Nazisionismo, el niño bonito de los dictadores

Cuando uno lee frases como: «cada país puede absorber solamente un número limitado de judíos, si no quiere desórdenes en su estómago. Alemania ya tiene demasiados judíos». O «El judío es una caricatura de un ser humano normal, natural, tanto física como espiritualmente. Como individuo en sociedad se rebela contra todos los arneses de las obligaciones sociales, no conoce el orden ni la disciplina», se entiende que semejantes afirmaciones, provienen de una ideología nazi-fascista, aquella que asoló Europa en el periodo de entreguerras.

Lo sorprendente es que lejos de ser pronunciadas por Adolf Hitler o por alguno de sus secuaces, la primera fue dicha por Chaim Weizmann, futuro presidente de la Organización Sionista Mundial y primer presidente de Israel, en la Berlín de 1912, y la segunda no se publicó en el semanario nazi Der Stürner, sino en el órgano oficial de la organización juvenil sionista.

Lenni Brenner, estadounidense, judío, marxista, gran activista por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam en los sesenta, ha escrito una obra monumental que disecciona la naturaleza del sionismo y su accionar en los tiempos de la Europa del fascismo.

Su libro «El sionismo en la época de los dictadores», parte de cuando Theodor Herzl (considerado el padre espiritual del sionismo), publicó » El estado judío» en 1896, declarando que el antisemitismo era inevitable, hasta «natural» y justificable en cierta forma, mientras los judíos no tuvieran un hogar nacional en Palestina, donde el propio sionismo alentó y sacó partido del odio a los europeos judíos en el período indicado. También creó la OSM (Organización Sionista Mundial). Herzl era un hombre de su época y de su clase, creía firmemente en que el mejor gobernante era “un bon tyran”.

A lo largo de toda su vida hurgó en todas partes en busca de apoyo para su ideología, intentó sin suerte, ganarse la confianza del Zar en Rusia, del Sultán en Constantinopla, de Lord Rothschild…hasta aceptó una propuesta británica aún más irreal para crear una colonia sionista en los Highlands de Kenia como sustituto por Palestina.

Como se describe magníficamente en el libro, el sionismo en la primera guerra mundial  hizo lo imposible, una vergonzosa performance diplomática para tratar de tomar ventaja de estos horrores en su beneficio particular vendiéndose al mejor postor y traicionando a los judíos europeos, así fue hasta su temprana muerte.

Después, su pupilo Weizman, siguió su legado, intrigó con los políticos británicos para que le secundaran, hasta los turcos ayudaron a convertir el proyecto en una realidad, mediante la expulsión de todos los judíos rusos de Palestina como enemigos extranjeros para luchar contra el bolchevismo de la primera guerra mundial.

El final de esta provocó la Declaración de Balfour 1926, era el precio a pagar del Imperio británico dándole al sionismo el apoyo político para que  la OSM tratará de construir un hogar nacional en Palestina.

El sionismo no paró aquí, una vez entrada la segunda guerra mundial, un sector lunático del sionismo fue tan lejos como para ofrecer unirse a la guerra junto a Alemania en 1941 con la esperanza de establecer «el estado judío histórico sobre una base nacional, totalitaria y ligado con un tratado en el Reich alemán». (precisamente en este sector lunático estaba el primer ministro de Israel).

Lenni Brenner explica a la perfección con numerosísima documentación, que los sionistas solo se interesaban por los judíos jóvenes, capacitados y bien formados para que estos emigraran a Palestina, no haciendo ningún esfuerzo serio para salvar al resto de judíos europeos de la guerra.

El objetivo primordial de los sionistas era construir su hogar nacional en Palestina, no salvar a la mayoría de los europeos judíos del Holocausto y en aras de ese objetivo, cualquier sacrificio (hasta el de millones de seres humanos) era posible y leído como un mal menor.

En 1934 las SS se habían convertido en elemento más pro-sionista del Partido Nazi. El barón von Mildenstein jefe del Departamento Judío del servicio de Seguridad de las SS, habiendo retornado de su visita de seis meses a Palestina como un ardiente simpatizante sionista no sólo escribió favorablemente acerca de lo que vio en las colonias sionistas allí, sino que también persuadió a Goebbels para publicar en su periódico de propaganda nazi, doce capítulos sobre el tema, un ejemplo:» El suelo los ha reformado a ellos y a sus hijos en una década. Este nuevo judío será un nuevo pueblo». Para conmemorar la expedición del barón, Goebbels hizo una medalla; en un lado la esvástica, en el otro la estrella sionista. Otra prueba más del favoritismo al sionismo era que entonces solo estaban permitidas dos banderas en el Tercer Reich, la swastica y la azul y blanca sionista.

