La Desbandá. Un genocidio en Andalucía

Por aquí la alegría corrió con el espanto.
Por este largo y duro
Costado que sumerges en la espuma.
Fue calvario de Málaga a Almería.
El despiadado crimen.
Todavía- ¡Oh vergüenza!- sin castigo

Rafael Alberti. Antología poética

La huida de decenas de miles de personas de Málaga en febrero de 1937 es uno de los episodios de la guerra civil españolas que menos atención ha recibido. Varios factores han influido para esta tragedia no haya sido de tanto interés como, por ejemplo, el bombardeo de Guernica, en el que hubo muchas menos víctimas.

En parte este «olvido» viene originado porque ni los franquistas, por razones obvias, ni los republicanos, por la vergüenza que les producía haber dejado desamparados a los malagueños, intentaron que este suceso pasara desapercibido; de hecho instauraron la censura previa para todas las noticias que provinieran de Málaga. Como en otras muchas ocasiones la presencia de voluntarios o periodistas extranjeros propició que esta tragedia humana no cayera totalmente en el olvido.

Portada del periódico francés Regards

Uno de los periodistas que informó de la tragedia de la carretera Málaga-Almería fue el británico Lawrence Fermsworth, corresponsal de The Times y The Manchester Guardian; en este último publicó: La evacuación de Málaga comenzó cuando la población supo de las dificultades de los frentes, pero nadie creyó que el éxodo voluntario iba a asumir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. Pronto se convirtió en una sangrienta salida. El camino se tornó un infierno bombardeado por barcos fascistas españoles y los aviones alemanes e italianos […] Pronto el camino quedó cubierto de muerte[1].

Contexto

Málaga estaba con una gran superpoblación debido a las decenas de miles de refugiados que huyendo de las poblaciones que habían sido tomadas por los sublevados y que buscaban en la capital de la Costa del Sol refugio. Llegaron a registrarse hasta 60.000 personas como refugiados.

El gran incremento de la población hizo que fuera muy difícil el abastecer y alojar a tantas personas. Los primeros edificios que se habilitaron para dar cobijo a los refugiados fueron los conventos y las iglesias. Incluso se tuvo que habilitar la catedral –que había sido tapiada para preservar sus tesoros artísticos. En la catedral estuvieron hacinados cientos de refugiados sobreviviendo en condiciones infrahumanas, lo que produjo una gran tasa de mortalidad.

Catedral de Málaga en 1937

Aparte de las carencias que tenía que soportar toda la población, tenían que convivir con el horror que producían los mensajes radiofónicos de Queipo de Llano, que tenían como única meta el aterrorizar a la población civil y mermar la moral de las milicias republicanas: Me sentaré en un café de la calle Larios y me beberé una cerveza, por cada sorbo que tome caerán diez de los vuestros, fusilaré a diez de los vuestros por cada uno de los nuestros aunque tenga que sacarlos de la tumba para fusilarlos.

Al terror de los mensajes se unía las noticias que traían los refugiados de otras poblaciones que hablaban de las atrocidades que protagonizaban las tropas sublevadas, especialmente los legionarios y los regulares. A tal nivel de pánico se llegó que, por poner un ejemplo, una mujer se lanzó al vacío desde lo alto de la alcazaba con sus dos hijas, para evitar caer en manos de los moros.

Por otro lado la aviación rebelde sometía a la capital malagueña a incesantes bombardeos; se produjeron más de cien incursiones. En Málaga se contabilizaron 224 víctimas a causa de los bombardeos. La gente cuando escuchaban las sirenas de alarma, y tirando del gracejo andaluz decían Ya está aquí el tío de los molletes. Aprovechando los ataques de la aviación franquista comenzaban a actuar los pacos tiroteando a la población que corría por las calles en busca de algún refugio. Queipo tenía la indecencia de burlarse de los malagueños anunciándoles los bombardeos: Malagueños, maricones, ponerle pantalones a la luna que esta noche voy a bombardear.

