Hace unos cuantos años, haciendo un estudio de la Alemania Nazi me encontré en la ENCICLOPEDIA LAROUSSE, Edición de 1995, una muy interesante información sobre la economía del Tercer Reich, que copié íntegramente para un trabajo. Creo que, en estos momentos actuales, cuando la economía neoclásica intenta hacernos creer que socialismo es sinónimo de estatalización, y que Hitler es tan socialista como Marx -eso dicen estos «revisionistas históricos»-, la verdad ha de ser reivindicada para combatir de verdad tanto a sus absurdos razonamientos como a sus demenciales «refutaciones» «científicas».
Este texto es importante para desacreditar a los revisionistas económicos neoliberales que equiparan fascismo y nazismo con comunismo, y meten al mismo saco económico tanto a los rojos como a los nazis. Aquí se demuestra la lógica capitalista e imperialista de la economía nacionalsocialista.
La política económica del Estado nacionalsocialista tuvo como objetivo prioritario la protección y el fomento del Gran capital monopolista, y así se manifestó en la mayoría de sus medidas políticas.
En este sentido pueden distinguirse dos tipos de medidas: las destinadas a la obtención de mercados para el capital en el interior del país y las tendentes a obtenerlos fuera (política de comercio exterior y economía de guerra). El problema central con que se enfrentaba la economía alemana estribaba en las limitaciones de su mercado interior; ello obligó al capital monopolista alemán a orientar sus perspectivas hacia el exterior, las cuales culminaron con la Segunda Guerra Mundial (hay que destacar que cuando el Partido Nacionalsocialista llegó al poder en Alemania, la situación económica del país podía resumirse de la siguiente forma: 6 millones de parados y, en relación con 1929, un descenso del 35% en los salarios nominales, del 40% en los precios agrícolas y del 35% en los precios industriales al por mayor. A pesar de estos índices, Alemania continuaba considerándose la segunda potencia mundial).
La intervención del estado en la economía quedó relegada de hecho a aquellos campos que los grandes monopolios desatendían. En el interior de la empresa los derechos de los capitalistas en lo referente a la organización material de la producción no fueron alterados, mientras que los derechos de los trabajadores fueron mermados con la disolución de los sindicatos y la creación del Frente Alemán del Trabajo. En las relaciones de las empresas con el resto de la economía las medidas fueron más diversas según los campos:
- Absoluta libertad de despido.
2. Libertad para la compra de maquinaria y materias primas, si bien sujeta a cierto número de limitaciones causadas por el proteccionismo, la utilización prioritaria de las materias primas en la industria de guerra y la prohibición de incrementar los precios (medidas derivadas de la concepción de la crisis económica como un fenómeno esencialmente monetario).
3. Libertad para la instalación de industrias, su compra y su venta.
4. Numerosas limitaciones a las inversiones, provocadas tanto para impedir el desarrollo de la competencia como con el fin de preservar los beneficios de los carteles en un momento de crisis. La limitación de las inversiones tuvo su expresión oficial en la Ley de 15 de Julio de 1933, llamada «de los carteles obligatorios», con lo cual los Konzerns consiguieron obligar a los empresarios independientes a integrarse en los cárteles existentes o en los de nueva creación. Al mismo tiempo, el estado creó konzerns tanto con el objeto de suplantar a la iniciativa privada allí donde ésta no veía posibilidades de beneficio, como de preparar al país para la economía de guerra. Entre los Konzernes estatales más importantes destacaron Brabag, fundado en 1934 para la fabricación de gasolina partiendo del lignito, en el que fueron obligadas a participar todas las empresas del sector, y Kontinental Öl A.G.
5. Fijación de precios de venta, con el objeto de evitar la baja de los beneficios y frenar la inflación que impediría la creación de una sólida economía de guerra.
6. Libertad absoluta de las empresas en lo referente a sus relaciones financieras. La intervención a favor de los intereses del gran capital quedó reforzada por la reprivatización de empresas que habían pasado a control estatal y que volvían a ser empresas rentables por la venta de la gran mayoría de las acciones bancarias compradas por el estado a raíz del «crack» financiero y por el desarrollo del sector público en aquellos sectores necesarios para la economía de guerra.
