De sobre es conocido el papel que jugó la Guardia Civil que se había unido a los sublevados en la represión, también la dureza con la que se empleó –ya hemos citado algunos ejemplos, y citaremos más-. Dentro de la violencia represora ejercida por la Benemérita hubo individuos que significaron en mayor o menor medida; los dos de los que nos ocuparemos en este capítulo, sin duda, están en lo más alto del podio; incluso asesinando a sus propios compañeros, como fue el caso de Gómez Cantos.
GÓMEZ CANTOS, Manuel
Por los pueblos de Andalucía y Extremadura por los que pasó ejerció tal brutalidad, que aún hoy su nombre es repetido con terror. De hecho, en Extremadura aún se utiliza un dicho que dice: Eres más malo que Gómez Cantos.
Ya antes de la guerra, Gómez Cantos tuvo problemas, debido a su actuación, en todas las localidades en las que estuvo destinado. Una de sus características era no pagar las deudas que contraía; esta costumbre llevó a la muerte a algunos de sus acreedores que tuvieron la osadía de reclamarle lo que les debía.
Durante su estancia en el Puerto de Santa María -1920-1925-, dejó muchas deudas, se estima en más de 3.000 pesetas, este hecho motivó que fuera trasladado a La Rambla (Córdoba). En esta localidad cordobesa tuvo problemas por llevar a cabo detenciones ilegales y amenazar a algunas de las autoridades locales con darles una paliza. Una de estas agresiones la llevó a casa en un prostíbulo, lugar en el que golpeó a algunas de las personas allí presentes. Por estos hechos se abrieron diligencias en su contra. El juez instructor decía en al auto, que el teniente Gómez Cantos, en estado de embriaguez: golpeó a uno de sus compañeros de juerga con la espada, abofeteó a otro y amenazó al último “con arrástrale de la cola de un caballo”. La condena fue muy leve; dos meses de arresto en castillo[1].
Desde La Rambla fue trasladado, en primer lugar, a Hoyos y posteriormente a Arroyo del Puerto, ambos pueblos de Cáceres; en Arroyo del Puerto volvió a sus andanzas de moroso, dejando una deuda de 1.000 pesetas[2]. Nuevos traslados le llevaron a Puente Genil (Córdoba), donde volvió a las andanzas, dejando a deber una importante cantidad de dinero, por lo que fue destinado a Marbella. En la localidad malagueña contrajo deudas con varias personas, entre ellas con su casera. Tras las elecciones de febrero de 1936, las nuevas autoridades locales[3] pidieron su traslado, por lo que fue destinado nuevamente a Extremadura.
El 19 de julio, Gómez Cantos, inicia la sublevación en Villanueva de la Serena (Badajoz), comandando a un grupo de unos 120 hombres, formado por miembros del Ejército de Reclutamiento de la zona, guardias civiles y falangistas. Ante el ataque de los leales a la República, se ve obligado a huir el día 30 de julio, llevándose consigo a varios rehenes. En los diez días que tuvo el control de Villanueva trasladó a presos a la Prisión Provincial de Cáceres, no todos llegaban porque a muchos de ellos les aplicó la ley de fugas en el trayecto[4].
Además de asesino, Gómez Cantos era un cobarde. Estando en Miajadas (Cáceres), donde se había asentado tras su huída de Villanueva de la Serena, se vio cercado por tropas republicanas. Gómez Cantos enarboló bandera blanca simulando que se rendía, cuando los milicianos se acercaban confiados al torreón donde estaba Gómez Cantos y sus tropas, ordenó a los tiradores de dos ametralladoras que abrieran fuego; 213 milicianos murieron por el fuego faccioso[5].
Como miembro de la columna Castejón, Gómez Cantos participó en la toma de Santa Amalia, Rena, Guadalupe, entre otras localidades extremeñas. En todas ellas el número de asesinados fue muy elevado.
A Gómez Cantos se le asignó el mando de un grupo móvil, dedicado a recorrer distintas poblaciones para ejercer la represión. Con este grupo móvil, compuesto por 70 efectivos llegó a Marbella el 10 de febrero de 1937. En el tiempo que estuvo en la ciudad malagueña se dedicó a implantar el terror, asesinando a un sinfín de personas, entre ellas todas aquellas contra las que tenía alguna rencilla personal por su anterior estancia en esta población[6].
