Como hemos mencionado anteriormente la columna dirigida por Yagüe se dividía a su vez en varias columnas, la comandada por Castejón, que hemos visto en el capítulo anterior, y las dirigidas por el teniente coronel Carlos Asensio Cabanillas; el teniente coronel Heli Rolando de Tella; y el teniente coronel Francisco Serrano Delgado. Pasemos a saber algo más de estos personajes.
ASENSIO CABANILLAS, Carlos; tomó parte en la ocupación de varias poblaciones extremeñas; Mérida, Monesterio, Fuente de Cantos, Almendralejo, Villafranca de los Barros, Fuentes del Maestre, entre otras.
Para la toma de Mérida, Franco ordenó que se unificaran las columnas de Castejón y Asensio, quedando este último al mando. Estas columnas tendrían como refuerzo la de Heli Rolando de Tella. El 11 de agosto de 1936 se produce el asalto a la ciudad. Una vez tomada la ciudad, y llevados a cabo los primeros asesinatos, dejó encargado a Manuel Gómez Cantos que continuara con la represión. En Mérida se asesinó a 618 personas.
En Fuente de Cantos, 56 derechistas habían sido encerrados en la iglesia, al ver que el pueblo iba a ser tomado por los sublevados, los milicianos prendieron fuego a la iglesia, con el resultado de 12 muertos: ocho carbonizados, tres por disparos y uno que se arrojó a un pozo. La venganza fue atroz, se asesinó a 325 personas, es decir 25 habitantes del pueblo por cada uno de los derechistas muertos.
En Fuentes del Maestre, Santiago Ramírez Chaves fue testigo de la represión: […] los fusilamientos comenzaron casi de inmediato, siendo incluso a diario. Casi con exactitud se fusilaron a 310 personas, según el recuento que solíamos llevar en el taller […] Un día fueron tan numerosos que aparte del camión que los llevaba iban otros muchos atados andando. Normalmente solían cargarse de 10 a 12 personas, ese día hasta 24[1].
En Villafranca de los Barros, al poco de tomar el pueblo se detuvo a cientos de personas, 56 de ellas fueron conducidos atados de dos en dos por el centro del pueblo hasta el cementerio, donde fueron fusilados. Un informe municipal –posiblemente escrito por el alcalde del pueblo, Diego García Cortés, da fe del hecho: El capitán Menéndez formó el primer consejo de guerra, que empezó rápidamente a funcionar. El capitán Fuentes con varios números del Tercio, Regulares y falangistas [empezaron] a limpiar el pueblo de lo que había quedado de tojo en aquél. Aquella tarde, la justicia militar, rápida, inexorable, descargaba su mano sobre 56 delincuentes. Primeros que sufrieron la justicia de esta ciudad[2]. Al menos 263 personas fueron asesinadas en esta localidad pacense.
Almendralejo opuso una fuerte resistencia a los sublevados. Los milicianos habían encerrado a unos derechistas en un edificio, amenazando con incendiarlo si continuaban bombardeando el pueblo por tierra y por aire; como los bombardeos no cesaron, cumplieron su amenaza y 28 personas murieron dentro del edificio donde habían sido encerrados. Cuando Asensio tomó el pueblo –con la ayuda de la columna de Castejón- incendió la iglesia de la Purificación con azufre y paja para obligar a salir de ellas a las cuarenta personas que se habían refugiado en su interior. Como no salían ordenó bombardear la iglesia, ordenando posteriormente quemar lo que quedaba de ella. Las 40 personas que se encontraban en el edificio murieron.
Si en todas las poblaciones el terror implantado fue atroz, este aumentaba, si ello era posible en aquellos pueblos que habían ofrecido resistencia a los sublevados. Este fue el caso de Almendralejo. Se calcula que asesinaron a más de 1000 personas, entre ellas cien mujeres.
Como todos los secuaces de Franco, la carrera de Asensio fue un cúmulo de cargos y honores; logró ascensos hasta obtener el grado de teniente general; fue ministro del Ejército, Alto Comisario en Marruecos, Consejero Nacional de Falange y Jefe de la Casa Militar de Franco. Fue uno de los encausados por Garzón en su instrucción sobre los crímenes del franquismo.
ROLANDO DE TELLA, Heli[3] , otro africanista, de esos que el historiador y coronel de Caballería Carlos Blanco Escolá, califica de esos ególatras sin escrúpulos acostumbrados a hacer valer sus intereses por encima de todo, esos intransigentes pretorianistas forjados en el especial clima de violencia de la guerra sucia marroquí, que de inmediato empezaron a conspirar, apoyados por los partidos conservadores que había salido derrotados en las elecciones.
Sus deseos golpistas venían de lejos. Ya participó activamente en la Sanjurjada, siendo condenado por ello y pasando por varias cárceles: La Coruña, Madrid, Guadalajara y Villa Cisneros, siendo amnistiado por el gobierno de Lerroux en 1934.