Herzl y sus sucesores demostraron estar en lo cierto. Fue un antisemita, el Conde Balfour, quien capacitó al sionismo para atrincherarse en Palestina. Y Aquí, somos víctimas de un engaño oculto. Balfour dio al sionismo su ingreso en Palestina, pero ¿protegió el Mandato británico a los judíos en contra de sus enemigos de Europa? No claramente, no. Al inicio, las colonias de la primera oleada de finales del siglo XIX no hubieran sobrevivido sin la ayuda del barón Edmond de Rothschild. La ingente inversión del potentado francés se dirigió desde el inicio a una agricultura capitalista, intensiva, además instruyeron a los inmigrantes sionistas. Rothschild invirtió más en Palestina a finales del siglo XIX que todos los demás judíos juntos, e incluso cuando en 1900 cedió sus propiedades (la mayoría tierras) a la Jewish Colonization Association (ICA), lo hizo con una subvención adicional de 15 millones de francos. Evidentemente, las tierras fueron entregadas libres de campesinos palestinos para que los sionistas las pudieran explotar con trabajo judío. Estas tierras, junto con las de la llanura de la costa, fueron grandes objetivos en la política de compras sionistas.

Contradiciendo el mito del florecimiento del desierto, los sionistas dirigieron su interés hacia las tierras más productivas, mejor situadas estratégicamente y más fáciles de colonizar. Pasadas décadas ya de esto, las propuestas en la actualidad de asentamiento de algunos refugiados en un futuro Estado palestino no tienen en cuenta que casi 5 millones de personas son refugiados porque no pueden regresar a sus casas y a sus tierras, no a un territorio nacional abstracto. Una vez más, nos encontramos ante el sometimiento de los derechos humanos inherentes a las personas a los derechos “nacionales” sionistas. Estos derechos de la abstracción Nación judía, no son otra cosa que una forma de esconder que millones de palestinos han perdido el derecho a permanecer en su casa y a cultivar su tierra. 

El sionismo es una ideología, nunca fue coextensivo con el judaísmo o con el pueblo judío, la inmensa mayoría de las víctimas judías de Hitler no eran sionistas. En el libro se puede comprobar que casi todos los judíos de Polonia habían repudiado el sionismo en vísperas del Holocausto, que aborrecían las políticas de Menahen Begin (líder  del movimiento «sionista-revisionista» en la capital polaca de 1939).

Sinceramente, tratar de explicar lo que lleva acaeciendo durante décadas con respecto al conflicto entre Israel y Palestina se hace una tarea harto difícil y peligrosa ya que como muy bien explica Judith Butler (filósofa judeo-estadounidense,  que ha realizado importantes aportes en el campo del feminismo, la filosofía política y la ética), si ya no se puede cuestionar la violencia del Estado israelí sin atraer enseguida sobre sí la acusación de antisemitismo, entonces esta acusación tiene la función de circunscribir el espacio de los discursos públicamente aceptables y de inmunizar contra toda crítica esta violencia israelí poniendo en duda la moralidad de las protestas que suscita. La acusación de «antisemitismo” funciona así tal como funciona, contra cualquiera que se opone a las recientes guerras emprendidas por Estados Unidos, la etiqueta de «traidor» o de «simpatizante de los terroristas».

Y se trata de pesadas amenazas, con profundas consecuencias psicológicas. Apuntan a controlar el comportamiento político de los ciudadanos imponiéndoles una identidad terriblemente estigmatizante, que la mayor parte de la gente hará todo lo posible por evitar. Y el miedo al estigma traerá consigo la autocensura.

Podemos y debemos, sin embargo, poner coto a esa amenaza apoyándonos en la solidaridad de otros actores, de todos aquellos que están dispuestos a expresarse públicamente y a hacer retroceder así la estigmatización. En el nivel del sujeto individual, la acusación de «antisemitismo» busca controlar la capacidad de expresarse en alta voz, y en el nivel de la sociedad en general apunta a circunscribir lo que puede ser expresado en voz alta en el seno de la esfera pública.

No cabe duda de la represión y lo que significa la ocupación militar israelí de Cisjordania y Gaza en todos los niveles: económicos, sociales, políticos, culturales, educativos, violaciones a los derechos humanos, etc. Por todo lo escrito y leído, declarar abiertamente el genocidio que Israel  está ejerciendo con total impunidad sobre Gaza el último refugio del pueblo palestino se hace obligatorio, el exterminio indiscriminado sobre la población teniendo a las naciones europeas e internacionales mirando para otro lado desde el siglo XIX, ¡tiene que provocar que la humanidad de un grito descomunal que diga BASTA! para detener esta sin razón.

Mientras tanto, para el pueblo palestino la respuesta está en el mañana, en la esperanza que contiene el refrán popular de kull yawm fi al-shams (todos los días sale el sol).

Isabel Bailo Domínguez
Isabel Bailo Domínguez
Profesora de educación infantil, técnica fitosanitaria cualificada, técnica medioambiental y forestal, madre a tiempo completo, actualmente estudiante de grado de historia y Rebelde con causa

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