Gregorio Martín Mariscal Hernando «Sargento Veneno», el aliado perfecto para cumplir las órdenes de terror y violencia[2].
El 9 de febrero de 1937 fue destituido. Entre otras razones, se le acusaba de haber ordenado la muerte de personas de «izquierdismo más tibio». Fue denunciado por familias de la derecha liberal, como José Andreu Castro –amigo del general Cabanellas-, o José María Cid –su cuñado era ayudante de Franco-. En la denuncia decían de él que era un hombre bilioso dominado por el rencor, de haberse valido de su cargo para satisfacer venganzas y odios personales, y de que ordenó fuesen eliminados algunos enemigos suyos cuyo izquierdismo era tibio.
Ángel Espias Bermúdez escribió en sus memorias: Las autoridades militares, civiles y eclesiásticas convertían el genocidio autorizado por el Gobernador Civil, Teniente Coronel de Infantería, Raimundo Hernández Gómez [sic], quién no hacía más que cumplimentar órdenes de los insurrectos iniciadores de la guerra civil[3]
MARISCAL HERNANDO, Gregorio Martín. Sargento de las milicias de Falange; era conocido como «Sargento Veneno». Cartero de profesión, participó en innumerables sacas.
Cometió todo tipo de atrocidades; asesinatos, torturas, saqueos, incluso con gente que estaba a favor de la sublevación. Siempre iba acompañado de una banda de falangistas. Se vanagloriaba de sus «hazañas» dando discurso por los barrios zamoranos. En el que dio en el barrio de San Lázaro a mediados de agosto de 1936 afirmó estar dispuesto a ser el cirujano que arranque la carroña para purificar y dar vida al cuerpo social.
En El Piñero, en la madrugaba del 20 de julio de 1936 asesinó a nueve vecinos, a otro lo torturó hasta la muerte. A Villalpando llegó en compañía de Luis Varela, Julio Gómez, Carlos Gómez y el requeté Domingo Gámez. Una vez en el pueblo detuvieron a varias personas que llevaban anotadas en una lista; los separaron en dos grupos, a uno lo llevaron a las tapias del cementerio donde los fusilaron; al otro grupo lo trasladaron a Zamora para darles muerte.
El 11 de octubre de 1936 fue uno de los que asesinó a Amparo Barayón, junto a otras dos mujeres; Juliana Luis García y Antonia Blanco Luis.
Mariscal cayó en desgracia ya que entre sus represaliados había habido personas afectas al Movimiento, y por haberse quedado con parte de lo que saqueaba para su propio beneficio. El 16 de noviembre de 1936 fue trasladado a una oficina de Correos en Toledo, y en 1939 a la oficina de Correos del madrileño barrio de Chamberí. La maestra Pilar Fidalgo, casada con el funcionario de Correos de Benavente, José Almoina Mateos, calificó a Mariscal y a Segundo Viloria como sicópatas.
Se creó la leyenda de que Mariscal fue asesinado por la familia de una de sus víctimas; la realidad es que murió por un cáncer de estómago en 1951.
MARTÍN VELOZ, Diego. Clásico terrateniente, Martín Veloz es un personaje ciertamente curioso, y con una trayectoria vital bastante ajetreada. Nacido en Cuba en 1976, con tan sólo 17 años se alistó como voluntario en las tropas españolas que combatían a los insurgentes cubanos. De esta forma fue como entabló amistad con militares españoles que posteriormente tendrían un protagonismo esencial en la guerra civil.
En 1906 era el «encargado de seguridad» de un local llamado El Club de Billares, de Santander. En esta local tuvo varios altercados, como el sucedido con Teodorico Ruiz «El Piloto», que acabó a tiros, siendo mortalmente herido Ruiz[4]. Durante un tiempo estuvo ejerciendo como verdadero matón de casino[5]; otros locales que «protegía» eran el Sporting Club y el Café Cántabro[6]; su «protección» tenía como precio el 10% de los beneficios del local. Del juicio celebrado por el tiroteo con Teodorico Ruiz, salió impune, parece ser que gracias a las gestiones realizadas por sus amigos militares. Tras su absolución se trasladó a Salamanca.