Estos bombardeos fueron la causa de la violenta respuesta de algunos grupos de milicianos. En los días finales de agosto de 1936 se detuvo a unas 500 personas por parte del Comité de Salud Pública acusadas de ser derechistas. Las detenciones fueron causa de los bombardeos que sufrió la capital malagueña los días 22 y 30 de agosto y 20, 21 y 24 de septiembre. En estas semanas fueron asesinadas 275 personas, solamente el día 22 28 personas fueron «paseadas», entre ellas el alcalde impuesto por el gobierno tras la huelga general, Benito Ortega.

Bombardeo de Málaga

Actuación de las autoridades políticas y militares

La defensa de Málaga estaba en manos de batallones de milicianos, mal adiestrados y peor organizados y dirigidos; en parte debido al enfrentamiento que había entre las distintas fuerzas políticas por ver quién se hacía con la mayor parcela de poder. José Carnacho (oficial republicano) explica muy gráficamente la situación: Aquí se crearon batallones como el que crea una comparsa; la comparsa es mía, el batallón es mío, y hago lo que quiero con él.

Estas milicias fueron las que, de manera espontánea, se organizaron para parar el golpe del 18 de julio y proceder a la defensa de la ciudad. En gran parte esta medida la tomaron por la falta de reacción de las autoridades oficiales. En los momentos iniciales del golpe la intervención de la CNT, aunque hay que señalar que el capitán Huelin que encabezaba la sublevación tuvo una actuación un tanto timorata, fue decisiva.

Se podría decir que la anarquía organizativa reinaba en Málaga, con una preparación de la defensa que a todas luces era ineficaz contra las poderosas fuerzas que se disponían a atacar la ciudad. La confesión del gobernador civil, Francisco Rodríguez al cónsul mexicano Porfirio Smerdon, cuando fue destituido son buena muestra del caos que reinaba: He sido un gobernador que no ha conseguido gobernar […] Aquí el problema es que hay muchos aspirantes a demócratas que encuentran más cómodo matar fascistas a domicilio que ir al frente y jugarse el tipo en las trincheras contra los verdaderos fascistas […][2]

Por otro lado desde Málaga se hacían constantes peticiones al Gobierno republicano de armas, municiones y refuerzos; peticiones que eran sistemáticamente desatendidas. Se dice que en una ocasión el líder comunista Cayetano Bolívar viajó a Valencia a solicitar hombres y armas a lo que el Largo Caballero contestó Ni un cartucho para Málaga; Largo Caballero negó que hubiera pronunciado jamás dichas palabras.

Cayetano Bolívar

Supuestamente el mando militar lo ostentaba el coronel José Villalba Rubio (Jefe del Ejército del Sur). El día 7 de febrero de 1937 se reunieron en la Comandancia, José Villalba, Cayetano Bolívar (comisario comunista de guerra), José Margalef (delegado de la CNT) y Rodrigo Lara (secretario provincial del PCE). En esta reunión acordaron trasladarse a Nerja. Una vez terminada la reunión, sobre las 17.30, partieron de Málaga sin comunicárselo a nadie, dejando a milicianos y civiles abandonados a su suerte. La única autoridad que se mantuvo en su puesto fue el alcalde socialista Eugenio Entrambasaguas[3]

Entrambaraguas

Villalba

El caso de José Villalba es cuando menos curioso. Su superior, el general Fernando Martínez Monge le ordenó que regresara a la capital malagueña cuando tuvo noticia de la huida de este; Villalba hizo caso omiso a la orden. En 1950 regresó a España y solicitó su reingreso en el Ejército, como argumento adujo que él había colaborado en la caída de Málaga. Villalba fue readmitido con el grado de coronel[4].

Muchos historiadores dudan de que el Gobierno de la República hiciera todo cuanto podía por Málaga. La razón era que la ciudad estaba en manos de fuerzas políticas que eran proco proclives a seguir las consignas oficiales, sobre todo los anarquistas, por lo que las autoridades no tenían demasiado interés en la que ellos denominaban «Málaga la Roja».

Lo que es cierto es que la caída de Málaga fue utilizada por los rivales políticos de Largo Caballero, y tuvo mucho que ver con la dimisión de este como presidente del Gobierno y ministro de Guerra.

 

La ofensiva franquista

Asalto a Málaga por las tropas sublevadas

Con la rápida ocupación de Andalucía occidental, y tras la caída de Ronda y Antequera, Málaga solamente tenía una vía de comunicación con la zona republicana, la carretera que bordeando la costa llevaba a Almería.

