Cuando doy comienzo a este artículo, las últimas informaciones hablan de más de 8.300 muertos por los bombardeos del ejército de Israel en Gaza, entre ellos 3.000 niños, además de una invasión anunciada que en estos días de final de octubre está empezando a ejecutarse. ¡Qué horror! Y qué fácil es atacar una población confinada en una cárcel a cielo abierto con más de 2 millones de personas y a la que podemos calificar de campo de concentración; una población palestina bloqueada y asediado por tierra, mar y aire. Y creíamos que la mayor tragedia de la historia humana había terminado en la segunda guerra mundial con los nazis.
Llamarle democracia al Estado de Israel es un chiste que no tiene ninguna gracia, aunque el coro mediático occidental, salvo algunas excepciones, repita una y mil veces que es la única democracia de Oriente Medio. Una democracia que está sometiendo al pueblo palestino desde 1948 y unos territorios ocupados con asentamientos continuos en Cisjordania que van reduciendo el territorio. Una democracia, cuyo ejército lleva a cabo una limpieza étnica con genocidios intermitentes y atemoriza a los países vecinos al disponer del mayor ejército de la zona además de un arsenal nuclear preocupante, sin control ni verificación. Una democracia con una sociedad militarizada hasta extremos inimaginables y un gobierno teocrático de la extrema derecha cuyos componentes se basan en el fanatismo más virulento contra el pueblo palestino por aquello de considerarse los elegidos de Yahvé. Una democracia que derriba las casas de los palestinos por pedir la retirada de Israel de los territorios ocupados. Una democracia que permite a los colonos robar las tierras a los palestinos con la protección del ejército, y si los palestinos se resisten son asesinados sin que nadie lleve a los colonos ante los tribunales. Una democracia con un primer ministro que, además de estar implicado en corrupciones varias, utiliza el sionismo al mejor estilo fascista y trata de someter al tribunal supremo. Toda una aberración política e ideológica que, aprovechando un acto terrorista, está llevando a cabo una limpieza étnica contra el pueblo palestino.
Es cierto que el 7 de octubre de este año la población israelí fue atacada brutalmente por el grupo HAMAS. Cabe dejar claro por mi parte que la violencia contra la población civil siempre es terrorismo; la realice quien la realice. Pero las personas informadas saben que el grupo HAMAS fue favorecido y financiado desde su origen por Israel con el objetivo estratégico de dividir a los palestinos. Cruel paradora, semejante a la de los Talibanes en Afganistán. La interdependencia entre fanatismo y terrorismo es bastante clara. El ojo por ojo y diente por diente de la ley del talión, donde no prima la justicia sino la venganza, es un círculo infernal del que es difícil salir. La declaración del Estado de Guerra contra HAMAS, se materializa en un terrorismo de Estado contra toda la población palestina. El Estado sionista de Israel debería saber que el terrorismo de Estado no es una solución sino el problema, ya que este terrorismo genera miles de nuevos resistentes y lo que es peor: el odio que da lugar al fanatismo y de ahí el terrorismo que no distingue los inocentes de los culpables.
Tras el 7 de octubre, los mandatarios de USA y UE han apoyado la legítima defensa del Estado de Israel. Con este respaldo, el ejército israelí ha declarado la guerra a HAMAS y se propone invadir la Franja de Gaza ¿o acaso anexionarse otro trozo de territorio palestino? Algo no cuadra en cuanto al apoyo de los mandatarios USA y UE. Si es coherente la legítima defensa en Ucrania al haber sido invadida por el ejército ruso, ¿cómo se puede apoyar al Estado de Israel que viene ocupando los territorios de Palestina y ahora trata de invadir Gaza? Y de las sanciones al Estado de Israel ya ni hablamos. La distinta vara de medir de los mandatarios occidentales seguro que traerá graves consecuencias para toda la región de Oriente Medio.
Pero antes de invadir Gaza había que machacar por tierra, mar y aire todo lo que se movía en la ciudad para no dejar piedra sobre piedra. Este exterminio masivo del pueblo palestino en Gaza, ordenando desplazamientos forzosos, cortando suministros incluso a hospitales y alimentos a la población con el argumento de que entre la población se encuentran terroristas nos avergüenza a todos los seres humanos de este planeta. ¿Acaso hay alguna diferencia con lo que hicieron los Nazis en Europa? Todo le vale al Estado de Israel para vengarse y erradicar a la población palestina. ¿Que pasa entonces con la población civil? ¿Acaso no tienen derecho a la legítima defensa por sufrir el terror de los ocupantes de su territorio? Y los niños… ¿también son terroristas? Las manifestaciones en solidaridad con el pueblo palestino no se han hecho esperar por todo el planeta. Hay millones de voces que gritan contra el genocidio y la masacre, pero los mandatarios occidentales siguen con su apoyo al Estado de Israel a pesar del terror que despliega. Las incontables voces son un grito para salvar la humanidad del terror fanático que no tiene clemencia y sí ganas de venganza.
La ocupación y exterminio de la población de Palestina por parte de Israel parece un problema sin solución. Y todo porque el veto USA en el Consejo de Seguridad de la ONU protege al Estado de Israel dándole carta blanca para hacer una limpieza étnica y así apoderarse de los territorios ocupados. ¿Dónde queda el derecho internacional? El derecho de los más fuertes o el terrorismo de Estado no es derecho sino el equilibrio del terror que siempre trae graves consecuencias. Desde hace muchos años se le está permitiendo al Estado de Israel una limpieza étnica que avergüenza a los propios judíos. La permisividad con el Estado de Israel ha producido un monstruo sobre el que ya no se tiene control, pues no respeta las resoluciones de la ONU ni tiene en cuenta el marco legal internacional incluso en situaciones de guerra. Pero a USA le da igual porque Israel es su destacamento imperial en Oriente Medio, incluso ha votado contra una pausa humanitaria en el Consejo de Seguridad de la ONU. Y, por si fuera poco, el representante de Israel se atreve a pedir la dimisión del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, porque contextualizó lo que ha venido sucediendo en los Territorios Ocupados de Palestina desde hace 75 años.
Estoy convencido de que tarde o temprano, la Asamblea General de la ONU se verá obligada a eliminar el sistema de vetos de la Comisión Permanente, y que sea la mayoría cualificada del Consejo de Seguridad la que tome las decisiones, sin vetos de ningún país por poderoso que sea; porque todas las naciones deberían estar en pie de igualdad para que el derecho internacional sea creíble. Y para ello es necesario que se lleve a cabo lo que se acuerda por el Consejo de Seguridad y avala por la Asamblea General de la ONU, pues de nada sirve hacer resoluciones si no se tiene capacidad para hacerlas cumplir.