Agripina la Mayor, la esperanza de Roma


Agripina la Mayor fue una dama romana perteneciente a la dinastía Julio-Claudia, una mujer del siglo I d.C. Era hija de Marco Agripa, general y político romano amigo del que sería Augusto, y Julia la mayor, hija del propio emperador. Estuvo casada con Germánico, al que acompañó en sus campañas en Germania y Siria, y con el que tuvo nueve hijos de los que seis sobrevivieron a la infancia, entre ellos Calígula y Agripina la Menor, madre de Nerón. Fue nieta, madre y abuela de emperadores de Roma.

Tras adoptar Augusto a Tiberio como su heredero, esto obligó al que sería futuro emperador a adoptar a Germánico, aunque tenía un hijo propio, algo que podemos intuir que al propio Tiberio no le sentó precisamente bien. Germánico era el hijo de Druso el Mayor, hermano de Tiberio y Antonia la Mayor, hija de Octavia. Ese mismo año se formalizó el matrimonio entre Germánico y Agripina.

Muchos autores destacaron, que, por su personalidad e independencia, siguió los pasos de Livia y Julia la Mayor de ejercer el poder a través de su esposo e hijos.

De hecho, según el historiador romano Tácito, ansiaba el poder, tenía una ambición masculina que compensaba sus defectos femeninos, los rasgos de su fortaleza eran los propios del varón, por lo que como mujer se la podía considerar impulsiva, agresiva y con demasiado temperamento, aunque claro, estas palabras nos llegan a través del filtro de un hombre romano de época imperial, por lo que no puede hablar bien de una mujer sin lanzar alguna pulla; aun así, tanto este autor como otros alaban la fortaleza de Agripina.

Tácito habla así de ella cuando nos describe algunos momentos tensos en los que la dama romana actúo con valentía, como un motín que hubo entre las tropas lideradas por Germánico, donde la propia Agripina jugó un papel importante para sofocar dicho motín, atreviéndose a dar un paso al frente (porque lógicamente la valentía solo la tienen los hombres, claro que sí). Aun así, Agripina consiguió gran fama gracias a eso y consolidó la posición de la pareja frente al pueblo romano.

No contentos con desprestigiarla de esta forma, también cuestionaban sus capacidades como madre. Los escritos de los autores de aquella época y posteriores que se han conservado, en su mayoría hombres, nos hablan de que era una madre agresiva, con temperamento violento e incluso negligente, pues ¿qué clase de madre dejaría correr a su hijo por el campamento con las caligae, unas sandalias de cuero propias de los legionarios y cuerpos auxiliares romanos, y que le dieran a su hijo ese mismo nombre, Calígula?

A pesar de los intentos de desprestigiar a Agripina por ser mujer y ser capaz de pensar por sí misma, resulta que la imagen que nos ha llegado de la relación entre Germánico y Agripina es casi idílica en algunos aspectos, eran una pareja ejemplar, se caracterizaban por el respeto y el apoyo mutuo, Germánico siendo un gran general romano y gobernador de provincias, Agripina siendo ejemplo de matrona romana.

Además, para muchos Germánico y Agripina eran la “esperanza de Roma”. Los ciudadanos de Roma tenían sus esperanzas puestas en el matrimonio de Druso y Antonia, y aún más en el del hijo de estos, Germánico, y Agripina, pues ellos eran el modelo de matrimonio romano, encarnaban la virtus romana y representaban la tan ansiada vuelta a la República, al sistema democrático del que los romanos se sentían tan orgullosos.

Pero esto no duró mucho. Todo ello se quebró con un complot llevado a cabo contra Germánico durante su estancia en Siria, que fue víctima de una persecución llevada a cabo por Pisón, amigo de Tiberio, y su esposa Plancina, aunque la idea en origen era de Tiberio y su madre, Livia. Germánico se vio sometido a conjuros, maldiciones y demás, pero lo que realmente acabó con su vida fue un veneno administrado por Pisón.