A Marbella Gómez Cantos llegó con una lista de cuarenta personas. Todas ellas fueron asesinadas en las tapias del cementerio, en el Camino del Faro, en la Huerta de los Cristales, en el paseo de La Alameda, e incluso, en la puerta del Casino, donde hizo ejecutar a varios hombres, tras haberlos paseado por todo el pueblo con unos carteles colgados con frases difamatorias. En Marbella estuvo aproximadamente un mes.
La profesora Lucía Prieto tiene una teoría respecto a la actuación de Gómez Cantos en Marbella: Yo sostengo la teoría de que Gómez Cantos tenía prisa por tachar todos los nombres de la lista que traía, a los cuales conocía muy bien tras su estancia pasada en Marbella. No quería interferencias de otras instancias y por eso creo que llegó a presionar ante el gobernador de Málaga para que soltara a algunos presos marbellíes detenidos en la capital y, en cuanto llegaron a Marbella, los ejecutó, a pesar de que eran personas moderadas [7].
En la población malagueña protagonizó escenas de una crueldad difícil de entender para una mente sana. Asesinó a un niño que repartía prensa, a mujeres embarazadas. En una ocasión ayudó a levantarse a una mujer prometiéndole que no la mataría, cuando estaba de pie la asesinó de un tiro en la cabeza. El delito de esta mujer había sido dar vivas a los milicianos [8].
Tras sus andanzas por tierras malagueñas, y antes de regresar a Mérida, envió un informe a sus superiores en el que decía: terminada misión justiciera con ejemplo especial en Ojen.
Otros destinos de Gómez Cantos durante la guerra en octubre de 1937 fueron propuestos por Queipo de Llano, del que decía que tenía que haber muchos como él, para el cargo de Jefe de Policía del II Cuerpo de Ejército –encargado del traslado de presos-. Desde enero de 1938 es delegado de Orden Público de Badajoz; otorgándole Franco la Medalla Militar Individual. En marzo de 1939, es nombrado gobernador civil de Pontevedra. En Pontevedra también llevó a cabo algunas de sus hazañas, por lo que duró poco en el cargo, por haber utilizado métodos excesivamente expeditivos incluso contra gente reconocida como personas de orden.
La sangrienta evolución de Gómez Cantos continuó tras el final de la guerra. En 1940 ordenó el asesinato de 28 personas elegidas al azar en Logrosán, pueblo cacereño ubicado en la comarca de Las Villuercas.
El 28 de agosto de 1942 se encontraba en Alía (Cáceres), ordenó ir al cuartelillo a una serie de personas elegidas al azar; llegaron treinta [9]. Estas personas se acercaron al cuartelillo confiadas, creían que iban a arreglar papeles. Los treinta fueron fusilados delante de todo el pueblo para que sirvieran como ejemplo de lo que les sucedería a todos los que ayudaran al maquis. La justificación que dio Gómez Cantos fue algo tenían que saber. Mientras hacía estas sangrientas correrías por tierras cacereñas, Gómez Canto era hospedado con gran regocijo por parte de los frailes, en el monasterio de Guadalupe [10].
Juan Rodríguez Álvarez, que actuaba como chófer de Gómez Cantos, recordaba lo ocurrido en Alía: Yo conduje a Gómez Cantos a Alía en 1942, ya que prácticamente era su conductor desde que acabó la guerra. Mandó que formaran un pelotón de ejecución que dirigió personalmente el capitán Emiliano Planchuelo Cortijo [11]. Para evitar que los familiares de los que iban a fusilar llegaran hasta ellos, colocó un cordón de seguridad de guardias civiles, que mantendrían a raya a estas personas en caso de que quisieran acercarse a ellos. Los bajaron de los camiones, algunos de ellos eran casi unos niños y había una mujer que lloraba desconsoladamente pidiendo clemencia. Después vinieron las descargas y estas personas rodaron por los suelos, moviéndose y retorciéndose hasta que el tiro de gracia acabó con sus convulsiones. Los guardias que disparaban estaban nerviosos y tenían tanto miedo como los que iban a morir, pues Gómez Cantos era capaz de matarlos a ellos si se negaban a cumplir aquella amarga orden [12].
No contento con lo que había llevado a cabo en Alía, intentó hacer algo similar en Castilblanco, población situada a 22 kilómetros de Alía.