En la toma de la provincia tuvieron un gran protagonismo las fuerzas italianas que habían desembarcado en Cádiz el 22 de diciembre de 1936.

La ofensiva, desde varios frentes, sobre Málaga se inició el 17 de enero de 1936. Participaron 10.000 italianos de la CTV, bajo el mando del general Mario Roatta, y unos 15.000 soldados franquistas[5] – casi todos legionarios y regulares- dirigidos por el coronel Francisco Borbón y de la Torre. Contaban con el apoyo de numerosa artillería y unos 100 aparatos de combate, entre ellos la Legión Cóndor. Ante ellos 12.000 milicianos mal armados, sin apenas artillería y nada de aviación.

El día 3 de febrero se inicia el asalto final. El día 6 llegan a Ventas de Zafarraya, punto en el que termina la resistencia de las milicias. La toma de Ventas de Zafarraya fue el pistoletazo para comenzar a abandonar la ciudad

Orden del Corpo Truppe Volontaire

El día 7 de febrero los aviones franquistas lanzaron unas octavillas sobre Málaga amenazando con duras represalias si no se rendían inmediatamente: ¡Malagueños! Me dirijo en primer lugar a los milicianos engañados. Vuestra suerte está echada y habéis perdido […] Es inútil vuestra resistencia, que no hará más que agravar vuestra suerte […] Ese día Málaga fue bombardeada por tierra, mar y aire. El día 8 las tropas rebeldes hacían su entrada en Málaga.

Así vivían esos días dos niñas malagueñas Maruja y Natalia Montosa: No dormíamos por la noche esperando que llegaran los aviones, cuando ya veíamos que eran las 2 o las 2,30 y no venían los aviones pues ya nos acostábamos. Pero por la mañana a las 9 ya los teníamos otra vez; que les decían «el tío de los molletes[6]» porque todas las mañanas venía a esa hora.

 La Desbandá

Al conocerse la noticia de que las autoridades habían abandonado la ciudad, y ante la proximidad de las tropas sublevadas el pánico se apoderó de la población que inició una precipitada huida de la ciudad. En el Palacio de la Aduana alguien había dejado un cartel en el que se leía Sálvese quien pueda.

Algunos abandonaron la ciudad el día 6, estos fueron los que tuvieron más suerte ya que pudieron contar con algunos vehículos. Aunque de manera oficial la Desbandá se ubica entre los días 7 y 14 de febrero. El día 7, lunes de carnaval, la gente comenzó a congregarse en la Plaza de la Marina partiendo desde este punto hacia Almería.

A las afueras de Málaga Edward Norton, antiguo cónsul de Estados Unidos, observó desde su residencia el inicio de la penosa marcha: La Caleta estaba totalmente llena de gente de un extremo a otro, un lastimero espectáculo. Ancianos débiles y de pelo blanco avanzaban con los demás. Madres con bebés al pecho les seguían con niños agarrados a sus faldas. Vimos ancianos y hombres jóvenes y niños pequeños, todos cargados con fardos que algunos ya entonces abandonaban para avanzar más rápido […] Nunca habíamos visto una huida tan desesperada y esperábamos no tener que volver a ver nunca más algo así.

Es difícil cuantificar cuanta gente participó en este éxodo: Majada y Bueno hablan de decenas de miles, quizás 100.000; Alcalde en torno a 200.000; Morales unos 140.000; Fernández y Brenes 300.000; en este caso el mayor número es porque las cifras que se dan menores no tienen en cuenta los fallecidos en carretera, ni los que desde Motril se dirigieron al interior de Granada, ni los que decidieron retornar a sus lugares de origen. Bethune contabilizó, solamente contando a los niños menores de 10 años, a 50.000.

En el trágico recorrido la carretera se fue llenando de los enseres que iban tirando los refugiados con el fin de aliviar la carga que llevaban. Ya lo único que importaba era huir del horror que se cernía sobre la capital malagueña. En el largo camino entre Málaga y Almería[7] (la que hoy es la N-340) los refugiados tuvieron que pasar por todas las penalidades posibles; hambre, sed, agotamiento. Además de encontrarse con accidentes geográficos que les demoraban la marcha. Como ocurrió cuando una noche intentaron vadear el río Guadalfeo, ya que los franquistas habían destruido el puente; cuando los refugiados iniciaron el paso del río los sublevados abrieron las compuertas de una presa haciendo que el caudal aumentara considerablemente y que las aguas bajaran con gran rapidez. Fueron decenas de personas las que perdieron la vida en ese trágico punto.