Resumiendo, la economía nazi es capitalista imperialista 100% con intervención del estado en favor del gran capital monopolista y orientada a la guerra. Ni Keynesianismo, ni socialismo, ni pajas mentales propias del que «tu y yo lo sabíamos».
Hay muchísimos Estados que intervienen más o menos en la economía, que no son liberales, pero que desde luego su intervencionismo no es de tipo socializante. Es más, un Estado capitalista no tiene por qué estar comandado por liberales confesos. El Estado absolutista ya era capitalista, el Estado fascista es capitalista e imperialista, el Reich de Guillermo I y Bismarck no era liberal pero sí imperialista y capitalista, al igual que todas las potencias que lucharon en la Primera Guerra Mundial. Resumiendo, no es necesario ser liberal para ser capitalista, pero sí es necesario ser capitalista para ser liberal.
Hay muchas formas de capitalismo, y el capitalismo monopolista es una de ellas. No se crean ustedes que solo el capitalismo salvaje actual ha sido la única forma que ha habido de economía de mercado, por el amor de dios.
Así que, por favor, vayan ustedes a las fuentes históricas oficiales y no se crean ni la propaganda pseudoizquierdista -por llamarla de alguna manera a esa bazofia reaccionaria- de los neonazis y fascistas, ni a las mentiras del revisionismo ideológico neoliberal. Hay montones de libros sobre el nazismo y su economía esperando ser abiertos en las bibliotecas de medio mundo. Y algunos son libros muy antiguos.
El Baúl de los recuerdos del «socialismo» fascista y la reacción liberal
Hace poco, en un foro de internet, tras exponer lo que era la economía nazi puesta en práctica en la Alemania de los años 30, un liberal me respondió con esta frase:
«Somos socialistas, somos enemigos del sistema capitalista actual que lleva a la explotación del económicamente débil» A. Hitler
Debido a la peculiar memoria histórica de algunos que escriben por la red de vez en cuando, es conveniente que recordemos algunas de las perlas de Adolf Hitler y Benito Mussolini acerca del socialismo y de las clases sociales, mientras esos «trolls» se empeñan en hacer creer a la gente que Hitler era tan rojo como la Pasionaria y que tanto Hitler como, digamos, Angela Davis, defienden lo mismo y buscan la misma meta (sic).
Es curioso cómo los que fervientemente defienden el carácter socialista del fascismo sean tanto los liberales como los fascistas. Es una de tantas cosas que tienen ellos en común.
A diferencia de nuestro amigo liberal, las frases puestas a continuación vienen con referencia y cita, por si alguien las quiere consultar, ya que lo mejor para acabar con una falacia es aportar datos científicos. El liberal no puso referencia ninguna, ya que se limita al copypaste de una frase que leyó por internet y que pone en todos los foros y blogs que estima oportuno para combatir a los «enemigos de la libertad».
«La doctrina judía del marxismo rechaza el principio aristocrático de la naturaleza y antepone la cantidad numérica y su peso inerte al privilegio sempiterno de la fuerza y del poder»
Adolf Hitler, «Mein Kampf», página 69.
«Es necesario exterminar sin piedad a los instigadores de este linaje» (Refiriéndose al marxismo)
Adolf Hitler, «Mein Kampf», página 185.