Se dice que, en su lecho de muerte, el propio Germánico prohibió a Agripina actuar contra quienes le habían llevado a tal destino, pues sospechaba que el emperador estaba detrás de su muerte y no quería que ella y sus hijos acabaran como él por querer ir contra una fuerza más poderosa que ella.

Erradicada así la esperanza de Roma de los corazones de sus ciudadanos, Agripina volvió a Roma acompañada de sus hijos.

Tácito nos relata con total detalle las fases de duelo por las que pasó Agripina. La desesperación de pasar de ser una pareja ejemplar a verse de la noche a la mañana sola con seis hijos y bajo el control del asesino de su marido, el hombre más poderoso del Imperio. Ella misma llevó las cenizas de Germánico hasta Roma, abrazando la urna donde viajaban durante todo el camino.

Cuando llegó a Brindisi, no había hueco en el puerto, pues todo el mundo había ido a darle la bienvenida a ella y a sus hijos y a llorar la muerte de Germánico, sin poder derramar más lágrimas recorrió las calles en silencio con su cortejo mientras gentes de todas las clases se unían a este e iban abriendo paso, llorando en voz alta cuando ella ya no tenía fuerzas para hacerlo.

Además, con falsos lamentos, el emperador mandó una escolta para acompañar las cenizas de Germánico para acallar los rumores de su participación en el destino de Germánico.

Tras el juicio en el que fue declarado culpable, Pisón se suicidó, pero Livia protegió a Plancina de ser juzgada. El pueblo reclamaba el título de futuro emperador para la estirpe de Germánico, por considerarla merecedora de ello.

Sejano, valido de Tiberio, al ver que el pueblo seguía apoyando a Agripina, convenció a Tiberio de que debían expulsar de la vida pública a quienes la apoyaran, aislándola así de los apoyos que la quedaban. Viéndose completamente sola, llevada por la rabia y la impotencia, Agripina olvidó la promesa hecha a Germánico y se enfrentó públicamente a Tiberio llamándole hipócrita por condenar a la descendiente de Augusto y diciendo que ella, y no una estatua, era la imagen de la tierra de Augusto.

Algunos años después de que el emperador intentara envenenarla, Tiberio acusó a Agripina y su hijo Nerón César (no es el emperador), y se les encarceló. Dos años más tarde, Sejano se enteró de que estos pretendían huir con la ayuda del Senado y el pueblo, por lo que se les acusó de traición y fueron enviados al exilio donde Agripina murió de inanición en la misma isla donde su madre también estuvo exiliada.

Tras esto, Tiberio afirmó que Agripina había muerto en la misma fecha en la que dos años antes Sejano había pagado por sus crímenes, diciendo que debía recordarse tal dato. Además, el emperador siguió mancillando su nombre, acusándola falsamente.

Lo cierto es que, por desgracia, esta situación se puede dar en la actualidad, aunque con otros factores, debido a amenazas, a las guerras, a la pobreza, cuántas mujeres se han visto solas a lo largo de la historia, con una mano delante y con otra detrás, sacando fortaleza de donde no quedaba nada por seguir adelante ellas y sus hijos cuando lo habían perdido todo.

Así se puso fin la vida de una mujer ilustre de Roma, culta, independiente, valiente y virtuosa que durante años fue considerada modelo a seguir y esperanza de Roma, a la que el pueblo romano quería. Por suerte, durante los siglos posteriores, su recuerdo no se perdió, pues autores como Giovanni Boccaccio o Robert Graves la incluyeron en sus obras. Y aunque hoy en día nos suenan más otros nombres como Cleopatra o la propia Livia, Agripina la Mayor merece ser recordada y compartida su historia como una mujer de carácter fuerte, con estrategia política, culta, bella y extremadamente inteligente y valiente a la que incluso su marido, junto con el pueblo de Roma, reconoció su potencial. Así fue la vida de la “esperanza de Roma”.

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