Refugiados huyendo

Muchas familias quedaron separadas en el trayecto, familias que, en algunos casos, ya no volverían a verse jamás. Las autoridades del Socorro Rojo Internacional[8] que recibieron a los refugiados contabilizaron 150.000 personas. Junto a las personas que habían salido de Málaga iban gentes de los pueblos del interior de Granada y de la Axarquía malagueña, que se habían ido uniendo a la marcha. El poder atender a toda esta gente fue un trabajo ímprobo que necesitó de la ayuda de la población almeriense.

Nota de donación para los refugiados.

Atacando a la población indefensa

Los franquistas no tuvieron suficiente con haber tomado la ciudad, como en muchas otras ocasiones el objetivo final era acabar con el mayor número de personas, sin importar fueran niños, mujeres o ancianos. Es difícil cuantificar el número de víctimas, aunque la mayoría de los historiadores hablan de 5.000 personas las que perdieron la vida en la carretera.

Los ataques a la columna de refugiados comenzaron en la mañana del 8 de febrero, en Lagos dentro del término municipal de Vélez-Málaga. A la aviación se sumaron los cruceros Canarias, Baleares y Almirante Cervera. El propio Queipo se jactaba del genocidio que estaba llevando a cabo: A los tres cuartos de hora, una parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación, que los bombardeó.

No sólo lanzaban bombas, los cazas hacían vuelos rasantes ametrallando sin piedad a las personas que se encontraban tiradas en las cunetas intentando inútilmente resguardarse de la metralla. Por su lado los barcos se aproximaron a la costa haciendo que sus disparos fueran como tirar al blanco en una caseta de feria. En ocasiones disparaban sobre la montaña provocando desprendimientos de rocas que causaban numerosas víctimas.

Los refugiados fueron perseguidos con saña por las tropas italianas logrando alcanzar a no pocos a los que obligaron a regresar a Málaga, muchos de ellos fueron posteriormente asesinados dentro de esa vorágine de terror que impusieron en la capital malagueña. Solamente cuando los internacionales del Batallón Tchapaiev de la XIII Brigada Internacional, y la intervención de la escuadrilla España comandada por André Malraux lograron parar el avance de las tropas fascistas a la altura de Motril, los refugiados dejaron de sentir el aliento de las tropas italianas.

Estando ya en Almería la aviación franquista realizó un intenso bombardeo sobre la capital andaluza, causando numerosas víctimas, muchas de ellas refugiados que no tenían donde guarecerse de las bombas.

Ante los ataques de los franquistas hubo algunos héroes anónimos, como el farero de Torre del Mar, Anselmo Vilar García. Este hombre en la madrugada de los días 6 y 7 apagó la luz del faro evitando que los aviones y los buques de guerra pudieran localizar a las personas que huían amparadas en la oscuridad de la noche. En la noche del 9 al 10 de febrero fue asesinado en las paredes del cementerio de Vélez-Málaga.

Norman Bethune

Este médico canadiense llegó a España el 3 de noviembre de 1936, incorporándose al Batallón Mackenzie-Papineau, formado principalmente por comunistas canadienses. Aunque muchos le atribuyen que fue el creador de la primera unidad móvil de transfusiones, este privilegio le corresponde al médico catalán Frederic Durán-Jordá.

Norman Bethune

La labor del doctor Bethune ayudando a los heridos en distintos frentes hasta su partida de España el 6 de junio de 1937, fue impagable. Un hombre, sin duda, que merece estar en el recuerdo de todos los españoles.

Posiblemente uno de los momentos más dramáticos de su estancia en España estuvieron relacionados con el éxodo de la carretera Málaga-Almería. A principios de febrero de 1937 Bethune se entera de la inminente caída de Málaga, inmediatamente emprende viaje hasta Almería a donde llega cuando ya había caído la capital de la Costa del Sol.