«Ustedes, señores, están convencidos de que la economía alemana ha de levantarse sobre la idea de la propiedad privada. Pero ustedes sólo podrán sustentar en la práctica esta idea de la propiedad privada si la misma está fundamentada lógicamente de alguna forma. Esta idea ha de extraer su justificación ética de la visión de la necesidad natural… Es necesario por lo tanto fundamentar estas formas tradicionales que se han de conservar, de forma que puedan considerarse como absolutamente necesarias, lógicas y justas. Y aquí tengo que decir que la propiedad privada sólo se puede justificar en el plano ético y moral si parte del presupuesto de que las prestaciones de los individuos son distintas… Pero, admitido esto, es un disparate afirmar que en el terreno económico hay diferencias de valor, pero no así en el terreno político. Es absurdo construir la vida económica sobre la idea del rendimiento, del valor personal y, por consiguiente, en la práctica sobre la autoridad de la personalidad, y negar esta autoridad de la personalidad en el terreno político y poner en su sitio la ley de la mayoría, la democracia… En el terreno económico, el equivalente de la democracia política es el comunismo«
Discurso pronunciado por Hitler el 27 de enero de 1932 en el Düsseldorfer Industrieklub, en M. Domarus (ed.), «Hitler , Reden Und Proklamationen 1932-1945, vol. 1, Würzburg, 1962, páginas 68 y siguientes, sobre todo páginas 72 y 87.
Es curioso como estos planteamientos se parecen sobremanera a los expuestos años más tarde por el ideólogo liberal Friedrich August Von Hayek, Premio Nobel de Economía y asesor económico del fascista Augusto Pinochet -algo que los liberales intentan ocultar por todos los medios con mayor o menor fortuna-, ya que predicó que la democracia no era necesaria para la libertad económica ya que, por encima del «ideal democrático», para Hayek está el «ideal liberal» (Hayek 1959: 103 y 104). Tampoco la democracia puede ampliarse a las principales organizaciones económicas, administrativas y educacionales, pues por su naturaleza éstas son jerárquicas, y su democratización es imposible (Hayek 1959). Todo sistema democrático que no se adecué a estas exigencias se opone a un orden liberal, y se convierte en un “camino de servidumbre” a un sistema totalitario (Hayek 1944), o en una “democracia totalitaria” (Talmon 1951); y es legítimo luchar contra ella y derrocarla (Hayek 1945 y 1980). Para Hayek es preferible un autoritarismo inspirado en los verdaderos principios liberales que una democracia ilimitada, basada en atavismos primitivos como la búsqueda de la justicia social, la disminución de las desigualdades socioeconómicas, y la distribución democrática del producto (Hayek 1978).
En el modelo neoliberal, la democracia debe ser limitada, restringida y protegida. Existen principios e instituciones que no pueden ser modificados por la voluntad política mayoritaria de los ciudadanos, si la elite, o las minorías de poder, se opusieran a su modificación. Es decir, se niega el principio de mayoría y se otorga a la minoría un poder de veto. El pluralismo político debe ser restringido, excluyendo o limitando a los sectores políticos anti sistémicos; por lo tanto, es legítimo intervenir en “el mercado político”.
El modelo neoliberal contiene, explícitamente, al igual que el fascismo, una “utopía política” (Hayek 1978). Es decir, este modelo no sólo plantea una teoría radicalmente economicista y conservadora de la democracia, desde la cual realiza una crítica radical de las democracias parlamentarias, sino que ofrece un diseño político institucional irrealizable que pretende hacer real su modelo teórico. La utopía de democracia de Hayek es simple. Habría un sistema bicameral, en el cual una de las cámaras se asemejaría a los actuales parlamentos en los sistemas parlamentarios. Esta estaría formada por representantes políticos elegidos por todos los ciudadanos. Esta cámara nombraría un Primer Ministro que con su gabinete ejercería el poder ejecutivo gobernando y haciendo cumplir las leyes. Sin embargo, estos parlamentarios no tendrían ninguna función legislativa.
Esta sería tarea exclusiva de la otra cámara. Sus miembros no podrían pertenecer a un partido político, sino que serían “una muestra representativa del pueblo, si fuera posible hombres y mujeres particularmente respetados por su propiedad y sabiduría, pero no delegados que buscan cuidar los intereses de sus electores” (1978: 92). Para asegurar su independencia no serían reelegibles, y ejercerían su cargo por un largo período, por ejemplo, quince años. Todos podrían elegir mediante su voto a estos legisladores, pero sólo serían elegibles, mediante un censo, los que pertenecen a la categoría de “el hombre más exitoso de su clase” (Ibid). Este sistema podría ser considerado una modalidad de democracia censitaria (Vergara 1999). Hayek está conciente que este diseño institucional difiere de lo que se llama democracia: “sugiero que deberíamos llamar a dicho sistema demarquía, un sistema en que el demos no tendría poder bruto” (Ibid: 92).