Afortunadamente en Castilblanco no pudo llevar a cabo sus deseos. En esta población había elegido a noventa personas. Los vecinos de la localidad, conocedores de lo que había hecho en Alía, avisaron al párroco del pueblo. El sacerdote se personó delante de Gómez Cantos y le dijo que le pegaría un tiro si se le ocurría tocar a algún vecino.
De la fría crueldad de Gómez Cantos da fiel reflejo las manifestaciones de Juan Rodríguez Álvarez: Después de los fusilamientos, de vuelta a Cáceres, paramos en una taberna y me invitó a tomar un par de vinos y en su cara ni siquiera había una pizca de remordimiento. Tanto es así, que dos días después volvió a fusilar a otro hombre en el mismo sitio donde antes había fusilado a sus padres. Y dos jornadas más tarde intentó hacer una matanza en Castilblanco semejante a la que había hecho en Alía y La Calera. De no haber sido por un cura que se interpuso en su camino habría matado a mucha gente de ese pueblo. Recuerdo que el hombre que mató donde antes fusiló a sus padres se llamaba Julio y era de los nuestros, pues había hecho la guerra en la Falange. Antes de matarlo el teniente coronel lo torturó durante dos días en la comandancia de Cáceres para sacarle información sobre los bandoleros [13].
En octubre de 1943 se inició un proceso contra Gómez Cantos por incautación de fondos del Banco Español de Crédito de Bélmez (Córdoba); fue denunciado por un subordinado suyo, y feroz asesino como veremos más adelante; Ernesto Navarrete Alcal, éste le acusó de haberse apropiado de 35.200 pesetas. Posiblemente la denuncia se debió a que no quiso compartir con él las ganancias.
Es curioso que, cuando estaba destinado en Badajoz, Gómez Cantos denunciara, por motivos similares a los que había denunciado Ernesto Navarrete, a Manuel Pereita Vela. Gómez Cantos envió un informe al auditor Bohórquez, denunciando al que fuera primer delegado de Orden Público en Badajoz: El Bando del teniente coronel Yagüe fue únicamente para el elemento civil y el beneficio pleno para el señor Pereita que públicamente se sabe que su capital estaba completamente mermado y en la actualidad tiene sus campos, sus viñas y sus terrenos con lujo y llenos de ganado, vendiendo partidas importantes en el Matadero de Mérida […] Como está demostrado que el señor Pereita, dispuso de géneros, muebles, radios, relojes, sin previa autorización, pues hasta el Gobernador Civil lo demuestra en su reducida e incongruente declaración…, me permito proponer a V.E le imponga la sanción gubernativa militar [14]. Con toda seguridad la denuncia la puso porque Pereita no quiso compartir con él lo obtenido con la rapiña.
En abril de 1945 cambió la suerte de Gómez Cantos. El día17 un grupo de guerrilleros atacó el pueblo de Mesas de Ibor; en el enfrentamiento cayó herido un número de la Guardia Civil –posteriormente falleció a causa de las heridas recibidas-. El cabo y los otros dos miembros de la Guardia Civil, junto a algunos falangistas intentaron resistir el asalto infructuosamente, teniendo finalmente que retirarse.
Al día siguiente se personó en la localidad Gómez Cantos. En esa misma tarde ordenó el fusilamiento del cabo y los dos guardias civiles supervivientes. Les acusó de cobardía, humillándoles públicamente y fusilándoles en público delante del todo el pueblo. Incluso les negó poder ser confesados antes de la ejecución.
El historiador y teniente de la Guardia Civil, Miguel López Corral, investigó lo ocurrido en Mesas de Ibor y la actuación de Gómez Cantos; dibuja un esclarecedor retrato de lo que era el personaje que nos ocupa. Merece la pena leer un extenso párrafo de sus conclusiones: Un hombre denostado por la propia Guardia Civil que se vale de la guerra para medrar y limpiar un expediente que antes del 36 estaba repleto de insubordinaciones, palizas, deudas… Un auténtico bandido, vamos, un hijo de puta. No todo lo supe por el expediente personal suyo, claro. También oí a sus víctimas, recopilé testimonios orales y supe de otras cosas que no decían los papeles. Por ejemplo, que estando en la comandancia de Cáceres no sólo fusiló a los tres guardias de Mesas de Ibor. Me contaron que un día a raíz de que un confidente le dijera que el corneta de la comandancia tenía parentesco con un maquis, llamó al corneta de madrugada y se lo llevó en un coche a las afueras de la ciudad. “Salga”, le dijo, y luego pidió al conductor que esperara. Se oyeron dos detonaciones y, al poco, las frías palabras de Gómez Cantos al chófer: “Vaya y diga que vengan a recoger el cadáver de este traidor [15].