Desde Almería se traslada, junto a sus ayudantes Hazen Sise[9] y Thomas Worsley a Casteldeferro (Granada). Durante tres días no pararon, ni de día ni de noche, de trasladar personas hasta Almería.

Bethune junto a su ambulancia.

Bethune escribió el libro El crimen del camino Málaga-Almería, en donde plasmó sus vivencias durante esta tragedia y las sensaciones que experimentó. He aquí alguna de sus impresiones:

Lo que quiero contaros es lo que yo mismo vi en esta marcha forzada, la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos.

Había familias que caminaban juntas llevando unas cuantas posesiones sin valor. Hombres y mujeres que parecían ir solas, caminando sin remedio al paso que marcaban los demás. Niños con cara alucinada pasando de mano en mano. Parecían haber nacido del suelo; otras veces eran como sombras moviéndose hacia ninguna parte.

Era una corriente silenciosa de hombres y animales, los animales gimiendo como hombres y los hombres impasibles como animales.

Tienen que caminar mujeres, ancianos y niños… tambaleándose, tropezando, abriéndose los pies en los pedernales polvorientos, mientras que los fascistas los bombardean sin piedad desde los aviones y los cañonean desde el mar […] Niños con los bracitos y las piernas enredadas en trapos ensangrentados, niños sin zapatos, con los pies hinchados, niños que lloraban desesperados de dolor; de hambre, de cansancio.

El ayudante de Bethune, T.C. Worsley también dejó testimonio del horror que le tocó vivir en el libro Los ecos de la batalla: La carretera seguía llena de refugiados y cuanto más avanzábamos peor era su situación. Algunos tenían zapatos de goma, pero la mayoría llevaba los pies vendados con harapos, muchos iban descalzos, y casi todos sangraban. Componían una fila de 150 kilómetros de gente desesperada, hambrienta, extenuada, como u río que no daba muestras de disminuir.[10]

Otros intelectuales que escribieron en relación a la Desbandá fueron André Malraux que le dedicó un capítulo en su novela  La esperanza. Malraux describió en una sola frase lo que era aquel éxodo: El mundo entero fluía, en ese momento, en un único sentido. El dramaturgo alemán Berthold Brecht  ubicó su obra Los fusiles de la señora Carrar en un pueblo de la costa granadina justo en el momento en que se producía la Desbandá.

La represión franquista en Málaga

La represión en Málaga fue brutal. Desde el mismo momento de la entrada de las tropas franquistas en la capital malagueña comenzaron las ejecuciones. En el cementerio de San Rafael, la mayor fosa común existente en Europa occidental, se han documentado 4.471 víctimas. En toda la provincia se calcula que el número de asesinados asciende a 7.000. Reflejo del cinismo de estos asesinos es que una de las causas que agravaban la posible sentencia contra una persona era Haber huido a la entrada del Glorioso Ejército.

En la represión llevada a cabo en la capital malacitana destacaron dos siniestros personajes, el capitán Francisco García Alted que fue el organizador de la represión para Málaga capital y la provincia. Pues como una prueba más de que la memoria histórica en este país ha sido vejada por toda suerte de políticos, Francisco García Alted fue ascendido a general de brigada honorario y con decorado con la Gran Cruz de San Hermenegildo. ¿Saben quién era presidente del Gobierno y quién ministro del Ejército? Felipe González Márquez y Narcís Serra i Serra respectivamente. Vergonzoso.

García Alted con el uniforme de la División Azul

Arias Navarro comunicando la muerte de Franco

El otro siniestro verdugo fue Carlos Arias Navarro, que por el protagonismo que tuvo en la represión malagueña era conocido como «El carnicero de Málaga». A tal punto llegaba la deshumanización de este individuo que no movió ni un dedo para evitar que fuera asesinado Pelayo Varea, el hombre que le salvó la vida al conseguir liberarlo cuando estaba en manos de la CNT en el cuartel de la Trinidad y lo acogió en su propia casa. Fueron miles las personas que perdieron la vida por la acción del que fuera último presidente del Gobierno de Franco; y al que el PP no dudó en poner un parque a su nombre en el barrio madrileño de Aluche.

