La Defensa de Madrid, o también llamada la Batalla de Madrid, fue un acontecimiento bélico que se produjo entre el 8 y el 23 de noviembre de 1936, hasta cuando los generales franquistas desisten del ataque directo a la capital ante la heroica resistencia del pueblo de Madrid.
A pesar de esto, los bombardeos sobre la capital continuaron desde las posiciones más avanzadas franquistas, la Casa de campo (Cerro Garabitas) y la aviación, convirtiéndose así en la primera ciudad de la historia bombardeada sistemáticamente como método para desmoralizar a la población civil mediante el terror. El frente ya quedaría más o menos estable hasta el final de la guerra, a pesar de los ataques y contraataques continuos durante los más de dos años de sitio de la ciudad.
El 4 de noviembre, tras arrasar Andalucía y Extremadura durante el verano, las tropas de Mola, Franco, Yagüe y Varela empiezan a rodear la ciudad por el sur y oeste, llegando hasta Aravaca, Carabanchel y Villaverde. El gobierno de la república, despavorido antes los rápidos acontecimientos, abandona la ciudad a su suerte el 6 de noviembre, trasladando provisionalmente la capital de la República a Valencia.
En su retirada, Largo Caballero, presidente del gobierno todavía, deja una carta con una sola orden: organizar la defensa y resistir hasta el límite. Para ello se crea la Junta de Defensa de Madrid, encabezados por el general Miaja, general Pozas y Vicente Rojo como jefe del estado mayor.
A toda prisa se organizan todos los recursos disponibles, se moviliza a toda la población que ayudará mediante la asistencia a los combatientes y en la construcción de trincheras y fortificaciones defensivas a lo largo del río Manzanares, desde Pozuelo hasta Vallecas. También empiezan a llegar los primeros suministros soviéticos, como los famosos tanques T26, los aviones «Chatos» y «Moscas», así como la muy necesaria artillería de campaña.
El llamamiento mundial de urgencia y solidaridad atrae a la defensa de la capital a milicias de todos los lugares de España (aunque ya se estaban formando las primeras brigadas mixtas del Ejército Popular). El líder anarquista Durruti murió precisamente organizando parte de la defensa (aunque por un disparo fortuito) con sus milicias venidas de Cataluña.
En este ambiente de resistencia es cuando se hará internacionalmente conocido el lema NO PASARÁN. Durante unas semanas, Madrid fue la portada mundial de todos los periódicos, una ciudad resistiendo que hacía una vida medio normal mientras se desarrollaba una cruel batalla en sus suburbios y a escasos metros del centro de la ciudad. Fue una explosión de solidaridad internacional: cientos de corresponsales vinieron para narrar al mundo como los defensores tenían claro que Madrid sería “La tumba del fascismo”.
Hay una preciosa canción que resume el espíritu de resistencia de los madrileños: La Copla de la defensa de Madrid
Unos 40.000 hombres llegarán a estar defendiendo las líneas republicanas frente a unos 35.000 sublevados en unos escasos kilómetros. Cada palmo de terreno se luchará a sangre y fuego.
Con este panorama las recién creadas Brigadas Internacionales reciben su primera orden: la movilización inmediata hacia Madrid. Sin apenas tiempo de preparación salen de Albacete los primeros tres batallones de la XI Brigada (Comuna de París, Edgar André y Dombrowski), quedándose el batallón Garibaldi en la ciudad manchega mientras se formaba la futura XII Brigada, que saldría unos días después.
El 8 de noviembre el ejército sublevado lanza un ataque frontal por la Casa de Campo que es respondido con fiereza por las milicias madrileñas, quedándose el frente en una encarnizada batalla en la Ciudad Universitaria y el Puente de los Franceses. Algunas unidades sublevadas llegaron incluso hasta Plaza España o Pintor Rosales, aunque fueron obligados a retirarse ante las numerosísimas bajas de los atacantes.
El 9 llegan los primeros brigadistas de la XI a las órdenes del general Kleber, tras los primeros roces con los mandos de la Junta de Defensa. Antes de llegar al frente de la Ciudad Universitaria instalan un cuartel de campaña en Vicálvaro, teniendo sus primeras escaramuzas con los franquistas a su paso por Vallecas.
Su entrada en formación y cantando la Internacional en varios idiomas por las calles de Madrid, sobre todo a su paso por la Gran Vía (renombrada como Avenida de los obuses) fue un impluso de moral para los civiles y milicianos defensores. Por primera vez se sintieron ayudados por gentes de todas partes del mundo, a pesar de que no eran más de 1.800 voluntarios. A su paso la gente gritaba “Viva los rusos”.
En seguida tomaron sus primeras posiciones en pleno clímax de la batalla, en el momento justo para cubrir el hueco de algunas posiciones vitales republicanas al borde de ser tomadas. Pronto tuvieron fuertes pérdidas. Sin embargo, su mayor disciplina y convicción fueron un acicate anímico y de confianza para los milicianos con mucha menos experiencia militar.
Los combates duraron días sin descanso, se luchaba por cada metro de terreno entre las ruinas de la Ciudad Universitaria y el río. Los brigadistas participaron en todo momento en las peores situaciones, en una batalla que terminaba muchas veces en luchas a bayoneta. Sus posiciones, tras interminables ataques y contrataques quedaron diezmadas, perdiendo algún batallón hasta un tercio de sus integrantes.
El día 20, y estando al borde de la extenuación, la XI brigada es relevada por la recién incorporada Brigada XII, con los batallones Garibaldi, André Marty y Thaelmann. Estaba dirigida por el general Lúkacs.
Aunque antes de llegar al frente del Manzanares tuvieron un papel primordial en el desastroso primer intento de tomar el “Cerro Rojo”, en la retaguardia sublevada. Fue un intento de aliviar la presión sobre el frente de la Ciudad Universitaria cortando las líneas de suministros rebeldes y recuperar el aeropuerto de Getafe. Tras este mal planificado ataque que provocó muchísimas bajas, pronto fueron enviados a sustituir a sus compañeros de XI brigada. Mantuvieron las mismas posiciones que sus camaradas y también tuvieron el mismo nivel de bajas.
Aunque los ataques directos a la ciudad se interrumpieron, siguió habiendo combates por el control de las posiciones más ventajosas en la Carretera de la Coruña y un segundo ataque al Cerro Rojo, en donde los brigadistas tuvieron un papel importante. Estos restos de la batalla duraron hasta marzo de 1937.
Tras terminar los combates principales surgió la polémica del excesivo protagonismo de los brigadistas en la prensa y medios, presentados como los salvadores de la capital a pesar de que no fueron más del 5% de los combatientes republicanos. Estas disputas y las reticencias de Kleber de recibir órdenes directas de Miaja y la Junta de Defensa hicieron que se obligara a cesarle como comandante de la XI brigada.
En el siguiente capítulo seguiremos viendo sus intervenciones en las batallas de Guadalajara o el Jarama