La República de El Salvador. El café
Con la derrota de Morazán, el ideal de la unidad centroamericana queda enterrado. En 1.841, El Salvador se constituye en una república libre, independiente y soberana. La república nace muy ligada a la producción de café.
Los intentos liberales por prolongar en la nueva república la política de reformas fueron condenados al fracaso. El caso más importante es el intento del presidente Gerardo Barrios. En 1.858, fue elegido presidente durando cuatro meses en el cargo, que volvió a desempeñar entre febrero de 1.861 y octubre de 1.863.
Gerardo Barrios impulsó la separación entre Iglesia y Estado, además, trajo maestros de Francia para realizar la reforma de la educación, desligando a ésta del control de la Iglesia.
Con el apoyo de los conservadores y de la Iglesia, Rafael Carrera, el enemigo de Morazán, invadió El Salvador con el ejército de Guatemala, expulsando al presidente del país y nombrando a Francisco Dueñas, que llegaba al gobierno por séptima vez.
Al intentar retornar a El Salvador, Barrios fue capturado en Corinto, Nicaragua, entregado al gobierno de El Salvador y fusilado el 29 de agosto de 1.865.
El cultivo del café fue introducido, en 1.846, por el presidente Eugenio Aguilar, imponiéndose en época de Gerardo Barrios como principal producto de exportación, coincidiendo con la aparición de los colorantes artificiales, que redujo drásticamente la demanda mundial de añil.
Pero la introducción del café significó, además, una aceleración en el proceso de concentración de la propiedad de la tierra pues su cultivo requería terrenos grandes y apropiados.
Así, en 1.881, el presidente Zaldívar publicó varias leyes destinadas a despojar a los indígenas de las tierras comunales y ejidales. Con la apropiación de estas tierras, nace la oligarquía cafetalera dominante hasta nuestros días en la estructura social salvadoreña.
El Salvador se convierte así en un país mono productor y mono exportador de café.
La expoliación de la tierra a los indígenas, la concentración de la propiedad y los bajos salarios de los jornaleros del campo, constituyen la causa del conflicto social, que se extiende desde las primeras décadas del siglo XX hasta la actualidad. El cultivo y exportación de café aceleró la acumulación de capital en la economía salvadoreña. Tradicionalmente existía una fuerte influencia alemana, y, sobre todo, inglesa sobre la economía del país. Pero a partir de los años veinte, los Estados Unidos desplazan a Inglaterra en el dominio sobre la región.
En 1.908 los norteamericanos inician la construcción del ferrocarril que une San Salvador con La Unión, además de planear la instalación de una base militar en el Golfo de Fonseca, compran las inversiones inglesas en las explotaciones mineras y aceleran el cambio de influencias políticas eliminando el último gobierno progresista que ha conocido El Salvador, el del presidente Manuel Enrique Araujo, quien ejerciera la presidencia de 1.911 a 1.913.
Araujo permitió el establecimiento de los gremios de artesanos, antecedente de los modernos sindicatos, estableció una legislación sobre accidentes de trabajo, eliminó la prisión para los deudores, creó la Guardia Nacional y condenó la invasión de los Estados Unidos a Nicaragua en 1.912. La enemistad de la oligarquía acarreó su muerte a machetazos en 1.913, mientras escuchaba un concierto en el parque Bolívar, que hoy se llama plaza Barrios.
Le sucedió en el gobierno Carlos Meléndez, con quien se inaugura la dinastía de los Meléndez-Quiñónez, que gobernaron el país durante 17 años, alternándose en el poder. Los Meléndez y los Quiñónez eran cafetaleros, y abrieron su gobierno a la influencia norteamericana, desplazando definitivamente a los ingleses. Introdujeron el cultivo del algodón, el segundo producto del país, y con él se inició una industria textil.
La incipiente clase obrera alcanzó rápidamente conciencia de la necesidad de la organización, en 1.924 se fundó la Federación Regional de Trabajadores de El Salvador (FRTS), que pronto entró a formar parte de la Confederación Obrera Centroamericana (COCA).
El artesanado urbano, en rápida transformación, había sucedido a los indígenas y campesinos en el liderazgo de las protestas populares. Desde mediados de los años veinte, el sector obrero se situó a la cabeza de las movilizaciones.
Los hechos de 1932
En 1.931, fue elegido Presidente de la república Arturo Araujo, miembro de la clase dominante que, sin embargo, durante su época de estudiante en Inglaterra, había sido influido profundamente por el laborismo.
Mientras tanto, la crisis mundial de los años veinte había provocado la caída de los precios del café. La caída en el precio mundial del principal y casi único producto de exportación llevó al gobierno a una importante crisis fiscal, por ser los impuestos a la exportación una de las principales fuentes de ingresos del erario.
Para contrarrestar la caída en los ingresos, el gobierno decidió rebajar los salarios y despedir a un número importante de empleados públicos. Los salarios de los jornaleros, por su parte, se redujeron a la mitad de lo que eran antes de la crisis. El 2 de diciembre de 1.931, los militares, ante la caótica situación económica que generaba grandes protestas entre la población, dan un golpe de Estado que lleva a la presidencia al general Maximiliano Hernández Martínez, ex- ministro de Defensa del presidente Araujo y fundador del partido «Pro-Patria».
La situación de extrema miseria a que se vio abocado el pueblo siguió alimentando las protestas populares de forma que, el 22 de enero, se inició una insurrección popular organizada por el Partido Comunista pero que, en la práctica representó la última manifestación de la población indígena en contra de las injusticias padecidas desde la colonización. Algunos lugares donde se dieron los levantamientos, como Santa Tecla, Colón, Izalco, Armenia, Nahuizalco y Juayúa, eran lugares en los que se concentraba la población indígena y, a la vez, eran los lugares más golpeados por la crisis de la caída de los precios del café. Entre los principales dirigentes de la insurrección estaba Agustín Farabundo Martí, que entre el pueblo era conocido como «el negro Martí».
Farabundo nació en Teotepeque y realizó un gran trabajo en la organización de la FRTS. Fue detenido y expulsado del país en varias ocasiones y, desde el exterior, continuaba con su trabajo de organización, agitación y propaganda, como delegado de la Internacional Comunista. Durante una temporada desempeñó las funciones de secretario del «general de hombres libres» César Augusto Sandino.
Los campesinos lograron tomar algunos cuarteles, pero estaban mal armados y carecían de planes bien pensados. La insurrección fue aplastada por el ejército, con una fuerte represión que, en pocas semanas, provocó entre 15.000 y 30.000 muertos, pues nunca se supo la cifra exacta de la matanza.
Farabundo Martí fue fusilado el 1 de febrero de 1.932. También perecieron los otros dirigentes de la rebelión, Feliciano Ama, líder indígena de Izalco; Francisco Sánchez, que dirigió el levantamiento de Juayúa, y los estudiantes universitarios Mario Zapata y Alfonso Luna, que fueron fusilados junto a Martí.
Con Maximiliano Hernández Martínez comienza la saga de los gobiernos militares al servicio de la clase dominante, en una especie de división del trabajo para dominar a los sectores populares. Mientras los militares monopolizaban el poder político, la oligarquía controlaba el poder económico, en un tándem que no se quiebra hasta la década de los ochenta.
En consecuencia, la historia de los últimos ochenta años en El Salvador ha sido la historia de un sistema político autoritario que, por diferentes causas, ha experimentado, en breves periodos, diversas formas de liberalización, sin llegar en ningún momento a transitar realmente los caminos de la democracia.