Desde el principio estuvo relacionado con la represión. Fue uno de los que firmó la pena de muerte del capitán Julio Casado Escudero –el héroe de Igueriben-[4], por negarse a secundar el golpe. En una ocasión dijo: ¡Los jefes rojos! No ha de quedar uno, ni uno. Se creen que van a escapar; con los que hemos dejado atrás de los nuestros, de los muertos nuestros[5]
Aunque fue ascendido a general de Brigada en 1938 su trayectoria posterior en el Ejército no fue muy positiva. En 1943 fue separado del servicio y retirados todos sus honores militares como consecuencia de una denuncia que presentó contra él, el que fue gobernador civil de Lugo y jefe provincial de Falange, Ramón Ferreiro Rodríguez. Al parecer la causa de la denuncia fue porque mientras Rolando de Tella ocupó el cargo de gobernador militar de Lugo (1941-23 de enero de 1942), utilizaba vehículos y personal militar en su fábrica de harinas La Conchita y en la reconstrucción de su pazo –Pazo de Adai-. Pero según el historiador Paul Preston el verdadero motivo fue que apoyaba la restauración de la monarquía en la persona de Juan de Borbón.
DELGADO SERRANO, Francisco, desde el inicio integrado en la sublevación; él fue el que tomo la Base de Hidroaviones del Atalayón en Melilla. Integrado en la Columna de la Muerte, por allí por donde pasó dejó impronta de su crueldad. En Azuaga fueron asesinados 300 personas; en Santa Marta, más de cien, lo que suponía el 2% de la población; en Arenas de San Pedro también dejó recuerdo de su crueldad, como con su participación en la masacre llevada a cabo en Fuente del Maestre, donde se asesinó a 300 vecinos, entre ellos veinte mujeres.
VARELA IGLESIAS, José Enrique, de él decía el general Latorre, que su mayor característica era su incapacidad profesional y técnica[6]. Ascendido a teniente coronel tras el desembarco en Alhucemas, participó en la Sanjurjada siendo encarcelado por ello. Amnistiado por Lerroux, éste no se contentó con sacarle de la cárcel, sino que, además, lo ascendió a general en 1935. Implicado totalmente en el complot que desembocaría en el 18 de julio, fue nuevamente detenido en marzo de 1936 y encarcelado en el castillo de Santa Catalina, de donde fue liberado por López Pinto el 18 de julio de 1936.
Según Paul Preston fue fundamental en la represión que se llevó a cabo en Andalucía tras el golpe.
Convencido carlista; según Paul Preston fue fundamental en la represión que se llevó a cabo en Andalucía tras el golpe. El 24 de septiembre de 1936 se hizo cargo de la Columna Madrid; al día siguiente hizo fusilar a 100 personas en Bargas (Toledo); entre los días 27, 28 y 29 de septiembre se fusiló en Toledo a 1000 personas[7]
Varias poblaciones andaluzas sufrieron sus despiadadas actuaciones. El 6 de agosto de 1936, pasó por Montilla (Córdoba), camino de Castro del Río se llevó a 40 vecinos, que ordenó fusilar cuando llegaron a esta población. Manuel León Fernández, que era miembro de la columna que mandaba Varela, recordaba el hecho: El día 6 de agosto, cuando salimos de Montilla en dirección a Castro del Río, le entregaron a Varela una cuerda de 40 0 50 presos de la cárcel de Montilla. Al llegar a Castro, mientras hacíamos el ataque los tuvieron todo el día a pleno sol, custodiados por la Guardia Civil. En un momento en que yo pasé con una cantimplora de agua, los presos, con voz lastimera, murmuraban ¡Agua! ¡Agua!. Yo me acerqué instintivamente y les di de beber. El guardia me dijo: No te molestes…, para lo que les ha de servir! Cuando por la noche estábamos descansando junto a las piezas de artillería, se oyeron las descargas. Me incorporé y pude observar como remataban a toda la cuerda de presos traídos de Montilla[8]. También estuvo implicado en la matanza que se llevó a cabo en Lucena.
En sus memorias Varela reconoció que había ordenado fusilar in situ a 4000 prisioneros. En causado por el juez Garzón, el «insigne» general no le hacía ascos a los sobornos. A través de Juan March recibió dos millones de dólares de los británicos para que convenciera a Franco de no aliarse con los nazis en la II Guerra Mundial.
BEN MIZZIAN, Mohammed. Para terminar estos capítulos dedicados a la Columna de la Muerte, hablaremos de uno de los personajes más sanguinarios y crueles que participó en la guerra civil española; nos referimos al marroquí Mohammed Ben Mizzian, que llegó a teniente general del ejército español y a mariscal del marroquí.
Al iniciarse la guerra estaba destinado en el II Tabor de Regulares nº 5. Implicado desde el inicio de la conspiración, llegó a dirigir la 1ª División de Navarra. También ocupó durante un tiempo el cargo de Capitán General de Galicia.