Más cosas en común entre liberalismo y fascismo. Su autor cree que sólo los que han sido exitosos “en los asuntos ordinarios de la vida” poseen el saber necesario para legislar. Esta creencia se funda en su teoría de las masas y las elites. Los neoliberales rechazan el principio de la igualdad de los seres humanos. Creen que la mayoría está movida por atavismos primitivos y, por ello, es incapaz de comprender “las leyes abstractas que rigen la vida social”, especialmente el respeto a los contratos y al derecho de propiedad, y la capacidad de competir eficientemente. Debido a esto, “son insuficientemente civilizados”, y su capacidad de adaptación al mercado es limitada (Hayek 1978). Constituyen la mayoría de los perdedores o semi perdedores en la competencia.
En contraste, las elites están constituidas por la minoría que posee en plenitud las capacidades intelectuales y de carácter de que carecen las masas, y por ello manifiestan una excelente capacidad de adaptación al mercado que se manifiesta en su éxito económico (Hayek 1978 y Vergara 1984). En una sociedad de mercado libre las desigualdades socioeconómicas son de origen natural. Como puede verse, el saber político por excellance es el económico (Vergara 1999). Hayek cree que esta propuesta institucional aseguraría la plena realización del estado de derecho, pues la legislación que se dicte satisfaría los requisitos señalados y estimularía la competencia económica, la que producirá, necesariamente, el bienestar de todos. Asimismo, produciría la concordancia o subordinación de la política al mercado, evitando el riesgo del intervencionismo económico y de la democracia ilimitada.
Sigamos con más citas de Hitler, ese fascista pro capitalista:
«… una organización animada por el más elevado sentimiento nacional, construída sobre la idea de una autoridad absoluta de la dirección en todos los campos; a todos los niveles: el único partido que ha superado en sí mismo, sin dejar resto alguno, no sólo la idea del internacionalismo, sino también la de la democracia, que en toda su organización sólo reconoce los criterios de la responsabilidad, del orden y de la obediencia, y que introduce con ello por primera vez, en la vida política de Alemania, un organismo de millones de hombres construido de acuerdo con el principio de rendimiento»
Domarus, Opus Citatum.
«Las proporciones y el ritmo de la revalorización militar de nuestras fuerzas nunca serán lo bastante grande y lo bastante rápido. Es un error capital creer que se puede llegar a un compromiso o a un arreglo con otras necesidades vitales en estos puntos… Por consiguiente, establezco el siguiente programa: I. El Ejército Alemán tiene que estar a punto para entrar en combate en el plazo de cuatro años. II. La Economía alemana tiene que estar en condiciones de afrontar la guerra en el plazo de cuatro años»
Adolf Hitler, en «Hitlers Denkschrift Zum Vierjahresplan», editado y prolongado por W. Treue, en «Vierteljahereshefte Fur Zeitgeschichte», fascículo número 2, de 1955; la memoria fue impresa por Hofer, en las páginas 84 y siguientes, en el documento número 43.
¿Y qué hay del padre del fascismo y avatar espiritual de Hitler, el ex-socialdemócrata y posteriormente líder reaccionario Benito Mussolini ?
Otra cita de «Il Popolo D’Italia», órgano de expresión de la Italia Fascista, del 9 de octubre y del 24 de octubre de 1921 (citado según Tasca, en páginas 194 y siguientes), afirmaba:
«Nosotros nos diferenciamos inconciliablemente de todas las sectas socialistas, pues rechazamos todo internacionalismo, sea cual fuere, toda intervención del Estado en asuntos económicos».
Pero hay más:
«Decir que exista también en Italia un peligro bolchevique significa tomar por realidad algunos absurdos temores. El bolchevismo está derrotado»
Benito Mussolinni también en «Il Popolo D’Italia» del 2 de julio de 1921, citado por Tasca (página 367).