La historiadora Laura Peláez describe bien lo que era Málaga en aquella época: Las informaciones de diarios de la época como El Centinela describen como Málaga ya no era una ciudad, era una carnicería, con mujeres saltando por la ventana, olor a carne quemada o los fascistas tiroteando por las calles indiscriminadamente a gente indefensa.

Testimonios

Algunos desprecian la transmisión oral como fuente primaria de la historia –sobre todo aquellos que pretenden acabar con la memoria histórica. Para mí es un elemento importantísimo para el conocimiento de nuestro pasado; ya que, fuera de los datos oficiales que nos puede mostrar la documentación institucional, o las fuentes periodísticas –llenas de subjetividad, algo de los que achacan a la transmisión oral los enemigos de ella-; el testimonio de las personas que vivieron los acontecimientos de los que hablan nos transmiten un calor humano que ninguna otra fuente proporciona. Dejemos pues que hablen aquellos que sufrieron en primera persona ese trágico éxodo conocido como la Desbandá.

Cristóbal Criado Moreno (16 años en 1937): Pasamos mucha hambre. Al salir de Málaga se llevaba algo, pero a los dos días de marcha ya no quedaba nada. Se comía lo que se podía: caña de azúcar o alguna hortaliza. Nosotros nos encontramos una bolsa de harina y fue fenomenal; nos apartamos a un vivero de Obras Públicas, y con agua y sal hicimos unas gachas. Llevábamos dos días sin comer nada[11].

Había una alcantarilla, un hombre medio agachado, medio de pie, cabía, y allí se metieron muchísimas personas y entonces dio la desgracia de que un proyectil de los que tiraban los barcos entró por la alcantarilla y allí lo que había era una masa de escombros y personas… allí no había nadie vivo. Cristóbal perdió en la carretera a una hermana de 9 años a la que no volvió a ver hasta bastante tiempo después.

Cristóbal Criado Moreno

Natalia y Maruja Montosa Roa (14 y 13 años): Ya no tenía sentido seguir adelante, pues ya no podíamos llegar a Almería, porque los nacionales habían conseguido cortar la carretera en Motril. Comenzamos el regreso a Málaga. Por la carretera vimos muchos nuestros; entre otros, milicianos ahorcados, una familia entera -el padre miliciano, la madre y tres niños- con tiros en la cabeza; muchos prefirieron suicidarse y dar muerte a su familia antes que caer en manos de los nacionales[12].

Yo te estoy viendo a ti y estoy viendo toa (sic) la carretera; y estoy viendo los gritos de los niños, y de los padres, y de los ancianos, lo oigo; porque era un puro grito.

Miguel Escalona Quesada (9 años), huía de Nerja con los demás niños de un colegio, los autobuses que les iban a trasladar a Almería se incendiaron, él y nueve niños más se unieron a la caravana de refugiados: Me acuerdo como si fuese ayer, cáscaras de plátanos sequeronas, pisoteadas de la gente comérmelas yo…, habas, la gente salía de los habales de por ahí, o caña de azúcar… no había otra cosa.

Miguel Escalona Quesada [13]

Después de varios días andando, nos habíamos quedado sin calzado, y caminábamos descalzos. Nunca he olvidado a aquella mujer que, herida por un obús, en medio de un charco de sangre amamantaba y abrazaba a su hijo de dos meses[14].

Madre haciendo un descanso mientras da el pecho a su bebé

Ángeles Vázquez (14 años): Los primeros que venían eran los barcos a cañonearnos por la mañana e inmediatamente después los aviones. De los aviones, para librarnos en la cuneta de la carretera nos tirábamos al suelo y pidiendo que las bombas no cayeran muy cerca […], y luego venían otros y nos ametrallaban también; así que cuando emprendimos la marcha figúrese como estaba donde habían caído las bombas […] allí estaban los muertos, allí estaban los heridos y allí se quedaban, ¿porque quién los iba a recoger y quién los iba a enterrar?

Salvador Guzmán[15] (6 años): En un cruce vi como un hombre le pegó un tiro en la sien a sus dos hijas, después a su mujer y, por último, a él mismo

Había pedazos de criaturas, de animales. Fue un infierno. Cuando llegamos a Salobreña las calzadas estaban llenas de cuerpos, de sangre…

Salvador Guzmán

Dolores García (7 años): Me quedé dormida, junto a mi madre, porque estaba muy cansada; y mi padre, mi hermano y mis tíos continuaron caminado, quedando en encontrarnos en Almuñécar[16].  La familia jamás volvió a reunirse.