Por los hechos de Mesas de Ibor fue cesado de su cargo y se le formó un consejo de guerra, celebrado en diciembre de 1945, siendo condenado a un año de prisión correccional por «abuso de autoridad». El 18 de julio de 1946, se celebra un nuevo consejo de guerra en el que el fiscal pide seis años de prisión. La petición del fiscal fue rechazada ratificando la condena anterior de un año de prisión y 10.000 pesetas de indemnización a los herederos de cada uno de los guardias civiles ejecutados. El 6 de enero de 1947 ingresó en prisión; no llegó a cumplir el total de la pena. Cuando salió de la cárcel pidió el retiro. Una vez más se iba de «rositas»; sin duda había que agradecerle los servicios prestados. Porque como dice el historiador Francisco Javier García Carrero: Se puede afirmar que su comportamiento era el modelo de mando que las nuevas autoridades franquistas deseaban para someter al desafecto” partidario de la República.
Uno de sus hijos, Manuel Gómez Carmelo, también guardia civil, y que al parecer no se hablaba con su padre, fue preguntado por el historiador Jesús Mendoza, sobre lo ocurrido en Mesas de Ibor. La respuesta del hijo fue Eso ocurrió hace muchos años y yo no sé nada. Es difícil creer su declaración, ya que en los momentos en que ocurrieron los hechos estaba destinado en el Servicio de Información de la Comandancia de Cáceres, coincidiendo en el tiempo con la estancia de su padre en la misma Comandancia.
Cómo otros muchos siniestros personajes del franquismo a Gómez Cantos se le rindieron honores en uno de los pueblos en donde había sembrado el terror. Las autoridades franquistas de Villanueva de la Serena, le habían otorgado la medalla de honor del pueblo. En un pleno del Ayuntamiento de 2014 se le retiró la condecoración, el alcalde socialista de la localidad, Miguel A. Gallardo justificó tal hecho: No tiene ningún mérito para tener una Medalla de Villanueva, sino todo lo contrario, ya que además de un asesino fue un exterminador. En esta caso hubo unanimidad ya que hasta el PP votó a favor –cuando en casos similares en otros lugares se habían abstenido o votado en contra-. El portavoz del PP justificó su voto alegando que: No merece debate esta persona por su sanguinaria historia.
Gómez Cantos falleció el 29 de mayo de 1977. Según Lozano Morales, al morir dejó a sus herederos 800 millones de pesetas, con cuentas en Andorra y Suiza [16].
NAVARRETE ALCAL, Ernesto
Otro de los muchos miembros de la Guardia Civil que se distinguieron en la sangrienta represión del franquismo. Navarrete era un mediocre en todos los aspectos, menos en el de asesinar a gente sin ningún tipo de escrúpulos. En la Academia Militar obtuvo malas notas; de hecho, no alcanzó el grado de segundo teniente hasta un año después que sus compañeros de promoción.
En marzo de 1924 fue destinado por primera vez a Fuente de Cantos (Badajoz). Al año siguiente ya tuvo su primer incidente de cierta gravedad al ser acusado de «maltrato a unos niños de la localidad», fue condenado, por abuso de autoridad, a dos meses y un día de arresto mayor y al pago de una multa de 125 pesetas. Esta condena supuso su traslado a Malpartida (Cáceres).
El 6 de diciembre de 1929 es ascendido a capitán, siendo destinado a la comandancia de Astorga; retornando en 1930 a Cáceres. Navarrete se había casado con Ana Fernández Márquez, mujer que formaba parte de una acaudalada familia. Por este motivo en el mismo año de su retorno a Cáceres solicitó el pase a supernumerario, para ocuparse de los bienes de su esposa, situación en la que estuvo casi tres años. Una vez pedido el reingreso en la Guardia Civil es destinado a Azuaga (Badajoz).