Durante la dictadura de Primo de Rivera fue un personaje bastante influyente, Ocupó escaño de diputado en Cortes los años 1919, 1920 y 1923. En este período es cuando fundó el periódico La Voz de Castilla. Martín Veloz no era raro que se presentara en el Congreso totalmente ebrio, y que, en más de una ocasión quisiera resolver sus cuestiones a tiros. En una ocasión llamó hijo de puta al diputado católico Mirat, que lo había derrotado por la circunscripción de Salamanca; Mirat le abofeteó y Martín Veloz, ni corto ni perezoso sacó una pistola con el fin de pegarle un tiro; la rápida intervención de Indalecio Prieto que se le echó encima evito males mayores; aunque es cierto que Martín Veloz llegó a disparar pero afortunadamente el arma se encasquillo.
Martín Veloz se vio envuelto en varios tiroteos, como hemos comprobado. En alguno de ellos salió malparado, como en el ocurrido en el Casino de Salamanca, donde fue herido por José Núñez Alegría, al creer éste que iba a disparar contra su padre con el que estaba teniendo una acalorada discusión. Con Indalecio Prieto y Miguel de Unamuno también tuvo serios enfrentamientos; de hecho a uno de sus burros le puso el nombre del ilustre académico.
Martín Veloz, del que dice Paul Preston: Este personaje imponente, por no decir goliárdico, era conocido por sus voraces apetitos, tanto gastronómicos como sexuales[7], hizo su fortuna con temas relacionados con la prostitución y el juego, convirtiéndose en uno de los hombres más ricos de Salamanca[8]. Dilapidó su fortuna, en gastos principescos, como en las juergas que organizaba en finca Cañadilla, situada en Villaverde Guareña. A estas fiestas solían acudir personajes como Queipo de Llano, Miguel Primo de Rivera, el general Goded o Gonzalo de Aguilera.
El periodista Venegas, que fue director de La Voz de Castilla, decía respecto a sus inmensos gastos: Su relación con los militares le costaba mucho dinero. Generoso siempre, cuando se trataba de militares no tenía límites. Había salvado a muchos capitanes cajeros que se gastaron los fondos, dándoles lo que habían tomado de las cajas[9]
Declarado antirrepublicano, fue encarcelado por su participación en la Sanjurjada. Una vez iniciada la guerra, se puso al frente de un grupo de falangistas que sembró el terror en la comarca de La Armuña. Triste recuerdo tienen de Martín Veloz en Cantalpino, 23 muertos, saqueos, violaciones; Villoruela, Babilafuente, El Pedroso, La Orbada, Cantalpino, y Villoria.
Nombrado presidente de la Diputación de Salamanca, el 28 de julio de 1936, solamente duró en el cargo un mes. Al parecer los motivos de su destitución fueron el proponer el Bosque de la Orbada como lugar para enterrar los cuerpos de los fusilados; y haber ayudado a pasar la frontera a personas que corrían peligro. Al parecer ayudó a escapar al republicano José Delgado Romero, amigo personal suyo, a Filiberto Villalobos, o al socialista Manuel Frutos. Quizás habría que preguntarse a cambió de que les prestó su ayuda.
Gil Robles le dedicó unas líneas en su obra No fue posible la paz: Los primeros ecos de la violencia me llegaron a Portugal, pocos días después de mi llegada, cuando me llamó por teléfono desde Salamanca el tristemente famoso Diego Martín Veloz, preguntándome si podía facilitarle armas «para hacer limpieza a fondo». Le contesté como se merecía y le colgué el teléfono[10]. Viniendo de donde viene, es difícil creer que Gil Robles tuviera esa reacción.
MORAL Y PÉREZ ALOE, Joaquín del. Abogado y antiguo miembro del Partido Federal republicano. Su rencor hacia la República venía provocado porque nunca había conseguido como diputado. A partir de ahí comenzó a escribir diatribas e insultos contra la República y los republicanos. A Indalecio Prieto le llamaba «el plutócrata», a Azaña «el covachuelista», a Francesc Maciá «el avichucho paranoico». Autor de varias obras de marcado carácter antirrepublicano.
En una conversación con el teniente coronel Marcelino Gavilán Almuzara, recién nombrado gobernador provincial de Burgos, le dijo: hay que echar al carajo toda esa monserga de Derechos del Hombre, Humanitarismo, Filantropía y demás tópicos masónicos. Posiblemente dijera esta frase para intentar encubrir sus anteriores devaneos con la masonería. Luego siguieron hablando de que había que exterminar a los tranviarios, policías, telegrafistas y porteros de Madrid.