Alejandro Torrealba (10 años): Los aviones venían rasantes y me agazapé en el suelo, cubierto por una manta. De pronto sentí un golpe fuerte en la espalda. Quedé paralizado. Noté que tenía sangre. Cuando todo el mundo se levantó, vi que me había caído encima la cabeza de una niña. Yo tenía diez años y ella era más chiquita. Una pequeña de cuatro o cinco años.[17]

En una loma había un grupo de personas y dispararon […] me acuerdo de que salí corriendo con la mantita a saltos sobre cuerpos caídos. Iban cayendo uno tras otro, hubo una matanza de miedo, y sabían que éramos gente normal, que no éramos soldados.[18]

Alejandro Torrealba

Juan Conejero: Un hermano mío mayor me dijo: Mira ahí hay una mujer que tiene una cesta de tomates. Ella estaba tendida, y mi hermano dijo: Vamos a coger los tomates que ella no los quiere pa ná (sic), que ya está matá (sic). Pero cuando nos acercamos se nos quitaron las ganas, porque tenía una niña recién nacida mamando en el pecho[19].

Juan Conejero

José Antonio Baena (12 años): Huíamos aterrados por esos discursos nocturnos por radio de que un general fascista, debía ser un psicótico, ese asesino de Queipo de Llano, que decía que sus moros y legionarios violarían a nuestras madres y hermanas cuando lleguen a Málaga. Aquello fue una terrible matanza, un crimen de guerra que ha quedado impune y fíjese que mucha democracia ahora, pero me iré a la tumba sin ver justicia y reconocimiento de culpa sobre este asunto.[20]

Atrocidades como las relatadas en este artículo son las que jamás deben olvidarse. A todos aquellos que intentan borrar de la memoria colectiva el genocidio que cometieron los franquistas en la guerra civil y durante los casi cuarenta años de dictadura; debemos decirles que con su omisión o con sus intentos por hacer, otra vez más, borrón y cuenta nueva, se convierten en cómplices de aquellos que un día decidieron sumir a España en una larga noche de terror.


DOCUMENTALES

BIBLIOGRAFÍA

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  • SERRANO, María (2019): Hambre, agotamiento y muerte: refugiados republicanos en Almería tras la Desbandá, en Público 17/2/2019, https://www.publico.es/politica/hambre-agotamiento-muerte-refugiados-republicanos-almeria-desbanda.html
  • TORRES RODRÍGUEZ, Francisco (2013): Málaga y su holocausto, Sevilla.
  • TORRÚS, Alejandro (2013): La carretera de la muerte, en Público, 2 de febrero de 2013.

[1] Citado Rafael de Granada.

[2] Citado por Majada/Bueno: 18.

[3] Posteriormente asesinado por los franquistas.

[4] Sus cinco hermanos Álvaro, Carlos, Ricardo, Antonio y Fernando, todos oficiales, combatieron en las tropas franquistas.

[5] El historiador Antonio Nadal cifra las fuerzas rebeldes entre 30.000 y 40.000 efectivos

[6] Los molletes son un tipo de pan muy popular en Andalucía.

[7] En torno a los 200 Km.

[8] Dirigido en la capital almeriense por Matilde Landa, Tina Modotti y Norman Bethune.

[9] Él fue el que hizo las únicas fotos que existen de la Desbandá.

[10] Citado Rafael de Granada.

[11] Citado Majada, 2004: 120.

[12] Citado Majada, 2004: 131.

[13] Fue el primer alcalde socialista de Torremolinos, ya en democracia.

[14] Citado Majada, 2004: 136.

[15] Su padre fue teniente de alcalde de Coín, asesinado por los franquistas el 17 de octubre de 1944.

[16] Citado Bollero.

[17] Citado Baquero: 13.

[18] Citado Baquero: 21.

[19] Citado Cenizo.

[20] Citado Majada, 2004.

José Luis Garrot Garrot
José Luis Garrot Garrothttps://asambleadigital.es
Historiador y arabista. Profesor de la UCM

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