El 23 de marzo de 1935 es destinado a la Primera Compañía de la Comandancia de Sevilla Interior. Estando en este destino estalla la sublevación. Navarrete se une inmediatamente a los sublevados.
Incorporado al Ejército de África, forma parte de la columna que toma Fuente de Cantos. En esta localidad pacense al tener conocimiento del golpe de Estado son detenidos y asesinados doce derechistas. Navarrete entró con la columna Castejón el día 5 de agosto de 1936, siendo nombrado comandante militar de la plaza. Inmediatamente comenzó la represión. Los bandos de Navarrete daban una idea de la maldad que empleaba a la hora de reprimir a los simpatizantes de la República que había en el pueblo. Por ejemplo, en uno dirigido a las mujeres les advertía que toda aquella que saliese del pueblo sin autorización expresa sería fusilada en el acto[17].
El mismo día 5 se detuvo a 27 personas, 13 de ellas asesinadas en los días posteriores; el día 6 se detiene a 29, ese mismo día son fusiladas las tres primeras personas. A muchos los asesinaron por no encontrar a las personas que buscaban, como a la hermana, de tan sólo 18 años, de Joaquín Gómez Alarcón “El Vaquerito”. En Fuente de Cantos fueron asesinadas 367 personas, sobre todo en los meses de agosto, septiembre u octubre de 1936[18]. No contento con eso desde el pueblo organizó expediciones de limpieza a localidades cercanas como Montemolín, Pallarés o Santa María de Navas. El 14 de septiembre entró con su columna en Fuentes de León, en esta localidad acabó con la vida de 85 personas, entre ellas 15 mujeres, una de ellas embarazada. Se estima que Navarrete, al frente de su columna es el responsable de la muerte de más de 1.100 personas en la comarca de Tentudía.
El 8 de agosto irrumpió en Medina de las Torres, donde ordenó el asesinato de unas cincuenta personas; en Bienvenida fusiló a 72; en Usagre a 107; en Valencia del Ventoso, a 54; en Bodonal de la Sierra, a 75; en Fregenal de la Sierra, fueron 89 las víctimas; en Oliva de la Frontera, 35, y así podíamos seguir enumerando el reguero de sangre que iba dejando a su paso.
Navarrete también participó en la represión de Castuera –donde contó con la colaboración del Guardia Civil Manuel Carracedo, que estaba al frente del SIPM (Servicio de información de Policía Militar); en la toma y «pacificación» de Azuaga. Durante 16 días estuvo en la columna de Ramón de Carranza, participando en las matanzas de Puente Genil, Montellano y La Campana, entre otras localidades.
Finalizada la guerra fue nombrado jefe del campo de concentración de Castuera [19]. En este siniestro lugar también dejó impronta de su sanguinario carácter. Como afirma el historiador Antonio López Rodríguez: Con su terrible actuación abrió el primer capítulo de la existencia del campo de concentración de Castuera, marcando con su horror los siguientes períodos de existencia del campo [20].
En Castuera se llevaron a cabo todo tipo de vejaciones posibles incluyendo, por supuesto, los asesinatos indiscriminados, sobre todo en los meses de abril y mayo de 1939; período en el que Navarrete era el jefe del campo. Un soldado destinado en el campo decía que cuando Navarrete llegaba al campo siempre pasaba algo. Este mismo soldado aseguraba que Navarrete disparaba por la espalda a los soldados que, según él, estaban flaqueando [21].
El método más utilizado para llevar a cabo los asesinatos era sacar a los presos de sus barracones –generalmente de los que estaban en las celdas de incomunicados y trasladarlos a la bocamina de La Gamonita, lugar cercano al campo, una vez allí desde donde eran arrojados al vacío y, posteriormente, tirarles bombas de mano. Cientos de presos fueron asesinados utilizando este método.
En 1943, y hasta julio de 1946 estuvo destinado en la comandancia de Badajoz, con el encargo de eliminar a los guerrilleros de la provincia y a toda persona que Navarrete considerase estaban relacionados con el maquis. De este cargo fue destituido poco después de los sucesos de Mesas de Ibor.