Del Moral se encargó de elaborar las listas de las personas que debían ser detenidas en Burgos, y de los que tenían que ser sacados de la cárcel para ser asesinados. El falangista Maximiliano García Venero hablaba de su saña inhumana; y el secretario personal de Mola no dudó en calificarlo de sanguinario.
A tal punto llegaba su crueldad que el general Cabanellas elevó una protesta ante Franco: Protesta que no sirvió absolutamente para nada, al contrario fue nombrado Inspector Delegado de Presidios y Presos el 1 de noviembre de 1936.
Intentando congraciarse con el general Cabanellas le escribió una carta; el general le comentó a su hijo: He contestado que lamento conocerlo, que no ha hecho más que daño, que supe con asco su afán de ser fusilamientos, que disfrutaba haciendo derramar lágrimas y que lo tenía por un miserable[11].
REDONDO ORTEGA, Andrés. Hermano mayor de Onésimo Redondo. Tras la muerte de su hermano fue nombrado jefe de Falange de Castilla la Vieja. Miembro de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNdP); junto a su hermano fundó las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica (ACAH).
Junto a los falangistas a sus órdenes dirigió una feroz represión contras los leales a la República en la provincia de Valladolid. Organizaba sus partidas desde su cuartel general, instalado en la Academia de Caballería de Valladolid; todo ello con el visto bueno del general Saliquet. También dejó su huella en Salamanca.
En un discurso radiofónico dado el 19 de julio, dijo: Estamos entregados totalmente a la guerra y ya no habrá paz mientras el triunfo no sea completado. Para nosotros todo reparo y todo freno esta desechado. Ya no hay parientes, ya no hay hijos, ni esposa, ni padres, solo está la Patria[12].
Tras una fuerte discusión que tuvo con Miguel Hedilla, fue cesado de su cargo a finales de 1936. Le sustituyó Dionisio Ridruejo, ratificado en el puesto el 8 de enero de 1937.
VILORIA GÓMEZ-VILLABOA, Segundo. Abogado y miembro de la guardia nocturna de la Diputación de Zamora, que posteriormente se incorporó a la 2ª Línea de Falange.
Miembro de una familia acomodada; su imagen aún es recordada en Zamora como uno de los peores represores que tuvo la ciudad. Era uno de los encargados de recoger a los presos desde la cárcel para su «traslado». Por citar un ejemplo; el gobernador civil Hernández Comes, ordenó que Eleuterio Román García[13], le fuera entregado personalmente para su traslado a la prisión de Besmillo; nunca llegó a ella. Participó en los asesinatos llevados a cabo en Villalpando.
Participó activamente en el asesinato de Amparo Barayón, la causa que Amparo le había rechazado como pretendiente tiempo atrás. Viloria. Miguel A. Mateos, cronista oficial de Zamora, dice de Viloria que es digno de un estudio siquiátrico. De hecho parece que cuando murió padecía una enfermedad mental.
Bibliografía reseñada en el capítulo
GIL ROBLES, José María (1978): No fue posible la paz, Barcelona.
INFANTE, Javier (2007): Sables y naipes: Diego Martín Veloz (1875-1938) De cómo un matón de casino se convirtió en caudillo rural, en Ricardo Robledo (ed.) Esta salvaje pesadilla. Salamanca en la guerra civil española, Barcelona, pp. 263-279.
PRESTON, Paul (2011): El holocausto español, Barcelona.
RUIZ GONZÁLEZ, Cándido (2011): La comarca de Toro en la II República y el primer franquismo. TESIS DOCTORAL, Salamanca.
[1] Estas atribuciones están en el informa del juez de Villalpando, Juan Esteban Romera.
[2] Idea compartida por el historiador Manuel González Hernández.
[3] Tomado de Ruiz González: 379.
[4] Ver Infante: pp. 263-179.
[5] El profesor Infante lo califica de matón de casino y caudillo rural.
[6] También ejerció de «protector» en Madrid, donde se presentaba como Martinillo el del Colonial.
[7] Preston, 2011: 159-160.
[8] En 1919 era el mayor contribuyente de Salamanca.
[9] Tomado de Infante: 269.
[10] Gil Robles: nota 47, p. 796.
[11] Tomado de Preston, 2011: 280-281.
[12] Tomado de Preston, 2011: 266.
[13] Había sido alcalde republicano de Villaveza del Agua.