«El Imperialismo es la base de la vida de todo pueblo que tiende a extenderse económica y espiritualmente»
Benito Mussolini, «Discorsi Politici», página 64 y siguientes (citado según Tasca, página 62).
«En el campo de la política colonial es necesario reivindicar los derechos y la necesidad de la nación»
Benito Mussolini, en «Il Popolo D’Italia», del 3 de julio de 1920 (citado según Tasca, página 162).
«… afirmamos… que la verdadera historia del capitalismo empieza ahora, pues el capitalismo empieza ahora, pues el capitalismo no es únicamente un sistema de opresión, sino asimismo una selección de valores, una coordinación de jerarquías, un sentido con un desarrollo superior de las responsabilidades individuales»
Benito Mussolinni, «Scritti E Discorsi II: La Rivoluzione Fascista», citado según J. Agnoli en «Die Bürgerliche Gesellschaft Un Ihr Staat», en «Das Argument», número 41, diciembre de 1966, página 460.
«Si llego al poder, volveré la ametralladora contra los fascistas si no se someten a la cordura»
Benito Mussolini en conversación sostenida con en el verano de 1921 con los jefes del liberalismo italiano (citado según Tasca, página 177).
«La conquista de las colonias para la patria sólo será posible mediante una colaboración entre el capital y el trabajo organizado de acuerdo con el espíritu fascista»
Rossini, jefe de los sindicatos fascistas -sindicatos corporativos verticales típicos del fascismo, inspirados en los gremios medievales-, en la primavera de 1926 (citado según Slobodskoj, páginas 82 y siguientes).
«La iniciativa privada en el campo de la producción es el instrumento más eficaz y útil de la nación. El empresario es el organizador de la empresa al que sólo el Estado Fascista puede exigir responsabilidades»
Carta del Trabajo del 21 de abril de 1927 en Italia (citado en Niederer «Der Ständestaat des Faschismus», Munich-Leipzig, 1932, página 179).
Por si no quedaba claro, los padre del fascismo niegan la economía planificada en favor del capital monopolista. Si esto es socialismo, Richard Nixon era maoísta.
Algo que sí es cierto es que el NSDAP tuvo un ala de izquierda anticapitalista, encabezada por los hermanos Otto y Gregor Strasser, que, casualidad, fueron excluidos del Partido Nazi en el verano de 1930, tres años antes de que Hitler tomara el poder. Gregor Strasser fue asesinado por sicarios nazis y Otto emigró a Canadá. Por su parte, la faz anticapitalista del fascismo italiano, representada por Italo Balbo, también fue eliminada en 1923, cuando Balbo se exilió en Estados Unidos y mediante la depuración y expulsión de más de 30.000 miembros ordinarios del partido y de 2000 funcionarios del Partido, todo esto ante el temor de una «segunda Marcha Sobre Roma». Estos detalles los liberales o bien los desconocen (demostrando una vez más sus limitados conocimientos de historia, que han de ser muy nulos para ser Pío Moa y César Vida los máximos representantes del historicismo liberal español), o simplemente nos les conviene decir la verdad.
Creo que con estas citas es suficiente para contestar al «troll» liberal. Si alguien quiere saber más sobre los diferentes tipos de «socialismo» que no son socialismo, que se lea el Manifiesto Comunista, el capítulo dedicado a la «LITERATURA SOCIALISTA Y COMUNISTA«, en los que diferencian y desenmascaran claramente a los socialismos no socialistas: El socialismo reaccionario (socialismo feudal, socialismo pequeñoburgués, el socialismo alemán o «verdadero» socialismo), el socialismo burgués o conservador y el socialismo y el comunismo crítico-utópico. Un texto más serio y tremendamente adelantado a su tiempo que, casualidad, los liberales intentan silenciar.
También es recomendable «Liberalismo y Fascismo», de Kuhnl (1956).
Gracias, una vez más, a los liberales, por hacer que nos riamos tanto con ellos.