Navarrete no era bien visto ni por sus correligionarios. Gómez Cantos –otro asesino despiadado del que hemos hablado al principio de esta capítulo-, escribió un escrito al Director de la Guardia Civil dando su opinión sobre Navarrete, describiéndole como: «Jefe en nada recomendable ya que disponía de negocios como contratista de carreteras y que había realizado requisas injustificadas» [22]. La denuncia no sirvió para nada.
Acusaciones similares a las de Gómez Cantos, las hicieron los jefes de Falange de Fuente de Cantos, Valencia de las Torres, y el jefe provincial, Arcadio Carrasco. En estos informes se acusaba a Navarrete de haber «racciado» todo lo que de valor encontraba, y de recaudar multas y donativos, que no se sabía a dónde habían ido a parar.
Para finalizar esta semblanza de este vil personaje, nos remitiremos a la opinión que de Navarrete tenía Rafael Caraballo Cumplido, preso en el campo de concentración de Castuera: (…) el capitán Navarrete, era ¡lo más malo que ha parido madre! ¡Ni en el infierno le quieren, era malísimo! ¡Puso doble alambrada, doble alambrada! ¡Teníamos una lata para hacer las necesidades [23]
Bibliografía reseñada en el capítulo
ESPINOSA MAESTRE, Francisco (2021): Por la sagrada causa nacional, Barcelona
GARCÍA CARRERO, Francisco Javier (2013): Manuel Gómez Cantos: Historia y memoria de un mando de la Guardia Civil, Badajoz.
GARCÍA CARRERO, Francisco Javier (2016): Navarrete Alcal, el guardia civil que “liberó” Fuente de Cantos, en Actas XVII Jornada de Historia de Fuente de Cantos, Badajoz, pp. 269-310.
IBARRA, Cayetano (2005): La otra mitad de la historia que nos contaron. Fuente de Cantos, República y Guerra 1931-1939, Badajoz.
LÓPEZ RODRÍGUEZ, Antonio D. (2009): Cruz, bandera y caudillo. El campo de concentración de Castuera, Badajoz.
MENDOZA, Jesús (1999): Gómez Cantos en exterminador, en La Aventura de la Historia, nº 11, pp. 22-31 OLMEDO, Ildefonso (2003): El guardia civil más sanguinario, en https://www.elmundo.es/cronica/2003/387/1047814548.html
. OLMEDO ALONSO, Ángel e IZQUIERDO IZQUIERDO, Joxe (2005): Espacios, lugares y personas de la guerra civil en la provincia de Badajoz, Badajoz.
[1] Ver Mendoza: 30.
[2] Ver García Carrero, 2013: 195.
[3] Entre ellas Salvador Rodríguez Agudo y Francisco Romero Añón.
[4] En Villanueva de la Serena existe una fosa situada en el Cerro de las Fuentes, con los cadáveres de 38 personas, que fueron fusiladas por orden de Gómez Cantos.
[5] Ver Mendoza: 30.
[6] Por ejemplo, con su antigua casera.
[7] Declaraciones efectuadas a elperiódicodemarbella.
[8] Ver Espinosa, 2021: 57-59-
[9] Según Mendoza eran 28.
[10] Por la «hazaña» llevada a cabo en Alía fue condecorado con la Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco.
[11] También participó en los fusilamientos de Las Mesas de Ibor. Todas las personas que le conocieron le recuerdan como un despiadado asesino.
[12] Tomado de Mendoza: 25.
[13] Ver Idelfonso Olmedo.
[14] Tomado de Espinosa, 2021: 57
[15] Tomado de I. Olmedo.
[16] Es muy interesante el documental que en 2014 dirigió José Mª Sánchez Torreño, titulado: Manuel Gómez Cantos. Estrellas de sangre.
[17] Antes ya había participado en las matanzas llevadas a cabo en El Ronquillo, Santa Olalla de la Cala y Monesterio.
[18] Según Cayetano Ibarra, entre los días 10 y 17 de agosto se asesinó a 130 personas; en septiembre a 99 –eran los repatriados-; entre octubre y noviembre a 70; en diciembre, cinco víctimas más. Según sus cálculos se asesinó a 330 personas (ver Ibarra: 325 y 337)
[19] Fue el primer jefe de este campo de concentración.
[20] López Rodríguez: 202-203.
[21] Ver López Rodríguez: 201.
[22] Ver García Carrero, 2016: 289-299.
[23] Tomado de Olmedo/Izquierdo