El periodista John Whitaker publicó en la revista Foreign Allains, todos los crímenes de guerra que cometió. Las tropas a su mando cometieron cientos de asesinatos, violaciones, saqueos, y todo tipo de tropelías; por ejemplo el asesinato de 200 heridos que estaban en el hospital San Juan Bautista de Toledo, lanzándoles granadas de mano. Estas mismas tropas sacaron de la maternidad de Toledo a veinte mujeres embarazadas y las fusilaron en las tapias del cementerio.
John T. Whitaker escribió sobre su actuación en la capital toledana: Los hombres que mandaban a los moros nunca negaron que éstos hubieran matado a los heridos que se encontraban en el hospital republicano [Tavera]. Alardeaban de las granadas que lanzaron entre los 200 heridos indefensos[9]
Recalcitrante misógino, creó en Navalcarnero un burdel con mujeres traídas de Marruecos y mujeres españolas que el propio Mizzian había «cazado». Ben Mizzian prometía a sus tropas moras, mujeres blancas si tomaban Madrid. Ejemplo de esto lo dejaron periodistas que fueron testigos de las atrocidades cometidas por sus tropas con las mujeres.
Whitaker narra un encuentro que tuvo con este despiadado asesino: Me encontraba con este militar moro en el cruce de carreteras de Navalcarnero en el otoño de 1936, cuando dos muchachas españolas, que parecían no haber cumplido aún los veinte años, fueron conducidas ante él. A una se le encontró un carné sindical; la otra, de Valencia, afirmó no tener convicciones políticas. Mizzian las llevó a un pequeño edificio que había sido la escuela del pueblo, donde descansaban unos cuarenta moros (…) Se escuchó un ululante grito salido de las gargantas de la tropa. Asistí a la escena horrorizado e inútilmente indignado. Mizzian sonrió afectadamente cuando le protesté, diciéndome: ¡Oh, no vivirán más de cuatro horas!
No fue solo Whitaker el que dejó noticias del trato que daba Mizzian a las mujeres; también lo hicieron Noel Monks, corresponsal del Daily Express, y Edmond Taylor, del Chicago Tribune. El primero escribió: lo raro es que las tropas nacionales con las que me encontraba […] se jactaban abiertamente de sus tropelías tras arrebatarles el poder a los rojos. Pero no eran «heroicidades». Ah, no, señor. Ni siquiera el hecho de que encerraran a una muchacha miliciana en una habitación con 20 hombres. No señor. Era una simple diversión. Por su parte Taylor contó que cerca de Santa Olalla encerraron a una muchacha en una habitación con cincuenta moros.
El jesuita Alberto Risco describía el paso de los hombres de Ben Mizzian por los barrios toledanos: Con el aliento de la venganza de Dios sobre las puntas de sus machetes, persiguen, destrozan, matan… Y embriagados ya con la sangre, la columna avanza[10]
De sus salvajes actuaciones se acuerdan en Talavera de la Reina y en las poblaciones catalanas de Batea, Pinell de Brai o Gandera, entre otras.
En 2006 su hija inauguró un museo en memoria de su padre, a la inauguración asistieron el embajador español en Marruecos, Luis Planas, el teniente general Rafael Barbudo .segundo jefe del Estado Mayor-, y el general Vicente Díaz de Villegas, comandante general de Melilla. Y no se les cayó la cara de vergüenza. ¿Cómo es posible que el entonces presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero permitiera este insulto a todas las víctimas de Ben Mizzian?
Bibliografía reseñada en el capítulo
CLARET, Jaume (ed.) (2019): Ganar la guerra. Perder la paz. Memorias del general Latorre Roca, Barcelona.
ESPINOSA MAESTRE, Francisco (2003): La columna de la muerte, Barcelona
MORENO GÓMEZ, Francisco (2008): 1936: el genocidio franquista en Córdoba, Barcelona.
PRESTON, Paul (2011): El holocausto español, Barcelona.
REIG TAPIA, Alberto (1983): La represión franquista y la guerra civil…, Tesis Doctoral, Madrid, disponible en https://eprints.ucm.es/id/eprint/52927/
[1] Tomado de Espinosa, 2008: 157.
[2] Tomado de Espinosa, 2008: 33-34.
[3] Su verdadero nombre era Heliodoro Rolando Tella Campos.
[4] Durante la guerra de Marruecos en Igueriben las tropas españolas resistieron los duros ataques de los rifeños durante unas horas para posibilitar el repliegue de las tropas, dentro del conocido como Desastre de Annual.
[5] Tomado de Reig Tapia: 230
[6] Ver Claret: 79.
[7] Ver Moreno, 2009: 127.
[8] Tomado de Moreno, 2009: 250.
[9] Tomado de Preston, 2011: 453.
[10] Tomado de Preston, 2011: 452.